Dr. Edgardo Adrián López
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Alucinamos que una cuestión previa esencial con el francés, en una exposición no elemental de su pensamiento, consistiría en la determinación de los campos de significación de algunos conceptos que a nuestros ojos, son centrales y que no obstante, han pasado frecuentemente desapercibidos. El hecho mismo de que hayan permanecido imperceptibles para lo que problemática y provisoriamente denominaríamos la “Razón Occidental” y sus conspicuos “representantes” (Habermas, Weber, Elias, etc.), es una situación que se presta a leer, a pensar.
Los términos mencionados pueden actuar de modos diversos, originando lineamientos fractales y combinaciones nuevas, tal como en un calidoscopio. Es que una de las escasas virtudes de la peregrina faena que nos impusimos en el Capítulo I, consiste en delinear categoremas que no sean los que tradicionalmente, se ponderaron los usuales en el enemistado con Derrida: no se acotan palabras como “poder”, entre otras, sino significantes al estilo de “resonancia”, “suscripción”, “umbral”, “aparato”, “ortopedia”, etc., que no son identificados como propios del amado por Defert.