José López
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El cambio en la sociedad se intenta normalmente cuando existe una necesidad real, cuando hay una conciencia sobre dicha necesidad suficientemente desarrollada y cuando la conciencia sobre la posibilidad de hacerlo sobrepasa cierto umbral. La conciencia de la posibilidad de cambio depende de la conciencia de la necesidad de cambio pero también de las condiciones objetivas del sistema a cambiar. Cuando existen hitos a corto plazo fácilmente identificables entonces la conciencia de la posibilidad del cambio se dispara. Éste es el caso de los países atrasados que tienen como modelo a los más adelantados. Pero también, aunque no existan dichos hitos, cuando la necesidad es apremiante y, como consecuencia, la conciencia de ésta es grande, entonces la sociedad se esfuerza en buscar soluciones, en ver las posibilidades de cambiar. El cambio puede realizarse con éxito cuando, además, existen organizaciones capaces de liderarlo, de diseñar y ejecutar una clara estrategia.
Los factores del cambio no son independientes, se realimentan mutuamente, siendo el factor primario la necesidad. Existen distintas combinaciones de estos factores que pueden producir el cambio. Sin embargo, cuanto mayor y más básica es la necesidad, mayor probabilidad de que la conciencia de dicha necesidad alcance el grado suficiente para que la conciencia de la posibilidad de hacerlo alcance un grado mínimo. Sin embargo, se necesita además la estrategia. Si el pueblo no es capaz de unirse y organizarse, la probabilidad de la revolución disminuye considerablemente.
Los ingredientes básicos del cambio son pues: necesidad, conciencia y estrategia. Si no se dan todos ellos en las proporciones adecuadas el cambio se hace poco probable o sus posibilidades de éxito son pequeñas.
La necesidad es el principal factor objetivo y los otros factores mencionados son los principales factores subjetivos. Los factores objetivos se corresponden con las condiciones materiales, políticas, económicas, de la sociedad. Los factores subjetivos se corresponden con las condiciones intelectuales, psicológicas, culturales, de la sociedad. Los unos influyen en los otros. Un pueblo con problemas económicos graves es el paradigma de los factores objetivos favorables al cambio. Un pueblo formado e informado es el paradigma de los factores subjetivos favorables al cambio. Un pueblo con graves problemas económicos y un nivel cultural avanzado (del propio pueblo preferentemente o por lo menos de su vanguardia) es el paradigma de la revolución. Normalmente existen factores objetivos y subjetivos, en distintas proporciones, a favor y en contra del cambio. La historia se decanta hacia la revolución o hacia la involución en función de qué parte de la sociedad lleve la iniciativa, si el pueblo o las clases dominantes, en función a su vez de las proporciones relativas de aquellos factores.
La ley del desarrollo desigual y combinado de la sociedad indica que ciertos países atrasados, acuciados por la necesidad, factor primario del cambio, pueden bajo determinadas circunstancias, es decir, cuando la combinación de los factores del cambio es la adecuada, realizar un salto cualitativo y adelantar a los países que inicialmente estaban por delante. Es posible influir en las condiciones subjetivas para favorecer el cambio, para cambiar las condiciones objetivas. El destino de la sociedad humana no está predeterminado. Tenemos cierto margen de libertad para construirlo.
La humanidad está en un momento histórico crucial. El sistema actual parece estar llegando a un callejón sin salidas. Pero esto no significa que las cosas vayan a reconducirse por sí solas. Las minorías dirigentes no están dispuestas a renunciar a sus privilegios y casi prefieren que nuestra civilización colapse a que cambie radicalmente. Por consiguiente, para salir de dicho callejón sin salidas se requiere movimiento en contra de dichas minorías. Se necesita una revolución democrática mundial que posibilite a nuestra especie sobrevivir y progresar. Pero esta revolución, como cualquier otra, será probablemente provocada por los más necesitados, aunque no por los más desesperados. Por esto, los avances democráticos se están produciendo en Latinoamérica. En el patio trasero del imperio, la necesidad de conquistar la soberanía nacional va de la mano con la necesidad de conquistar soberanía popular. Cualquier avance democrático en cualquier parte del planeta supone un desafío para el sistema actual, más, si cabe, si se produce en alguno de los países del Primer Mundo. En este sentido, el avance democrático en España, como en cualquier país europeo, podría ser crucial, podría tener importantes consecuencias internacionales.
Sin embargo, como demuestra la historia, el cambio se produce cuando se dan diversos factores objetivos y subjetivos. En España se dan condiciones objetivas favorables al cambio, pero las condiciones subjetivas son aún insuficientes. El movimiento republicano español tiene el gran reto de trabajar por que a dichos factores objetivos se sumen factores subjetivos. Tenemos un gran contraste entre unas condiciones objetivas favorables al cambio (estamos a la cabeza del viejo continente en paro y en precariedad laboral, somos el único país de Europa con un problema de terrorismo, destacamos poderosamente en corrupción, nuestra “democracia” tiene graves y evidentes déficits, tenemos una forma muy clara de avanzar: la República) y unas condiciones subjetivas, por ahora, desfavorables al cambio (tenemos un pueblo con unos niveles de conciencia y de espíritu de lucha bajo mínimos, una clase intelectual prácticamente desaparecida, poco o ningún liderazgo político capaz de organizar el creciente descontento).
El tiempo dirá cómo se resuelve esta contradicción. Si queremos que se resuelva a favor del cambio habrá que trabajar, y mucho, por que así sea. A pesar de esto, no hay que perder la esperanza, parece que poco a poco algo está empezando a moverse. Pero hay que ser realista y no caer en el excesivo optimismo. La República no vendrá sola, habrá que traerla con mucho esfuerzo, pero es posible traerla. La pasividad y el conformismo son los principales enemigos a combatir. Se necesita una gran labor de concienciación sobre la necesidad y posibilidad de avanzar en democracia. La Tercera República debe ser vista por la ciudadanía como la forma concreta en que puede avanzar notablemente la democracia en nuestro país. La causa republicana debe ser vista no sólo como una causa justa sino que también como una causa necesaria y posible. A su vez, la causa republicana, puede suponer el aliciente que necesitaba la verdadera izquierda para resurgir. Si esto no se produce, si no se consigue una izquierda unida (aunque diversa), fuerte, activa, entonces tengamos por seguro que la Tercera República, si es que llega, no significará mucho más que la monarquía actual, no será más que un lavado de cara del régimen actual para sobrevivir. La Tercera República española debe posibilitar el desarrollo continuo, sin límites, de la democracia en este país. Debe posibilitar la resolución de los grandes problemas que preocupan y afectan a los ciudadanos. Debe ser una república neutral que posibilite realmente que todas las opciones políticas tengan en la práctica las mismas oportunidades. En una verdadera democracia todas las ideas, de todos los signos, deben tener las mismas opciones de ser conocidas y probadas.
El movimiento republicano debe moverse mucho más. Tanto para arrancar el motor del cambio como para circular a suficiente velocidad. Cuanta más potencia tenga el movimiento popular por la República, más probabilidad de partir hacia la democracia y más lejos llegaremos, más y mejor democracia conseguiremos. Se necesita la unidad de acción republicana y establecer una estrategia a gran escala y en todos los frentes. Es imprescindible especificar un programa de transición desde la monarquía actual a la República, con objetivos a corto plazo, a medio plazo y a largo plazo. El movimiento republicano deberá velar por que toda la transición sea controlada por el pueblo para que la República instaurada merezca la pena. Tenemos que conseguir que esta vez sí haya una verdadera transición a la democracia.
Aprendamos de los errores cometidos en el pasado y adaptémonos al presente. La estrategia debe adaptarse al espacio y al tiempo. A situaciones distintas, estrategias distintas, pero siempre el mismo objetivo: conseguir una sociedad más justa, más libre. La izquierda debe tener en cuenta la situación actual de la sociedad para poder transformarla. Hay que considerar el estado actual de desinformación, de inconciencia de la ciudadanía. Hay que combatir la ideología dominante de derechas. Y para ello es imprescindible hablar en el lenguaje que actualmente entiende el pueblo. Se trata sobre todo de evitar usar en dicho lenguaje las palabras demonizadas por el sistema. La izquierda debe concentrarse prioritariamente en el concepto democracia. La izquierda necesita una estrategia distinta, opuesta, a la de la derecha. La izquierda necesita la libertad de prensa, la verdadera democracia, un Estado neutral. Su prioridad absoluta debe ser luchar para hacerse oír ante la opinión pública en igualdad de condiciones que la derecha. La izquierda debe luchar por establecer una democracia donde todas las ideas fluyan libremente por la sociedad, donde el pueblo controle la situación, donde el poder resida en el pueblo. Sus postulados se volverán mayoritarios en cuanto puedan ser oídos por la ciudadanía simplemente porque defienden los intereses generales. Pero el fin está contenido en los medios. Si luchamos por la democracia, por la libertad, por la paz, por la justicia, debemos aplicarlas en el día a día para alcanzarlas. La lucha debe ser pacífica y sobre todo ejemplarmente democrática. Hay que dar el máximo protagonismo al pueblo.
La lucha por la democracia nos afecta y atañe a todos los ciudadanos. Compañeros republicanos, la lucha es algo siempre muy incómodo. Requiere esfuerzo. Para ir contracorriente hay que nadar. Si decidimos luchar por una sociedad más justa, debemos hacerlo entre todos, poniendo cada uno nuestro granito de arena. Participando en la calle, en las organizaciones sociales, sindicales o políticas, en los foros de Internet (pero no sólo en los afines). Usemos también las posibilidades que nos brinda la tecnología actual para liberarnos, para concienciarnos, para organizarnos, para luchar. El esfuerzo se atenúa y las probabilidades de éxito se disparan si todos colaboramos activamente. ¡Luchar es un verbo activo! Y para luchar hay que acudir al frente. La historia la hacemos todos los individuos. Si reivindicamos una sociedad donde se distribuyan la riqueza, el trabajo, el poder, la libertad, los derechos humanos, ¿no vamos a distribuir el esfuerzo para conseguir dicha sociedad? Si reivindicamos el poder para el pueblo, demos ejemplo, seamos coherentes y usemos el poco poder que tenemos todos, usemos nuestro margen de maniobra para contribuir a la causa. ¡Tenemos mucho que ganar y poco que perder!
¡El poder al pueblo!
¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!
¡Por los derechos humanos!
¡Por la Democracia!
¡Por la Tercera República!
¡Salud y República!
¡Viva la República!
José López, Abril de 2010.