Antonio Romero Reyes
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Hoy por hoy podemos aseverar que la contradicción establecida por Marx y Engels, entre fuerzas productivas y relaciones de producción, está siendo resuelta por el capitalismo histórico a favor de las primeras, expresándose en la “mercantilización de todas las cosas”. Esta mercantilización ya no involucra solamente la fuerza de trabajo tratada como tal (es decir, como mercancía) desde los inicios del capitalismo. Implica asimismo un proceso de cosificación que mediante la globalización de la relación capitalista se ha extendido a toda relación social y capacidad humana que posea alguna “utilidad” o aprovechamiento (valor de uso) para producir mercancías materiales e inmateriales -como el conocimiento- que se han de consumir, proporcionando ganancias a los propietarios del capital y expandiendo de esta manera los mercados. En esto se resume el fundamento en el que se apoya la “maquinaria infernal” de la acumulación, sin la cual el capital, como régimen histórico de explotación y dominación, dejaría de existir.
El único futuro o destino que nos depara el capitalismo es un mundo de cosas, producidas por otros y apetecidas por sempiternos consumidores en cuanto detentadores de dinero. Este sistema histórico nos impele a trabajar como autómatas, a vivir en función del dinero persiguiendo intereses puramente crematísticos,y a plegarnos al festín consumista inducido por la publicidad y la propaganda de valores-mercancías para satisfacer el hedonismo utilitarista de cada quien. Para los apologistas de este sistema histórico no hay otro modo alternativo de vida (su divisa es “Otro mundo es imposible”). Mientras la humanidad y dentro de ella los trabajadores (asalariados y no asalariados) no rompan con el capital y las relaciones capitalistas, estas mismas relaciones nos mantendrán aprisionados en el reino fantasioso, alucinado y alienante de la mercancía. Como señala la cita de Daniel Bensaïd, constituye “nuestro triste destino”.
“El peligro real se produce precisamente ahora, cuando el capitalismo histórico se aproxima a su más completo despliegue: la ulterior extensión de la mercantilización de todas las cosas.” (Wallerstein 2003: 100). Como bien observó el profesor Rochabrún hace muchos años (1976: 3-6), en el célebre Prefacio de 1859 (Marx 1973: 7-11), considerado uno de los textos fundantes del “materialismo histórico”, y debido justamente a su “formulación sintética”, el mismo Marx nunca proporcionó la explicación de lo que entendía por fuerzas productivas y relaciones de producción, tampoco allí se ocupó de la cuestión de su necesaria articulación ni de la “bisagra” que los une (las clases sociales). Como sostiene Rochabrún: «El “Prefacio” no apareció en la mente de Marx como rayo en cielo sereno. Fue más bien una suerte de formulación sintética de ideas centrales que hasta el momento tenía en elaboración sobre una inmensa base de materiales» (1976: 10). En cambio, la lectura del Prefacio a partir de El Capital puede brindarnos –lo sugirió Rochabrún— “resultados teóricos de un vasto alcance” (op. cit, 22-29). La contradicción fuerzas productivas-relaciones de producción continua siendo para nosotros un tema clave de la transición histórica, y el espacio teórico pertinente para comprender esa contradicción es -de acuerdo con Rochabrún— El Capital, no el Prefacio. «El “Prefacio” es un texto que, considerado autónomamente, conduce fácilmente a identificar el materialismo histórico con perspectivas que pueden denominarse en su conjunto, determinismo económico. Digamos de paso que la confusión entre ambos terminos y lo que ellos significan es uno de los puntos centrales de todo pensamiento hostil al marxismo. Las ideas de Engels, empleadas unilateralmente, han contribuido mucho a ello, pero en su caso promovidas especialmente por las divulgaciones del marxismo antes que por sus adversarios.» (Rochabrún 1976: 41).
El dinero es utilizado por los estados y los organismos internacionales, los mercados financieros y las grandes corporaciones, para influir sobre la circulación (internacional) de mercancías, la acumulación y la inversión de nuevo capital. Como valor de cambio condiciona y aun re-ordena las relaciones interclasistas y sociales en general.