El turismo rural es una iniciativa de las Administraciones Públicas españolas y europeas de potenciar el desarrollo económico de las zonas rurales y diversificar el turismo español.
Existe una huida de la masificación turística promovida en numerosos destinos turísticos de sol y playa, y la búsqueda de la personalización y expectativas (Cánones, et al, 2006).
El crecimiento del turismo rural ha sido muy fuerte en todo el mundo y organismos como la Organización Mundial de Turismo considera que se ha convertido en un fuerte generador de ingresos turísticos.
El turismo rural se define como una actividad turística desarrollada en áreas rurales, motivadas
por el deseo de conocer su forma de vida y el contacto con la naturaleza (Hernández, Muñoz y Santos, 2007), por lo tanto, para que un destino turístico pueda ser catalogado como rural ha de ofrecer a los turistas un alojamiento en explotaciones agrarias y una alimentación basada en la cocina tradicional del lugar y elaborada con productos propios de la localidad.
De ahí que se enumere como características del turismo rural las siguientes:
- Que se trate de un turismo difuso (no concentrado o masivo)
- Que sea respetuoso con el patrimonio cultural.
- Que implique participación activa de la población de la localidad
- Que respete al máximo el medio ambiente.
No obstante, la gestión de un destino rural no es fácil, ya que el nivel de preparación profesional de los operadores locales es escaso, existiendo riesgos que impiden que una localidad pueda convertirse en un destino rural, siendo algunos de los riesgos más comunes:
- Perder la identidad propia del destino, su cultura y paisaje y optar por un desarrollo que favorezca la masificación.
- Incrementar excesivamente el nivel de precios.
- Facilitar al cliente el producto y un servicio estandarizados y sin personalización.
- No disponer de suficientes atractivos turísticos
- Que el cliente se aburra por carecer de actividades o de servicios.
- Que los agricultores se profesionalicen excesivamente y se pierda la autenticidad, la gastronomía y cultura local.
Un destino de turismo rural tiene que tener claro un motivo real que le incite al cliente a elegirlo, qué es lo que busca y qué es lo que espera obtener, de ahí que en la gestión de un destino turístico rural se maneje un área geográfica de mayor dimensión que la de localidad, procurando que las prestaciones sean comprensibles para el mercado y que exista una correlación entre lo que se promete y lo que realmente se ofrece.
El principal punto débil del turismo rural es que muchas veces no se oferta actividades complementarias a realizar en el destino, de ahí que cada vez se ofrezcan más actividades en consonancia con el medio ambiente como: senderismo, cicloturismo, paseos a caballo, sesiones de yoga y masajes de relax. Todas estas opciones se configuran como potenciales ejes de promoción en el caso de la ciudad de Gandia, puesto que como veremos en el apartado siguiente, existe un entorno rural cercano muy variado e interesante, por las circunstancias orográficas de la comarca de la Safor, con zonas más altas y escarpadas a escasos kilómetros de la costa.
La promoción de este tipo de actividades, no sólo ha permitido la
desestacionalización de la actividad turística, sino su deslocalización
geográfica, ampliando y consolidando los puntos de oferta existentes y
extendiéndose por todas nuestras regiones.
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