POLÍTICAS PÚBLICAS DE EDUCACIÓN SUPERIOR INTERCULTURAL Y EXPERIENCIAS DE DISEÑOS EDUCATIVOS
Eduardo Andrés Sandoval Forero y otros
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Si se pretende verdaderamente dar un viraje a una educación intercultural en la formación docente de las escuelas normales, el primer paso es que se deje de ver como un discurso teórico cargado de buenas intenciones, y se perciba como una condición indispensable para el cambio en la escuela y fuera de ella. Un segundo paso sería que el proyecto educativo de la escuela vincule sus objetivos generales con dos conceptos fundamentales: la interculturalidad y la multiculturalidad, para favorecer la formación desde una perspectiva intercultural. Y lo más importante, sólo si el proyecto es vivido, asumido e impulsado en las instituciones educativas, existirán las condiciones para generar un marco favorable para la construcción de una educación intercultural.
Desde este enfoque todos los seres humanos vivimos en un mundo multicultural, donde cada individuo tiene acceso a más de una cultura, a más de un conjunto de conocimientos y patrones de percepción, pensamiento y acción: por ejemplo, el hijo de un migrante rural después de una corta estancia en un medio urbano desarrolla competencias en la cultura de su grupo familiar, tanto en su interpretación original como adaptada a su nuevo entorno.
En la cultura de su grupo de origen, tanto en su expresión de costumbres y tradiciones, como en su diferenciación frente a otros grupos que componen el nuevo entorno en el que ha empezado a vivir y en la cultura de los diferentes grupos de iguales en los que puede participar: en el nuevo barrio en el que vive y en la institución escolar en la que se pretende integrar, en el salón y en la escuela donde aprende a conocer y a valorar una información que para todos se presenta supuestamente igual. Este niño, adolescente o adulto se hace competente en varias culturas, cargadas todas ellas de diferente información con las que de manera activa e individual construye su propia visión del mundo.
Por otro lado, es importante que los futuros docentes valoren el significado de la cultura, en el proceso de interacción en el ámbito escolar, como un proceso que le permite al individuo desarrollar competencias en múltiples esquemas de percepción, pensamiento y acción (es decir en múltiples culturas), y no equiparar educación con escolaridad, ni educación intercultural con programas escolares formales. En donde el docente deja de ser el único responsable de la adquisición de competencias de sus alumnos, prestando atención a la relación de los programas con el aprendizaje informal que se produce dentro y fuera de la escuela.
Igualmente es trascendental que no compare a la educación intercultural con un grupo étnico (cualquiera que sea éste), para evitar los estereotipos y el impulso de una búsqueda intensa de las semejanzas y diferencias entre alumnos, donde el desarrollo de competencias en una cultura requiere una interacción constante con las personas que ya las poseen.
Es decir, es necesario avanzar hacia la construcción de una formación docente intercultural que promueva competencias en múltiples culturas, que distinga entre múltiples competencias que los individuos pueden adquirir y la identidad que adquiere por la pertenencia a un grupo social en particular: la identidad y las competencias son dos cosas diferentes.
Es importante insistir que desde esta perspectiva la educación intercultural no debe ser considerada sólo como aquella que demandan los grupos indígenas, sino como una educación para la diversidad cultural en su más amplio sentido. Como aquella que sólo será posible construir a través de un proceso de críticas constructivas y propuestas en los contenidos escolares transmitidos por la escuela, que asegure la variedad de métodos didácticos en los procesos de enseñanza-aprendizaje; fomente mayores niveles de conciencia en los alumnos respecto a la diversidad cultural presente en la escuela, y con los recursos cognitivos suficientes para reconocer y convivir en la pluralidad en sus entornos inmediatos.
Es decir, resulta urgente una formación docente que perciba y reconozca las desigualdades sociales en las que se traduce la diversidad (desigualdades en la distribución del poder y los recursos), así como competente para construir propuestas educativas innovadoras que respondan a la diversidad existente en la escuela y el salón, y se posicione crítica y activamente en la acción social desde la escuela.
En suma, entendemos la educación intercultural como aquella que va más allá de un respeto romántico y puntual por los diferentes estilos de vida, y que se acerca más a la igualdad de oportunidades educativas para todos. Pues existe el peligro de pensar en un salón con niños o adolescentes pobres o de minorías étnicas marginadas, donde lo único que pude hacer el profesor es adaptarse a sus ritmos lentos de aprendizaje, a sus escasas posibilidades y a sus alicortadas aspiraciones.
Lo anterior nos plantea una interrogante a los formadores de docentes de las escuelas normales: ¿Cómo formar un docente capaz de reconocer y atender la diversidad cultural en el salón? Creemos que el primer paso, para avanzar hacia este objetivo, es brindar una formación que permita comprender cómo la educación intercultural puede impactar tanto a los individuos en el contexto escolar como en el ámbito social, cuando con eficacia pedagógica consigue el éxito académico y una mayor igualdad de oportunidades para los individuos en situación de marginación social y cultural; fomentando el respeto, la tolerancia y valoración de la diversidad cultural, así como habilidades sociales indispensables (p. ej., sentido crítico), y una participación activa en proyectos de animación cultural, a través de la escuela para padres.
Uno de los indicadores básicos del grado de sensibilización del docente acerca de la educación intercultural, es cuando admite que temas sobre la diversidad se traten como parte del currículo escolar, siempre que el tema lo requiera. No se trata tampoco de llegar al extremo contrario y moverse en estereotipos sobre la diversidad, interculturalidad, multiculturalidad, minorías étnicas, entre otros, con un tratamiento exclusivamente teórico, sino más bien como parte de lo cotidiano.
Un segundo desafío es la elaboración de un diseño educativo, que permita impulsar de forma simultánea la formación docente en dos planos: Uno, en el corto plazo revisando, reorientando y reorganizando los procesos de capacitación y actualización de los profesores en servicio, y otro en el mediano y largo plazo con la aplicación y evaluación sistemática de los planes de estudio 1997 y 1999 de las escuelas normales, donde es necesario precisar el enfoque y las estrategias educativas adecuadas para lograr una formación para la educación intercultural.
Formación que no debe ser limitada a fortalecer determinados valores, sino asimismo a promover un encuentro entre gentes, pueblos y culturas diferentes que fortalezca el diálogo e intercambio cultural en la escuela. Esto es, una educación en la tolerancia y el respeto a la diversidad cultural para lograr la convivencia entre diferentes en un plano de igualdad y equidad.
Sabemos que este proceso de cambio hacia una educación intercultural no es fácil, debido (entre otros factores) a la falta de visión de los actores involucrados (autoridades, docentes y padres de familia), respecto al significado e importancia de este tipo de escuela. En donde las dificultades para llegar a acuerdos y consensos tienen que ver, en gran medida, con procesos de resistencia al cambio como a la oposición sistemática de muchos docentes sobre las orientaciones, propósitos y estrategias que diseñan las autoridades para su operacionalización, lo cual hace más difícil y conflictiva esta etapa del proceso para todos los participantes.
Contrario a lo que muchos piensan el problema no es incorporar a los niños y adolescentes con características culturales diferentes a la educación básica, pues un alto porcentaje de ellos ya se encuentra en el contexto escolar. El reto para avanzar en la construcción de una educación intercultural es formar un docente capaz de reconocer y atender la diversidad en el salón de clase, que promueva el encuentro entre diferentes en un plano de igualdad, equidad y respeto, que fortalezca el diálogo e interacción en la escuela y fuera de ella.
Creemos que el camino para alcanzar este objetivo es mediante la consolidación de una formación docente apoyada en fundamentos teóricos, metodológicos y didácticos para enfrentar las actuales necesidades educativas con funciones poli-modales en la escuela, donde la atención a la diversidad forme parte integral de los proyectos y de la cultura escolar.
Una formación con una perspectiva intercultural que tome en cuenta la riqueza de los mundos culturales diversos, que elimine toda clase de prejuicios respecto al diseño de estrategias educativas y materiales didácticos. Que sea el catalizador para potenciar la capacidad de análisis del currículo explícito y oculto; la capacidad de tratar las líneas transversales como vías de cuestionamiento, tanto de los contenidos curriculares como de los criterios de organización de éstos, y de indagar críticamente sobre los materiales didácticos y el elaborar nuevos.
Para que esto sea una realidad es necesario que tanto los profesores en servicio, autoridades y los futuros docentes, iniciemos el análisis y valoración de la diversidad cultural que nos permita hacer posible una “educación para todos”. En donde los niños aprendan a reconocer, respetar y convivir con los que no son como ellos en un marco de respeto y tolerancia.
Una formación docente que requiere romper con los afanes homogeneizadores del ejercicio profesional de muchos profesores, que requiere una discusión y reflexión sobre conceptos como el de intolerancia, xenofobia, racismo y opresión cultural, y de temas como el del rol de la escuela en la construcción de la autoestima y la identidad, la diversidad cultural, y el papel en la construcción de los aprendizajes de los futuros docentes.
Para contribuir eficientemente en la construcción de una educación intercultural es necesario que los colectivos de las instituciones normalistas nos involucremos en procesos permanentes de revisión y análisis académicos orientados a replantear estructuras y tareas añejas e inoperantes, en la búsqueda de soluciones acordes al reto educativo que plantea la atención a la diversidad en el salón de clases.
Uno de estos colectivos son los cuerpos académicos, los cuales tienen como propósito la formación de un docente “…que los capacite y habilite para el conjunto de las funciones académicas que les compete. Esta formación implica profundizar sus conocimien¬tos en un nivel superior al que impartan, idealmente la formación completa es el doctorado, que capacita plenamente para las funciones académicas” [Martínez et al., 2006: 2].
Lo que implica transformar el modelo estereotipado de muchos formadores de docentes que lejos están de contribuir en una formación docente competente para reconocer la existencia de la diversidad, que promueva el encuentro entre diferentes en un plano de igualdad, equidad y respeto mediante el diálogo e intercambio cultural en la escuela y fuera de ella.
Así, el trabajo colegiado en las escuelas normales cobra especial significado, como espacios de actualización e intercambio académico de ideas que nos permiten el análisis y diseño de estrategias para una formación docente que rompa con las resistencias al cambio y añejas prácticas homogeneizadoras en la escuela.
En suma, un proyecto con estas características requiere de una importante inversión de recursos económicos y humanos, como de políticas educativas congruentes que hagan posible la expresión de la diversidad cultural en un plano de igualdad, respeto y equidad en la escuela. Una reorganización de la estructura académica y administrativa de las escuelas normales que permita una articulación entre docencia, investigación y difusión; la actualización de los docentes en servicio, el promover cambios en los proyectos académicos que incorpore una visión de la escuela con un enfoque intercultural para la atención a la diversidad y la ciudadanía en la formación docente.