Ricardo V. Santes-Álvarez
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X. CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS
En la arena internacional, los problemas ambientales son fuente de conflicto real y potencial, y ha quedado visto que la franja mexicana-estadounidense no escapa a esta afirmación. Se trata de un área pletórica de problemas, donde las medidas hasta ahora instrumentadas para mejorar sus condiciones ambientales han sido poco exitosas. No es extraño que existan demandas por cambiar el estado de cosas; por que las respuestas técnico-burocráticas se complementen con capacidad política, con acuerdos entre los actores y arreglos organizacionales que traten los asuntos de manera eficiente.
La cuestión ambiental, esa complejidad de temas ambientales con raíz política, económica y social, se suma al rompecabezas de desafíos a la gobernación fronteriza. Es percepción que las instancias ambientales, formales por naturaleza, deben reformarse y hacerse útiles. Por tal razón se planteó estudiar la viabilidad de una gobernación mejorada, o gobernanza, en esa región. El propósito fue hallar rutas alternas, sustentadas en el andamiaje de la corresponsabilidad, para la coexistencia de actores políticos, gobernantes y gobernados, en la gestión de los recursos naturales y sociales; es decir, rutas de diálogo, acuerdo, responsabilidad y visión de futuro para la reversión el deterioro social y ambiental fronterizo y una mejor convivencia. Para el logro de ese interés, se cubrieron tres objetivos específicos; primero, definir un diseño de gobernación que coadyuve a la resolución de problemas de manera eficiente; segundo, reconocer la gobernación ambiental fronteriza; y tercero, determinar la calidad de la gobernación ambiental en la franja con base en la propuesta de gobernanza.
De gobernación a gobernanza
En la Primera Parte de la obra, se tejió un entramado teórico y conceptual que fundamentara y encauzara la investigación. El Capítulo II detalla la existencia de una serie de propuestas y visiones, complementarias o discrepantes, a la vez que francas incertidumbres sobre la gobernación y la gobernanza. Se trata de un escenario en construcción, pero desde ahí debía partirse. El ejercicio fue importante pues, al exponer y confrontar posiciones y argumentaciones, se contribuyó a enriquecer y consolidar un corpus de conocimiento útil para el análisis, explicación y propuesta de solución de los asuntos ambientales.
La gobernación surge como una idea de joven entrada al debate académico. En su acepción más simple, el ejercicio del poder político, la gobernación es una de tipo tradicional, donde únicamente el gobierno formal (políticos y burócratas) es actor principal en las decisiones: el gobernado es objeto del actuar gubernamental. Juzgada como algo más que el poder político, la gobernación implica el ejercicio de la autoridad económica y administrativa para manejar los asuntos de un país; y si bien en este esquema la autoridad política aislada ya no es factible, no se percibe aún una práctica que fortalezca políticamente a los gobernados, pues los grandes intereses mantienen el control. Vista como algo “totalmente nuevo” la goberación se ubica en terrenos gerenciales, pues aun cuando las ideas de participación y deliberación sean traídas a la mesa, únicamente se da importancia al actuar gubernamental para ofrecer servicios mejorados a la gente, con lo que los ciudadanos son todavía receptores de las decisiones del gobierno.
La gobernación entendida como condición de inclusión plural en los asuntos públicos es una idea que cada vez mueve más conciencias e invita a reflexionar sobre el papel de los actores no gubernamentales. Es un estilo que conlleva mecanismos, procesos e instituciones a través de los cuales ciudadanos y grupos articulan sus intereses, ejercitan sus derechos, conocen sus obligaciones y median sus diferencias. Es una praxis que comprende al Estado pero lo trasciende al incluir al sector privado y social. Es algo más que el trabajo político convencional, pues añade argumentos económicos, administrativos y sociales, y toma en cuenta las preocupaciones internacionales. Esta visión se ubica en el camino hacia la gobernanza, aunque la forma en que los países reaccionan a ella es inherente a su historia y cultura, ergo, el contexto condiciona la gobernanza.
Se concluye que la gobernación no es algo “nuevo”; al contrario, siempre ha estado presente; es persistente a la vez que dinámica. Lo primero porque cualquier sistema político requiere de un orden y un liderazgo que tengan permanencia en el tiempo, y lo segundo porque el ejercicio del poder se modifica con el paso del tiempo. El cambio en la gobernación conlleva un proceso de reflexión intelectual que ha permitido ponerle en la ruta de su consolidación como recurso analítico-explicativo; asimismo, en términos operativos como marco normativo-programático. La discusión dista de estar concluida, pues el ejercicio del poder y la manera en que opera presentan matices en un espectro que va de tradicional a innovador e inclusivo, es decir, en el tránsito de gobernación tradicional a gobernanza. Sirve enfatizar que, cuando ese tránsito conlleva un factor de equilibrio en la influencia de los actores para la toma de decisiones la posibilidad de la gobernanza es mayor.
La gobernación superior, o gobernanza, se concibió aquí como el acto de ejercer autoridad bajo circunstancias de corresponsabilidad, en una atmósfera de apertura política y equilibrio en la relación gobierno-sociedad, con una tendencia a la horizontalidad en la toma de decisiones. La característica inherente de corresponsabilidad se define como el reconocimiento y aceptación de las partes, de las consecuencias formales o informales de sus acciones u omisiones, y de su eventual diferencial de peso específico, respecto a objetivos declaradamente compartidos. La corresponsabilidad señala el rumbo y la calidad de la gobernación; en su racionalidad, el equilibrio entre los actores políticos apunta a la gobernanza, y cualquier desviación implica un alejamiento de ese objetivo. Se configura como principio indeclinable de los sistemas democráticos: es la cuota que deben cubrir quienes tienen voz, voto, y ven cristalizados, modificados o impedidos sus intereses, en acciones de política.
El equilibrio en la gobernanza no significa forzosa relación horizontal. También implica relaciones de jerarquía y los actores asumen los diferenciales de su respectiva influencia. Gobernanza es, por tanto, un enfoque complejo de la gestión de redes, donde hay estructuras que se superponen: En las redes de gobernanza existe una dimensión vertical, que coordina, complementa y regula las relaciones entre los actores. El Estado es quien normalmente posee un estatus superior en esa jerarquía y asume la coordinación. Al respecto, la crítica hacia las redes, como útiles para los propósitos de unos cuantos solamente, no parece ser un problema de estructura sino de factores como: 1) El elemento multi-actor (la pluralidad de actores depende de los objetivos de la política); 2) El sistema social (que promueve o inhibe la construcción de organizaciones de intereses), y 3) El sistema político (que permite o limita la actuación de organizaciones “fuera” del gobierno). Adicionalmente, la crítica a la política de redes es errónea si se guía por los “quiénes” y “cómos” de la generación y operación de la red: sería más enriquecedora si clarificase cómo se determinan los objetivos de la red, si éstos priorizan la política de beneficio colectivo y de qué manera se propone su consecución; cómo se da seguimiento a las decisiones tomadas, quién se responsabiliza por qué acciones y qué mecanismos se plantean para la rendición de cuentas por los resultados obtenidos.