Aunque la sexualidad humana tiene un infinito espectro de finalidades, metas y propósitos, que varían según las personas, las culturas y las épocas, hay tres funciones esenciales de la sexualidad: el placer erótico, la reproducción y la comunicación afectiva. (Castellanos Simons, B y otros., 1997:12).
Función reproductiva:Es la potencialidad del hombre y la mujer de transcender, no solo como seres biológicos, sino como personas totales que renuevan en los hijos e hijas sus sueños y esperanzas.
Implica; por tanto, los afectos, las actitudes, los conocimientos y las decisiones ligadas a la opción de ser madres y padres, así como los deberes correspondientes en cuanto a la atención, la protección, los lazos afectivos y la educación de la descendencia durante muchos años.
Función erótico-placentera: Dada por la capacidad del ser humano de separar conscientemente la reproducción del disfrute sexual, aceptándolo como un auténtico valor en sí mismo, y como condición para el florecimiento de una sexualidad desculparizada, abierta a la alegría y al goce.
Función comunicativa-afectiva: Es la posibilidad que ofrece la sexualidad para el encuentro con el otro ser humano, el contacto y la relación intersubjetiva, la intimidad compartida y el establecimiento de vínculos emocionales y sentimentales, la sexualidad impulsa a la persona a salir de la soledad y buscar, tocar y abrazar al otro. En esta función la relación de pareja es muy importante.
Como se puede apreciar, los componentes de la sexualidad son determinantes en la vida sexual por su carácter activo y por su especial participación en la regulación de las dimensiones del individuo, la pareja, la familia y la sociedad; en tal sentido cada individuo tiene un concepto elaborado de sexualidad en dependencia de la educación que ha tenido de la misma.
En consecuencia con esto la educación es la preparación para la vida donde cada persona construye sus aprendizajes de forma activa y creadora, potenciando el conocimiento de sí mismos, la autovaloración, la confianza y la autoestima, permitiendo la capacidad para enfrentarse a los problemas con determinación y tomar decisiones, proyectando la propia vida; en el sentido martiano, es la preparación del ser humano para la vida. (Castellanos Simons, B y otros., 1997:13)
La educación tiene como fin la formación integral del hombre, un hombre capaz de pensar y hacer valoraciones críticas, que crea, haga y sobre todo desarrolle la capacidad de amar.
Si este proceso favorece el desarrollo de la personalidad armónica del individuo corresponde a la educación sexual la tarea de promover el crecimiento pleno y responsable de la sexualidad, en íntima relación con la labor educativa, por tanto:
“Educación Sexual es el proceso que potencia el ser humano para el encuentro placentero, feliz y responsable con la sexualidad, en correspondencia con sus necesidades y las de nuestra sociedad, garantizando el protagonismo y la capacidad de elegir los límites personales de la sexualidad, así como el respeto a las demás personas con las cuales se relaciona”. (Castellanos Simons, B y otros., 1997: 13).
Del mismo modo es entendida como la preparación para el encuentro con el otro sexo y con la propia sexualidad en concordancia con los intereses y las exigencias del individuo y de la sociedad, trasciende el concepto estrecho de lo erótico en la vida del hombre.
Por otra parte en la educación sexual convergen conocimientos aportados por diferentes ciencias como la Fisiología, Psicología, Sociología, Ética e Higiene, entre otras, pero es la Pedagogía la que concreta los principios, objetivos, contenidos, métodos y medios a utilizar en cada etapa del desarrollo para lograr la preparación requerida en esta esfera de la personalidad.
Por consiguiente, formar la personalidad del hombre adecuada a la sociedad en que vive, es una responsabilidad que asume cada docente. Educar a los niños(as) y jóvenes para el trabajo y la vida en colectivo, desarrollar sus capacidades intelectuales, físicas y morales, no es solo transmitir conocimientos sino desarrollar sentimientos, principios y valores éticos preparándolos para la vida, el amor, una sexualidad sana, placentera y responsable que les permita la constitución de una familia sólida y enriquecedora espiritualmente.
Al respecto Fidel Castro, en el VIII Seminario Nacional a dirigentes, metodólogos, inspectores y personal de los órganos de las direcciones provinciales y municipales de educación y de los institutos superiores pedagógicos planteó: “Hay que darse cuenta de la responsabilidad que tienen los educadores, la responsabilidad que tienen en nuestra sociedad…porque son los maestros y profesores los que trabajan con los niños y con los jóvenes” (Ministerio de Educación., 1984: 331).
De lo anterior se deduce que no es suficiente para lograr la necesaria educación sexual el hecho de proveer de conocimientos científicos, biológicos y morales a los alumnos, si no se les ofrece en diferentes situaciones, la posibilidad de actuar a partir de los conocimientos asimilados. Si se potencia la esfera cognitiva de la personalidad desviando el componente afectivo, se corre el riesgo de que en la práctica diaria el estudiante, en este caso, sea portador de una falsa moral que atenta irremediablemente contra su normal desarrollo.
Según Castellanos, B, y otros (1997) en su libro “Hacia una Sexualidad Responsable y Feliz“. ¨La educación sexual es parte de la educación general, por lo que debe enfocarse en el contexto amplio de la educación de la personalidad, abordarse desde una perspectiva intersectorial y multidisciplinaria¨.
En tal sentido educar la sexualidad es mucho más que trasmitir conocimientos acerca de la sexualidad. Dar información es una cosa y formar es otra, brindar información no garantiza que las personas adquieran valores y actitudes positivas para vivir su sexualidad basada en el respeto, la responsabilidad, la autonomía, el amor, la reciprocidad y la tolerancia.
Es por esto que la educación sexual debe implicar a la persona en su totalidad, siempre partir de las vivencias, las experiencias y los conocimientos, las creencias, los temores, las emociones. Este proceso se inicia desde el nacimiento y se extiende hasta la muerte, por tanto debe adaptarse a cada momento evolutivo. En consecuencia con esto cada edad requiere de ciertos contenidos, implica diferentes objetivos y exige una metodología adecuada a las capacidades psicológicas y al estilo de aprendizaje propio de cada etapa.
Asimismo exige la participación activa y comprometida de todos, obedece a una necesidad de estructurar y potencializar el crecimiento sexual más que prevenir los males que trae consigo la vida sexual, no tiene sentido sólo por el hecho de que exista la necesidad de reducir embarazos tempranos, SIDA o infecciones de transmisión sexual (ITS).
Si se tiene en cuenta que la educación de la sexualidad incluye la adquisición de una gama muy variada de conocimientos que comienza con el nacimiento y se extienden a todas las esferas de la vida de cada ser humano, se deduce que no debe continuarse abordando esta problemática con el modelo tradicional, caracterizado por el instruccionismo y las charlas informativas. La práctica ha demostrado la ineficacia de estos procedimientos.
Es por ello que se hace de vital importancia la implicación, desde lo personal, a cada individuo en esta batalla, basando su relación en el amor recíproco, en la consideración, la solidaridad, la amistad y el respeto mutuo. Por lo que no es posible agotar el tema de la sexualidad sin la búsqueda de espacios de reflexión y acción para la integración de esos contenidos tratados en las diferentes asignaturas.
La forma en que se organiza la enseñanza y el aprendizaje debe proporcionar la oportunidad al estudiante de implicarse en el diseño del sistema de actividades que se realizan en la escuela; asumir esta posición permite que la enseñanza y el aprendizaje estén centrados en el desarrollo integral de la personalidad de los mismos, ofreciendo la posibilidad de una participación real de mayor autonomía y responsabilidad.
En la actualidad no se conoce un modelo puro de educación sexual pero existe un consenso en los últimos tiempos donde se aprecian cambios considerables más abiertos y tolerantes, al enfoque alternativo y participativo.
Los autores del texto Educación Sexual con los Jóvenes, de Preuniversitario Educación Técnica Y Universidades Pedagógicas, abogan por un enfoque educativo que rescate las riquezas del proceso y el papel del que aprende en este, puede comprenderse que la participación representa para nosotros, el eje medular a partir del cual se define y desarrolla la preparación de las personas para su vida en general y para la sexualidad en particular.
En el propio texto se expresa que sólo mediante una verdadera participación se potencian significativas transformaciones de la realidad y de las personas mismas, ya que:
Se involucran, sintiéndose responsables de lo que hacen y cómo lo hacen, además de contraer en ese compromiso la fuerza motivacional dinamizadora de su actuación. Se busca colectivamente el conocimiento acerca de la práctica, de la vida y el autoconocimiento, así como la solución de los problemas inherentes, desplegándose la inteligencia, la creatividad, la iniciativa, dando cada uno de si y recibiendo de los demás.
Se estimulan la comunicación, la comprensión empática, el diálogo, el debate constructivo, el ponerse en el lugar de los demás y confiar en ellos; y se desarrollan otras importantes facetas de la personalidad, como la autoestima, la tolerancia, la confianza en sí mismo, la flexibilidad la divergencia y la equidad. (Castro Alegret, Pedro Luis y otros, 2006:49,50)
De lo anteriormente expresado se deduce que la educación de la sexualidad debe ser científica y racionalmente planeada, formativa e informativa y estar basada en el desarrollo psicosexual del individuo como proceso de asimilación de significados y valores socioculturales, debe ser progresiva, llevada a cabo en acción conjunta por profesionales, educadores y padres.
A modo de síntesis cabe destacar que son muchos los problemas ocasionados por una educación inadecuada de la sexualidad, no obstante si se logra una educación sexual acorde con los principios que rigen la sociedad en el contexto actual, entonces los jóvenes manifestarán conductas sexuales responsable desde lo personal, interpersonal y comunitario.
Ahora bien, es importante que los jóvenes conozcan que para lograr una salud reproductiva deben ser capaces de tener una vida sexual responsable, donde el placer erótico no limite la relación, por el contrario, vivenciarla sin sentido de culpa, sentir libertad para decidir cuándo y con qué frecuencia hacerlo, siempre libres de riesgos.
Precisamente es la familia un factor determinante en la formación y desarrollo de esta educación, al constituir el primer grupo humano en el cual vive el joven, donde manifiestan importantes motivaciones psicológicas, es el grupo más cercano en el que se identifica y desarrolla un fuerte sentimiento de pertenencia y en cuyo marco se enfrentan y tratan de resolver los problemas que la vida plantea. Es por ello que una buena educación de la familia suministra conocimientos, ayuda a argumentar opiniones, desarrolla actitudes y convicciones, estimula intereses y consolida motivaciones, contribuyendo a integrar en los padres una concepción humanista y científica de la sexualidad.
Preparar a los jóvenes para la constitución de la familia y que tomen decisiones conscientes y responsables en su comportamiento sexual, obviamente requiere de los conocimientos relacionados con esta esfera, sin embargo, es necesario su integración a las normas y valores morales sexuales sin lo cuales resultaría imposible alcanzarlo.
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