EL LIBRO Y EL BIOS: ALGUNOS MOMENTOS EN SU HISTORIOGRAFÍA. LECTURA DESDE EL PARADIGMA ECOLÓGICO
Germán López Noreña
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Los escribas del antiguo Próximo Oriente eran personas altamente especializados en el conocimiento de la escritura cuneiforme, Su oficio básicamente se centró en la redacción de textos y la lectura de ellos, a su vez en la clasificación de las tablillas-Libro en archivos, normalmente por temas.
En la formación de todo sabio, tenia que haber hecho presencia el componente de escriba; siendo denominados en lengua sumeria los DUB·SAR -compuesto de DUB "la tabla" y SAR "inscrita", "aquél que escribe sobre una tablilla"- y en acadio tupsrrum -forma acadiana de DUB·SAR.
La alta complejidad de la escritura cuneiforme y la necesidad de formar escribas, en diferentes temas, como producto de las diversas exigencias administrativas y políticas del Estado, precisaba de una larga formación para este oficio. Ya formados los escribas en la escritura y la lectura, ejercían su profesión, siendo esencial en las civilizaciones del antiguo Próximo Oriente -Mesopotamia, Siria, Hatti, Elam, etc. -, actividad que les confirió un alto status social.
Tablilla sumeria incisa con escritura cuneiforme. Así quedaban ya grabadas o cocidas las tablillas. Al lado de esta figura, está un cálamo de madera o de bambú. Este fue el primer instrumento para escribir o inscribir los signos cuneiformes. Luego pudo evolucionar hacia otros objetos de metal. Bien pudo ser el antiguo pariente del lápiz o de la pluma fuente y del bolígrafo contemporáneo.
(Mac Donald Blanco; 2005; Pág. 88)
En Babilonia el escriba era un profesional connotado, normalmente se desempeñaba en gran parte de su actividad, en lo que hoy en día suelen ser las funciones de un notario. Servicios altamente indispensables, para el ejercicio y cumplimiento a cabalidad de la Ley. Pues la ley requería que las transacciones comerciales se pusieran por escrito y las partes contratantes las firmaran ante testigos.
El secretario escriba solía sentarse cerca de la puerta de la ciudad, donde se efectuaba gran parte del comercio, con su estilo y pella de arcilla, listo para vender sus servicios a quien los requiriese. Los escribas registraban transacciones comerciales, escribían cartas, preparaban documentos, se encargaban de los registros del templo y realizaban otras tareas administrativas.
Finalmente, en este apartado del libro, recurramos al trabajo de Paolo Lanzotti (2007), quien nos narra y nos da en la persona del escriba Lipit, una semblanza de la importancia de los escribas en la antigua cultura sumeria, además del valor para él de su maestro Merabasi y de sus desventuras:
En el año en que el gran río Éufrates se desbordó tres veces, yo, Lipit, escriba del Rey, grabo estas palabras sobre tablillas de arcilla para que engañen a la muerte, y sobrevivan a mis recuerdos.
No hablan sobre mí, sino sobre quien me enseñó la vida. Su nombre era Mebarasi. Y alguno, irónicamente, lo llamaba el Blanco porque sus cabellos, desde pequeño, eran del color de la lana. A menudo me he preguntado si los dioses hubiesen querido imprimirle un signo diferenciando a Mebarasi del resto del pueblo de Sumeria. Para distinguirlo de todos nosotros que, irónicamente, nos denominamos Cabezas Negras.
Mebarasi fue un gran escriba, en la Casa de las Tablillas de Ur. Fue un sabio. Y fue mi maestro. En los lejanos días de la adolescencia, gracias a él conocí los secretos de la magia que nosotros los sumerios, denominamos escritura. Con él aprendí a dominar el estilo que da voz a la arcilla. A grabar las tablillas. A conocer profundamente los quinientos símbolos del alfabeto que enaltecen el nombre de Sumeria en el mundo. A él le estaré eternamente agradecido por haberme revelado la fuerza de las palabras sin sonidos que hablan a los ojos (alabados sean los dioses por esto). Pero no es por este motivo por el que quiero recordar su nombre.
Mebarasi no era amado. Yo, que he vivido largo tiempo bajo su sombra, podría hablar de la soledad que inundaba su mirada. Del vacío interior que intentaba, inútilmente, llenar con las mujeres y con la cerveza. Muchos, en los palacios de Ur, habrían preferido que su nombre fuese borrado. Pero Mebarasi, el Blanco, era uno de los mejores escribas y uno de los funcionarios de su tiempo en quien más se podía confiar. Esto no podía ser negado ni siquiera por sus enemigos. De este modo, aunque fuese mal visto por los poderosos, mi maestro fue llamado a menudo a recorrer las calles que llevaban a los cuatro ángulos del Reino, en nombre del rey Shulgi. Y yo, joven escriba recién iniciado, fui designado su asistente personal.
Junto a él viví extrañas aventuras. Esto me enseñó la vida. He aquí por qué he decidido grabar en las tablillas de arcilla los recuerdos que, de otro modo, desaparecerían conmigo, el día en que Ereshkigal, oscura Señora del Más Allá, pronuncie mi nombre con un escalofrío. No por vanidad. No por reconocimiento. Solo por justicia. Porque el maestro Mebarasi no fue un rey, ni un héroe. Sin embargo su mano trazó mi camino.
Yo, Lipit, escribo estas palabras en el año en que el gran río Éufrates se desbordó tres veces (alabados sean los dioses por esto), recordando los tiempos en que vi cómo mataban los demonios [...]
4.4.3 El Escriba Hebreo
La actividad de los escribanos hebreos, no fue lejana a la de los modernos notarios de la actualidad. En sus inicios no tenían tarifas estipulada para sus servicios. Se dice que el profeta tuvo una visión en la que distinguió a un hombre con un tintero de secretario marcando sobre la frente a sus contemporáneos (Eze 9:3, 4.)
Episodio bien interesante lo representa la presencia de los escribas en la Biblia. "En la tribu de Zabulón estaban los que poseían el "equipo de escribano" para numerar y registrar las tropas. (Jue 5:14; compárese con 2Re 25:19; 2Cr 26:11.) Había escribas o secretarios relacionados con el trabajo en el templo. (2Re 22:3.) El secretario del rey Jehoás trabajaba con el sumo sacerdote en contar el dinero que se había contribuido, y luego se lo daba a los que pagaban el salario a los trabajadores que reparaban el templo. (2Re 12:10-12.) Baruc escribía lo que el profeta Jeremías le dictaba. (Jer 36:32.) Los secretarios del rey Asuero de Persia escribieron bajo la dirección de Hamán el decreto que promulgaba la destrucción de los judíos, y más tarde redactaron el contra decreto bajo la supervisión de Mardoqueo. (Est 3:12; 8:9.)"38
Escribas Hebreos http://www.centrorey.org/blasf_01.jpg
De los escribas judíos, se suele afirmar que en los tiempos del sacerdote Esdras39 se le dio pleno reconocimiento a los escribas (soh·ferím, "soferim") como un grupo especial dentro de la estratificación social. Estos eran copistas de las Escrituras Hebreas, muy cuidadosos en su trabajo, y les aterraban los errores. Con el transcurso del tiempo se hicieron extremadamente meticulosos, hasta el grado de que no solo contaban las palabras copiadas, sino incluso las letras.
El hebreo se escribió en sus comienzos solo con consonantes, hasta pasados varios siglos después de Cristo, característica que hacia de suma complejidad el trabajo del escriba. De tal manera que el añadir u omitir, o el cometer un error, de una sola letra, cambiaba con suma facilidad la idea expresada en la oración de un escrito. Situación que exigía el mayor sigilo en aras de no cometer ningún error, o de lo contrario toda la sección del escrito debía ser nuevamente escrita, en pos de lograr la mayor perfección posible, para que el escrito fuese aceptado para su lectura en la sinagoga. Era costumbre y además de obligatoriedad antes de escribir una palabra, leerla en voz alta.
No le era permitido al escriba, plasmar sobre el soporte material del escrito ni una tan sola palabra de memoria; esto era considerado pecaminoso. Llegándose a introducir prácticas absurdas. Se dice, por ejemplo, que los escribas religiosos limpiaban con gran meticulosidad su pluma antes de escribir la palabra ´Elo·hím (Dios) o ´Adho·nái (Señor Soberano).
No obstante, el cuidado extremo que se tuvo de no cometer errores de tipo involuntario por parte de los escribas, sea de manera voluntaria o no con el transcurso del tiempo los soferim se tomaron ciertas libertades introduciendo cambios en los textos originales de los libros. A pesar de este cuidado extremo por evitar errores involuntarios, con el transcurso del tiempo los soferim empezaron a tomarse libertades introduciendo cambios en el texto.
Como por ejemplo, el cambio en el texto hebreo en 134 pasajes a fin de que leyese ´Adho·nái en lugar de YHWH. En otros pasajes se utilizó como sustituto la palabra ´Elo·hím. Muchos de los cambios que hicieron los soferim se debieron a un espíritu supersticioso con relación al nombre divino, y también para evitar antropomorfismos, es decir, atribuir a Dios atributos humanos.
Codex Aleppo: Biblia hebrea del siglo X con puntuación Masorética http://wapedia.mobi/es/Masoreta
Cuestión anterior, detectada por los copistas o comúnmente llamados masoretas40 siglos después de Cristo. Los que trataron de solucionar con notas en el margen o al final del texto hebreo. Notas marginales, denominadas como la masora. En quince pasajes del texto hebreo los soferim marcaron ciertas letras o palabras con puntos extraordinarios. No hay consenso, por parte de los estudiosos de la bibliografía hebrea, sobre el significado de estos puntos extraordinarios.
Las masora o notas en letra pequeña del texto hebreo en varios pasajes, de las maneras ya mencionadas, y que una de ellas reza textualmente "Esta es una de las dieciocho enmiendas de los soferim", u otra frase similar. Enmiendas realizadas al pensarse que las distorsiones del texto original encarnaban una irreverencia para con Dios e irrespeto para con sus representantes terrestres.
Los escribas, maestros de la Ley, lo eran en un principio los sacerdotes que a su vez eran escribas (Esd 7:1-6.) Sin embargo, la importancia que se dio a que todos los judíos se hiciesen versados en la Ley, las personas que la estudiaron y la profundizaron en un proceso de formación, lograron ser respetados por el pueblo, y con el tiempo estos eruditos, muchos de los cuales no eran sacerdotes, formaron un grupo independiente.