Rocío de Talavera Gómez
J. Felipe Foj Candel
Coordinadores
felipefc@telefonica.net
La construcción del funcionamiento económico de la sociedad, junto con la del orden político, constituye la columna vertebral en torno a la cual se organiza la representación del mundo social, de ahí la eficacia que poseen los contenidos económicos en la formación de los individuos.
Es indudable que todo diseño curricular es un mecanismo concebido con propósitos sociales deliberados, como muestra la poca atención que en tiempos pasados se prestaba a la instrucción económica de base en las escuelas e institutos. No nos referimos a una formación teórica, enciclopédica y ajena a los intereses de los alumnos, sino a la de carácter concreto, reflexivo y crítico que ayude a los jóvenes a crear estrategias propias para combatir las agresiones del consumismo o el desempleo y la conformidad con un crecimiento económico no sostenible.
Es desde esta perspectiva crítica que entiende la educación como un proceso de emancipación de los individuos y que considera al profesor como intelectual comprometido e investigador que con una indagación deliberada genera conocimientos relevantes, donde se ha contemplar la formación socioeconómica que pretendemos.
Con las modificaciones de planes y programas surgidos con la restauración democrática se prestó atención –si bien insuficiente– a la formación económica en las enseñanzas no universitarias. Con considerable retraso respecto a nuestro entorno cultural, la inclusión de materias de carácter económico en el Bachillerato tuvo que esperar a la implantación de la LOGSE en 1990.