LA TEORÍA DE LA COMPLEJIDAD Y EL CAOS EN LA CIENCIA REGIONAL

Andrés E. Miguel
Julio C. Torres
Pedro Maldonado
Néstor Solís
janos016@gmail.com

8.1. Marco conceptual

Ha quedado señalado que la visión metodológica de la complejidad proporciona la visión de una región que cambia permanentemente, cambio que puede ser turbulento e impredecible en su magnitud y en su cronología. En este proceso los “atractores” y “activadores de caos” juegan un papel preponderante, pues actúan como reguladores del comportamiento armónico o inarmónico del sistema regional. Efectuando una analogía puede decirse que el atractor corresponde al escenario -a lo estático-, y el activador al actor -a lo dinámico-, de la trama socioeconómica. Ambos se requieren para originar el caos, ya que un activador sin atractor no tiene sentido, pero pueden existir atractores esperando un activador para manifestarse, pues un “atractor de caos” es un conjunto de desórdenes económico-sociales arraigados, que pueden llegar a operar o no en el sistema económico-social del cual depende, dificultando su operación normal. Se entiende por “activador de caos” el agente o conjunto de agentes dinámicos de carácter económico, social, político, cultural o ambiental que tienen la propiedad de poner en acción un atractor de caos. Los atractores son resultado de la acumulación de experiencias, situaciones, conocimientos y actitudes consecuencia de la interacción de la sociedad, la economía, la cultura, la ecología y el territorio de las propias regiones. Se convierten en “sistemas referentes” para ser puestos en operación por los “activadores de caos” de la propia región. A través de los atractores y activadores en interacción, las regiones confirman su carácter complejo, oscilante entre el orden y la inarmonía.

La dialéctica de esta interacción se refleja en la generación de conflictos, así como en la transformación de la diversidad y en la vulnerabilidad de los espacios geográficos. En las regiones cotidianamente se pasa de escenarios armónicos a inarmónicos y viceversa. El desarrollo es una secuencia de orden-caos. Las turbulencias de esta interacción provocan que el proceso de desarrollo de la región en ocasiones parezca encontrarse fuera de control. Este descontrol se refleja en desórdenes socioeconómicos, y a su vez éstos dan pie a los mecanismos de transformación de su diversidad natural y cultural, y a la auto-organización del sistema regional, para compensar los desequilibrios ocasionados por los propios desórdenes.

La visión armónica del desarrollo interpreta el comportamiento económico regional a partir del principio de las “ventajas comparativas” de David Ricardo, principio que expresa que la especialización en los tipos de producción para los cuales las regiones tienen una ventaja comparativa fundada en el mejor aprovechamiento de sus recursos, puede resultar en ingresos mayores para todos los que participan en el comercio; descartando con ello los desórdenes que puede ocasionar el logro de una competitividad cada vez más creciente.

Pero hoy en día la competitividad depende cada vez menos de la disminución de costos en función de la abundancia de los recursos productivos, y cada vez en mayor medida del conocimiento (científico, tecnológico, y de los sistemas de información), y en la gestión de la tecnología (tecnología del producto, del proceso productivo, del proceso organizativo). Por tanto, la competitividad se basa cada vez menos en las “ventajas comparativas” y más en las “ventajas competitivas”, éstas se generan al interior de las empresas y las regiones que las cobijan (Rosales 1991).

La visión armoniosa de la competitividad ha inducido a desarrollar en las regiones la “especialización”, la “homogeneización” de su desarrollo, dejando en un segundo término la "variedad de recursos" que puedan tener las regiones (por ejemplo su biodiversidad o multiculturalidad), y considera que el impacto de la competencia entre las regiones es favorable por sí mismo, es decir, siempre eleva el bienestar regional; pero la relación existente entre la competitividad y el desarrollo puede poseer un impacto caótico cuando en las regiones la competitividad no necesariamente genera un impacto favorable. Y aun suponiendo que no conlleva efectos desfavorables, la competitividad puede verse afectada por los problemas de las regiones, sobre todo si éstos aparecen como “turbulencias”. Las TS constituyen conjunto de desórdenes que aparecen repentinamente en una región, articulando los “atractores y activadores de caos”, dificultando la actividad normal del sistema económico-social, y que pueden ocasionar el deterioro de la economía.

Los mecanismos a través de los cuales las TS pueden perturbar la actividad de una economía son complejos, pero tienden a afectar la inversión, el empleo, los ingresos, el consumo y la innovación tecnológica de una región; es decir, las TS tienden a perturbar el crecimiento económico regional. Investigaciones empíricas demuestran la relación entre el crecimiento económico y el grado de apertura comercial, la calidad de las políticas gubernamentales, el desarrollo de los mercados financieros, la calidad de la infraestructura, el desarrollo tecnológico, la gestión directiva, la eficiencia laboral y la calidad de sus instituciones (Panchana 2001).

La competitividad regional se puede definir como la capacidad de las empresas de una economía regional para aumentar su riqueza de manera sostenida, y de esta forma alcanzar altas tasas de crecimiento económico, medido como la variación porcentual anual del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita sujeto a las condiciones de las instituciones y políticas económicas del país en que está inserto, permitiendo de esta forma una mejor calidad de vida de sus habitantes (Portilla 1997).

En este tenor, si el crecimiento económico se considera el reflejo de la competitividad de las regiones, ya que entre más alto sea este crecimiento más competitividad tiende a poseer una región, esto indica que la disminución del crecimiento puede ser un indicador que la competitividad no genera los impactos deseados o esperados; y por esta razón puede decirse que en la medida que el crecimiento económico se ve afectado (disminuido) por las TS, éstas afectan la competitividad regional.

8.2. Tipo de atractores y activadores de las Turbulencias Sociales en Oaxaca

La evidencia empírica muestra que diversos desórdenes se manifiestan cotidianamente en Oaxaca. Por ejemplo, los índices de pobreza de este estado se incrementaron durante la década de 1980-1990, debido al aumento de la insatisfacción de las necesidades básicas, elementales y culturales que se manifestaron en bajos niveles de ingreso, educación, salud y falta de servicios elementales en la vivienda (Alvarado 1994: 67). Oaxaca, junto con Guerrero y Chiapas, conforma la región de más bajo nivel socioeconómico del país. En esta región, cerca de las dos terceras partes de la población reside en localidades menores de 5,000 habitantes con una mayoría de población rural, presentando además la escolaridad más baja. El estado de Oaxaca continúa ocupando los primeros lugares de marginación con respecto a los demás estados de México.

A finales de la década de los noventas, Oaxaca ocupaba los primeros lugares en migración. Más de 70 mil oaxaqueños abandonaban esta entidad en busca de mejores condiciones de vida. De los 570 municipios oaxaqueños el 60% seguían considerándose de fuerte expulsión, el 17.5% de débil expulsión, el 11.2% de equilibrio migratorio, el 5.8% de débil atracción, y el 5.4% de fuerte atracción. Las principales regiones de la entidad que expulsaban fuerza de trabajo al noroeste del país y a los EU eran la Mixteca, Sierra Norte, Sierra Sur y Valles. Ya resultaba notorio que las remesas de migrantes mantenían la estabilidad social de Oaxaca. Los 3 mil millones de pesos (entre 217 y 289 millones de dólares anuales), que entonces enviaban los migrantes oaxaqueños eran la segunda fuente de ingresos para el estado.

Oaxaca posee 16 grupos étnicos indígenas, pero dos de ellos están en proceso de desaparición. También es el estado más rico por su biodiversidad, pero esta cualidad no logra manifestarse en bienestar, por el contrario, se revierte más y más en el deterioro el ambiente que cada vez tiende a hacer menos sostenible el desarrollo regional (Arellanes 1997). Desde los 80’s, la sostenibilidad ha adquirido en Oaxaca una dimensión preocupante debido a la acelerada destrucción de sus recursos naturales. Su superficie extremada y parcialmente erosionada alcanza el 57% de su total. Conservadoramente se estima que en este estado se da una pérdida anual debido a los desmontes entre 20 mil y 30 mil hectáreas.

Las catástrofes naturales también afectan el desarrollo regional. A finales del Siglo XX, particularmente los sismos y los sucesos meteorológicos como los ciclones y huracanes, han ocasionado en Oaxaca daños económicos y sociales de gran magnitud. Como ejemplo se menciona el caso de los “huracanes Paulina y Rick”, los cuales en 1997 causaron devastación en 84,605 hectáreas de granos básicos, 29,600 de café; 6,600 de ajonjolí; 1,017 de cacahuate; 1,338 de frutales; 108 de copra; 70,000 de bosques y selvas; 45,215 productores afectados; causando oficialmente 82 muertos y 24 desaparecidos. También destaca el temblor del 30 de septiembre de 1999 que provocó 21 personas muertas, 51 mil heridos, 191 edificios, 3,870 viviendas, 1,299 escuelas y 24 carreteras destruidas; 900 poblaciones sin energía eléctrica y 7 incomunicadas; 78 inmuebles de los siglos XVI y XIX dañados, incluyendo las pirámides de Mitla y Monte Albán las cuales resultaron con fisuras (Carrillo 1999). Las consecuencias de los sucesos naturales señalados es que han venido a reforzar la “pobreza” (cuando destruyen infraestructura física, equipamiento o cultivos), el “desempleo” (cuando dificultan las posibilidades de inversión o bloquean la actividad existente), la “emigración”, la “insostenibilidad” (cuando transforman el ambiente o destruyen los recursos naturales); y también la “violencia social”.

Los “aspectos socio-políticos” son otro factor que históricamente ha causado "inestabilidad" en el sistema regional oaxaqueño, ocasionando turbulencias que no permiten efectuar previsiones de mediano y largo plazos en decisiones relacionadas con la planeación del desarrollo. Sucesos notorios del siglo XX correspondieron a los años de 1914, 1928, que demarcaron el "Movimiento Serrano", el "Movimiento Soberanista" y el "Movimiento Cristero". Los años de 1947, 1952 y 1978, que trajeron aparejada la caída de tres gobernadores (Sánchez Cano, Mayoral Heredia y Zárate Aquino). Como protagonistas de la inestabilidad correspondiente han aparecido diversos grupos sociopolíticos: como por ejemplo "los soberanistas" (1914), "los cristeros" (1928), "la liga 23 de Septiembre y la Unión del Pueblo" (a partir del ’68 y parte de la década de los 70’s), o el “Ejército Popular Revolucionario” (década de los 90’s). El resultado de la actuación de tales grupos ha sido el aumento de la incertidumbre en Oaxaca. Otra manifestación de este factor sociopolítico lo son los sucesos como las marchas, plantones, bloqueos de calles de sus principales ciudades que producen "catástrofes cotidianas" entre la población. Como ejemplo, en 1999 se registraban en la entidad 374 conflictos agrarios serios, y en promedio, en el año 2000 los habitantes de la capital resentían un promedio de 1.8 manifestaciones diarias (Aguilar 2000: 6A).

La evidencia empírica sugiere que las TS que cotidianamente se manifiestan en la economía oaxaqueña son retroalimentadas por la actividad de sus “atractores” y “activadores de caos”. En la Ciudad de Oaxaca operan diversos tipos de “atractores”, como ejemplo el desempleo; la economía informal (el ambulantaje y el desempleo), las negociaciones salariales conflictivas, y los problemas políticos (especialmente en las temporadas de renovación de autoridades). También destacan como “atractores” la emigración, la baja en la actividad turística, la pobreza (con su secuela de desnutrición y marginación), los problemas agrícolas, y los eventos que afectan el ingreso de la población. De igual manera, existe otro tipo de “atractores” como la deforestación, erosión, la sequía, y la destrucción de las culturas autóctonas.

Estos “atractores” se pueden clasificar, y al respecto el 53% de los mismos corresponde a su sistema económico; el 20% son de tipo ecológico-ambiental; el 13% de tipo social; y el 7% de los mismos de tipo político y cultural (7%). Si estos atractores se reclasifican según los efectos que ocasionan en la región, puede determinarse que con su acción el sistema regional oaxaqueño se hace más “vulnerable”, pues los atractores respectivos representan el 40%; su aspecto “conflictivo” comprende el 33%; y finalmente la “irreversibilidad” de esta economía comprende el 27% de los atractores según esta reclasificación.

En Oaxaca también operan diversos tipos de “activadores de caos”, muchas veces actuando como agentes u organizaciones sociales, pero con base en la actividad de las “fuerzas” o “elementos” problemáticos del propio sistema regional, como por ejemplo los sismos; los huracanes, heladas, incendios, tormentas, la escasez de agua y las inundaciones. También destacan como “activadores” los ajustes presupuestales, la escasez económica, o la caída de los precios. En ciertos momentos aparecen el narcotráfico o el ambulantaje, y también las políticas públicas, las elecciones políticas, o la guerrilla. La información empírica arroja que el 47% de los activadores de Oaxaca provienen de su sistema ecológico-ambiental; el 21% son de tipo económico; el 14% de tipo social y político, y el 7% de tipo cultural. En Oaxaca las TS resultan de la acción de sus activadores, los cuales repercuten sobre sus atractores de vulnerabilidad, conflictos e irreversibilidad, los más difíciles de percibir en el corto plazo.

El comportamiento de los atractores y activadores de caos no es permanente, sino cíclico. Si se toma como referencia la temporalidad de los sucesos, por ejemplo los meses y estaciones del año, la incertidumbre varía en cada temporada. En Oaxaca el “factor de incertidumbre (c)” es mayor en la primavera y el verano, pues en estas estaciones del año c posee su valor promedio máximo (0.21), y por consiguiente la presencia de las TS es más alta en estas temporadas (en el otoño y el invierno la probabilidad de la incertidumbre es 0.16 y 0.15 respectivamente). La “incertidumbre” inicia en enero, febrero, marzo y abril, alcanzando su máximo valor en el mes de mayo, disminuyendo a lo largo de los meses subsecuentes (Figura No. 8.1). En sentido opuesto, la “certidumbre” comienza el año con los valores más bajos, llegando a su mínimo en el mes de mayo, alcanzando su máximo en octubre, noviembre y diciembre. En otras palabras, la economía de Oaxaca inicia sus actividades con altas TS, alcanzando su máximo en los meses de abril y mayo, para disminuir relativamente durante el resto del año.

La evidencia empírica muestra que este comportamiento de las TS coincide con la estacionalidad propia de la actividad económica, pues en México se manifiesta una reducción de esta actividad en los primeros meses del año, entre otras cosas debido a la dinámica del gasto público –aprobación, liberación y ejecución del presupuesto público-, y en los meses de noviembre y diciembre se registra un incremento de la actividad económica debido a que las empresas incrementan su actividad por el pago de aguinaldos y toma de ganancias al finalizar el año. Esta evidencia indica que la actividad de los “atractores y activadores” de caos se engancha a la estacionalidad de la economía.

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