Maximiliano Emanuel Korstanje
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Roma ha atraído a muchos sectores del mundo occidental moderno y lo seguirá haciendo pero la mayoría de las civilizaciones que mira la cultura romana la transforma mito-poéticamente a las propias necesidades y frustraciones. En este sentido, los imperios han sido históricamente construcciones culturales y políticas arbitrarias en donde (en apariencia) confluyen diversas identidades particulares como cuerpos orgánicos. Esta clase de matriz identitaria (mismidad), la cual sólo es la percepción que los diferentes grupos tienen de sus similitudes, se contrapone con respecto a una matriz de alteridad, la cual también se constituye por medio de un grupo exógeno (Polakovic, 1978). Estas abstracciones, sin embargo, son articuladas por medio de arquetipos míticos arcaicos cuya denominación llamaremos “matrices de origen”. Estas no sólo evocan a un pasado “siempre” mejor, sino condicionan las prácticas sociales en el presente (Eliade, 1968) (Sahlins, 1988).
Los grupos humanos fijan sus solidaridades, por medio de eventos míticos los cuales adquieren una carga emotiva muy alta. En los procesos de etnogenesis diversos grupos humanos se funden (arbitrariamente) para dar nacimiento a una forma más compleja de valoración e imagen: la identidad (Bartolomé, 1997). Este proceso (a la vez) dialoga con su homólogo, la alteridad. Ambos mecanismos son reduccionistas desde el momento en que “invisibilizan” o “excluyen” de su construcción “ideal” ciertos elementos culturales de otros pueblos. Existen estudios políticos comparativos de sumo interés como el conducido por la profesora García Quevedo de Rama sobre las influencias de la Roma Republicana en los “padres fundadores” de los Estados Unidos como Jefferson o Washington, sobre todo con respecto a la tensión entre dictadura y poder republicano (García de Quevedo Rama, 2005).
Por algún motivo, existe una fuerte atracción por parte de algunos investigadores en turismo de recurrir constantemente a la historia del ocio y del tiempo libre en la antigua Roma, como elemento comparativo a la época actual. En ocasiones, tales comparaciones se han realizado sin distinción alguna del tema, varias obras comienzan haciendo una breve introducción histórica sobre la forma en que los antiguos romanos o griegos concebían al ocio. Si bien, este tipo de introducciones pueden ser (en parte) ilustrativas; por lo general carecen de profundidad, claridad o relación con en el tema que se estudia.