German Lopez Noreña
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Nombre con el que se designa una de las manifestaciones tanto teórica como práctica desde la concepción de una forma de vida de mayor radicalidad en el pensamiento filosófico griego. Fundado y desarrollado durante los siglos III y IV a, de C., continuando en las grandes ciudades del Imperio romano: Roma, Alejandría y Constantinopla hasta el siglo V de nuestra era. Rotulando la historia como sus más grandes representantes Antístenes, Crates de Tebas y Diógenes de Sinope.
Del término Cínico o mejor de la palabra:
«Cinismo» del lenguaje común nos evoca hoy a cualquiera de nosotros la actitud, bien conocida, propia de quien no acepta nada ni a nadie como sagrado y, movido por la pura indiferencia o el mordaz sarcasmo, se complace en utilizar palabras provocativas e insultantes para referirse a valores y sentimientos admitidos o incluso reverenciados por los demás; y, más aún, no duda en servir a sus propios fines sin importarle los medios empleados. Se trata de una actitud marcada no precisamente por un heroico y desafiante atrevimiento social ni menos aún por un compromiso ético firme, rasgos que caracterizaron, en cambio, a aquellos lejanos filósofos griegos del s. IV a. C. que fueron los primeros a los que se dio el apelativo de “cínicos” […], es decir, «perrunos», o el apelativo simplemente de “perros!”. Se les dio sin duda de modo peyorativo, y, sin embargo, ellos lo asumieron como el mejor timbre de la sabiduría y de la vida que preconizaban y practicaban. Al abordar el estudio de este cinismo […] antiguo, debemos, pues, permanecer en alerta contra toda fácil asimilación basada en la evocación del cínico moderno, como, en general, en las basadas en otras figuras de nuestro tiempo que también han sido propuestas —me refiero, por ejemplo, a los hippies, comparados con los cínicos en los años 1970.
(Pedro Pablo Fuentes González; Universidad de Granada)
El termino Cínico, hace parte del selecto grupo de palabras que ha ido cambiando su significado, con el paso del tiempo con respecto al original, y mucho más aun para con este vocablo, con el comportamiento de los más connotados representantes de la escuela .
Primero toma este nombre del lugar donde Antistenes impartía sus enseñanzas, del gimnasio llamado Cinosarges, lo que traducido significaba “perro veloz” o “perro blanco” –el termino cínico viene de la palabra griega “Kuòn”, que significa “perro”-. Por el comportamiento con similitud a la de los perros por parte de Antistenes y su discípulo Diógenes, fueron llamados los Kinicos. Y la última denominación estuvo ligada a la actitud Cínica, iniciada en el siglo IV a. de C., por Diógenes de Sinope. Lo que conlleva a explicitar como de acuerdo a estas instancias se dan los cambios de sentido filológico de la palabra, los integrantes de este movimiento no tienen todos los mismos comportamientos, ni actitud. Por lo tanto hay momentos en que se habla de filosofía cínica, actitud cínica, o simplemente locura.
Con frecuencia, se habla en muchos textos de historia, sobre Antístenes - 444 a. de C. al 65 a. de C. nacido en Atenas y de condición meteco-, seguidor de Sócrates , formado en el pensamiento de la retórica de Gorgias, Hipias de Èlide y Pródico de Zeus; cono el fundador de la escuela Cínica y maestro de Diógenes. Información por cierto controvertida por los estudiosos de la historiografía de la filosofía, de la que entre otras argumentaciones al respecto de esta cuestión, nos dicen:
La tradición antigua nos ofrece dos datos de los que la crítica moderna ha puesto de manifiesto su carácter problemático; a saber: que Antístenes fue realmente fundador de una escuela propia, la cínica, y que se convirtió en Atenas en maestro de Diógenes. A pesar de los testimonios antiguos, hoy se considera muy improbable tanto lo uno como lo otro. Se tiende a considerar más bien a este Antístenes socrático como un «protocínico» o adelantado de lo que será la filosofía cínica inaugurada propiamente por Diógenes y proseguida por su discípulo Crates de Tebas, que fuera maestro, a su vez, de Zenón de Citio, el fundador de la influyente escuela estoica. En efecto, según la tradición antigua, Zenón, como consecuencia de un naufragio, habría llegado a Atenas a los treinta años y se habría convertido a la filosofía seducido por Crates […]. Pues bien, al parecer, la tradición de un Antístenes maestro de Diógenes y la visión misma de un Antístenes plenamente «cínico» habría sido una creación posterior de los estoicos tendente justamente a procurarles un ascendiente socrático que amortiguara la realidad de los inicios del fundador del estoicismo al lado de un Crates discípulo de Diógenes. En concreto, habría sido una creación de ciertos autores de obras sobre las sucesiones de las escuelas filosóficas […], aquellos que simpatizaban con los estoicos. Estableciendo la sucesión Sócrates-Antístenes-Diógenes-Crates-Zenón vinculaban al fundador de la Estoa con un discípulo de Sócrates, depurando así de algún modo los incómodos orígenes más estrictamente cínicos de esta escuela, con la carga de desvergüenza social que tales orígenes implicaban.
Los escritos de la doctrina de Antístenes son fragmentarios, aunque Diógenes Laercio informa que escribió extensamente. Conceptualmente, de la misma manera como los eleáticos. Negó rotundamente la realidad de las cualidades, puesto que implicarían que un determinado ser es y no es lo mismo al mismo tiempo. De él es la primera definición conservada del enunciado como "aquello que dice lo que algo es o era" (Diógenes Laercio VI, 3). Y así, mediante el Crátilo de Platón, se percibe otra enseñanza de Antístenes, según la cual "el que conoce el nombre, conoce la cosa".
Poco se interesó por la ética, dedicándose a predicar el ascetismo y la simplicidad con el ejemplo. Defendió una teología negativa , afirmando que el dios no es como las cosas, y nada de lo que pueda decirse de ellas puede afirmarse de él. Aristóteles y Platón, los llamados Socráticos mayores , mostraron poco aprecio por el pensamiento de Antístenes, en razón según ellos de su incapacidad de comprender las sutilezas de la dialéctica.
En lo que concierne a la Paideia, en Antístenes como iniciador de la doctrina Cínica, se presenta en cierta manera un volver a la poesía homérica, como medio didáctico en la formación del joven ateniense, la gran mayoría de ellos procedentes de las clases populares. Lo anterior muy probablemente en razón del hecho de conocerse, el haber los sofistas uno de los primeros referentes conceptuales de Antístenes:
Pese a la desigual suerte que ha tocado a la obra Antístenes en la transmisión, por lo que podemos saber de ella no fue a la zaga de la platónica en lo que a la extensión e intensidad de su interés por la poesía se refiere. Sin embargo, la actitud y el aprovechamiento antisténico de la poesía difiere notablemente del platónico. En Antístenes, por ejemplo, la poesía de Homero mantiene su condición de medio fundamental de educación, para conservar y transmitir eficazmente saberes y valores en los que la ciudad griega se reconoce, una actividad que dispone ya por entonces de sus profesionales en los llamados sofistas, quienes con más o menos empuje se apropian de los medios y materias de la tradición poética, la de Homero sobre todo, al tiempo que de su función educadora.
Igualmente relevante es el modo en que Antístenes hace suya esa tradición poética. A diferencia de Platón, cuya desconfianza en la tradición se refleja en la composición de nuevos mitos, Antístenes retoma las figuras tradicionales para hacerlas hablar socráticamente en sus obras. Heracles y Odiseo, por tomar dos héroes cuya elaboración por obra de Antístenes ha tenido especial trascendencia, no son sin más figuras «alegóricas», ni disponibles en función de los gustos de un público que exige ser complacido y, a veces, hasta paga por ello. En los escritos de Antístenes, esos personajes tradicionales protagonizan una trama educativa en la que se representa una enseñanza que puede, en ocasiones, alcanzar la condición de divina —una dignidad heredera del poeta arcaico, que apenas afecta a los nuevos educadores.
(Campos Daroca; 2003: Págs. 72-73)
Dejemos pues que sea Diógenes de Laercio en La vida y Doctrina de los Filósofos Ilustres, quien finalmente –acotando el más adelante volver sobre él, dada su incidencia en el Pensamiento de Diógenes de Sinope-, nos de una semblanza de Antístenes, sobre los principios que defendía:
[…] son los que siguen. Demostraba que es enseñable la virtud […] y que los bien nacidos no son sino los virtuosos; que es suficiente por sí sola la virtud para la felicidad, pues no precisa de nada más que de fuerza de voluntad socrática; que la virtud surge de las obras, y no precisa ni de discursos muy largos ni de estudios científicos; que, por otro lado, es autosuficiente el sabio porque todas las cosas de los demás son suyas; que la infamia es un bien en la misma medida que el sufrimiento y que el sabio vivirá en sociedad no conforme a las leyes establecidas sino conforme a la de la virtud [...].
Crates de Tebas, continuador del pensamiento cínico, se diferenció notablemente de su maestro Diógenes de Sinope. Caracterizándose por su amabilidad y su acentuada filantropía. Se destaca como alumno de Crates, Zenón de Citio, conocido por la historia del pensamiento filosófico, gracias al haber sido el creador del Estoicismo. Este episodio le ha valido a Crates, por parte de los investigadores del pensamiento cínico y estoicista, el considerársele como el puente entre estas doctrinas de la filosofía Helenística. Con su palabra y su proceder siempre predicó la Autarquía y la sencillez como los medios para alcanzar la verdadera felicidad.
Dediquémonos ahora en este recorrido por los pensadores más significativos del Cinismo, en Diógenes de Sinope, quien ha sido catalogado como el primer cínico en la historia del desarrollo de este pensamiento filosófico. Nacido en el 412 a. de C., y murió en el 323 a. de C., no legó para la posteridad ningún documento escrito, conociéndose de su vida y su pensamiento, gracias al trabajo ya varias veces mencionado de Diógenes de Laercio.
Diógenes sufrió el exilio de su ciudad natal y fue instalado en Atenas en donde conoció a Antístenes. Vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, promulgando y convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Según los biógrafos, su vivienda lo era una tinaja, en lugar de una casa y que de día deambulaba por las calles diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus pertenencias, rimaban con su vivienda: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco, diciéndose que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él.
Formas de comportamiento y de pensamiento adoptadas por Diógenes para protestar contra las costumbres y los convencionalismos de la clase corrupta dirigente de Atenas . También se le considera como el gestor de la primitiva idea de Cosmopolitismo al afirmar que era ciudadano del mundo y no de una sola ciudad.
Ocasionalmente estuvo en Corinto donde dio continuidad la idea cínica de autosuficiencia: representada en una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Para él, la virtud es el soberano bien. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades.
A diferencia de Antístenes, de quien ya se habló en lo que respecta de él sobre la Paideia, Diógenes en su doctrina critica la formación del joven griego en las disciplinas de la gimnasia, la música y la astronomía, entre otras, en aras de lograr la tan ansiada arete; argumentando que si con ese empeño se buscara la virtud, mejor seria para el pueblo y la educación del ateniense.
Pero volvamos de nuevo, sobre el eje central de este trabajo y preguntémonos ¿Cuál fue efectivamente la actitud de la antigua escuela Cínica para con la Paideia griega? La estudiosa del Estoicismo y el cinismo Goulet-Cazè (1986), repensando los trabajos del filósofo estoico del siglo II a. de C. Apodoro de Séleusía, establece un tipo de puente o atajo como periodo de transición entre los estoicos y los cínicos, para llegar los primeros a la virtud y la felicidad: El sabio se hará cínico —dicen (scil. los estoicos)—, lo que es lo mismo que decir que persevere en el cinismo y no que, siendo sabio, se ponga a abrazar el cinismo.
Atajo, que no es más que la síntesis educativa de la escuela cínica. Indudablemente el transfondo de la virtud-felicidad debió de existir en el pensamiento de Antístenes y su hasta hoy discutido alumno Diógenes de Sinope.
Diógenes de Laercio en su obra ya referenciada, nos decía como Antístenes sostenía que “La virtud surge de las obras, y no precisa ni de discursos muy largos ni de estudios científicos”.Evento formativo que se aleja del pensamiento platónico y que reviste una didáctica distinta al enciclopedismo acentuado de la Paideia Platónica. Distinguiéndose un primer tipo deformación larga, la que para los cínicos resultaría en una dudosa educación humana y, la corta sería la magnifica educación divina. En aras de esclarecer esta situación, dejemos que sea en un pasaje de Dion Crisóstomo IV, puesto en palabras de Diogenes de Laercio, quien nos explicite esta cuestión, a través del siguiente discurso del magnánimo Alejandro:
No sabes que hay dos tipos de educación, una divina y otra humana? La divina es magnífica, fuerte y fácil, mientras que la humana es insignificante, frágil, y comporta muchos peligros y no poco engaño. Sin embargo, ésta se añade necesaria a la otra, si es como tiene que ser. A la segunda la llaman el común de los hombres «educación» (paideiva), como si se tratara —pienso— de un juego de niños (paidiav), y consideran que es aquel que conoce más literatura persa, griega, de sirios y fenicios, y en cuyas manos ha caído el mayor número de libros, quien es el más sabio y el más instruido. Ahora bien, cuando entre ellos se tropiezan con malhechores, cobardes y avaros, afirman que el asunto y el hombre en cuestión son dignos de poca consideración.
En cuanto a la otra, unas veces se la llama «educación» y otras «valentía y magnanimidad». Es por ello por lo que llamaban los hombres de antaño «hijos de Zeus» a quienes recibían una buena educación y tenían almas viriles, por haber sido educados como el gran Heracles. Así pues, quien recibe aquella educación, partiendo de un buen natural, fácilmente se hace también partícipe de la otra, con sólo haber escuchado pocas cosas y unas cuantas veces, a saber: las cosas principales y las más importantes. Las imita y las guarda en su alma, y nadie puede privarle de estas cosas: ni el tiempo, ni ningún individuo sofista, ni siquiera si uno quisiera prenderle fuego. Conque, aunque se queme al hombre, como dicen que Heracles se quemó a sí mismo, quedan sus principios en el alma (del mismo modo —imagino— que dicen que cuando los cadáveres son incinerados, quedan todavía los dientes, aunque el resto del cuerpo haya sido devorado por el fuego), pone de manifiesto más bien la diferencia entre los dos caminos de Pródico y los dos de los cínicos tal como se muestran en la carta del Pseudo-Diógenes: «El Heracles de Pródico se halla, en efecto, enfrentado a un camino que es a la vez fácil y corto, el del vicio, y a otro camino difícil y largo, el de la virtud. En la Carta a Hicesio, por el contrario, es el camino corto el que es difícil. » Para las distintas manifestaciones del tema de las dos vías, Clásica: pues no es necesario aprender sino recordar tan sólo. Entonces sabe y reconoce al instante, como si desde el inicio hubiera tenido esos principios en su mente. Además, si tropieza con un individuo que conoce, por decirlo así, el camino, rápidamente aquél se lo enseña, y, una vez lo ha aprendido, avanza recto. Si, en cambio, tropieza con un sofista ignorante y fanfarrón, lo agotará llevándolo en círculos, arrastrándolo unas veces hacia el oeste, otras hacia el este y otras hacia el sur, puesto que ni él mismo lo sabe sino que lo conjetura, al haber sido él mismo también mucho antes extraviado por fanfarrones de su calaña […].
Dejemos la Paideia en los cínicos y pensemos como casi siempre, la historia tradicional nos muestra a Diógenes como el máximo exponente del Cinismo antiguo, en los límites de la locura, de un comportamiento poco social para su tiempo. La historia lectora de los tiempos en contraste con las causas que dinamizan los hechos sociales, va más allá, y nos devela y hace inteligible a la escuela cínica de los tiempos antiguos, como la encarnación de una critica admirable a la estupidez humana: una manera de vivir, pensar y expresarse desde un enfoque contestatario.
Forma de vida y doctrina de pensamiento filosófico, declarada al exilio en la isla del olvido por la época medieval, pero que resurge como el ave fénix de sus cenizas en la modernidad. Cinismo Moderno, movilizado por una disposición a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni acciones, centrada en expresar esta actitud a través de la
burla y el sarcasmo.
Después de casi 2000 años del Cinismo clásico haber sido abrazado por unos cuantos e incomprendidos filósofos griegos, en los siglos XVII y XVIII, escritores como Shakespeare, Swift, Voltaire y, siguiendo las tradiciones de Geoffrey Chaucer y François Rabelais, utilizan la ironía, el sarcasmo y la sátira para ridiculizar la conducta humana y reactivar el cinismo, pensamiento cínico instrumentalizado más que como filosofía, como actitud:
Para poner de manifiesto la diferencia clara entre los cinismos antiguo y moderno, los alemanes, ya desde mediados del siglo XIX, dejaron de lado en su lengua la forma «Cynismus», que hasta entonces, al igual que en las demás lenguas europeas, se había referido tanto al uno como al otro (así, por ejemplo, nuestro «cinismo»), e introdujeron la distinción entre «Zynismus», para el cinismo moderno como actitud, y «Kynismus», para el cinismo antiguo como filosofía.
Sobre el cinismo moderno hay que decir también que la actitud que lo define dista mucho de ser simple, y no se agota sin más en la pura desvergüenza o desentendimiento del cínico vulgar. Muy al contrario, el cinismo moderno hunde sus raíces en la Ilustración del siglo XVIII con figuras tan notables como Rousseau, Voltaire o Diderot y tiene, más adelante, ya en el siglo XIX, a uno de sus mejores representantes en Nietzsche[…] Sloterdijk [Sloterdijk (1989] considera el cinismo moderno anti-irracionalista y desencantado, puramente negativo, como un producto del fracaso práctico de la Ilustración. No en vano, lo define —de modo paradójico— como «falsa conciencia ilustrada» o como «voluntad de saber —entendido como poder— carente de ideales e infeliz».
Pero el cinismo no perece en el siglo XIX. Él sigue rondando en el pensamiento y haciendo presencia en la angustia existencial del hombre. Prueba Fehaciente lo constituye en el pensamiento literario del siglo anterior y el siglo XX. Figuras de la literatura de esta par de centurias como Oscar Wilde, Mark Twain, Dorothy Parker, HL Mencken; los que utilizaron el cinismo como forma de comunicar sus opiniones bajo algunas manifestaciones de la naturaleza humana. En el año 1930, el matemático y filosofo Bertrand Rusell en su ensayo sobre el cinismo juvenil, nos realiza una radiografía desde su óptica, de cómo el cinismo había penetrado en porcentajes cuantitativamente significativos en las masas juveniles de Occidente. Resaltando las áreas de mayor influencia, como por ejemplo, la religión, el patriotismo, el progreso, la belleza, y la verdad.
¿Pero que ha sido del pensamiento cínico en la posmodernidad y de su posible incidencia con la educación? Antes de hilar una argumentación con cierto nivel de aproximación a la respuesta de esta indagación, recordemos, como antes del resurgir el interés por el pensamiento cínico en el siglo XX, el desprecio académico de Hegel para con el pensamiento de la escuela cínica, generó un tipo de síndrome de abstinencia en el estudio de la corriente filosófica iniciada por Antístenes. De esta cuestión nos valemos nuevamente del artículo ya citado de Pedro Pablo Fuentes Gonzáles, en el que nos dice que debido ha:
El desprecio que mostró Hegel por las filosofías que carecían de un corpus convencional de doctrina y que eran conocidas básicamente por noticias de tipo histórico y biográfico hizo que fueran pocos los que en adelante prestaran una atención seria a los cínicos. Por lo general, éstos quedaron relegados a un lugar marginal en los manuales y estudios sobre la historia de la filosofía griega. Afortunadamente, la situación fue cambiando a lo largo de todo el siglo XX y fueron bastantes, sobre todo en el último cuarto de siglo, los estudiosos que intentaron reconstruir una imagen coherente del pensamiento cínico, más allá de lo puramente anecdótico. Gracias a todos estos trabajos, los materiales en cuestión pueden resultarnos hoy más accesibles y elocuentes. Ello no quiere decir, por supuesto, que su interpretación haya tenido como resultado una imagen totalmente acabada y uniforme de los cínicos. Nada más lejos de la realidad, y baste para constatarlo leer la obra colectiva Los cínicos recientemente traducida al español, buena parte de cuyos trabajos remontan a un congreso internacional sobre el cinismo antiguo, el primero consagrado a este movimiento filosófico, organizado desde el CNRS francés por la investigadora Goulet-Cazé y celebrado en París en 1991. El debate de fondo fue y sigue siendo intenso y las posturas a menudo totalmente discrepantes. Lo que está claro, sin embargo, es que el cinismo antiguo representa hoy por hoy un ámbito de estudio totalmente consolidado, con resultados más que satisfactorios, y que nadie puede negarle una dignidad como objeto de estudio entre las corrientes filosóficas antiguas.
Una fase intermedia entre el poco interés Hegeliano por la filosofía y la actitud de la escuela cínica y los desarrollos del siglo XX, la representó Nietzsche , escenificada en su admiración por el pensamiento del cinismo antiguo en el siglo XIX; del que dice en la obra El Eccehomo: “El cinismo es ‘lo más elevado que puede alcanzarse en la tierra; para conquistarlo hacen falta los puños más audaces y los dedos más delicados’”. De Nietzsche es relevante la apreciación dada por Gianni Vattimo en su programa de investigación sobre el pensamiento de Martin Heidegger, y precisamente en uno de sus libros titulado En ser, Historia y Lenguaje en Heidegger (1963; Pág. 15), nos dice que para el filosofo alemán “Nietzsche es el cumplimiento de la historia de la metafísica, y por ello el profeta del mundo contemporáneo”.
Dejemos un momento a Nietzsche, acotando el no ser posible olvidarlo, ya que muchos de los pensadores posmodernos inscritos en un tipo de cinismo remozado y repensado, sistematizaron sus posturas filosóficas actuales orientadas por la luz de ese gran faro perpetuo para la filosofía de la posteridad, siendo ejemplo de ello Foucault y Deleuze; e internémonos en una serie de argumentaciones sobre esta escuela y la educación posmoderna.
Será qué acaso los cínicos tienen algo que decirnos en pleno siglo XXI, en el que los hombres nos jactamos de un gran avance de la ciencia y de un paradigma de Economía global subyugador y excluyente, entre otras tantas cosas más. Permítaseme seguidamente estimados lectores de este escrito, rrecurrir al pensamiento de la investigadora Goulet-Cazé (1996, Pág. 164), plasmado en las conclusiones de uno de sus escritos sobre la tolerancia, para que nos ilustre alrededor de esta cuestión:
¿Acaso todavía hoy tienen los cínicos algo que decirnos? En una sociedad socavada por la exclusión, en la que se codean, como en la Grecia y la Roma antiguas, la miseria más sórdida con el lujo más escandaloso, nos harían falta de nuevo censores cínicos intolerantes, capaces de fustigar la hipocresía social, capaces también de recordarnos que para vivir libres es necesario saber sacudirse el collar de las convenciones y mostrarse insolente ante los conformismos. En cuanto a sus provocaciones en el sentido de un retorno a la naturaleza, nos invitan a reflexionar sobre el carácter relativo de nuestra moral y, por consiguiente, nos incitan a la tolerancia; pero existe otro elemento que debe también darnos poderosamente un toque de atención: los cínicos, viviendo día a día su ascesis física con finalidad moral, nos invitan a una concepción distinta de la filosofía. Con Diógenes, la filosofía deja la escuela y los círculos de iniciados para descender a la calle y ayudar al individuo a vivir y a vivir bien, por tanto a ser feliz. Ahora bien, veinticuatro siglos después de Diógenes, la felicidad sigue siendo aquello que más falta le hace al hombre, sigue siendo aquello que tiene derecho a esperar de la práctica de la filosofía.
Incitación a la filosofía contemporánea a volver sobre el re-pensamiento de la filosofía antigua y en lo que le concierne a la Pedagogía actual, rescatar los objetivos centrales de la Paideia Griega, de tal manera que emerja como el bálsamo sanador sin ser la panacea de tanta injusticia e inequidad social, y ella es la educación.
Situación planteada por Michel Onfray , cuando nos dice, la necesidad de volver a la enseñanza ensimismada en la relación dialógica de la amistad entre el discente y el maestro para estos tiempos de globalización. En síntesis la actividad pedagógica centrada en el lograr los objetivos de la Paideia para nuestros tiempos, requiere de maestros valerosos capaces de romper con los anquilosados paradigmas educativos, y en cierta manera ser unos cínicos irreverentes en el buen sentido de la palabra para contribuir eficiente y efectivamente en la formación de nuestras generaciones de hombres y mujeres en el amor, es decir como dice Maturana lenguajear para el amor en pos de la felicidad para el genero humano.