Laritza Guzmán Vilar y Gelmar García Vidal
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (94 páginas, 508 kb) pulsando aquí
En este epígrafe se desarrolla un análisis sobre diferentes acercamientos al término de autenticidad que han realizado diversos autores al profundizar en ésta como objeto de estudio. Martín (2003), considera que al valorar la autenticidad se deben analizar las diferentes vertientes que integran una sociedad, sus lecturas históricas en tiempo y espacios lo que demuestra que es necesario enfocar diferentes perspectivas en el estudio de la autenticidad.
El propio autor, también cuestiona otro aspecto establecido como válido en el Documento de Brasilia (1995), aquel que plantea: “que nos hallamos ante un bien auténtico cuando existe una correspondencia entre el objeto material y su significado” y defiende que no hay nada menos auténtico que el significado, debido a que la cultura, la sociedad y la ciudad son por esencia polisémicas, y que habrá tanto significados como personas que lean el objeto o el acontecimiento.
Además, expone que “la autenticidad alude a todas las vicisitudes que sufriera el bien a lo largo de toda su historia y que no desnaturalizaron su carácter”, tratando en ese caso que las vicisitudes fueran imperceptibles o que algo no funciona en la concepción de la idea, porque para él toda transformación es de por si no natural entendiendo como tal lo que se ajusta a la cualidad o propiedad de las cosas, sin artificios, mezcla o composición ninguna. Aunque reconoce que dicha contradicción se aclara cuando se alude a cuestiones formales (masa, textura y color y técnicas constructivas).
Por su parte MacCannell (1976), se ubica en un estadio superior combinando un enfoque objetivo de la autenticidad del objeto a evaluar con la subjetividad que introduce su evaluador. Sugiere el uso del término “autenticidad escenificada como alteración de la naturaleza del producto” constituyendo este el punto de vista donde radica su mayor aporte. De acuerdo con lo anterior la escenificación no debe ser vista como una limitación, sino como una vía de cambios positivos que posibilita la evolución, siempre que contenga elementos del patrimonio. Incluso la “autenticidad escenificada” puede convertirse en un método que reviva la historia, partiendo de representaciones ricas cargadas de originalidad.
Hay distintos acercamientos al concepto de la autenticidad (ver Tabla 1.1) pero presentan restricciones porque se dirigen en una sola dirección, olvidando la validez de incluir en sus juicios otras cuestiones que permiten desplegar el fenómeno en todos sus sentidos.
Declaración de Bogota 1978 Estriba en el reconocimiento de los componentes de la identidad cultural sean cuales fueren la procedencia geográfica de ellos y las modalidades del mestizaje resultante.
Declaración de Bogota
(Este concepto se refiere específicamente a la región de Centroamérica y El Caribe, pero es adaptable a cualquier otra región). 1978 Raíces de estos pueblos que toman en cuenta además que las circunstancias actuales imponen la conciliación de los fundamentos tradicionales con las modernos exigencias de la vida cultural, el equilibrio armónico entre los valores espirituales y la satisfacción de las necesidades materiales sin desconocer lo multiforme de la cultura en América Latina y el Caribe y su incidencia en la llamada identidad cultural, dado el pluralismo fundado en la diversidad de aportes culturales y que es reflejo de esta región.
El Documento de Nara reduce su trabajo a igualar la autenticidad exclusivamente al respeto de la diversidad cultural, aunque es esencial, esta es solo un aspecto de los diversos elementos que integran el objeto de estudio. Por su parte Martín (2003) iguala la autenticidad con la identidad
cultural, elemento definitorio en la autenticidad, pero no logra una conceptualización acabada, incluso la limita cuando concreta su definición a la “producción de escenas y manifestaciones que ayuden a proveernos de verosimilitud histórica” , aunque es esencial lo expresado, es lógico reflexionar e interrogarse si es válido definir a la autenticidad solamente desde esta perspectiva. El caso de Romero (2001), es significativo, pues su estudio aunque pudiera haber abarcado otras aristas referente a la autenticidad, profundiza en lo más elemental del fenómeno “la conservación del patrimonio conjuntamente con su propia evolución” aportando considerablemente al momento de enjuiciar la autenticidad.
Es prudente declarar que Cohen (1988) consigue adentrarse en la complejidad del concepto, pues su trabajo hurga en la autenticidad, partiendo que esta depende de varios factores; sin embargo no logra establecer su integración. Reconoce que la autenticidad esta dotada de subjetividad, alegando que es “creada individualmente como constructo” e incluye que se debe tener en cuenta el “perfil del consumidor” y que es “socialmente construida”. Si bien lo precedente es un avance a la concepción del término, su mayor aporte se intuye a exponer que la autenticidad evoluciona. De ahí su consideración de la “autenticidad emergente” que se puede incluir como contribución positiva e esencial en la prosperidad del patrimonio.
Se infiere como elemento negativo en sus juicios, no reconocer la presencia de la objetividad en la definición instituida, a tal punto que infiere que la autenticidad es “tan negociable que no existen normas para precisarla”. Tal vez tenga razón cuando alude que “hay incapacidad a la hora de deslindar el significado de autenticidad”, pero lo que si debe quedar claro, es que no se puede perder la esencia del concepto y descansar todo el peso en la subjetividad; porque no sería la solución idónea para remediar la problemática tratada.
Kelner, (2001), plantea que la concepción de la autenticidad en los estudios ha experimentado tres cambios en los últimos cuarenta años iniciando con una visión objetivista, cediendo terreno a una perspectiva social de la construcción y posteriormente desarrollando concepciones de experiencia o existenciales. La posición del constructivismo transforma la autenticidad de una propiedad inherente a un grupo de significados socialmente construidos comunicado por los objetos.
Algunos autores como MacCannell (1992) se acerca al existencialismo declarando que la autenticidad es mirada como una entidad convenida y objetivamente definida que puede ser obtenida, pero rara vez mostrada en un puro sentido. Otros autores como Chhabra (2005) han colocado la autenticidad desde el contexto de dos ideologías: el constructivismo y el existencialismo.
Según Graburn (2005) la autenticidad tiene dos componentes distintivos:
• La autenticidad objetiva es una cualidad en la que ponen particular énfasis aquellos sectores de la clase media que tienen un proyecto educativo y se refiere a la autenticidad de algún objeto o tradición, en comparación con un “original” idealizado, según el parecer de una autoridad designada o conocida.
• La autenticidad subjetiva, que suele depender, en gran medida, del análisis existencial que realiza su evaluador basado en un conjunto personal de significados y expectativas que aportan a la experiencia.
Chhabra (2005) plantea que deben hacerse investigaciones futuras para establecer una escala que permita ubicar: constructivistas, existencialistas y constructivistas / existencialistas, y poder ubicar definiciones y percepciones de autenticidad. Este estudio puede tener implicaciones significativas en las asociaciones del patrimonio preocupados acerca de la autenticidad de cualquier mercancía tradicional. Se considera que esta escala no sólo funcionaría para este elemento exclusivamente, sino que podría extenderse al patrimonio en general.
De acuerdo con lo anterior se puede arribar a dos conclusiones:
• La autenticidad posee variables que parten de la relación de la objetividad y la subjetividad, los cuales equivalen a conservar los orígenes, pero conjuntamente se debe insertar esos principios en cualquier espacio y tiempo. La autenticidad es sinónimo de unicidad, es decir aboga por la diversidad, favorece la diferencia de los diversos grupos que conforman la humanidad. Por su connotación es necesario mostrarla y permitir su apreciación como característica distintiva de los valores portados. Es idónea para despertar efectos de respeto, reconocimiento, pertenencia, además de transmitir experiencias válidas.
• Si bien es válido lo anterior, también lo es el hecho de que no existe consenso entre los autores relativos al logro de una definición que conceptualice la autenticidad contemplando las diferentes aristas que el término demanda.