Aun cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente en filosofía, ellos están presentes desde los inicios de la humanidad. En el transcurso de la historia para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud; sin embargo, el criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos. Se puede valorar con criterios estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer o el prestigio.
Los valores son producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia, surgen con un especial significado y cambian o desaparecen en las distintas épocas; aunque la virtud y la felicidad son valores no podemos en la actualidad ser virtuosos según el pensamiento que tuvieron los griegos en la antigüedad. Es precisamente el significado social que se les atribuye, uno de los factores que influye para diferenciar los valores tradicionales (aquellos que guiaron la sociedad en el pasado) y los valores modernos que comparten las personas en la sociedad actual.
Desde la axiología han existido posiciones importantes entre las que podemos mencionar la naturalista, objetivista, subjetivista y sociologista, que dedicaron todos sus esfuerzos a la elaboración de una teoría que sintetizara y explicara la naturaleza de los valores. La posición naturalista veía los valores como el resultado de leyes naturales. Esta concepción alcanzó sus albores a partir del Renacimiento y postulado por (Fabelo 2003: 19), quien establece que: “…el valor coincide con la naturaleza y es alcanzable a través del conocimiento de esta última…’’ su principal representante fue Demócrito (460-370 a.n.e).
La posición objetivista, representada por el filósofo alemán Kant (1994: 109) concebía al ser humano coexistiendo en dos mundos: el mundo del ser y el mundo del deber “…la realidad objetiva de la ley moral -supone Kant- no puede ser demostrada por ninguna deducción, por ningún esfuerzo de la razón teórica, especulativa o apoyada empíricamente…”.
Posteriormente surge la corriente subjetivista para oponerse al objetivismo axiológico, concibiendo la fuente de los valores en el sujeto, en sus sentimientos, aspiraciones, deseos o intereses. Brentano (1838-1917), uno de sus iniciadores, le atribuye el origen de los valores a la preferencia y el amor.
Más adelante surge el sociologismo axiológico como otra de las posiciones donde autores como Durkheim (1858-1917), y Bouglé (1870-1940), consideraban a los valores como entidades objetivas con fuerza imperativa por ser colectivos. Para ellos iba a ser valioso lo que la sociedad aprobara como tal.
Las posiciones anteriores no ofrecen una respuesta integradora acerca de la naturaleza de los valores, es por eso que el filósofo argentino Frondizi (1910-1983), asume con carácter crítico los estudios anteriores y se propone fundar una nueva ética a través de la elaboración de una concepción axiológica superior, introduciendo la relación sujeto-objeto como componente esencial del valor. Pero aun no se logra establecer una concepción que ponga fin al análisis de la problemática y por esta razón se desarrollan desde una perspectiva más actual otras concepciones; por ejemplo la humanista establecida por Vázquez (1999: 3) donde el valor se refiere a una perfección o excelencia que desarrolla la humanidad, “…mientras que el contravalor lo despoja de ella…”
En Cuba el estudio filosófico de los valores no se queda adherido a concepciones axiológicas clásicas, destacándose en este sentido los estudios del Doctor en Ciencias Filosóficas Fabelo Corzo (2003: 50), quien propone un enfoque multidimensional que: “… al mismo tiempo que los comprenda como un fenómeno complejo con manifestaciones distintas en diversos planos de análisis, muestre la conexión mutua entre esos planos y realice para cada uno de ellos las precisiones categoriales correspondientes…’’ Fabelo distingue tres dimensiones: objetiva, subjetiva e instituida, otorgándole un espacio y poniendo en conexión a las distintas manifestaciones particulares de los valores.
Pero el estudio de los valores y su formación no sólo ha sido enfocado desde la axiología, en general, o desde la axiología ética en particular sino también desde el ángulo jurídico, pedagógico, sociológico y psicológico.
Los valores no son el resultado de una comprensión, ni de una información pasiva que se introduce o impone a la persona de forma áspera, el valor se configura a través de las personas que lo desarrollan, crece a través de la educación, de la historia personal, de la experiencia, y del propio lenguaje como representante de la comunicación, destacando que esta última constituye una categoría esencial en la formación de la personalidad, vinculando directamente al hombre con la realidad que lo rodea.
La personalidad humana, está estructurada precisamente para ser la base de las diferencias individuales, constituye a su vez una configuración sistémica de los principales contenidos y operaciones que caracterizan las funciones reguladoras y autorreguladoras del sujeto quien durante su devenir tiene que actualizarla a partir de las situaciones que enfrenta, es por esto que los valores son expresión de la realidad viva y actuante de los diferentes individuos, y no deben ser convertidos en una forma dominante de ver la realidad por justa que esta sea, ya que se ignoraría el conocimiento de la propia naturaleza del valor y su función vital en todo un proceso subjetivo.
El sistema de valores presentes en un individuo es resultado de la interacción de este con la sociedad y su formación tiene que ver con los diferentes grupos e instituciones sociales con los cuales se relaciona durante toda su vida. La familia, la escuela y los centros laborales cumplen así un imprescindible encargo social en la formación de los mismos. La sociedad, mediante estas instituciones se esfuerza por consolidar valores como la responsabilidad, la honestidad y la autonomía. Esto quiere decir que durante el desarrollo de la personalidad se crean las bases para la formación de valores, y estos tienen su modo de constatación más fiel, asociados a una actividad.
En todos los sistemas de relaciones se configuran valores y son precisamente ellos los que articulan la expresión del hombre en sus distintos espacios de relación ya sea de pareja, social, de organización de vida política, de amistad, etc.
Para lo Organizacional los valores son vistos como elementos reguladores del comportamiento en torno a una labor determinada que favorecen o entorpecen el desarrollo general de la organización, forman un nexo entre sus partes y se encuentran fuertemente arraigados a la cultura organizacional.
En Dilemas Éticos de la Empresas Actuales, del profesor Llano (Universidad de Navarra) se plantea “ha de considerarse valioso todo aquello que contribuya al desarrollo del hombre” un principio que encierra una definición radicalmente humanista de valor; atribuyendo la categoría de valor a todo aquello que contribuya al desarrollo o perfeccionamiento del hombre.
El espacio del valor está en la individualidad, no pueden existir valores no asumidos, ni pueden ser expresados en el lenguaje de otros, lo que puede haber son contenidos valorativos asumidos por el individuo, pero siempre expresados en su lenguaje y en su forma legítima de ver los acontecimientos.
El término valor posee tres posibles dimensiones conceptuales, ellas son:
• Económica, expresada en el precio a pagar por obtener algo a lo que se le otorga valor.
• Psicológica, vinculada a la expresión de valentía: cualidad moral que se mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a afrontar los peligros.
• Moral, referida a cómo se entiende que debe ser el comportamiento en sociedad.
De esta forma podemos entender por valor el grado de significado que un sujeto le confiere a un objeto, como resultado de un proceso valorativo, y en función del cual puede regular o no su conducta.
Existen múltiples clasificaciones de los valores. En función del grado en que la existencia de un valor regule la conducta del individuo, estos se pueden clasificar en reguladores o de aceptación. Los valores de aceptación son aquellos que el individuo acepta y enuncia como válidos pero sin embargo no los considera a la hora de su acción mientras que los valores reguladores son los que influyen y determinan en los niveles de actuación de los hombres. La existencia de un valor de aceptación es el primer paso para que un valor se convierta en un valor regulador, pero no siempre un valor de aceptación llega a ser un valor regulador, depende mucho de los intereses y nivel de voluntad de las personas.
También se clasifican según la función del grado en que son aceptados
socialmente. El significado otorgado puede ser un criterio individual, no
coincidente con el resto de los individuos de un grupo o de una sociedad en cuyo
caso es un valor aislado pero si el criterio de individuo coincide con los del
grupo o la sociedad se denomina valor compartido. Los valores aislados son el
primer paso para llegar a los compartidos pero no siempre un valor aislado llega
ser un valor compartido, ya sea porque es errado, o porque aún no es el momento
para ser legitimizado a nivel social
En eumed.net: |
1647 - Investigaciones socioambientales, educativas y humanísticas para el medio rural Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores) Este libro es producto del trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER). Libro gratis |
15 al 28 de febrero |
|
Desafíos de las empresas del siglo XXI | |
15 al 29 de marzo |
|
La Educación en el siglo XXI |