Marco E. Salusso
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Las estadísticas indican que Argentina en 1914 contaba con más de 100 millones de hectáreas de bosques. En menos de un siglo, perdió dos tercios de su patrimonio forestal, a razón de un millón de ha/año hasta 1956 y de unas 500.000 ha/año posteriormente.
Los bosques cumplen múltiples funciones que generan beneficios, algunos directamente reconocidos por los actores del sistema productivo y otros, tanto o más importantes, que interesan también a toda la sociedad en su conjunto.
Los bosques contribuyen al mantenimiento de las condiciones de vida en el planeta, con su importancia en temas como el efecto invernadero y el cambio climático, el mantenimiento de la capa de ozono, el ciclo hidrológico y la pureza del agua, como así también en la fertilidad de los suelos y la conservación de la biodiversidad.
La deforestación, la transformación de los ambientes forestales en agrícolas-ganaderos, los incendios forestales, derivan en la destrucción de los ecosistemas y en la degradación de los servicios que prestan, necesarios para el mantenimiento de las condiciones de vida para el ser humano. Muchas de las razones por las cuales los bosques están siendo degradados o eliminados tienen que ver con condiciones y causas económicas, a través de distorsiones de mercado, precios y políticas, que generan externalidades, que favorecen un manejo forestal no sostenible.
Por lo tanto se plantea el interrogante, de como lograr un uso sostenible de los recursos forestales, basado en el principio de “Justicia Intergeneracional”, de modo de permitir satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, logrando el crecimiento económico, la equidad social y el equilibrio ecológico.
El Estado puede llegar a jugar un rol importante en el cumplimiento de este objetivo, en su papel de ente Regulador de los Bienes y Servicios Públicos, lo cual no significa que su intervención sea o no eficiente en términos económicos.