El arraigo a la tierra, el saber y el reconocimiento de la patria como propia –de nosotros, los “argentinos”- además de bella y pródiga, genera pertenencia e identidad. Sin embargo, las frases “de la casa al trabajo y del trabajo a casa”, “la tierra para el que la trabaja”, “conocer la patria es un deber” o “los únicos privilegiados son los niños” eran insuficientes para el avance de la construcción de nación como vínculo formado entre habitantes-tierra (fauna, flora, paisaje, recursos y riquezas)-legislación.
Por tanto el Estado peronista se encarga de facilitar el acceso al ocio (después de un año de trabajo, mediante las vacaciones a puntos turísticos nacionales) y al conocimiento de la Nueva Argentina (mediante la posibilidad de recorrerla, ver sus maravillas, participar de sus fiestas, degustar sus productos) masificando el turismo, que estaba antes limitado para las clases más pudientes.
Como se anticipó los destinos no eran arbitrarios y estaban relacionados a presentar y exponer las bellezas naturales, los recursos regionales y los monumentos realizados durante la gestión o terminados en ella. Este acercamiento a la Argentina “real”, más allá de los libros, revistas y discursos intentaba demostraba lo sublime, lo inconmensurable y las potenciales riquezas pero daba al mismo tiempo el orgullo de lo propio. Así, podría remarcarse que el turismo social en el peronismo se distinguió por facilitar la llegada de enormes contingentes a regiones que focalizaban en sus bellos-sanos-enormes-peculiares ambientes y este conocer-descubrir-acceder reafirmaba la noción de identidad.
Sin embargo es importante señalar que en 1945 se presenta el programa de vacaciones y queda sancionado mediante el decreto 1740/45. Esta norma extendía el derecho a las vacaciones remuneradas obligatorias a los trabajadores y empleados argentinos en relación de dependencia. En el caso de la provincia de Buenos Aires, se las consideró un derecho “derecho cívico, fundacional, hasta ese momento inalcanzable, asociado a los `premios a la producción´, y a la consigna `producir más y mejor´. El experimento, reconocido como una prioridad pública a la par de la vivienda obrera, estuvo auspiciado por el gobierno y canalizado por el aparato gremial cegetista, mediante un Consejo Asesor Obrero de Turismo Social, presidido por el dirigente Silverio Pontieri” .
Por su parte, el gobierno peronista afianzó las bases en ese sentido y se dedicó a “poner en marcha el diseño de un proyecto de Turismo Social asentado en la concepción de las vacaciones como una conquista simbólica asociada al Derecho al Descanso y que la retórica Justicialista destinaba a los trabajadores en un discurso fuertemente obrerista” .
Es más, se re pensaron las prácticas de turismo y aparecieron enlazadas a “la percepción del turismo como un derecho laboral y social, y las políticas del tiempo libre impulsadas por el gobierno peronista -que incluyeron la oferta de “turismo sindical” orientado específicamente a trabajadores como alternativa a otras formas de turismo de la época más vinculadas a sectores de la población de mayores recursos- instalaron la idea de que `conocer la patria es un deber´” . Es resaltable que este tipo de publicidad ya se utilizaba desde 1935 pero el peronismo “pone de relieve que el turismo no era sólo una modalidad de ocio ni tampoco sólo una actividad económica, sino que también era una forma de crear conciencia ciudadana y nacional.”
Tanto el gobierno nacional y la Fundación Eva Perón, como los sindicatos cada vez mejor constituidos y los empleadores fueron los que posibilitaron con su accionar la generalización del turismo .
Como se había señalado, el peronismo mediante el desarrollo del turismo pretendía la valorización o revalorización de ciertos lugares de la Nación . O bien para rescatarlos de ser un privilegio de unas pocas familias y convertirlos en una nueva conquista para los trabajadores (como Mar del Plata, las sierras de Córdoba y la zona del lago Nahuel Huapi) o para exaltar las obras de gobierno, o la posibilidad de descanso o de disfrute (tales como los parques nacionales y algunas localidades provinciales).
De modo tal que durante el período, comenta Pastoriza se trató que el turismo se orientara a áreas marginales, que dependían su oferta de Parques Nacionales. También a destinos que eran elegidos por las clases medias y altas, porque se deseaba demostrar que no había limitaciones de clase.
Los destinos en los Andes centrales, entre Mendoza y la línea de frontera con
Chile, con aguas termales por ejemplo, despertaron el interés de los pasajeros
en los aspectos curativos y benéficos de sus aguas e hizo que se los vincularon
con ámbitos de salud y placer. Es decir en la Nación Argentina había espacios de
esparcimiento y curación .
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