Ricardo V. Santes-Álvarez
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El equilibrio al interior de cada uno de los pares enunciados (para propósitos analíticos, cada característica o “variable” es “imagen en el espejo” de su par), lo mismo que entre el conjunto de pares, apunta a la corresponsabilidad de los actores políticos en la gobernanza ambiental. Es el significado de la responsabilidad compartida entre gobernantes y gobernados. En el esquema de gobernanza ambiental, los dos grandes sectores de influencia tienen prominencia similar (o discrepante pero siempre del límite tolerado por los actores) en el ejercicio del poder. El conjunto de tres pares se defiende en este trabajo sin menoscabo de que se reconozcan otras condiciones que coadyuven a explicar la gobernación de manera más satisfactoria.
Los seis requerimientos aquí ponderados sirven para calibrar la gobernación ambiental, ello sin obviar que su total entendimiento sucede al considerar las circunstancias culturales y políticas específicas donde ésta se practica. En efecto, los sistemas de gobernación se fortalecen cuando el contexto donde los problemas aparecen se incorpora a la toma de decisiones. Como se verá en algunos ejemplos presentados en capítulos posteriores, está documentado que el desarrollo de proyectos, e incluso su simple propuesta, se perciben como causas potenciales de algún impacto negativo, tanto al medio ambiente como a la gobernabilidad, porque los hacedores de políticas no toman las medidas necesarias para evitarlos o, al menos, para disminuir sus efectos; pero sobre todo, porque se despreocupan por establecer los lazos de comunicación necesarios con todos los actores interesados. Es innegable que el deber gubernamental y social para con la gobernación se convierte en su obstáculo principal, puesto que si los actores ponen su responsabilidad de lado, la gobernación ambiental está condenada a fallar también.
En la ocurrencia de una corresponsabilidad satisfactoria, por lo tanto, se asume la existencia de las seis características anotadas arriba: acceso a la información para todos los actores interesados; análisis reflexivo y profesional de la información por parte de los interesados; voluntad del gobierno para incluir a la gente durante todo el proceso; participación voluntaria de ciudadanos ordinarios en el proceso; mecanismos de rendición de cuentas, que son normales y ordinarios; y percepción de la ciudadanía de que el requerimiento es práctica inherente a su responsabilidad. Pero en cualquier caso es importante anotar una condición subyacente, sin la cual no podría identificarse interés alguno por la gobernanza ambiental; se trata de la existencia de una proclividad hacia la protección y conservación ambiental por parte de los actores involucrados en los procesos.
La gobernanza ambiental es una meta a la cual no muchas sociedades se aproximan de manera efectiva, inclusive en el mundo desarrollado. Los sistemas de gobernación tradicional, que se apegan a las condiciones de transición ya descritas, pueden hacer su camino hacia sistemas mejorados; si esto pasa, más temprano que tarde aparece en ellos la necesidad de imponerse reformas institucionales, que resultan en el mejoramiento de los artefactos del gobierno. Por lo anterior se pretende significar la emergencia de fases de gobernación transitorias, en un gradiente que corre de un diseño “arriba-abajo” a un diseño “abajo-arriba”, en donde la sociedad se torna más fortalecida en términos políticos y jurídicos como para hacer que el gobierno cambie su actitud.
De manera optimista, la gobernanza ambiental implica la ubicación del gobierno y la sociedad en el mismo nivel de toma de decisiones frente a un asunto público, tal como se muestra en la gráfica de la figura 7. Se concluye este capítulo presentando una elaboración adicional de las propuestas de gobernación.
En la figura 8 se presentan en cuadrantes los estadios individuales ya descritos. La parte inferior (condiciones A y B), corresponde a un estilo de gobernación tradicional o convencional; la parte superior (estados C y D), representa la gobernación en etapa de reforma. Los estados A-C responden a situaciones reales.
Podría plantearse la hipótesis de que, en el nivel global, los países en desarrollo se ven reflejados en mayor medida en los cuadrantes convencionales, mientras que la mayoría de los países desarrollados corresponden a la condición C. Se insiste en lo importante que es asumir una actitud optimista en la aproximación a la gobernanza; pues al final lo que se busca es acercamiento al estilo ideal de un sistema democrático: la gobernanza ambiental. El camino parece ser el mejoramiento continuo de la relación entre gobierno y ciudadanos. En pocas palabras, la gobernanza ambiental debe entenderse como el ejercicio de la responsabilidad hacia el interés público; y el ejercicio es exitoso en tanto exista empeño por equilibrar la relación entre todos los actores.