José López
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La lucha por la democracia, cuya forma en España es la lucha por la Tercera República, es una lucha que atañe y afecta a todos los ciudadanos. En estos tiempos, con tantos medios de comunicación a disposición de los ciudadanos de a pie, es una vergüenza que éstos no pongan su granito de arena. Es una vergüenza que muchos de los que se supone que luchan por la República se conformen con manifestarse un par de veces al año agitando las banderas tricolores y nada más. Se echa en falta, y aquí me permito hacer una crítica general a muchos ciudadanos que dicen luchar por la República, más activismo a nivel individual. En vísperas de las manifestaciones por la República no se ve aún la suficiente promoción de las mismas. Ni siquiera en Internet. No hay más que entrar en los principales foros de los diarios más conocidos y ver cómo casi nadie las promociona los días anteriores, ni denuncia sus censuras en los días posteriores. Siempre es más cómodo participar sólo en diarios afines que enfrentarse al gran público en los diarios hostiles, que bajar al ruedo y enfrentarse al toro.
A veces he visto alguna crítica a mis escritos en el sentido de que me extiendo en exceso en algunos de mis razonamientos. Tienen toda la razón. Pero, aparte de mi tendencia a ser un poco repetitivo, lo reconozco (prefiero pecar de pesado a dejarme algo en el tintero, prefiero matizar bien mis afirmaciones para evitar malentendidos), hay un importante motivo. Cuando uno debate con gente que no es afín a las ideas propias, en este caso a las ideas republicanas, entonces debe explicar ciertas cosas que a los republicanos no hace falta explicar porque ya las tenemos claras. Mis escritos están siempre dirigidos a todos los ciudadanos, tanto a los que ya están concienciados con las ideas de la República, con la importancia de la democracia, como sobre todo al gran público. Algunas de las críticas de mis compañeros republicanos demuestran que muchos de éstos no se “ensucian en el fango”, no se molestan en debatir con ciudadanos corrientes, se limitan sólo a hablar con gente afín a sus ideas. Pero si no intentamos convencer a todos los ciudadanos, especialmente a los que aún no están convencidos, entonces siempre seremos “cuatro gatos”. De poco nos sirve debatir sobre el modelo de república que queremos si no conseguimos convencer a la mayoría de ciudadanos de la necesidad de la República. Ambos debates, república vs. monarquía y modelo de república, son imprescindibles. Pero el segundo es una pérdida de tiempo si no se produce el primero.
Cuando uno acude al “frente ideológico”, a los foros de los diarios más conocidos, se ve más activismo por parte de los defensores del sistema establecido que por parte de sus críticos, justo al revés de lo que debiera ser. Se echa en falta a los compañeros republicanos apoyando la causa. Uno se pregunta dónde están aquellos que agitan las banderas tricolores en las manifestaciones por la República. Para conquistar un castillo debe ser más activo el ejército atacante que el defensor. La iniciativa la debe llevar el que desea cambios. Por supuesto, hay honrosas excepciones, poco a poco el movimiento republicano empieza a moverse. Pero, en general, insisto, falta mucho más activismo. Es un deber de todo republicano auténtico luchar también por mejorar la lucha por la República, y para ello es imprescindible el espíritu crítico. Con autosatisfacción, ilusiones y falta de realismo no pueden conseguirse los ansiados cambios. Tan malo es el excesivo pesimismo (que desemboca en el derrotismo) como el excesivo optimismo (que desemboca en el “ilusionismo”). En ambos casos se deja de luchar. En un caso porque se cree que no sirve de nada y en el otro porque se cree que ya se ha ganado o porque se cree inevitable el éxito. Como demuestra la historia, sólo es posible avanzar luchando activamente contra lo establecido, sin infravalorar nunca al enemigo.
Todos los republicanos debemos promocionar activamente la causa republicana en Internet. En estos tiempos en los que muchos ciudadanos tenemos la posibilidad de expresar nuestras ideas a golpe de ratón, el esfuerzo por contribuir a la causa es pequeño. Entre todos podemos hacer mucho. Debemos acudir a los foros más conocidos para orientar a los ciudadanos desinformados. Debemos canalizar el creciente descontento hacia la causa republicana. En los foros de los diarios más conocidos, a causa de la actual crisis, cada vez se ven más ciudadanos críticos con el sistema actual. Sin embargo, no saben cómo canalizar su descontento, saben que se necesita cambiar las cosas pero no saben cómo. El creciente descontento de la población es una oportunidad histórica que no hay que desaprovechar. Hay que explicar pacientemente a nuestros conciudadanos que mientras no tengamos una verdadera democracia el pueblo siempre será el mayor perjudicado tanto en tiempos de prosperidad como sobre todo en tiempos de crisis. Debemos explicarles que se necesita cambiar el sistema de arriba a abajo, que los parches no son suficientes. Debemos explicarles que la República no significa sólo elegir democráticamente al jefe de Estado, sino sobre todo la necesaria regeneración democrática de nuestro país. Debemos, en suma, hacerles ver que hasta que el pueblo no tenga el verdadero poder (debemos recordarles siempre el significado de la palabra democracia, el poder del pueblo) no podrá vivir en condiciones dignas.
Muchos luchadores por la República son, hasta ahora, muy poco luchadores. Prefieren estar en retaguardia que en el frente. Muchos republicanos prefieren discutir entre ellos, participando en debates muchas veces vacíos y superficiales (“que si galgos o podencos”) que intentar convencer a los ciudadanos corrientes, a las masas, sobre la necesidad de la República. Si no acudimos a las masas, entonces siempre seremos marginales. Si no dejamos de ser marginales nunca conseguiremos que la sociedad cambie. Aquellos que tanto se dicen seguidores de Marx o Lenin, incumplen sistemáticamente sus principales postulados. Lenin decía que hay que ir donde están las masas para atraerlas a nuestra causa. Sin embargo, muchos “luchadores” por la Tercera República, se conforman con hablar entre ellos, son presos del dogmatismo y del sectarismo (que tanto aborrecían Marx, Engels, Trotsky, Lenin o Bakunin), creen que es suficiente manifestarse un par de veces al año, cual acto puramente social, se conforman con cantar la Internacional con el puño en alto. Con revolucionarios de salón y acomodados como éstos no es posible hacer ninguna revolución. Mucho tiene que cambiar la forma de luchar, tanto a nivel colectivo como individual, para que el movimiento republicano se convierta en una seria amenaza para el sistema actual. Francamente, y siento decirlo, a veces cuando uno ve esta forma de “luchar”, piensa que así no se va a conseguir nada. Piensa que la “lucha” está perdida de antemano. Piensa que el sistema ha conseguido domesticar hasta a la vanguardia que se dice resistente.
La lucha por la República debe hacerse a todas las escalas y en todos los frentes. Tenemos demasiados obstáculos, debemos luchar contra un enemigo demasiado poderoso que juega con demasiada ventaja, como para permitirnos el lujo de no atacar por todos los lados, con todos los medios posibles, como para no poner toda la carne en el asador. La lucha debe hacerse desde el ámbito más general al más local. A ella deben contribuir tanto las fuerzas políticas republicanas, tanto las que tienen representación institucional como las extraparlamentarias, como los simples ciudadanos de a pie afines a la causa. Necesitamos activismo colectivo e individual. Además de la lucha política, a gran escala, se necesita la lucha particular de cada ciudadano, a pequeña escala. Todos podemos contribuir a la causa en la medida de nuestras posibilidades. Los trabajadores en sus empresas y los estudiantes en sus escuelas. Cada uno en su ámbito personal debe fomentar la causa republicana. Los mayores pueden aportar su experiencia, su sabiduría, su memoria. Los jóvenes también pueden poner un importante granito de arena. Pueden aportar su vitalidad, su ilusión, su empuje. El futuro es de los jóvenes. Lo cual no significa que los no tan jóvenes se desentiendan de él. El futuro lo construirán los jóvenes en base a lo que hereden de sus mayores. Tan importante es el aporte de los jóvenes como el de los mayores.
Tenemos la suerte de que ya existe un símbolo que resume perfectamente la causa republicana, un símbolo perfectamente conocido por toda la ciudadanía: la bandera tricolor. Podemos llevar pins con la bandera republicana en nuestras chaquetas, en nuestras carpetas, en nuestras carteras, en nuestros coches, etc. Podemos inundar las calles de la bandera tricolor, haciendo pintadas en las paredes de los edificios, en las paradas de los transportes públicos, en las carreteras, etc. Podemos sacar las banderas republicanas en todos los actos públicos, en las manifestaciones, en los conciertos, en las fiestas populares, en los acontecimientos deportivos, etc. Aquellos que crean cultura pueden promocionar la causa también. Los músicos en sus actuaciones, los pintores en sus exposiciones, los cineastas en los actos donde recogen premios, etc. La labor del mundo de la cultura es fundamental para ayudar a concienciar a los ciudadanos. Cineastas como Oliver Stone, Michael Moore o Frank Capra son todo un ejemplo de compromiso a seguir. Demuestran cómo el cine puede ser un poderoso aliado. Cómo, además de entretener, puede concienciar. Demuestran cómo el séptimo arte (junto con la música, el arte más popular de nuestros tiempos) puede estar también al servicio de causas justas y necesarias. Todos los ciudadanos debemos implicarnos activamente en la lucha por la democracia, por la supervivencia de la humanidad. Y aquellos ciudadanos que tienen cierta fama, que tienen un especial protagonismo, que tienen la posibilidad de llegar a mucha gente, al gran público, por el motivo que sea, y en el ámbito que sea, ya sean artistas o intelectuales, personajes conocidos por la gran mayoría de la población, tienen una especial responsabilidad que no deben eludir. Pueden aportar un importante granito de arena. Los trabajadores, los intelectuales, los artistas, los científicos, los ingenieros, los periodistas honrados, los economistas que aún creen que la economía puede estar al servicio de las personas y no al revés, los abogados que aún creen en la Justicia, los políticos que aún tienen fe en la política, en la auténtica política, en el servicio a la ciudadanía, los religiosos que aún tienen fe y están del lado del pobre, de los desfavorecidos, que no han olvidado el verdadero mensaje de Cristo o de Mahoma o de Buda, … Todos los que creen que es posible y necesario otro mundo, otro sistema, un sistema más justo, más libre, más racional, más sostenible, todos los que creen en la democracia, pueden y deben aportar mucho. Todos debemos comprometernos y actuar. Todos debemos arriesgarnos, aunque sólo sea un poco. Entre todos podemos conseguirlo. Algunos pueden hacer más que otros. No cabe duda. Pero sólo entre todos podemos cambiar las cosas. El sistema lo hacemos entre todos. No lo olvidemos nunca.
Es importante, dada la censura a la que está sometida el movimiento por la Tercera República, promocionar la causa siempre que sea posible. Y una forma muy fácil y eficaz de hacerlo es mediante los símbolos, es decir, con las banderas tricolores, con los colores de la bandera republicana, con los lemas como “Salud y República”, con el himno de Riego. Un símbolo es útil siempre que no se convierta en un fin en sí mismo, siempre que no sustituya al concepto que representa. Los símbolos son también una eficaz arma de propaganda, usémoslos. Recibamos a los príncipes o a los reyes con las banderas republicanas allá donde vayan, como ya se está haciendo. Sigámoslo haciendo, intensifiquemos el acoso a la monarquía, pero sin caer en los malos modos, tan deseados por el sistema para desprestigiarnos. Pongamos, entre todos, de moda a la causa republicana. Aunque nuestra lucha no debe limitarse sólo al uso de los símbolos, al “marketing”. En el apartado “Rumbo a la República”, explico cómo debe complementarse esta lucha simbólica con otra lucha más seria, más amplia, de mayor calado. Ambos tipos de lucha son necesarios.
Tengamos por seguro que si algún día se proclama la República en nuestro país, la derecha oficial y la no oficial, con el poder económico en la sombra, intentarán por todos los medios que la Tercera República española sea lo más parecida posible a la monarquía actual. El gran reto del movimiento republicano es conseguir que la República no sea sólo una etiqueta, sino que sea verdaderamente una cosa pública, una Res Publica. Es evitar que se cumpla, una vez más, el adagio de “cambiar algo para que nada cambie”. Pero para ello, tanto para conseguir dar el salto, como para conseguir que éste sea lo mayor posible, como para conseguir que no sea un salto para volverse a parar, el movimiento republicano debe ser fuerte, combativo, organizado, unido. La verdadera izquierda debe abanderar y liderar la causa republicana, dando el máximo protagonismo al pueblo. El movimiento republicano debe llevar la iniciativa, es decir, debe ser activo.
Como ya expresé en el capítulo “En busca de la Tercera República” del libro “Rumbo a la democracia” (disponible también en el apéndice B), el movimiento republicano necesita una estrategia seria y global para conseguir resultados. Y en base a dicha estrategia debe aglutinar a amplias capas de la población. Desde la marginalidad, “cuatro radicales” no vamos a poder forzar cambios en la sociedad, mal que nos pese. El movimiento republicano debe aglutinar a todos aquellos sectores de la ciudadanía que no se conforman con el sistema actual. Desde la izquierda más radical hasta incluso la derecha más moderada. Debe convencer a todos los comunistas, a los anarquistas (sí incluso a éstos, porque si algún día podrá alcanzarse la anarquía es mediante el desarrollo de la democracia; la democracia directa, el principio federativo, la autogestión, la libertad, van de la mano con la democracia), a los socialistas, a los socialdemócratas, a los independentistas (que probablemente sólo podrán conseguir su autodeterminación en el marco de un Estado democrático que reconozca el derecho de autodeterminación de los pueblos) y hasta a ciertas facciones liberales que no están de acuerdo con esta monarquía. Debe convencerlos a todos ellos de que la República puede suponer el inicio de los necesarios cambios de democratización en nuestro país. Por supuesto, no se puede contar con las élites de los partidos mayoritarios. No puede esperarse que los mismos que provocan que el sistema no funcione, lo arreglen. Sin embargo, el movimiento republicano debe convencer a las bases de los partidos mayoritarios, especialmente del PSOE. Muchos militantes y votantes del PSOE son potencialmente republicanos. Muchos están engañados por sus dirigentes, por las etiquetas, por la “tradición ideológica” de su partido. El movimiento republicano debe desengañarles, debe concienciarles sobre la causa republicana, debe en definitiva recuperar el espíritu republicano latente en ellos.
Lo verdaderamente importante es empezar a caminar, es que las reformas estructurales, el desarrollo democrático, entren en la agenda política, protagonicen los debates. Hay que luchar, en primer lugar, por hacerse oír. El movimiento republicano debe denunciar siempre la censura sistemática que sufre, debe movilizarse masivamente (ver mi artículo “La ofensiva republicana”, disponible también en el apéndice C). En segundo lugar, por que se produzca un verdadero y plural debate público sobre el modelo de Estado. En tercer lugar, por reivindicar el legítimo derecho del pueblo español a un referéndum para elegir entre república y monarquía. Y, en cuarto lugar, por conseguir una república con contenido democrático, que posibilite un desarrollo continuo y sin limitaciones de la democracia.
Y para ello es imprescindible aprovechar las ocasiones que nos brinda la historia. La actual crisis, cuyas causas profundas tienen que ver con la escasa democracia existente en el mundo (remito a mi artículo “Contra la crisis, democracia” y al libro “La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla” de Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa), es una ocasión perfecta para concienciar a la ciudadanía sobre la enorme importancia de la democracia. Cualquier ocasión es buena para concienciar a los ciudadanos, especialmente cuando se perjudica sus bolsillos. Como decíamos al principio de este libro, sufrir es concienciarse, es aprender. Cuando más sufre el pueblo es cuando más puede concienciarse. Y el pueblo sufre más cuando hay crisis económicas, cuando sus necesidades básicas no pueden satisfacerse.