CRITICA FENOMENOL�GICA A LA EDUCACI�N INTEGRAL


Ra�l Arturo S�nchez Irab�

4.3. La contingencia

La historia del concepto de contingencia en el pensamiento occidental inicia propiamente en Arist�teles, quien consider� a la contingencia como un concepto l�gico o modalidad del enunciado cercano a lo posible; lo contingente es lo no necesario ni imposible, aquello que puede ser de otra manera, que puede ser o no ser. (Cfr. MENDIVIL, p�g. 22)

Ubiquemos de antemano el pensamiento de Arist�teles, que considera que existe un ser necesario, �nico, al cual se le considera perfecto. El hombre no alcanza esta categor�a de ser necesario, precisamente por su contingencia, el ser humano, entra dentro de la categor�a de seres que realizan un movimiento accidental de perfecci�n (acto – potencia).

Dentro de la filosof�a medieval, se considera que el ser contingente es todo aquello que es finito – finitud – y que tienen radical dependencia del hombre y del ser necesario, el cual carece de contingencia ontol�gica. Para los medievales el ser necesario es �nicamente Dios, quien no puede ser contingente por sus caracter�sticas ontol�gicas. Para los medievales, de Dios deviene todo lo creado.

La contingencia es considerada como la posibilidad o apertura de posibilidades, como fragilidad, inconstancia e incertidumbre de la vida y como finitud (MENDIVIL, p�g. 23). Esta realidad de la cual participa el hombre, es tambi�n considerada como una realidad posmoderna, de la cual el hombre contempor�neo no puede escapar. Al menos por naturaleza el joven es inconstante y permanece en una incertidumbre en la forma de pensar y de actuar, sin embargo, se encuentra en la posibilidad de ser diferente, de aqu� que la educaci�n integral no puede dejar de lado la posibilidad de integrarlo como ser humano.

La dependencia del mundo y del hombre con respecto a la divinidad, se orienta ahora m�s sobre el problema del hombre interior y sus conflictos, hacia la contingencia existencial: fragilidad, mutabilidad, fugacidad, provisionalidad. Al mismo tiempo se dirige a encarar mas radicalmente la existencia como posibilidad, elecci�n o autoelecci�n, libre decisi�n, potencialidad creciente. (MENDIVIL, p�g. 58)

Mendivil, nos enfrenta a una disyuntiva encontrada bajo el estudio de la misma contingencia. Por un lado el hombre se encuentra dependiente del ser necesario, que hoy en d�a podr�amos establecerlo como su propia voluntad, es decir, el hombre est� inclinado a cumplir la voluntad de Dios; y por otro lado la facultad del hombre de ser un ser en posibilidad, es decir, que pueda ejercer su propia libertad. Las dos situaciones pueden unirse para establecer la uni�n entre la sustancialidad del hombre que est� en posibilidad de convertirse en persona, y la realidad cambiante, que se ejercita desde su propia libertad.

Ambas situaciones tienen que ser retomadas por la educaci�n integral, ya que se enfrentan a la realidad contingente, propia de la posmodernidad, pero tambi�n a la posibilidad de que el hombre tome control real y necesario de su propia libertad.

No existe realidad educativa integral, si no se ejercita la propia libertad. De aqu� que consideremos como una categor�a fundamental el ejercicio propio de la libertad del hombre, que se ejerce desde el aula.

Dentro del estudio que Mendivil hace de la contingencia, el concepto de Nietzche menciona que es necesario transformar la contingencia en destino (Cfr. MENDIVIL, p�g. 133), frente a esta circunstancias nos encontramos en un dilema �c�mo resolvemos la contingencia y la fragmentaci�n?, y nos preguntamos esto porque si bien en cierto el hombre se encuentra fragmentado, no es necesariamente an�logo a la contingencia, ya que el car�cter de contingencia es el reconocimiento que tiene el hombre para dejar de estar fragmentado. Por tanto, el destino de la contingencia, implica la b�squeda de alguna forma de unidad de este yo m�ltiple fragmentado, de la reconciliaci�n con la propia vida, una forma de vencer el tiempo y la finitud de la condici�n humana. (Cfr. MENDIVIL, p�g. 134).

La forma de unidad del hombre, en el estudio antropol�gico que realizamos se llama educaci�n integral. Esta es la forma en que la educaci�n a lo largo de su ejercicio ha pretendido recuperar la fragmentaci�n del hombre. En muchas ocasiones esta fragmentaci�n esta delimitada a las circunstancias particulares de cada persona, sin embargo, se puede integrar. Ser�a una negligencia, que la educaci�n no procurara convertirse en punta de lanza para procurar la educaci�n integral.

Mendivil argumenta que la visi�n fragmentaria y la aparici�n del hombre problem�tico son resultado del car�cter contingente del mundo. El mundo y la realidad individual tienen un car�cter ontol�gico contingente, con el cual no hay que pelear, sino asumir, para comenzar a partir de su propia realidad, la construcci�n integral de la persona. El car�cter contingente que el hombre tiene, se reafirma en el proceso educativo, que m�s que contener en s� mismo un car�cter negativo, incluye una realidad de apertura positiva, con el cual se inicia un proceso educativo de integralidad interna de la persona.

Esta condici�n humana que ha presentado el ser humano a lo largo de la historia, es para los existencialistas una necesidad de finitud, que se representada en la historia y en la angustia de la existencia del hombre, que est� en la posibilidad de llegar a ser persona.

En este sentido, la construcci�n integral de la persona, deviene en un sentido existencial, no s�lo para ella misma sino para su �mbito social, que es facilitado sobre el ejercicio de las categor�as antes expuestas. Son a partir de ellas, fundamentadas en la contingencia misma, que se da la oportunidad de la construcci�n integral de la persona.

Karl Popper fundamenta esta realidad social. Popper parte del supuesto de que en la ciencia no puede ser todo totalmente verdadero, sino que existe, en los experimentos cient�ficos un cierto grado de incertidumbre que logra determinar, que la comprobaci�n de alg�n experimento no es totalmente v�lida, y por tanto hay un grado de falsedad que ser� verificable, siempre y cuando sea refutada la tesis principal, para lo cual se requiere una actitud de constante b�squeda cr�tica de la realidad que se mantiene como parcialmente verdadera.

Algo semejante logra aplicar tambi�n en el �mbito social. De antemano explica que ciertamente el movimiento del ser humano en su dimensi�n social es un tanto m�s complicado, por la interacci�n de las personas en una sociedad. Pero los sistemas pol�ticos que se logran establecer tienen la caracter�stica de tener principios que no son del todo comprobables al cien por ciento, en todas las situaciones del ser humano. Manifiesta que la mejor forma de evitar el error es adoptar una actitud enteramente pasiva y receptiva (POPPER Karl, p�g. 398.).

En este sentido, la contingencia significa que nuestra comprensi�n del mundo en el cual vivimos es intr�nsecamente imperfecta. Reconocemos que el hombre se puede equivocar casi como decir, que el ser humano tiene la capacidad intr�nseca de razonar. La contingencia es una actitud que supone la capacidad de reconocimiento de nuestros errores. Pero no supone dejar de argumentar presupuestos que puedan ser defendibles para el establecimiento de alguna doctrina, ni tampoco supone decir que todas las argumentaciones son relativas, si no concibe la idea de sostener argumentaciones que est�n abiertas al di�logo y al an�lisis cr�tico, pero que en ning�n momento se pueden suponer como totalmente verdaderas como dogmas de actuaci�n social, ni totalmente relativistas.

De esta manera sostenemos tambi�n, que la realidad individual y colectiva, puede cambiar, ya que ha afectado, como lo hemos sustentado de varias maneras, la realidad misma del ser humano que vive en sociedad.

En este sentido creo que para aplicar el principio de contingencia humana hay que tener en claro dos principios, que para Karl Popper eran fundamentales: El principio de discusi�n racional y el principio de aproximaci�n a la verdad (Cfr. ARTIGAS Mariano, 131 p�g.)

El principio de discusi�n racional implica aplicar el principio de la reflexividad, en el cual la persona este dispuesta a reconocer a su alteridad en cuanto tal, para poder establecer un di�logo, que de entrada tiene que evitar cualquier confrontaci�n; para lo cual es importante aplicar ciertas actitudes como la disponibilidad de estar abierto a corregir mi forma de pensar y mis criterios, y estar dispuesto a manifestarlos en una forma de actuar, que se convierte en una actitud �tica.

Tambi�n es importante que en este di�logo en donde estamos dispuestos a corregir nuestras posturas, tengamos una actitud de apertura a la verdad no acabada, es decir, que nos situemos en una postura din�mica de b�squeda de la verdad, que para un buen fil�sofo no se sostiene en posturas cerradas, sino en estructuras de pensamiento libres de prejuicios y de dogmas que no permitan el di�logo. La verdad es una de las categor�as fundamentales, sobre las cuales sustentamos la educaci�n integral.

Ciertamente esto representa una manera de conocimiento que posibilita una nueva realidad del ser humano, que generalmente est� acostumbrado a vivir el momento que se nos impone o a no ser concientes de la realidad que acontece en nuestras personas o sociedades. Es parte de las construcciones humanas que se van realizando para establecer una din�mica social, que espera ciertos resultados y genera nuevas expectativas, ya que la vida nos ofrece la oportunidad de mejorar nuestro conocimiento, de tal forma que pueda ser mejor nuestra realidad personal y social.

Esta forma de reconocernos nos da la certeza �tica de que el hombre puede modificar su conducta como una forma de avanzar m�s all� de lo que le es posible realizar, pero tambi�n nos da la perspectiva de visualizar la realidad que se puede manifestar en un futuro y que ahora por la contingencia del ser humano se encuentra incompleta. De aqu� que la contingencia se convierta en un criterio de tolerancia, que no justifica un falso respeto, sino que dinamiza la realidad humana.

Ahora bien, la aplicaci�n de estos criterios al proceso de simulaci�n social a partir de la posmodernidad, se verifica sosteniendo que esta realidad puede ser modificada si se reconoce esta particularidad de la realidad humana. Lo mismo sucede en el �mbito social, en donde las estructuras y organizaciones est�n construidas por naturalezas contingentes, ya que son los mismos seres humanos quienes las conforman, y por tanto, como nosotros somos quienes hemos establecido sistemas econ�micos-pol�ticos-sociales para establecer nuestras relaciones, creo que somos capaces tambi�n, de modificarlos, siempre y cuando estemos disponibles a la actitud �tica que se propone en el realismo cr�tico.

Esto requiere que la realidad autocr�tica, se deba mantener, para establecer una din�mica de crecimiento sustentable, que visualice nuevas realidades del ser humano en su contexto social.

Quienes deben de participar en estos nuevos cambios, son todos los que participan dentro de este contexto social, seg�n sus �mbitos de relaci�n humana, que se encuentran en una b�squeda constante de la verdad, como realidad humana, que se puede ir construyendo.

Este es el ideal que se busca pero que no puede ser determinado de manera absoluta. Nadie puede mantener la verdad absoluta, o mejor a�n, hay actitudes que pueden ir en b�squeda de la verdad, pero que siempre ser�n contingentes, inacabadas, imperfectas; no por ello hay que declinar en su b�squeda, es necesario ir en su camino, para mejorar las realidades personales y sociales del mismo hombre.

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