"Por eso el hambre, la miseria, la escasez material, política y cultural, son radicalmente inmorales e incoherentes con una cultura que se autocomprende como defensora de los derechos humanos". Adela Cortina
Es importante mirar las dimensiones ético-políticas del desarrollo en general, y del desarrollo local en particular. El Agente de Desarrollo Local o cualquier persona que trabaje en este campo no escapa a unos dilemas éticos.
Esto no es ajeno a una vieja pero siempre relevante y vigente discusión: el papel de intelectual con los procesos de cambio, que en cierta medida se convierte en un problema ético. Como lo expresa Eloy Mealla (2006), "si cabe hablar de un giro ético, más bien habría que entenderlo como indignación ética ante la desigualdad y la miseria; indignación que provoca la determinación de constituir una nueva teoría del desarrollo basada en el compromiso con la realidad económica, política y social. Actualmente, una perspectiva ética del desarrollo significaría el coraje intelectual de asumir el desafío de reconstruir un pensamiento social de la región, ante décadas de deslegitimación académica y política, siendo imperioso volver a colocar el desarrollo en el centro del debate".
Sabemos que la ética más que un discurso es una práctica. Los indígenas nos aconsejan que no leamos a las personas en sus discursos, sino en sus prácticas. "La mejor forma de decir es hacer".
Fernando Savater en su ya libro clásico Ética para Amador, define la ética como el arte de vivir. Vélez y Galeano entienden la ética "como el saber que reflexiona sobre las acciones e interacciones reguladoras de los comportamientos sociales y del ejercicio de la voluntad individual, permite la comprensión de valores diferentes a los legalmente establecidos y constituye un referente a través del cual se establece un reordenamiento de las relaciones sociales".
Partiendo del concepto weberiano de ética de la responsabilidad, se asume la ética como práctica, como modo de vida (Galeano, 2004). Una actitud ética también nos permite comprender la diversidad de valores, las relaciones sociales de los actores; en un campo ínter subjetivo, de relación con el otro. El asumir esta responsabilidad –añade Galeano- implica para el investigador plantearse por lo menos dos preguntas: ¿a quién responde?, ¿cómo responde? "Responsable es el que responde". Algo válido también para la intervención en procesos de desarrollo. La ética invita a una relación ética con los sujetos sociales con los que interactúa.
Natalio Kisnerman, en su sugerente artículo Etica, ¿para qué? (2001), expresa que la ética y la moral no son actividades científicas ni teóricas sino, en cambio, actividades reflexivas. Y su función es comprender y dilucidar el sentido de nuestros actos, desde los valores que los guían. Humberto Maturana (citado en Kisnerman, 2005) señala que "las soluciones de cualquier problema social siempre pertenecen al dominio de la ética", que hace referencia a la elección de propósitos mediante los cuales operamos; son los valores con los cuales guiamos nuestra acción, y así la Ética es la reflexión sobre el por qué esos comportamientos y valores se consideran válidos en el contexto de las relaciones sociales.
Una interesante reflexión desde el debate ético-político la plantea Cecilia Aguayo. Expone que los profesionales prácticos son mediadores entre el debate epistemológico-metodológico y el ético-político, "al trabajar con personas, grupos e instituciones donde se cruzan permanentemente intereses, valores y opciones". Esto nos lleva –agrega- a pensar una acción social situada históricamente, en un contexto social, cultural y político que piensa su "experiencia histórica como resorte de su realidad". Y la acción social mirada desde este ámbito rescata lo político, el poder y la reflexión ética que la constituye.
Adela Cortina (2006) nos habla de una ética comunicativa y una ética del reconocimiento compasivo. La primera reconoce al otro como interlocutor válido, con el que le une un vínculo comunicativo. "El reconocimiento recíproco es el núcleo de la vida social", todos deben ser reconocidos como personas, asumiendo un principio de co-responsabilidad. La segunda se refiere al lado experiencial del reconocimiento recíproco, una compasión que significa "compadecer el sufrimiento y el gozo", de compartir la vida, del respeto a la dignidad. "Por eso el hambre, la miseria, la escasez material, política y cultural, son radicalmente inmorales e incoherentes con una cultura que se autocomprende como defensora de los derechos humanos. Por eso es intolerable la exclusión". Así, termina Cortina, "el reconocimiento compasivo es entonces la fuente de exigencias de justicia y obligaciones de gratuidad, sin las que una vida no es digna de ser vivida".
Ligado a la ética también es importante la pregunta por los principios y valores de estas mismas (respeto a las personas, la dignidad humana, la diversidad cultural, al desarrollo sustentable, al respeto a los derechos humanos, incentivar mayor tolerancia, etc). Todos estos valores pueden y requieren ser incorporados en procesos de desarrollo, de intervención.
León Olivé (1997) plantea una importante relación: ética y diversidad cultural. Señala que la diversidad cultural en el mundo es un hecho, un hecho que plantea problemas agudos en el mundo iberoamericano, constituido por una pluralidad cultural, por grupos étnicos que constituyen minorías. Y esto plantea una serie de problemas "que no pueden formularse y resolverse únicamente con base en el mejor conocimiento empírico del mundo social, ni con base en la tecnología, sino que obligan a reflexionar acerca de las normas, los valores y los fines en función de los cuales deberían orientarse las acciones de las personas y de las instituciones que participan en las interacciones transculturales".
Mealla (2006) dedica su trabajo al denominado "giro ético" en el actual debate sobre el desarrollo:
La vinculación entre ética y desarrollo tiene un doble perfil. Por un lado, resulta atrayente, si por ello se entiende una consideración integral del desarrollo que permita superar consideraciones reduccionistas (especialmente de carácter economicista) que en realidad son "no desarrollo" o "antidesarrollo" (Goulet, 1965) o la "ilusión del desarrollo" (García Delgado, 2003). Es interesante observar que con el simple hecho de cuestionar el economicismo, se ingresaría en una perspectiva ética del desarrollo. Por otro lado, el "giro ético", en algunas recientes teorías del desarrollo, nos causa cierta preocupación, desde el momento en que puedan derivar en una manera de acentuar aspectos culturales soslayando la base económica del desarrollo o centrándose de manera exclusiva en una especie de cruzada moralista contra la corrupción.
El autor cree que habría otra manera más vigorosa de relacionarse ética y desarrollo (aunque todavía con necesidad de vertebrarse más) que engarzaría mejor con el paradigma alternativo que se busca y que consistiría en entender la ética del desarrollo en una dirección distinta. "Se trata de una ética que apunte fundamentalmente a consolidar el derecho al desarrollo de los pueblos que, eludiendo énfasis retóricos y retrospectivos, lo adapte a la realidad actual de una manera mucho más crítica. De este modo, nos prevenimos y superamos una orientación limitadamente culturalista e individualista del desarrollo". Los planteamientos acerca del derecho al desarrollo gozan ya de varías décadas. Por todo ello, al momento de pensar una perspectiva ética de una estrategia de desarrollo, ésta tiene que ver tanto con los valores que guían el proceso como con los fines que orientan la estrategia, de manera de evitar que los medios terminen suplantándolos.
Para Denis Goulet, en su libro Ética del desarrollo (1999), es importante mirar los objetivos del desarrollo ¿desarrollo para qué? Señala que el desarrollo no es un fin absoluto, es un medio que "está subordinado a la vida digna". De ahí que sea preciso hablar de valores en el desarrollo (el sustento de la vida, la estima, la solidaridad, la libertad).
Un aspecto significativo de la ética tiene que ver con el compromiso. Maritza Montero (2007) dice que las palabras compromiso y comunidad casi siempre van unidas, sobre todo cuando se habla del trabajo comunitario. "A menudo escuchamos que es necesario comprometerse con dicho trabajo, o con los objetivos y las metas de la comunidad. O bien se dice que alguien carece de compromiso o no estaba comprometido con lo que se hacía. El compromiso asume así visos de cualidad, de virtud, de condición necesaria para trabajar en, con y para la comunidad". Así, la autora entiende por "compromiso": la conciencia y el sentimiento de responsabilidad y obligación respecto del trabajo y los objetivos de un grupo, comunidad, proyecto o causa, que conduce a la persona a acompañar, actuar y responder ante ellos por las acciones llevadas a cabo(p.236). Se refiere al carácter crítico del compromiso, haciendo una distinción entre lo que es y no es compromiso. Veamos:
Compromiso es Compromiso no es • Acto crítico de encuentro y superación, entre agentes externos e internos. • Valoración de lo popular en sí mismo. • Respeto por el saber popular y recuperación del mismo. • Conocimiento de la intervención de lo subjetivo en lo objetivo y viceversa. • Reconocimiento del derecho a participar en la investigación que tienen los miembros de la comunidad. • Articulación de teoría y práctica para lograr la transformación del conocimiento y del mundo. • Consideración activa del ser humano. • Algo que nace de intereses subjetivos e ideológicos. • Una actitud personal benevolente de agentes externos de la comunidad. • Un servicio destinado a "apoyar los caprichos y veleidades del proletariado o de cualquier otro grupo" (Lane y Sawaia, pág. 75). • La anulación del agente externo en los agentes internos. • Populismo. • Adopción de la visión de sujeto de investigación, considerando, acríticamente, que la verdad está en él. • Beneficencia, caridad. • Activismo. • Empirismo irreflexivo.
Decíamos que el tipo de mirada sobre "el otro", en cierta medida también nos determina el tipo o modelo de desarrollo para ese "otro" ¿Cómo representamos al otro? Comparto con Castillejo (2000) su llamado en el sentido de "plantear una teoría sobre la construcción social de lo otro, una poética de la alteridad".
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