"Hay muchas maneras fundamentalmente diferentes de ver la calidad de vida, y algunas de ellas parecen razonables al primer golpe de vista. Puedes ser pudiente sin estar bien. Puedes estar bien sin poder llevar la vida que querías. Puedes llevar la vida que querías sin ser feliz. Puedes ser feliz sin tener demasiada libertad. Puedes tener mucha libertad, pero no conseguir demasiado, y podríamos seguir". Amartya Sen, El nivel de vida
En la mayoría de discursos del desarrollo se plantea la meta de "mejorar la calidad de vida" de las personas, sin detenerse en la concepción de lo que es calidad de vida. Este concepto está frecuentemente en boca tanto de planificadores y políticos como de los pobladores, donde generalmente su significado se da como un hecho. Así, es importante rescatar la mirada cultural –las significaciones, las construcciones culturales- de conceptos como calidad de vida, nivel de vida, bienestar, buen vivir, felicidad, etc, tan asociados al concepto de desarrollo.
En una conferencia pronunciada por Joseph Stiglitz en La Habana en 2002, dijo: "En uno de los países que visité, en lugar de proponerse elevar al máximo el Producto Interno Bruto, las autoridades trazaron como misión nacional elevar al máximo la Felicidad Nacional Bruta. Se trata de un pequeño país y no conozco ninguna nación grande que se haya propuesto explícitamente semejante objetivo" (citado en Boisier, 2003:170). Ya no es común -¿será que suena cursi?- ligar el concepto de desarrollo al de felicidad, que se supone es una de las máximas aspiraciones humanas.
Es pertinente empezar anotando que en el concepto actual de calidad de vida se presentan tanto dimensiones mensurables (objetivas), como otras de más incierta cuantificación (subjetivas), que no se pueden disociar. También se reconocen los "bienes materiales" y los "bienes inmateriales", además de mirar la calidad de vida como una síntesis y ampliación entre el sujeto individual y el sujeto colectivo, entre los intereses personales y los intereses de la comunidad; en ir más allá del concepto de "bienestar". Precisamente, "el constructo de calidad de vida es el resultado de las relaciones entre las condiciones objetivas de vida y las percepciones individuales que de ellas se tienen, relación cuyo fruto es un mayor o menor grado de satisfacción" (Alguacil, 2000:117).
Desde la teoría de las necesidades humanas, del desarrollo a escala humana, se han realizado importantes aportes para una mirada más amplia del concepto -y práctica- de la calidad de vida. Según Max-Neef, las necesidades humanas son "identificables, dependientes unas de otras, limitadas y universales". La condición subjetiva viene marcada por la satisfacción de las mismas. Lo que varía, en términos perceptivos, diacrónicamente y sincrónicamente, son los medios por los cuales se satisfacen esas necesidades, sus satisfactores. La siguiente matriz nos ilustra estas dimensiones de las necesidades humanas y de los satisfactores (Max-Neef y otros, 1986: 42):
Los satisfactores se inscriben en contextos históricos y culturales determinados -según países, regiones urbanas o rurales, etc-, que le confieren un grado de relativismo según las condiciones específicas creadas. La satisfacción de las necesidades está sujeta a los cambios de los satisfactores y, en consecuencia, a los cambios de las formas de acceso a la satisfacción de las necesidades. Lo interesante de este planteamiento es que nos lleva a una visión amplia de la llamada calidad de vida, teniendo en cuenta tanto las "necesidades existenciales" (ser, tener, hacer, relaciones) como las "necesidades axiológicas" (subsistencia, protección, afecto, comprensión, participación, creación, recreación, identidad y libertad).
Desde la teoría de la complejidad, Alguacil insiste en la importancia de superar lo meramente cuantitativo para introducir también los aspectos cualitativos. Se trata de asumir la complejidad incorporando nuevas dimensiones capaces de superar la visión simplista de la lógica del bienestar por una perspectiva compleja de "calidad de vida". Estas dimensiones de calidad de vida son la calidad ambiental (habitacional, residencial), el bienestar (trabajo, salud, educación) y la identidad cultural (tiempo libre, ocio, participación, relaciones y redes sociales). Observemos los interesantes planteamientos que hace de éste concepto desde "la complejidad" (2000:124 y 135):
Desde este carácter múltiple, interdependiente y pluridisciplinar de las variables que permiten el acceso a la calidad de vida, se sugieren nuevas vías de incisión en el desarrollo social que introducen nuevas formas y contenidos. A través del concepto de calidad de vida se incorpora la sostenibilidad ambiental y se puede recuperar el sentido de las necesidades culturales de identidad (apropiación, participación, sociabilidad, cooperación, gobernabilidad). Hay un rescate del análisis con estrategias multidisciplinares, ya que muchas veces se aborda en una sola dimensión (con predominio de lo económico). Comparto con los autores la opinión de que tenemos que insistir en que la calidad de vida no puede ser considerada en manera alguna como de una naturaleza estática, lo que hace de la calidad de vida "un proceso de desarrollo continuo, que en un mundo de frenéticos cambios de valores y transformaciones sociales supone una recomposición permanente de los sujetos en la apreciación de lo que es calidad de vida" (Alguacil, 2000).
En esta dirección, un concepto que está emergiendo con fuerza, principalmente en América Latina, es el de buen vivir.
Según Carpio (s.f.), un desafío "consiste en pensar en términos de felicidad y no de objetivos meramente económicos. Pensar en la felicidad significa acercarnos más a los otros, que pasan de ser objetos a sujetos; significa introducir las emociones, lo que no es medible ni mercantilizable en la negociación del desarrollo; significa aceptar las fantasías y los sueños…".
Para los pueblos kichwas de los Andes, desarrollo, pobreza, riqueza, no existen. Existe más bien una visión holística de cómo debe actuar la sociedad en su conjunto para construir el Sumak Kausay (buen vivir), Sumak Allpa (tierra fértil sin mal) y Sacha Runa Yachay (todo el conocimiento ancestral).
El objetivo –resalta el autor-, es propiciar el buen vivir o el bienestar de la población local, con énfasis en la igualdad de oportunidades para los más pobres, fomentando actividades económicas que apunten hacia ese objetivo y con políticas claramente subordinadas a los requerimientos sociales, culturales y ambientales a fin de desestructurar el tradicional esquema económico; el buen vivir consiste en buscar y crear las condiciones materiales y espirituales para construir y mantener la vida armónica con la naturaleza. Contiene una diversidad de elementos a los que están condicionadas las acciones humanas que propician el ally kawsay, como son el conocimiento, los códigos de conducta ética y espiritual en la relación con el entorno, los valores humanos, la visión de futuro, entre otros».
Para el caso del Ecuador, Carpio hace referencia al buen vivir en la nueva Constitución ecuatoriana. Según su Art. 3., para la consecución del buen vivir, son deberes generales del Estado:
a) Garantizar los derechos fundamentales de las personas, las colectividades y la naturaleza. b) Dirigir, planificar y regular el proceso de desarrollo. c) Generar y ejecutar las políticas públicas y controlar y sancionar su incumplimiento. d) Producir bienes, crear y mantener infraestructura, y proveer servicios públicos. e) Impulsar el desarrollo de las actividades económicas, mediante un orden jurídico e instituciones políticas que las promuevan, fomenten y defiendan a través del cumplimiento de la Constitución y la ley. f) Promover e impulsar la ciencia, la tecnología, las artes, los saberes ancestrales, en general las actividades de la iniciativa creativa comunitaria, asociativa, cooperativa y privada.
Añade que el Art. 4., para la consecución del buen vivir, a las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades y sus diversas formas organizativas, les corresponde:
a) Participar en todas las fases y espacios del poder público y de la planificación del desarrollo nacional y local, y en la ejecución y control del cumplimiento de los planes de desarrollo en todos sus niveles. b) Producir, intercambiar y consumir bienes y servicios con responsabilidad social y ambiental.
El buen vivir implica a su vez deshacernos de visiones aparentemente novedosas sobre sustentabilidad y sostenibilidad, pero que buscan más la sostenibilidad del capital que de la naturaleza.
En síntesis, el buen vivir no será viable sin una nueva relación entre economía y naturaleza impulsada por una nueva actitud de las personas, las comunidades, la sociedad en su conjunto respecto del consumo; tampoco si no concebimos un Estado incluyente donde la diversidad esté horizontalmente visibilizada en la plurinacionalidad, y ésta claramente definida en competencias y recursos descentralizados según las necesidades definidas localmente, en cada territorio. Nuevas regiones sólo pueden trazarse si los actores locales así lo requieren; de ninguna manera bajo el mandamiento tecnocrático que aún no supera el marco clásico. Se trata, y ése es el gran desafío de nuestros días, de articular un nuevo paradigma para el desarrollo.
Es importante llamar la atención sobre esta temática. Hay que reiterar que la calidad de vida, el buen vivir (mirar el "léxico local"), debe ser definido por la comunidad. De cada país, pueblo, de sus visiones, podemos aprender y establecer un "diálogo de saberes".
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