Ricardo V. Santes-Álvarez
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Se ha hablado en el Capítulo II de las perspectivas evolutivas de intercambio e institucional de la gobernación. Las ideas ahí trazadas dan luz al itinerario de la gobernación ambiental, que se mueve entre fases tradicionales y moderadas, pero aún sin trascender hacia una condición superior; asimismo, brindan la posibilidad de percibir a la gobernación como algo que no es inmutable sino más bien algo que exhibe un espectro de estilos, y que da pauta para reflexionar en la viabilidad de la gobernanza ambiental.
Desde el punto de vista evolutivo la gobernación cambia, para mejorar, a través de su acomodamiento a lo largo de al menos siete ejes:
• Intereses: Cambian, de individuales a colectivos
• Aproximaciones a los problemas: Mutan, de ser por coaliciones a formas institucionales
• Comportamiento social: Deja de ser obligatorio y se torna voluntario
• Regulación: Muta de jerárquica a horizontal
• Diálogo: De cerrado se torna en abierto
• Hechura de políticas: Deja de ser exclusiva y se vuelve inclusiva
• Actores políticos: De no asumir deberes con los asuntos públicos pasan a responsabilizarse de ellos plenamente
Los ejes sirven para reflexionar acerca de una perspectiva diferente, la cual emerge en gran medida de las ideas de intercambio e institucionalidad, las que de ninguna manera son exclusivas entre sí. Con ese basamento, la reforma deriva en una tendencia al logro de un nivel superior, la gobernanza. Una perspectiva así se plantea mediante una visión ecléctica, que busca el equilibrio entre propuestas que privilegian intereses individuales por un lado, y colectivos por otro. Esta tercera visión que se ubica al medio parece ser más aceptable; es la ‘perspectiva de equilibrio’.
Más que algo nuevo, la perspectiva de equilibrio surge de la visión liberal o de intercambio, y de la discusión acerca del carácter socialista de la postura institucional; su principal virtud es que toma lo mejor de ambas propuestas: por una parte, acuerdos voluntarios entre actores políticos individuales quienes confrontan problemas y presentan alternativas de solución basados en sus propios análisis informados y estando de acuerdo en aquellos que prometen mejorías subjetivas y objetivas para ellos mismos y su comunidad. En tanto más actores muestren voluntad para realizar un cambio, más efectiva será la acción colectiva.
Por otra parte, la visión de equilibrio acepta que las instituciones establecidas poseen un papel significativo en definir los términos del intercambio racional que se da entre los actores con respecto a los problemas, y en ver los cálculos y la anticipación de las consecuencias de las decisiones y las acciones que se produzcan. El intercambio ocurre de manera dialéctica entre las instituciones gubernamentales y la sociedad en un marco amplio de reglas acordadas, papeles e identidades; es destacable que, en esta tendencia de aproximación amplia a la política y el gobierno, instancias como ONG o ciudadanos individuales cuentan con una capacidad de influencia importante. La responsabilidad compartida en las decisiones es la clave de esta perspectiva, la cual finalmente conduce a los actores a consolidar sistemas políticos de gobernanza.
La reforma implica un posicionamiento de los actores políticos en el proceso de toma de decisiones alternativo al de acción-sumisión, esto es, en donde un sector, el gobierno, se encarga de planear, decidir y actuar; mientras que otro, el gobernado, se limita a conceder y recibir pasivamente. El posicionamiento alterno deriva en el incremento de la corresponsabilidad frente a los asuntos públicos. La corresponsabilidad, por su parte, es consecuente al contexto y el grado de desarrollo político de una sociedad; con ello, se vislumbra el rumbo del proceso evolutivo de la gobernación ambiental. En tal forma, es factible identificar estados de gobernación entre etapas de corresponsabilidad.
Puede hablarse, por ejemplo, de un estadio donde la autoridad, a la par de mantener un control excesivo de la sociedad, promueve una responsabilidad escasa o nula; puede también hablarse de una situación en donde se observa falta de interés por parte de las autoridades y la sociedad por involucrarse en los asuntos ambientales; o de otra más en donde la sociedad se interesa por dar solución a la problemática ambiental a pesar de la reticencia de la autoridad; inclusive, puede pensarse en un estadio donde la autoridad exhibe una mayor responsabilidad de cara al medio ambiente, y la sociedad una mayor organización y voluntad de incorporarse a la tarea de solucionar los problemas. Se plantea en esa lógica la posibilidad de un proceso de maduración donde la gobernación cambia hacia una etapa superior, la gobernanza ambiental, misma que, se presume, posee atributos coadyuvantes a solucionar los asuntos de manera óptima.
La perspectiva de equilibrio se considera aquí como la más útil para la construcción de gobernanza; esto por supuesto, siempre y cuando se tomen en cuenta ajustes de los procesos políticos según contextos. En efecto, debe resaltarse que el contexto es importante en cualquier pretensión de gobernanza. Así, la gobernanza no es un mapa de ruta sencillo; implica reflexionar sobre el significado de formas superiores en circunstancias particulares. Al parecer, aquellos rumbos por los cuales gobierno y sociedad coinciden y trabajan juntos como iguales de cara a los asuntos públicos son los más recomendables. De ese escenario se desciende a otros más apegados a la realidad, pero aun en éstos puede alcanzarse una condición de gobernación aceptable cuando los actores acuerden sobre los límites de tolerancia al ejercicio del poder. Por consecuencia, la perspectiva de equilibrio es fundamento de la gobernanza y si bien se concede que ésta es más un ideal que una realidad tangible, también se la percibe como un proceso de acercamiento continuo hacia un mejor equilibrio en la relación entre los que gobiernan y quienes son gobernados.