Alberto Prieto Rodríguez
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Las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2008 han servido para popularizar con carácter general el uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) como instrumentos de comunicación política. La campaña electoral de Barack Obama, tanto en la etapa de las primarias como en la de su candidatura presidencial, evidenció que Internet, la telefonía móvil y todas las herramientas digitales disponibles, habían alcanzado ya su “mayoría de edad política” y podían resultar muy útiles a la hora de ganar unas elecciones democráticas, y que en consecuencia, a partir de ese momento, los escenarios electorales estarían marcados por la presencia de un sinfín de nuevos interfaces electrónicos de comunicación, y que esa presencia podía resultar determinante en los resultados de unos comicios (García – Gosálvez, 2008).
Pocos meses más tarde, en junio de 2009, la Unión Europea celebró sus séptimas elecciones al Parlamento Europeo en una coyuntura marcada por la profunda crisis económica que afectaba ya entonces ,como al resto del planeta, a la Europa del euro; por las dudas surgidas en torno a la viabilidad del proyecto comunitario tras el fracaso de su proceso constituyente; por los crecientes, y en algunos casos alarmantes, índices de abstención en todos los comicios al Parlamento Europeo desde 1979, y por supuesto, por la advertencia tecnológica que había supuesto la celebración de las elecciones norteamericanas.