Jos� L�pez
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Si asumimos que la democracia es fundamental para la resoluci�n de los problemas de la sociedad y que cuanto m�s desarrollada est� mayor probabilidad de mejorar las condiciones de vida de la mayor parte de la poblaci�n, lo siguiente que se nos plantea es c�mo puede mejorarse. El desarrollo de la democracia es actualmente uno de los grandes retos de la humanidad para su propia subsistencia.
Si admitimos que la democracia es en definitiva una forma de convivencia para resolver nuestros conflictos de manera pac�fica, justa y eficaz, cada vez resulta m�s evidente que las �democracias� actuales tienen mucho que mejorar para conseguirlo. La democracia se basa fundamentalmente en el di�logo, en el respeto, en la participaci�n del conjunto de la poblaci�n en la toma de decisiones (el poder del pueblo) con el objetivo fundamental de la convivencia pac�fica y justa. La democracia proporciona una METODOLOG�A para encontrar soluciones a los problemas de una sociedad, independientemente de cu�les sean dichas soluciones. Dicha metodolog�a se basa principalmente en el libre debate y en la posterior aprobaci�n mayoritaria (del pueblo o de sus representantes) de las soluciones a implementar. En este sentido la democracia es la verdadera herramienta de transformaci�n social. El fin �ltimo de la democracia es la garant�a de los derechos humanos (cuya referencia legislativa es sin duda la Declaraci�n Universal de los Derechos Humanos de la ONU).
La idea que subyace en el fondo tras el concepto de democracia es la �distribuci�n igualitaria� del poder entre todos los ciudadanos, la idea de que el poder emana del pueblo porque cada uno de sus individuos tiene el mismo �peso� en las decisiones a tomar por el conjunto, todos los ciudadanos tienen �igualdad� de voto, aun siendo distintos. La igualdad es una de las bases fundamentales de la democracia y debe estar presente en todos sus aspectos. Uno de los grandes problemas de fondo de las democracias actuales es que esa igualdad existente a la hora de emitir el voto (a la hora de ejercer el poder, a la hora de decidir) no existe a la hora de su �preparaci�n� (a la hora de crear las condiciones necesarias previas para que el ejercicio del poder se haga de acuerdo con unos requisitos adecuados m�nimos para todos los ciudadanos, para que el ejercicio del poder se ejerza de forma correcta y responsable por todos).
Aunque todos los ciudadanos tengan igual �peso� para decidir, no tienen todos los mismos conocimientos ni aptitudes para hacerlo correctamente. No es lo mismo un voto inconsciente que uno consciente (aunque el resultado �pol�tico� sea el mismo). No tiene la misma capacidad de decisi�n una persona bien formada o bien informada (con una buena capacidad para elegir entre las opciones posibles), que una persona que apenas sabe leer o escribir (y por tanto m�s f�cilmente manipulable). Es necesario extender la democracia a todas las facetas de la vida social, es necesario extender la igualdad para que la democracia cobre verdadero sentido, sin tampoco pretender una igualdad absoluta, por otro lado imposible y antinatural. La cultura y la educaci�n juegan aqu� un papel fundamental (a medio y largo plazo). Por consiguiente, la democracia tiene MUCHO �camino� por delante que recorrer.
Otra idea que subyace tras el concepto de democracia es por supuesto la libertad. La democracia aspira a fijar un marco de convivencia basado en las libertades.
Obviamente, la libertad nunca es absoluta (en ning�n caso, siempre estamos condicionados por factores externos o internos a nosotros que nos condicionan, nunca podemos hacer lo que queramos al cien por cien), pero adem�s, la convivencia impone l�mites imprescindibles. La libertad de uno acaba donde empieza la de otro.
Por otro lado, los distintos tipos de libertades interrelacionan unos con otros. Si falla un tipo de libertad, entonces fallan otras libertades. Por ejemplo, la falta de libertad de expresi�n de unos (de �emitir� ideas) afecta a la libertad de pensamiento de otros (de �recibir� ideas, lo que pensamos viene determinado, entre otras cosas, por las ideas que podemos llegar a conocer, nunca el pensamiento �parte de cero�). No puedo pensar libremente (o me costar� mucho m�s) si no puedo acceder libremente a todo tipo de ideas (si �stas no �circulan� por la sociedad, si no existe libertad de expresi�n) para formar mi pensamiento. Y no sirve de nada tener libertad de pensamiento si luego no tengo libertad de expresi�n, si luego no puedo plantear mis ideas p�blicamente para que sean conocidas y por tanto haya alguna posibilidad de que se lleven a la pr�ctica. La libertad de pensamiento y la libertad de expresi�n est�n indisolublemente unidas, son como la "gallina y el huevo" (�Cu�l es la gallina y cu�l el huevo?). Teniendo en cuenta estas limitaciones, una sociedad democr�tica aspira a maximizar TODAS las libertades, especialmente la libertad de expresi�n y la libertad de pensamiento, �stas �ltimas son dos libertades �fundamentales� a las que debe poder acceder (en igualdad de condiciones) el conjunto de la sociedad. Desde este punto de vista, la democracia tambi�n tiene MUCHO �camino� por delante que recorrer.
Finalmente, tras el concepto de democracia tambi�n subyace la idea de la preponderancia de la mayor�a sobre las minor�as (pero a la vez el respeto de �stas).
Como dec�a Spock en una de las pel�culas de la m�tica serie de ciencia ficci�n Star Trek �El bienestar de la mayor�a supera al bienestar de la minor�a o de uno solo�.
Esta frase podr�a considerarse como la ley b�sica de supervivencia de cualquier sociedad. La democracia debe buscar el bienestar de la mayor�a (por lo menos) de la sociedad, como garant�a de supervivencia a largo plazo de �sta. El �s�lvese quien pueda� es propio de la ley de la jungla, es la garant�a de extinci�n, tarde o pronto, de una sociedad. Como dijo Arist�teles, la verdadera diferencia entre democracia y oligarqu�a es la pobreza y el bienestar. Los ricos son pocos y los pobres son muchos...cuando son los pobres los que gobiernan, eso es democracia. En este sentido la democracia tambi�n tiene MUCHO �camino� por delante que recorrer.
La democracia no s�lo se tiene o no se tiene, se tiene en mayor o menor grado. Desarrollo democr�tico significa que la democracia no debe ser algo est�tico e inamovible, sino que por el contrario debe ser algo din�mico y en continuo proceso de evoluci�n en el tiempo, mediante una sucesi�n de reformas pr�cticas, mediante una evoluci�n de su modelo te�rico (de c�mo llevarla a la pr�ctica con mayor eficacia e intensidad), con el fin de corregir sus defectos, con el fin de adaptarse a los tiempos, con el fin de avanzar. As� como la sociedad cambia, tambi�n debe hacerlo la democracia (no tanto sus principios b�sicos, no tanto su filosof�a fundamental, pero s� sobre todo su puesta en pr�ctica). Salvo honrosas excepciones, en la mayor parte de los pa�ses que se declaran �democr�ticos�, el desarrollo democr�tico est� completamente estancado, cuando no en claro retroceso. El desarrollo de la democracia es PRIMORDIAL para la humanidad. Estamos en un momento cr�tico de nuestra historia en el que se hace urgente el desarrollar m�todos eficaces y justos que permitan por un lado resolver los conflictos existentes y por otro un desarrollo equilibrado de todos los seres que habitamos el planeta Tierra (un desarrollo con tantos desequilibrios como el actual es intr�nsecamente inestable y por tanto peligroso para nuestra propia subsistencia como especie).
El desarrollo de la democracia debe tener lugar, por un lado en cuanto a la �t�cnica� aplicada para la toma de decisiones en cualquier grupo humano y por otro lado en el �mbito de aplicaci�n de la misma (en qu� tipos de grupos humanos aplicarla). Dependiendo del tipo y sobre todo del tama�o del grupo humano, tendr� m�s sentido aplicar una t�cnica u otra. A su vez, el desarrollo tiene una componente te�rica (es necesario desarrollar los modelos te�ricos de democracia) y una componente pr�ctica (es necesario llevar a la pr�ctica dichos modelos de forma eficaz). Ambas componentes (te�rica y pr�ctica) est�n obviamente relacionadas y necesitan �realimentarse� mutuamente mediante la pr�ctica del �m�todo cient�fico�. Por otro lado, el esp�ritu democr�tico del pueblo debe fomentarse no s�lo aplicando las reglas �t�cnicas� de la metodolog�a democr�tica, sino que sobre todo mediante una educaci�n basada en el respeto, el debate, el an�lisis, el esp�ritu cr�tico y libre, la libertad de pensamiento, la libertad de expresi�n. La educaci�n es el elemento clave para que la democracia se vaya implantando en la sociedad y tenga un futuro asegurado, permitiendo no s�lo adquirir los conocimientos b�sicos necesarios (capacidad de elecci�n entre distintas opciones con pleno conocimiento, pensamiento pluralista, capacidad de entender las ideas y de expresarlas correctamente, etc.) para desenvolverse en una sociedad donde la participaci�n debe ser la norma, sino que tambi�n para adquirir los principios b�sicos filos�ficos sobre los que se asienta la democracia (tolerancia y respeto a los derechos humanos fundamentalmente).
Evidentemente las ideas que se resumen en este art�culo son m�s o menos ut�picas (m�s o menos viables en las condiciones actuales), son discutibles (algunas m�s que otras) y en muchos casos son desarrolladas con mayor profundidad en diversos trabajos de otros autores como Francisco Badar�n en su libro La Democracia en Espa�a: Enga�o y Utop�a que se centra en el desarrollo de la democracia representativa (particularmente en Espa�a), como Marno Ridao en su ensayo La Democracia Digital que plantea un modelo de democracia directa electr�nica basada en Internet, como David Schweickart en su ensayo Democracia Econ�mica que plantea un modelo de democracia en la empresa, es decir en el �mbito de la econom�a, como Armando Fern�ndez Steinko en su ensayo Herramientas para un chequeo de la din�mica democr�tica donde se ampl�a el concepto de democracia a todos los �mbitos de la vida en sociedad y donde se habla de un proceso de democratizaci�n equivalente a lo que se plantea aqu� como desarrollo democr�tico.
Todos estos trabajos son de lectura muy recomendable para quienes quieran profundizar en dicho proceso de desarrollo. En este art�culo se pretende dar una visi�n global y resumida de lo que puede ser el desarrollo de la democracia y se aportan tambi�n ciertas ideas y opiniones propias como contribuci�n al imprescindible debate para, entre todos, conseguir avanzar en democracia.
1) Desarrollo de la �t�cnica� democr�tica
El desarrollo de la �t�cnica� democr�tica tiene como objetivo b�sico aumentar y mejorar la participaci�n del conjunto de personas que forman el grupo humano y hacer que dicha participaci�n sea m�s eficaz aumentando y mejorando el control de los asuntos p�blicos del grupo.
a) Democracia representativa
En este tipo de democracia las personas que conforman el grupo eligen cada cierto tiempo a sus representantes y �stos son los encargados de ejecutar cierta pol�tica (de llevar a la pr�ctica ciertas decisiones en nombre del grupo). La pol�tica a ejecutar es la que previamente han explicado a sus electores y por la que se han comprometido en caso de ser elegidos. Este modelo es aplicado en grandes grupos de personas, es decir en el �mbito de la pol�tica de un pa�s, una regi�n o una ciudad. A d�a de hoy para grupos humanos de cierta envergadura es el �nico modelo que se ha podido llevar a la pr�ctica. Tiene la ventaja de facilitar la gobernabilidad pero el grave inconveniente de reducir a la m�nima expresi�n la participaci�n del conjunto de la poblaci�n del grupo. Adem�s los pilares te�ricos sobre los que se sustenta este modelo no se cumplen o se cumplen insuficientemente en muchos casos, convirtiendo de hecho a estas �democracias� en puramente simb�licas y vac�as de contenido. Es por tanto necesario desarrollar esta t�cnica democr�tica por doble motivo: porque es el modelo usado en la actualidad y por ahora el �nico posible en grandes grupos humanos y porque la mayor parte de sus defectos viene del hecho de la no aplicaci�n de sus principios te�ricos (mayoritariamente perfectamente desarrollados y conocidos). En este caso se trata sobre todo de un desarrollo pr�ctico m�s que te�rico, por lo que su viabilidad es, en principio (y al margen de voluntades pol�ticas), m�s a corto plazo.
Los pilares te�ricos de la democracia representativa son la elecci�n mediante sufragio universal de todos los cargos p�blicos, la separaci�n e independencia de todos los poderes y el control p�blico de todos ellos.
El desarrollo de la democracia representativa en el �mbito de un pa�s (democracia pol�tica) debe incluir, entre otros, los siguientes aspectos:
1.
La forma de Estado m�s democr�tica debe ser indudablemente una rep�blica donde TODOS los ciudadanos sean iguales ante la ley. Es preferible una rep�blica semipresidencialista para evitar concentrar demasiado poder en una sola persona, en la que el jefe de Estado tiene algunos poderes ejecutivos (pol�tica exterior) y nombra (y cesa) al primer ministro o jefe de gobierno. �ste est� sometido al control parlamentario y puede ser cesado mediante moci�n de censura (sin necesidad de presentar un nuevo candidato a primer ministro). As� se evita que el poder ejecutivo domine al legislativo. El presidente de la rep�blica podr� disolver las c�maras parlamentarias previa consulta con el primer ministro y con los presidentes de dichas c�maras (siempre que la moci�n de censura haya prosperado).
2.
Una Constituci�n que garantice los pilares de la democracia (separaci�n de poderes, elecci�n de los cargos p�blicos, etc.) y sobre todo que garantice los derechos humanos, estableciendo l�mites a los mismos para poder compatibilizarlos, haciendo especial hincapi� en dar prioridad a los derechos m�s b�sicos. Si es evidente que hay necesidades humanas m�s b�sicas que otras y es evidente que los derechos humanos tratan de garantizar la satisfacci�n de dichas necesidades, entonces es evidente que hay derechos m�s b�sicos (m�s importantes) que otros. Muchas democracias actuales dan una preponderancia exagerada a ciertos derechos (a los que normalmente s�lo puede acceder una minor�a privilegiada) en detrimento de otros derechos m�s b�sicos de la mayor�a de la poblaci�n. Debe llegarse a un �equilibrio� para garantizar un m�nimo cumplimiento de todos los derechos pero a su vez para dar prioridad a ciertos derechos fundamentales sobre otros m�s �secundarios�. Los derechos b�sicos relacionados con la subsistencia o las libertades fundamentales deber�an estar siempre garantizados (derecho a la alimentaci�n, a la vestimenta, a la vivienda, al trabajo, a la educaci�n, a la sanidad, a la justicia, a la seguridad, a la libertad de expresi�n, a la libertad de pensamiento, a la libertad de reuni�n, a la informaci�n, etc.) y tener la m�xima prioridad. Por ejemplo, el derecho a la propiedad privada (aun siendo reconocido) no debe eliminar o limitar excesivamente otros derechos m�s fundamentales, el Estado debe establecer una �jerarqu�a� de derechos para garantizar sobre todo (aunque no s�lo) los m�s importantes. Un derecho es m�s importante cuando tiene que ver con la satisfacci�n de las necesidades (f�sicas o psicol�gicas) m�s b�sicas y cuando afecta a muchas personas. No es posible que los derechos �secundarios� de unos pocos se impongan sobre los derechos b�sicos de la mayor�a. No es justo ni l�gico. Contradice uno de los principios b�sicos de la democracia como es la preponderancia (no confundir con la falta de respeto) de la mayor�a sobre las minor�as. Por ejemplo, la libertad empresarial de unos pocos no debe contradecir los derechos laborales de la mayor�a. Como dijo Benjam�n Constant, El objetivo es la seguridad en el goce privado, la libertad es la garant�a dada por las instituciones para ese goce.
La libertad de uno acaba donde empieza la de otro. Este principio s�lo puede llevarse a la pr�ctica mediante la igualdad de oportunidades. Si no PUEDO elegir, si no tengo OPCI�N, entonces realmente no ELIJO (aunque quiera) y por tanto no soy libre (o soy mucho menos libre que otro que s� tiene m�s opciones, su libertad no acaba donde empieza la m�a porque la m�a simplemente no empieza, su libertad traspasa el l�mite de la m�a). Igualdad y libertad son dos caras indisociables de los derechos del hombre. La libertad debe estar �equitativamente distribuida� entre los individuos de una sociedad. Como dijo Noam Chomsky, Una libertad sin opciones es un regalo del diablo.
Por tanto, adem�s de compatibilizar unos derechos humanos con otros, hay que �democratizarlos� para que TODOS los ciudadanos tengan las mismas oportunidades reales de tener acceso a ellos (los derechos humanos son universales y se reconocen por igual para todos). Se trata de cumplir en la pr�ctica los principios de la declaraci�n de los derechos del hombre. Se trata por tanto de dar la importancia adecuada a cada derecho humano (respecto del resto de derechos) y de garantizar las mismas oportunidades de acceso a cada derecho. Este doble desaf�o es ahora mismo totalmente ut�pico, pero la utop�a es necesaria. No debemos consentir que se nos venda la idea de que libertad implica inevitablemente desigualdad porque es justo lo contrario. No puede existir libertad (en la vida en sociedad) sin igualdad de oportunidades. Las grandes desigualdades sociales son realmente consecuencia del libertinaje (de la desigualdad de oportunidades, de la preponderancia de unas libertades �secundarias� de una minor�a sobre las libertades �b�sicas� de la mayor�a, del �acaparamiento desigual� de las libertades). Admitiendo que la igualdad absoluta es imposible (y tambi�n injusta), es antinatural, la desigualdad excesiva tampoco es l�gica ni justa ni natural. No todos tenemos las mismas capacidades, no todos debemos ganar igual, pero nadie puede trabajar cientos (ni siquiera decenas) de veces lo que otros y por tanto tampoco deber�a ganar cientos (ni decenas) de veces lo que otros (no digamos ya el caso de unos pocos que se enriquecen con el trabajo ajeno). Es l�gico que haya ciertas desigualdades (debido a nuestra desigualdad �natural�) pero no es l�gico que sean excesivas (debido a las desigualdades �antinaturales�). Los seres humanos somos distintos pero tampoco demasiado distintos. Es necesario que la sociedad vuelva a ser �natural�. Si no, la sociedad est� condenada, tarde o pronto, a su extinci�n, no se puede ir contra-natura.
Una Constituci�n no debe imponer soluciones concretas (y susceptibles de discrepancia) a los problemas de una sociedad. Por ejemplo, no debe imponer la unidad nacional de un pa�s (en democracia la soberan�a popular supera la soberan�a nacional, el concepto de pueblo est� por encima del concepto de naci�n, la naci�n debe someterse al pueblo y no al rev�s, la Constituci�n puede establecer una estructura territorial determinada, pero �sta siempre debe estar abierta y susceptible de ser cambiada democr�ticamente), no debe imponer un modelo econ�mico concreto (la econom�a de libre mercado o la econom�a estatalizada), etc. De lo que se trata es de articular la democracia, de establecer el marco pol�tico adecuado para poder resolver los problemas de forma democr�tica (independientemente de la soluci�n final adoptada para los mismos por el conjunto de la sociedad). La democracia fija la METODOLOG�A para convivir y resolver los problemas, para decidir las soluciones a los problemas, no debe fijar nunca las propias soluciones, no debe fijar nunca los fines (los �nicos fines fijados deben ser los derechos humanos).
Por otro lado, para evitar el estancamiento y posibilitar el avance (necesario siempre en toda sociedad) es imprescindible relajar las condiciones para permitir reformas de la Carta Magna, por ejemplo deber�a ser suficiente con ser aprobada la reforma por la mayor�a absoluta de los parlamentos y siempre que dicha propuesta de reforma haya sido presentada por 3 grupos parlamentarios como m�nimo (sin olvidar la aprobaci�n definitiva por parte del pueblo mediante refer�ndum).
En suma, el Estado debe velar por el cumplimiento de los derechos humanos para TODOS los ciudadanos, debe llevarlos a la pr�ctica (en este sentido se ha propuesto la creaci�n de una renta b�sica universal como forma de garantizar la libertad individual, idea aparentemente ut�pica pero que cada vez gana m�s adeptos y no dista mucho de ciertas ayudas existentes en el Estado de Bienestar, pero dicha renta b�sica universal no debe ser impuesta constitucionalmente porque es una soluci�n concreta, como hemos dicho, la Constituci�n debe garantizar la satisfacci�n de los derechos humanos pero no debe imponer la forma de hacerlo), el Estado debe ser el �regulador� de la sociedad. El �desmantelamiento sesgado� del Estado (en realidad su �secuestro� por parte de la minor�a dominante) s�lo puede producir la �degeneraci�n� de la sociedad, s�lo puede conducir al desastre, al caos, a la �ley de la jungla�. Otra cosa muy distinta ser�a tender progresivamente a una sociedad sin Estado (si es que eso es posible) si la mayor�a de la sociedad lo decidiera libremente as�, como resultado de una evoluci�n natural de la sociedad, como resultado de una emancipaci�n total del conjunto de la sociedad. El Estado nunca debe convertirse en el instrumento de una minor�a (ya sea econ�mica o pol�tica) para someter a la mayor�a (va contra el principio b�sico de supervivencia de toda sociedad, el bienestar de la mayor�a), y por ahora, no es posible la sociedad sin el Estado. Por tanto, una sociedad m�s democr�tica necesita reforzar el papel del Estado (pero garantizando su servicio al conjunto de la sociedad y evitando que sea justo al rev�s), necesita desarrollar el Estado de Bienestar (no el Estado policial o represor).
3.
Una c�mara de diputados (no territorial) y una c�mara de senadores (territorial) claramente diferenciadas y con competencias complementarias. El Congreso debe representar a los ciudadanos y el Senado a los territorios.
De todas formas, habr�a que replantearse si realmente es necesario el Senado, pero lo que est� claro es que, si existe, debe tener funciones distintas y complementarias al Congreso, relacionadas con su raz�n de ser: la relaci�n de los distintos territorios entre s� y con el Estado central.
4.
La elecci�n de cualquier cargo p�blico (de cualquier representante de un grupo humano) debe ser siempre libre, directa y secreta (tanto en el caso de un representante del pueblo elegido por sufragio universal como en el caso de un representante interno de un organismo determinado, como un parlamento, un comit� de empresa, etc.). El que sea la votaci�n secreta garantiza la libertad de voto (evita por ejemplo la disciplina de voto impuesta por los partidos pol�ticos en los parlamentos, el mandato imperativo debe ser para con la ciudadan�a y no para con los partidos). El anonimato es casi siempre el mejor salvoconducto de la libertad.
5.
Una ley electoral que permita que el voto de todos los ciudadanos valga igual y que busque un equilibrio entre gobernabilidad y representatividad (intentando dar prioridad a �sta �ltima). Para mejorar dicho equilibrio, deber�an crearse nuevos m�todos (o mejorarse los existentes) para repartir los esca�os a partir de los votos emitidos. Hasta que no se encuentre un m�todo m�s eficiente, el sistema D�Hondt podr�a ser sustituido por el m�todo Sainte- Lagu�, que no favorece tanto a los partidos mayoritarios y por tanto mejora la representatividad. Por otro lado, deber�a haber circunscripci�n electoral �nica en todo el Estado para la elecci�n de diputados y circunscripciones territoriales para la elecci�n de senadores (junto con mecanismos que garanticen la representatividad de todos los territorios) con sistema de elecci�n mayoritario plurinominal (donde el elector elige varios candidatos a senador para su circunscripci�n). El Congreso debe ser una c�mara de representaci�n de los ciudadanos (independientemente de su situaci�n geogr�fica) y el Senado debe ser una c�mara de representaci�n de los territorios (teniendo en cuenta por supuesto el �peso� de cada uno de ellos y procurando una m�nima representaci�n de todos los territorios por ejemplo mediante elecci�n de ciertos senadores por los parlamentos regionales). En estos tiempos donde los medios de comunicaci�n acercan a las personas, la proximidad f�sica de los candidatos a los electores es irrelevante (sobre todo para la elecci�n de representantes en organismos estatales, otra cosa son los organismos locales como los ayuntamientos), lo importante es que los candidatos (y sobre todo sus programas) sean conocidos por los electores. Adem�s debe permitirse que cualquier persona pueda presentarse como candidato a cualquier cargo p�blico, independientemente de si pertenece a un partido pol�tico o no (cumpliendo los mismos requisitos que los partidos en cuanto a la defensa de ideas que no atenten contra los derechos humanos). En caso de que se presente a trav�s de un partido pol�tico, las listas deben ser abiertas para aumentar el margen de elecci�n del electorado (el elector elige no s�lo su partido, sino tambi�n su candidato favorito dentro de ese partido, es decir el orden de importancia de los candidatos de un partido lo determina el electorado en vez del propio partido). Cada sistema tiene sus ventajas y sus inconvenientes, las listas abiertas aumentan el margen de elecci�n de los electores pero pueden provocar tensiones dentro de los partidos, adem�s existen diferentes sistemas de listas abiertas. A este respecto, se deber�an desarrollar en el futuro m�todos que vayan aumentando el margen de elecci�n de los electores y eviten los inconvenientes detectados.
6.
La financiaci�n de los partidos pol�ticos debe ser totalmente transparente y controlada por el Estado. Los partidos deben autofinanciarse a trav�s de sus militantes exclusivamente mediante un sistema de cuotas cuya cuant�a debe estar claramente limitada por ley. Nunca debe permitirse la financiaci�n por personas jur�dicas, siempre deben ser personas f�sicas. No debe haber financiaci�n externa de ning�n tipo (ni p�blica ni privada).
La ayuda del Estado debe ser secundaria y en materia fiscal o para paliar gastos electorales o facilitar el acceso a los medios de comunicaci�n, y debe �premiar� a los partidos m�s austeros y �castigar� el despilfarro. Dicha ayuda puede ser proporcional a los resultados electorales anteriores pero, siendo secundaria, no debe ser excesivamente importante (ni excesivamente proporcional a dichos resultados) y debe permitir a otras fuerzas minoritarias darse a conocer (aqu� puede introducirse otro factor que determine la proporci�n de las ayudas estatales a nuevas fuerzas pol�ticas: el n�mero de afiliados de un partido), debe intentar tender a que las distintas fuerzas pol�ticas puedan �competir� en igualdad de condiciones por acceder a las instituciones (o por lo menos con una desigualdad �razonable�, no excesiva, tampoco es posible que TODAS las fuerzas pol�ticas puedan presentarse en sociedad de la misma manera, no habr�a ni recursos ni tiempo para ello). Si no es as� se tiende inevitablemente a un bipartidismo excesivamente �est�tico� y a una democracia excesivamente �estancada�. As� como el Estado debe �redistribuir riqueza� mediante impuestos progresivos para, al menos en teor�a, tender hacia una igualdad social, debe hacer lo propio con las ayudas a los partidos pol�ticos para tender hacia una �igualdad democr�tica� razonable.
Tampoco se puede pretender que todas las ideas se reflejen en las instituciones, ser�a imposible y provocar�a ingobernabilidad. Siempre la democracia representativa se basa en la �agregaci�n� de ideas. Se trata de llegar a un �equilibrio� para por un lado conseguir gobernabilidad (�agrupando ideas�) y por otro conseguir representatividad (no �agrupando� demasiado las ideas, evitando que en dicha agregaci�n excesiva se pierda pluralidad). Una idea no es m�s v�lida (ni m�s certera) porque sea m�s mayoritaria (adem�s si es mayoritaria y �juega con ventaja� lo ser� cada vez m�s) y por tanto no debe ser �privilegiada� en exceso. Todas las ideas (siempre que sean respetuosas con la democracia, es decir con los derechos humanos) deben ser respetadas, pero tambi�n deben tener las mismas oportunidades (deben poder defenderse en igualdad de condiciones). Siempre la igualdad (de oportunidades) debe estar presente en la filosof�a democr�tica. Ante unas elecciones, el pueblo tiene derecho a conocer las propuestas de todos los principales partidos, es decir de aquellos que ya existen en las instituciones, pero tambi�n de aquellos que no existen a�n en ellas pero tienen un n�mero de militantes que rebase cierto umbral (esto fomentar�a la �circulaci�n� de partidos en la sociedad y la participaci�n pol�tica de los ciudadanos).
Los gastos electorales de un partido deben ser financiados �nicamente mediante sus activos, no pudiendo nunca acceder a cr�ditos de ning�n tipo. De esta manera se evita la dependencia del poder pol�tico respecto del poder econ�mico. Los partidos pol�ticos no necesitan realizar tantos gastos, debe haber una reducci�n dr�stica de los gastos en las campa�as electorales. En �stas los partidos pol�ticos deben explicar sus programas electorales y para ello el Estado debe poner gratuitamente a disposici�n de los mismos todo tipo de medios de comunicaci�n y adem�s esto debe hacerse no s�lo durante las campa�as sino que durante toda la legislatura (por supuesto de manera menos intensa) para incrementar la informaci�n y la cultura democr�tica del pueblo.
7.
Los partidos pol�ticos deben funcionar obligatoriamente de forma estrictamente democr�tica (a todos los niveles) y perfectamente estipulada por ley. En particular, debe obligarse a la realizaci�n de elecciones primarias para que los militantes de los partidos sean los que elijan a sus candidatos. Una organizaci�n que defienda ideas antidemocr�ticas (es decir que atenten contra los derechos humanos) o bien que defienda sus ideas (sean cuales sean �stas) de forma antidemocr�tica (es decir irrespetuosa o violenta) nunca puede obtener el status de partido pol�tico. En democracia no se pueden consentir partidos pol�ticos antidemocr�ticos aunque s� organizaciones antidemocr�ticas (que defiendan cualesquiera ideas pac�ficamente o bien cuyo funcionamiento interno no sea democr�tico) a las que pueda pertenecer o no libremente cualquier ciudadano, pero en este caso el Estado tiene la obligaci�n de advertir a la ciudadan�a del incumplimiento de los derechos humanos, as� como la obligaci�n de impedir que dichas organizaciones puedan llegar a eliminar la propia democracia si acceden al poder. Los �nicos limites de la democracia son los derechos humanos, son los principios b�sicos democr�ticos. Si admitimos que los derechos humanos son irrenunciables, entonces la democracia (cuyo objetivo fundamental es su cumplimiento) tambi�n es irrenunciable y debe protegerse. No se puede eliminar la democracia, ni siquiera democr�ticamente. Esto no significa que la forma de implementarla sea �nica e intocable (lo que debe ser intocable es su filosof�a, sus principios elementales).
8.
El poder ejecutivo (presidente de la rep�blica) y el poder legislativo (diputados y senadores) deben ser elegidos directamente por el pueblo mediante elecciones separadas (presidenciales y legislativas). De esta forma el poder ejecutivo es independiente del poder legislativo y ambos dependen directamente del pueblo. El presidente de la rep�blica debe ser elegido mediante sufragio universal directo por mayor�a absoluta (en primera vuelta o en segunda entre los dos candidatos m�s votados en la primera). En el caso de elecciones presidenciales debe haber una circunscripci�n electoral �nica en todo el Estado.
9.
El poder judicial no debe ser designado por el poder pol�tico. Para ello podr�a plantearse, como m�nimo, que sus �rganos directivos sean elegidos democr�ticamente por el propio poder judicial. Pero Francisco Badar�n plantea adem�s que el poder judicial debe tener un �rgano colegiado de car�cter estatal constituido por personas electas directamente por el pueblo (personas que pueden ser cualesquiera ciudadanos no pertenecientes a ning�n partido pol�tico) y un �rgano de juristas asociado (elegido democr�ticamente por el pueblo o por los jueces) para asesorar al �rgano popular anterior (dado el car�cter eminentemente t�cnico del poder judicial). Es especialmente importante que las personas elegidas en dichos �rganos no pertenezcan a ning�n partido pol�tico (el derecho de asociaci�n se limita mediante un r�gimen de incompatibilidades para garantizar la separaci�n de poderes). Es decir, se deben implantar unas elecciones judiciales separadas de las elecciones presidenciales y legislativas. Adem�s, el poder judicial debe tener autonom�a financiera respecto del poder pol�tico. De esta manera el poder judicial es independiente del resto de poderes y es controlado directamente por el pueblo. En el caso de Espa�a los miembros del Tribunal Constitucional ser�an elegidos entre ciudadanos independientes (nunca de un partido pol�tico) por el pueblo, los miembros del Consejo General del Poder Judicial ser�an elegidos entre candidatos juristas (nunca militante de un partido pol�tico) por el pueblo o por los jueces y el fiscal general del Estado (nunca militante de un partido pol�tico, una vez m�s) podr�a ser elegido por el Consejo General del Poder Judicial. Por otro lado, dado que el derecho a la justicia es un derecho b�sico, no est� de m�s plantear su socializaci�n como forma de garantizar dicho derecho a todos los ciudadanos por igual (desde luego como m�nimo deber�a eliminarse el concepto de fianza que hace que los que tengan dinero sean tratados de forma distinta a los que no lo tienen). Francisco Badar�n propone a este respecto una �Seguridad Social Jur�dica� y adem�s plantea universalizar el principio de la unidad jurisdiccional, eliminando sin excepciones la jurisdicci�n militar.
10. No deben existir tribunales de excepci�n permanentes (s�lo tendr�an sentido dichos tribunales en situaciones excepcionales transitorias como las guerras). En el caso de Espa�a deber�a eliminarse la Audiencia Nacional. En democracia todos los ciudadanos deben ser iguales ante la ley y cualquier idea debe ser respetada siempre que est� acorde con los derechos humanos y se defienda respetuosa y pac�ficamente. Toda idea que cumpla los requisitos anteriores (aunque defienda un cambio de r�gimen pol�tico o un cambio en la estructura territorial del pa�s) tiene derecho a ser expuesta y discutida p�blicamente por lo que no debe ser reprimida ni criminalizada. Adem�s deben establecerse medidas preventivas para evitar los abusos policiales y medidas correctoras contundentes que los castiguen ejemplarmente. El Estado debe garantizar el Estado de Derecho as� como la seguridad de todos los ciudadanos (como el resto de derechos humanos, especialmente los b�sicos).
11. El poder sindical no debe ser subvencionado por el poder pol�tico. Como en el caso de los partidos pol�ticos, los sindicatos pueden recibir ayudas fiscales, ayudas para las elecciones sindicales, etc. Y deben autofinanciarse de forma similar a los partidos pol�ticos por sus afiliados y nunca por personas f�sicas o jur�dicas externas. Lo mismo puede decirse respecto de su funcionamiento interno que debe ser estrictamente democr�tico. De esta forma el poder sindical es independiente del poder pol�tico y del poder econ�mico.
12. Es imprescindible evitar (o por lo menos minimizar) la dependencia del poder de la prensa respecto del poder econ�mico. Debe haber leyes que impulsen la libertad de expresi�n para que �sta exista de verdad (deber�a estar prohibido por ley la censura de todo tipo, deber�a estar prohibido el reservarse el derecho de publicaci�n de una opini�n, por lo menos en las versiones electr�nicas de los diarios, deber�a protegerse al periodista para que pueda ejercer su trabajo con la m�xima libertad posible, etc) y debe haber organismos que vigilen escrupulosamente su cumplimiento. Deben delimitarse claramente los l�mites de la libertad de expresi�n, debe delimitarse claramente donde acaba la cr�tica y donde empieza el insulto, debe establecerse claramente cu�ndo se atenta contra la dignidad o la intimidad de las personas, pero tambi�n debe evitarse que bajo la excusa de la �injuria� o de una intimidad �exagerada� se camufle el intento de evitar la cr�tica (que siempre es leg�tima en democracia, ya sea ver�dica o no, mientras se haga desde el respeto y las buenas formas). Obviamente en democracia nadie (que ejerza alguna responsabilidad p�blica) debe estar libre de cr�tica, en democracia nunca debe existir ning�n tema tab� (se debe poder hablar de todo, la �nica condici�n es que se haga respetuosamente). Deben establecerse mecanismos que velen por la veracidad y pluralidad de las informaciones publicadas y por la publicaci�n de noticias o eventos que la ciudadan�a tiene derecho a conocer. Por ejemplo, el ciudadano tiene derecho a conocer la actividad diaria de su ayuntamiento, de su parlamento regional, de su parlamento nacional. La prensa deber�a hacer un seguimiento diario (no s�lo una vez al a�o en el debate del estado de la naci�n) de las actividades de los representantes de los ciudadanos en las distintas instituciones, informando sobre qu� se habla, qu� se propone, qu� se aprueba, qu� se rechaza, etc. Los medios deber�an publicar diariamente una �agenda pol�tica� informando sobre todo ello. Por ejemplo, el ciudadano tiene derecho a conocer todos los eventos o manifestaciones p�blicas que se han producido o que van a producirse en su ciudad. No hay ninguna excusa por �causas t�cnicas� que justifique en estos tiempos (con tantos medios tecnol�gicos) que no se pueda incluir en todos los diarios una relaci�n de las manifestaciones/eventos (una especie de �agenda social�) que se han producido el d�a anterior y de las manifestaciones/eventos que est�n convocados para el d�a siguiente en cada ciudad, ni que justifique que no se pueda publicar en las versiones de Internet (por lo menos) de todos los diarios todas las opiniones enviadas por los ciudadanos que as� lo deseen. Para evitar tener una democracia "estancada" debe haber leyes que obliguen a los medios de comunicaci�n (en especial a la televisi�n p�blica) permitir el acceso a partidos/organizaciones de todo tipo (no s�lo a las mayoritarias) para exponer sus ideas (hay que romper el actual "monopolio" de ideas que impide que haya "circulaci�n y renovaci�n" de ideas y de partidos). Tenemos un sistema donde no hay un "mercado libre de ideas" y eso produce estancamiento. Dicho en t�rminos mercantiles hay que "liberalizar el mercado de ideas" obligando a los medios de comunicaci�n a ejercer de "distribuidores" de ideas. Es necesario canalizar la participaci�n ciudadana en los medios. Los medios de comunicaci�n, aun siendo en muchos casos privados, proporcionan un servicio p�blico con una enorme responsabilidad y por tanto es imprescindible que la sociedad exija un servicio de calidad y sobre todo m�nimamente fiable, objetivo y digno. El derecho a la informaci�n (plural y veraz) es un derecho inalienable de todo ciudadano y deben establecerse mecanismos que lo garanticen. El derecho que tiene todo ciudadano o grupo de ciudadanos a poseer un medio de comunicaci�n con cierta l�nea editorial ideol�gica no debe anular o limitar seriamente el derecho de la ciudadan�a en general a la informaci�n y a la libertad de expresi�n (hay que democratizar �sta para que no sea un privilegio de unos pocos). Es imprescindible regular perfectamente la prensa para que el ciudadano pueda distinguir claramente entre la opini�n y la informaci�n.
Deben establecerse mecanismos de control internos y externos de los medios (especialmente de la televisi�n). El Estado debe fomentar debates serios y verdaderamente plurales (especialmente en la televisi�n), debe evitar cualquier discriminaci�n y debe proporcionar ayudas de tipo fiscal a los medios de comunicaci�n con pocos recursos. Asimismo se debe impedir la peligrosa concentraci�n de muchos medios de comunicaci�n en pocas manos (que afecta directamente a la pluralidad), es decir, se deben evitar los monopolios (u oligopolios) tanto en los medios de �distribuci�n final� de noticias (los medios de comunicaci�n, a los que acceden los ciudadanos) como en los medios �proveedores� de noticias (las agencias de noticias a las que acuden los medios de comunicaci�n). Se debe imponer m�xima transparencia a todos los niveles: financiaci�n, relaci�n entre medios, fuentes de todas las noticias (sin atentar contra el secreto profesional de la fuente original en caso de necesidad pero por lo menos indicando la agencia de noticias, a este respecto es necesario regular con sumo cuidado el secreto profesional period�stico para por un lado respetar el anonimato de la fuente original en caso de necesidad y por otro lado evitar el uso de una sola agencia de noticias por la mayor�a de medios), etc. Se debe establecer un r�gimen de incompatibilidades que garantice la independencia de la prensa
(prohibiendo relaciones directas o indirectas con el poder pol�tico, con empresas de sectores relacionados con �l, con el poder econ�mico, es decir con la gran banca, con las empresas industriales, etc.). Se debe regular perfectamente la publicidad para que �sta no influya en los contenidos de los medios, etc, etc. En definitiva, se trata de poner un poco de orden en el caos en el que est� sumida la prensa, se trata de recuperar el c�digo deontol�gico del periodismo, se trata de evitar la degeneraci�n de la prensa y por tanto de la democracia. Es indudable que dicha degeneraci�n es tambi�n consecuencia de la precarizaci�n del empleo en el sector, de la obsesi�n por el beneficio sobre cualquier otro criterio (aspectos que afectan en general a toda la poblaci�n), pero quiz�s deber�a protegerse un poco m�s a los profesionales del cuarto poder (que en realidad es el primero), as� como tambi�n se protege a los �profesionales� del poder pol�tico. Contrasta enormemente la sobreprotecci�n de los pol�ticos (de los cargos del poder ejecutivo, legislativo o judicial) y la precariedad de los periodistas. Hay que equiparar el cuarto poder con los tres poderes tradicionales (reduciendo la excesiva �protecci�n� de estos tres y aument�ndola en el cuarto), hay que �reequilibrar� todos los poderes adem�s de separarlos.
Si con las medidas indicadas hasta ahora no es suficiente, no deber�a descartarse una posible socializaci�n de la prensa (potenciando un sector p�blico fuerte de la prensa y permitiendo un peque�o sector privado pero con las limitaciones expuestas, en particular evitando grandes concentraciones empresariales). No es tan descabellado pensar que si los tres poderes tradicionales son p�blicos (el Estado tiene su �monopolio�) lo sea tambi�n el llamado cuarto poder. No es tan descabellado pensar que si se tiene un sector de salud p�blico para garantizar el derecho a la salud de todos los ciudadanos, se tenga una prensa p�blica para garantizar el derecho a la informaci�n (y por tanto a la libertad de pensamiento, el pensamiento es �modelado� por la informaci�n que recibe nuestro cerebro) y sobre todo a la libertad de expresi�n de todos los ciudadanos. As� como no se debe jugar con la salud de las personas, tampoco se debe hacer con la �salud mental� de la sociedad (que es lo que hace la prensa), con la �salud democr�tica�. En cualquier caso, es muy importante que el sector p�blico de la prensa sea independiente del poder pol�tico garantizando su autonom�a respecto del gobierno de turno. Dicha prensa p�blica (que deber�a estar presente en todos los medios: televisi�n y radio, como hasta ahora, pero tambi�n en prensa escrita y electr�nica) debe fomentar el periodismo de calidad, la pluralidad y la participaci�n activa de toda la ciudadan�a (de todos los estratos e ideolog�as), en definitiva debe fomentar la democracia activa y real. Por otro lado, frente al argumento de que con la socializaci�n de la prensa se restringe el derecho de un ciudadano a crear un medio para difundir sus ideas (aun as� podr�a llegarse a un �equilibrio� para permitir tambi�n cierta prensa privada limitada), se puede argumentar que si nadie tiene la propiedad de ning�n medio de comunicaci�n, y simult�neamente, se garantiza por ley el separar claramente la informaci�n de la opini�n, la libertad de expresi�n mediante la obligaci�n de publicar todas las opiniones (por lo menos en los medios electr�nicos) y la independencia de la prensa, nadie tiene m�s oportunidad de expresar sus opiniones que los dem�s, se democratiza la libertad de expresi�n, todos los ciudadanos pueden difundir sus ideas en IGUALDAD DE CONDICIONES. Esto ser�a la aut�ntica �semilla� de la verdadera democracia. Puede sonar muy ut�pico ahora mismo, pero qui�n sabe �la utop�a de hoy puede ser la realidad de ma�ana� (en el pasado volar no parec�a ut�pico, parec�a imposible). Si no hay ideas nunca habr� posibilidad de llevarlas a cabo. Es la PRIMERA condici�n necesaria para llevarlas a la pr�ctica (luego hace falta voluntad, medios, etc.). No debemos renunciar a la utop�a, si ya en la teor�a renunciamos a lo que nos dicta la raz�n o el sentido com�n, a lo que es l�gico y necesario para que las cosas mejoren o funcionen, entonces es imposible que se puedan llevar a la pr�ctica, es imposible cambiar las cosas. Si ni siquiera podemos saber c�mo PODR�AN hacerse las cosas entonces nunca PODR�N hacerse. �Del dicho al hecho hay un trecho, pero si ni siquiera hay dicho entonces nunca habr� hecho, ser� imposible, no ut�pico�. Como dijo Noam Chomsky, Si supones que no existe esperanza, entonces garantizas que no habr� esperanza. Si supones que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas.
En resumen, se trata de conseguir acercarnos lo m�s posible al ideal de unos medios de comunicaci�n libres, imparciales y abiertos a la participaci�n de toda la ciudadan�a.
En la actualidad ya existen iniciativas internacionales para intentar recuperar el periodismo de calidad. El organismo Media Watch Global (Observatorio Internacional de Medios) cuestiona y reprende a los medios bas�ndose en la �tica, denuncia las faltas de honestidad medi�tica a trav�s de informes, investigaciones y estudios que elabora peri�dicamente y distribuye. No sanciona, pero sus informes crean dudas sobre la credibilidad de un determinado medio y le ofrecen la oportunidad de corregirse. Este organismo pretende crear lo que se ha denominado un quinto poder como contraposici�n al cuarto poder tradicional, como forma de recuperar un espacio de lo p�blico en el periodismo. Sin embargo, queda por ver si con este tipo de medidas �morales� se consiguen evitar los numerosos y graves problemas de la prensa, aunque es un intento muy interesante, puede resultar insuficiente, el tiempo lo dir�.
13. Debe haber leyes que impongan m�xima transparencia y responsabilidad a los cargos electos de cualquier instituci�n p�blica acerca de sus actividades, de su patrimonio, etc. El pueblo tiene derecho a saber con exactitud a qu� se compromete un candidato a un cargo p�blico antes de votarlo, a qu� se dedica una vez que ha sido elegido y a pedir responsabilidades pol�ticas (adem�s de jur�dicas) por sus actos. Deben establecerse mecanismos (por ejemplo refer�ndum revocatorio) para dar al pueblo la posibilidad de revocar el mandato de cualquier cargo electo en caso de incumplimiento de programa o de decisiones tomadas en contra de la opini�n p�blica general (mandato imperativo). Esto es un reto muy importante para la mayor parte de las �democracias� actuales para avanzar hacia mayores grados de participaci�n ciudadana. Mientras los cargos electos no respondan de sus actos ante el pueblo que los eligi�, las democracias estar�n pr�cticamente vac�as de contenido porque el voto representa simplemente un �cheque en blanco� carente de significado, porque va contra el principio b�sico de soberan�a popular. En una democracia, el voto (libre) debe ser la M�XIMA (que no �nica) expresi�n de la soberan�a popular y ello implica la OBLIGACI�N por parte de los cargos electos a someterse a la misma.
Adicionalmente, e independientemente de lo anterior, es necesario limitar por ley la duraci�n m�xima de los mandatos de todos los cargos p�blicos electos (es decir, de todos los cargos p�blicos de m�xima responsabilidad, recordemos que �stos deben ser siempre elegidos democr�ticamente). Por ejemplo, parece razonable que cualquier candidato a cualquier cargo p�blico no pueda presentarse m�s de dos veces a las elecciones correspondientes, es decir que cualquier cargo p�blico no pueda estar en el puesto m�s de dos mandatos (salvo quiz�s casos excepcionales como alcaldes de localidades con muy pocos habitantes). Por otro lado, deben establecerse mecanismos que impongan la incompatibilidad entre cargos p�blicos y cargos en la empresa privada (no s�lo durante el mandato ejercido en el poder pol�tico sino que tambi�n por lo menos en los a�os inmediatamente posteriores) para evitar el clientelismo, para evitar el uso de cargos p�blicos con fines de lucro personal, para evitar la subordinaci�n del poder pol�tico al poder econ�mico. No se trata tanto de prohibir la vuelta al sector privado de antiguos cargos p�blicos (aunque no deber�a descartarse esta medida m�s �contundente� en caso necesario), sino que se trata m�s bien de limitarla (evitando el acceso a ciertos cargos de responsabilidad en la empresa privada relacionados con el trabajo desempe�ado en el poder pol�tico, fomentando la incorporaci�n a la administraci�n p�blica en vez de a la empresa privada, etc.).
14. El Estado debe ser laico y separado de todas las iglesias. No debe financiar a ninguna iglesia ni directa ni indirectamente. Esto implica, entre otras cosas, una ense�anza oficial p�blica gratuita y laica y una necesaria �convalidaci�n� de toda ense�anza privada (religiosa o no).
15. Deben desarrollarse mecanismos que aumenten la participaci�n directa del pueblo en cuestiones fundamentales promoviendo el uso del refer�ndum (que por supuesto debe ser vinculante, debe OBLIGAR siempre al poder pol�tico a ejecutar la decisi�n adoptada por el pueblo). Deben establecerse mecanismos que estipulen claramente cu�ndo es OBLIGATORIO convocar un refer�ndum (por ejemplo cuando se trate de decisiones relacionadas con leyes y derechos b�sicos) y qu� requisitos t�cnicos se necesita para que mediante iniciativa popular el poder pol�tico est� OBLIGADO a convocar un refer�ndum (en particular el n�mero de firmas necesario deber�a ir disminuyendo a medida que las posibilidades t�cnicas permitan agilizar y abaratar los referendos). Asimismo deben estipularse qu� mayor�as se necesitan para conseguir aprobar los asuntos consultados (cuanto m�s b�sicos sean �stos, m�s amplias deber�an ser dichas mayor�as). Debe promocionarse el uso de la iniciativa legislativa popular intentando garantizar que �sta no se quede en papel mojado, intentando evitar que se convierta en un simple tr�mite que luego es rechazado por el parlamento de turno, ampliando las materias sobre las que se puede tratar, dando m�s poder de seguimiento a la misma por parte de sus promotores e incluso dando a �stos la posibilidad de defenderla directamente en el propio parlamento. Se trata de encontrar f�rmulas eficaces para que poco a poco la ciudadan�a pueda ir participando directamente en la labor del legislativo (no s�lo en la elaboraci�n de la agenda de asuntos a tratar sino que tambi�n en la b�squeda de soluciones a los mismos).
16. Deben desarrollarse los mecanismos necesarios para que los problemas nacionalistas puedan resolverse de manera pac�fica, justa y eficaz. Y para ello es imprescindible reconocer el derecho de autodeterminaci�n de todos los pueblos (el de todas las personas hoy por hoy resulta mucho m�s ut�pico), haya o no haya razones hist�ricas o culturales o de cualquier otra �ndole (no se puede obligar a una comunidad de personas a permanecer unida a otra comunidad en contra de su voluntad, no es �tico ni l�gico). Como dijo Anthony Carty, catedr�tico de derecho p�blico en la Universidad de Aberdeen, el derecho de autodeterminaci�n es un derecho humano, es un derecho de participaci�n pol�tica fundamental que tienen los individuos, en tanto que miembros de una comunidad, para que puedan ejercer el resto de derechos que les corresponden. Sin el derecho de formar una naci�n, tambi�n se resiente el resto de derechos individuales. En este sentido un Estado Federal puede ser la mejor manera de articular un pa�s con fuertes contrastes culturales o nacionales que permita por un lado la libre elecci�n de sus Estados miembros de permanecer unidos o no y por otro lado una uni�n basada en una distribuci�n equitativa de las competencias entre los Estados que deseen permanecer unidos. En todo caso, debe ser siempre el pueblo el que decida sobre la estructura territorial de su Estado. En el caso de los separatismos s�lo tiene sentido que se pronuncien los habitantes de la regi�n secesionista (derecho de autodeterminaci�n), pero siempre garantizando que se haga de forma plenamente democr�tica (donde todas las opciones, tanto la separatista como la unionista, puedan darse a conocer p�blicamente en igualdad de condiciones) y dando opci�n de pronunciarse tambi�n a los habitantes de dicha regi�n que, por razones pol�ticas, hayan tenido que abandonarla en el pasado (siempre que se demuestre que lo hicieron por causas pol�ticas, por la existencia de acoso o persecuci�n o discriminaciones de ra�z pol�tica, cultural, ling��stica, etc.).
17. Aun siendo el presidente de la rep�blica el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, cualquier actividad relacionada con un conflicto armado deber� ser aprobada por el parlamento (con una mayor�a muy amplia). Adem�s deber�a tenderse progresivamente a que sea el propio pueblo el que decida directamente sobre la declaraci�n o no de una guerra (as� probablemente la guerra pasar�a a la historia).
18. Es necesario potenciar la figura de un defensor del pueblo al que pueda acudir cualquier ciudadano. Y para ello es necesario dotarle de las competencias y de los recursos adecuados para que su cargo no sea simb�lico y debe ser elegido directamente por el pueblo mediante sufragio universal.
Evidentemente se deben establecer mecanismos que garanticen la aplicaci�n de la ley. Es importante que las leyes est�n bien hechas, pero tambi�n lo es que se lleven a la pr�ctica, para lo cual debe haber una vigilancia escrupulosa de su cumplimiento.
A medida que la sociedad tiene mejores medios t�cnicos (que agilizan y abaratan los procesos electorales) y a medida que se racionalizan los costes electorales evitando despilfarros innecesarios, se hace cada vez m�s viable la posibilidad de realizar m�s consultas directas al pueblo (elecciones presidenciales, legislativas, judiciales, regionales, municipales, referendos, etc.), lo cual permite mayor separaci�n de poderes y mayor participaci�n de la ciudadan�a.
Indudablemente, algunas de las medidas mencionadas son m�s viables que otras (aunque ninguna es imposible de llevar a cabo). Tampoco se trata de acometer todas las medidas simult�neamente, se puede seguir un proceso progresivo para ir implantando poco a poco las mismas. Lo m�s importante es desbloquear el �estancamiento� actual e iniciar un camino de reformas continuo.
Los costes adicionales para el Estado que suponen algunas de estas medidas (m�s procesos electorales, posible socializaci�n de la Justicia, etc.) pueden ser compensados con una mayor racionalizaci�n de otros gastos (a trav�s de una mejor gesti�n �impuesta� por un mayor control y por una mayor transparencia), con una lucha eficaz y determinante del fraude fiscal (centr�ndose en las grandes fortunas, en las profesiones liberales, en definitiva en aquellos sectores de la econom�a donde todo el mundo sabe que hay grandes cantidades de dinero negro, etc.), con un ahorro de costes evitando duplicidades de competencias (por ejemplo entre Congreso y Senado, entre los distintos cuerpos de seguridad del Estado, entre las distintas administraciones estatales, regionales y locales, etc.). Muchas veces el problema de los recursos financieros del Estado tiene que ver m�s con su gesti�n y distribuci�n que con la necesidad de mayor recaudaci�n. Aun as�, siempre queda la posibilidad de aumentar los impuestos a las clases privilegiadas (es decir a aquellas personas a las que les sobra m�s dinero).
Es especialmente importante desarrollar la separaci�n del poder de la prensa respecto del poder pol�tico y sobre todo del poder econ�mico. Este es uno de los grandes retos de las democracias representativas (la progresiva dependencia del poder de la prensa respecto del resto de poderes es una de las principales causas de la degeneraci�n democr�tica). En este caso la teor�a no est� suficientemente elaborada (no hay que olvidar que dicha teor�a se desarroll� fundamentalmente alrededor de la Revoluci�n francesa, y en esa �poca la prensa no estaba tan desarrollada como en la actualidad). Evidentemente las teor�as deben evolucionar para corregir los errores detectados en su aplicaci�n pero tambi�n para adaptarse a las nuevas circunstancias puesto que la sociedad cambia continuamente. TODOS los poderes deben ser independientes e igualmente �poderosos� y robustos para que sea efectivo su mutuo control. Todos los poderes deben controlar al resto de poderes y deben a su vez ser controlados por el resto de poderes. Un poder debilitado (aunque incluso sea independiente) no puede controlar a los otros, no digamos ya si no es independiente. La prensa est� ahora mismo completamente subordinada al resto de poderes (y lo preocupante es que cada vez m�s) y sus profesionales est�n en una situaci�n de precariedad que contrasta enormemente con la sobreprotecci�n de los profesionales de los otros poderes (inmunidad, inviolabilidad, etc.). Es necesario, por un lado disminuir la excesiva �protecci�n� de los componentes del poder pol�tico (aun admitiendo que sea necesaria cierta �protecci�n�, habr�a aun as� que reconsiderar dicha necesidad, no se pueden justificar en una democracia ciertos privilegios exagerados) y por otro lado mejorar la �protecci�n� de los profesionales de la prensa (proporcion�ndoles por lo menos cierta seguridad laboral y desde luego garant�as de que puedan ejercer su trabajo con total libertad, hay que recuperar la libertad de expresi�n de los periodistas como base de la libertad de prensa). Todos los profesionales de todos los poderes (ejecutivo, legislativo, judicial, prensa) deben tener un NIVEL de �protecci�n� similar (esto no significa que tengan el mismo TIPO de �protecci�n�, por ejemplo, en el caso de un periodista probablemente no tiene sentido la inmunidad) que les garantice realizar su trabajo en m�nimas condiciones de independencia y efectividad. La prensa, como el resto de poderes, debe ser independiente pero tambi�n debe ser controlada (que no sometida), en este caso por el poder pol�tico, mediante una legislaci�n (y un control escrupuloso de su aplicaci�n) que garantice los derechos de los ciudadanos de acceso a informaci�n plural y veraz as� como de participaci�n activa, llevando a la pr�ctica la libertad de expresi�n de TODOS los ciudadanos. Del logro de este important�simo reto depende la �salud� de cualquier democracia.
Como se ve, lejos de haber llegado a un punto de perfecci�n, la democracia representativa tiene a�n mucho margen para ser mejorada, y dado que es un modelo que ya est� implantado y funcionando (m�s o menos, bien o mal), es t�cnicamente m�s factible mejorarlo a corto plazo que aplicar y probar nuevos modelos de democracia (que siempre necesitar�n m�s tiempo para desarrollar sus teor�as e ir poni�ndolas en pr�ctica). Esto no significa que haya que renunciar a evolucionar el modelo de democracia representativa hacia modelos m�s avanzados.
El desarrollo de la democracia representativa implica sobre todo la puesta en pr�ctica de sus postulados te�ricos conocidos y �tradicionales�, pero tambi�n la b�squeda de soluciones te�ricas que la mejoren (en particular la adaptaci�n de sus postulados �tradicionales� a los tiempos actuales, como la separaci�n efectiva de todos los poderes, en especial del cuarto poder, y la mejora del equilibrio representatividad-gobernabilidad para sin impedir la segunda mejorar la primera). El desarrollo de la democracia representativa debe implicar siempre dar prioridad a la mejora continua de la representatividad.
b) Democracia participativa y democracia deliberativa
Seg�n se describe en la Wikipedia, la democracia participativa o semidirecta es una expresi�n amplia, que se suele referir a formas de democracia en las que los ciudadanos tienen una mayor participaci�n en la toma de decisiones pol�ticas que les otorga tradicionalmente la democracia representativa. Puede definirse con mayor precisi�n como un modelo pol�tico que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones p�blicas. Se manifiesta usualmente por medio de referendos por los que los representantes consultan a la ciudadan�a o por medio de iniciativas de consulta que los ciudadanos presentan a los representantes.
El problema b�sico del concepto de democracia participativa es la disyuntiva de c�mo reconciliarlo con el gobierno de la mayor�a. Sir Arthur Lewis, laureado con el Premio N�bel, se�al� en una de sus obras (Politics in West Africa (W. Arthur Lewis), p�gs.64-65; George Allen & Unwin, Londres, 1965) que todos aquellos afectados por una decisi�n deben tener la oportunidad de participar en el proceso de tomar esa decisi�n, ya sea en forma directa o mediante representantes electos. Esto implica que en esa "oportunidad de participar" se tomen decisiones mayoritarias dentro de un concepto de consenso nacional en cuestiones relativas a principios b�sicos y derechos humanos. Esto no excluye el pluripartidismo sino que busca en la diversidad y el debate una pol�tica consensual con pleno respeto a las minor�as.
Una de las razones fundamentales para promover la democracia participativa consiste en que tal sistema ofrece al ciudadano una capacidad de participar en decisiones orientadas a desarrollar una econom�a socialmente justa y humanista. Esto promueve un ambiente de cooperaci�n porque se aprecian directamente las consecuencias de tales decisiones para todos y cada uno de los miembros de la sociedad. La democracia participativa aut�ntica hace �nfasis muy especial en dar voz a los individuos y a las comunidades, cuyas opiniones, anhelos y aspiraciones rara vez hallan eco o atenci�n en los mecanismos tradicionales de la democracia representativa.
Este es un proceso de transformaci�n (que ya est� en marcha en muchas sociedades democr�ticas) que debe apuntar a promover mecanismos pr�cticos de participaci�n, medios transparentes de informaci�n e investigaci�n, adiestramiento desde la escuela en las t�cnicas de participaci�n y un programa pol�tico estable que defina claramente sus metas destinadas a generar una energ�a social de participaci�n en las comunidades orientada a la vida y decisiones del barrio, del municipio, de la provincia y de la naci�n, con el consecuente resultado de concertaci�n, tolerancia y colaboraci�n que necesariamente desemboque en una evidente mejora de la calidad de vida.
La participaci�n que se desarrolla por diversos medios en muchas democracias modernas est� comenzando a consolidarse dentro del �mbito de la democracia representativa como una nueva manera de hacer las cosas. La participaci�n no ha de limitarse, sin embargo, a que las autoridades locales y otros organismos p�blicos informen a la poblaci�n de sus actividades y decisiones o inviten a los ciudadanos a presenciar sus debates, sino que implica escuchar a la poblaci�n en la formulaci�n de sus propios problemas y en la b�squeda de oportunidades y mejoras. Adem�s, es indispensable proporcionarles los medios para encausar una acci�n pol�tica, social o econ�mica y participar en las decisiones p�blicas con prop�sitos de cambio. Todo esto tiene que calibrarse con mucho cuidado para que, cuando se implemente, no se caiga en una fatiga improductiva de comunidades abrumadas de consultas y debates. Por lo tanto, tiene que haber un mecanismo representativo intermediario.
Las iniciativas de democracia participativa no deben orientarse a organizar una ut�pica democracia directa sino a promover al grado m�s alto y amplio posible la participaci�n en un bien articulado entorno institucional. Si se hace bien, esta oportunidad de participaci�n provocar�a entusiasmo, energ�a social y un sentido de prop�sito y de satisfacci�n. En el Dictionary of Sociology se comenta que la democracia participativa para un acuerdo general puede ser efectiva con grupos de 500 o menos miembros y tambi�n referidos a movimientos sociales.
Hay buenas razones por las cuales la democracia participativa debiera funcionar:
� Aprovecha las experiencias y la capacidad de todos: la sociedad funciona mediante una red que interrelaciona al gobierno, las diversas comunidades, los grupos de intereses, los sectores y las instituciones. Adem�s, los ciudadanos tienen un conocimiento mucho m�s �ntimo a nivel local de las necesidades de la poblaci�n que ning�n grupo de pol�ticos desde un gobierno altamente centralizado.
� Promueve la legitimidad: las instituciones, los organismos sectoriales, las empresas y los gobiernos acabar�n por apreciar que tienen mucho que ganar en confianza, apoyo y colaboraci�n de parte de los ciudadanos si los incluyen de alguna forma en sus decisiones. Los propios ciudadanos tienen una mayor facilidad de promover iniciativas destinadas a hacer m�s eficaz el medio en que se desenvuelven.
� Desarrolla nuevas capacidades: la participaci�n desarrolla la capacidad de las personas de trabajar en colaboraci�n con los dem�s, de identificar prioridades y de lograr que las cosas se hagan y los proyectos se realicen. La actividad participativa los convierte as� en mejores ciudadanos.
� Mejora la calidad de vida: estudios realizados por economistas, soci�logos y psic�logos han demostrado que las personas que participan en la toma de decisiones son m�s felices que los que se limitan a aceptar o aplicar las decisiones de otros, debido a que se sienten responsables del mejoramiento de su calidad de vida. Adem�s, la participaci�n brinda al ciudadano una oportunidad de mayor eficacia en la colaboraci�n.
La democracia deliberativa, tambi�n llamada a veces democracia discursiva, es un t�rmino utilizado por algunos polit�logos como J�rgen Habermas o Jon Elster, para referirse a un sistema que, partiendo de los par�metros b�sicos de la democracia representativa, hace hincapi� en un proceso de toma de decisiones consensuadas. En contraste con la teor�a tradicional de la elecci�n racional proveniente de la econom�a, que enfatiza el acto de votar como instituci�n central de la democracia, los te�ricos de la democracia deliberativa argumentan que las decisiones s�lo pueden ser leg�timas si llegan como consecuencia de una deliberaci�n p�blica por parte de la ciudadan�a.
El proceso de deliberaci�n se caracteriza por los esfuerzos para incluir en el mismo a grupos marginales que suelen ser ignorados en otros procesos de decisi�n, as� como la documentaci�n exhaustiva no s�lo de los puntos de consenso sino tambi�n de los puntos de desacuerdo. La democracia deliberativa pone tanto �nfasis en el proceso de deliberaci�n como en las decisiones resultado de dicho proceso.
Esta forma de democracia (de forma similar a otras formas recogidas bajo la idea de democracia participativa) pone de manifiesto un conflicto de intereses entre los ciudadanos participantes del proceso, que son los afectados por las decisiones que se toman, y el grupo que organiza la decisi�n.
En definitiva, la democracia participativa y la democracia deliberativa pueden considerarse como una evoluci�n natural de la democracia representativa donde el grupo de humanos donde se aplica tiene mayor participaci�n en la toma de decisiones (no s�lo en la elecci�n de las soluciones sino que tambi�n en el proceso de elaboraci�n de las mismas, as� como en el planteamiento de los problemas a resolver).
Es obvio que este tipo de democracia es muy dif�cil de aplicar en grandes grupos, por lo que su �mbito de aplicaci�n debe ser los grupos humanos de menor envergadura (m�s cercanos a las problem�ticas inmediatas de cada ciudadano). En este caso el desarrollo de esta t�cnica democr�tica debe ser tanto te�rico como pr�ctico (en algunos pa�ses ya se est� llevando a la pr�ctica en la actualidad).
c) Democracia directa
Seg�n se describe en la Wikipedia, la democracia directa, tambi�n denominada democracia radical o democracia cara a cara, es un mecanismo en el que cada una de las personas asociadas a determinada agrupaci�n pueden exponer en igualdad de condiciones sus puntos, iniciativas y propuestas actuando directamente sobre ella y dirigi�ndola en equipo. Hace �nfasis en la decisi�n y el cumplimiento com�n de acuerdos mutuos, siendo entonces una forma de democracia en la que los miembros de una asociaci�n (laboral, empresarial, ciudadan�a local) participan directamente en el proceso de toma de decisiones pol�ticas, cada asociado represent�ndose a s� mismo en igualdad de derechos y obligaciones.
Por lo tanto es una democracia sin representantes, que no est� esmerada en elegir gobernantes o dirigentes sino en los mismos asociados o ciudadanos elegir o construir propuestas y desarrollar su potencial. Cada persona perteneciente a una asociaci�n, deber�a estar all� por su propia causa o su propio inter�s, por lo que no tiene necesidad ni sentido ser representado por otros. Al oponer democracia directa a democracia representativa, se rechaza a todo representante que pretenda hablar en nombre de otros, actuar en su lugar o peor a�n en su inter�s. Algunos m�todos de democracia directa pueden dar a los ciudadanos poderes legislativos y ejecutivos a la vez, aunque la mayor�a propuestos o practicados dan a los ciudadanos la direcci�n del proceso legislativo, dejando la funci�n ejecutiva a delegados sin mayor poder deliberativo que el de asociados, es decir como encargados y no como autoridades.
La democracia directa, en un sentido moderno, consta de tres pilares concretos:
1. La asamblea como manifestaci�n de la iniciativa popular La reuni�n asamblearia es la denominaci�n dada a las reuniones participativas o asambleas generales donde todos los involucrados por un determinado asunto o miembros de una misma organizaci�n sobre todo asunto que concierna a la vida de dicho colectivo, pueden dar su opini�n o decidir sobre un tema directamente represent�ndose cada uno a s� mismo. Seg�n la asociaci�n y la circunstancia en este tipo de asambleas puede preferirse o la decisi�n por consenso para llegar a acuerdos m�nimos aceptables para todos los implicados o la construcci�n colaborativa de propuestas. Las votaciones se reservan para los casos en los que no hay acuerdo posible y/o para situaciones ordinarias que deber�an no tomar demasiado tiempo por su relativa relevancia, en tales casos se prefiere la mayor�a simple, dejando para situaciones m�s delicadas o comprometedoras a�n, mayor�as de 3/4 o de 2/3 por ejemplo, para que necesiten una contundente legitimaci�n.
La democracia directa, al provenir de la asociaci�n voluntaria e igualdad de poder de los asociados, no puede hacer que la asamblea obligue a los individuos en desacuerdo a formar parte de una decisi�n cuando �stos as� lo han manifestado abiertamente, y al contrario, por respeto a las decisiones de los adherentes la asamblea, obliga (mutuamente) a quienes hayan aceptado abiertamente una resoluci�n, indistintamente si han estado a favor o en contra de ella, a cumplir su compromiso.
La asamblea es la que aprueba las normativas consensuadas bajo las que se regir�n los participantes o se tomar� determinada acci�n, y ella s�lo es soberana en la medida en que refleja directamente la voluntad de cada asociado por s� mismo representado. Solo as�, los acuerdos mutuos y la acci�n colectiva se convierten en ejercicio de la libertad.
2. La delegaci�n revocable Cualquier delegado puede ser removido de su cargo en cualquier momento, es decir carece de privilegios o inmunidades. Parte del principio del derecho libertario, del derecho de revocaci�n, de que siempre hay la posibilidad de cuestionar cualquier situaci�n y cualquier compromiso en el momento que se estime que �stos se inscriben en una l�gica opresiva o que pueden mejorarse sustancialmente. Pueden existir varios mecanismos para hacer recaer la responsabilidad por las consecuencias de la revocaci�n tanto de un mandato como de una normativa en quienes as� la han decidido.
3. El mandato imperativo El delegado carece de poder deliberativo especial adem�s del que tiene como persona integrante de un colectivo. Puede, si as� es decidido por la asamblea, tener poder ejecutivo o atribuciones de autonom�a responsable; pero no puede adoptar decisiones diferentes a aquellas para las que ha recibido mandato por parte del colectivo que lo delega.
La democracia directa es entendida como "gobierno directo" mediante consultas y/o asambleas de asociados. Tienen ellos el derecho a proponer, aprobar o vetar leyes y son quienes de derecho y de hecho detentan el poder colectivamente, as� como pueden retirar el apoyo a un delegado en cualquier momento. En el aspecto operativo, cada asociaci�n de democracia directa, para funcionar de la mejor manera, tendr�a que ser lo m�s cercana posible a sus miembros, con direcci�n aut�noma y entre grupos relativamente ligeros. La coordinaci�n entre asociaciones de democracia directa requiere una estructura confederal o federalista.
La democracia directa, tal como fue establecida en esencia por la polis de Atenas, es un sistema de gobierno aplicado hoy en d�a, tan s�lo en 3 cantones suizos: Appenzell, Glaris y Unterwald. El primero dividido en los semicantones de Rodas Exteriores y Rodas Interiores, y Unterwalden a su vez, dividido en los semicantones de Obwald y Nidwald. Se llama Landgemeinde, porque el pueblo se re�ne en la plaza p�blica de la ciudad o en una pradera una vez al a�o, donde aprueban las leyes, el presupuesto y tambi�n las reformas constitucionales.
La objeci�n m�s importante que se suele achacar a la democracia directa se refiere a su practicidad y eficiencia. Decidir sobre todos o casi todos los temas de importancia p�blica mediante refer�ndum puede ser lento y costoso, y puede provocar en los ciudadanos apat�a y fatiga. Los defensores actuales de la democracia directa suelen sugerir que la democracia electr�nica (con herramientas como los wikis, los foros o la televisi�n) puede paliar esos problemas. Tambi�n, dado que las preguntas deben ser cortas, con una respuesta de s� o no, los votantes podr�an elegir pol�ticas incoherentes. Por ejemplo, una mayor�a podr�a votar a favor de reducir los impuestos mientras una mayor�a podr�a tambi�n votar por un incremento del gasto p�blico en educaci�n. La respuesta com�n a esta cr�tica es que el problema de las decisiones inconsistentes no es exclusivo de esta forma de democracia. Algunos estudiosos utilizan el t�rmino democracia semidirecta para describir sistemas de democracia directa que cuentan con mecanismos para proteger las libertades civiles as� como para proteger de la mayor�a los intereses de las minor�as. Sin embargo, dado que la democracia directa suele funcionar siempre de esta forma, la necesidad de dicho t�rmino no est� del todo clara. La puesta en pr�ctica de la democracia directa suele traducirse en un proceso de confrontaci�n, en el que la ciudadan�a discute y elige dos opciones definidas por expertos. Este proceso se caracteriza por una falta de deliberaci�n orientada hacia el consenso. El modelo canadiense de asamblea de ciudadanos sortea muchas de las desventajas de la democracia directa a trav�s de un proceso basado en la deliberaci�n y el consenso, bastante diferente del caracterizado por las iniciativas y los referendos. En diversas partes del mundo, existen propuestas de aplicaci�n de democracia directa, en Espa�a Democracia Directa Activa, en Uruguay, Democracia Directa Informatizada y recientemente en Venezuela Democracia Participativa.
La democracia directa se presenta pues como el ideal ut�pico de la democracia (hacia el que deber�a evolucionar �sta). Hoy por hoy es muy dif�cil aplicarla a grandes grupos humanos, aunque el uso de los medios de comunicaci�n modernos (como Internet) pueden hacer viable progresivamente la democracia directa a grupos humanos de cada vez mayor envergadura. Pero por lo pronto nada impide ser aplicada ya a peque�os grupos humanos (�mbito local), como ya se est� empezando a hacer. Las experiencias pr�cticas reales de democracia directa en pa�ses como Suiza o Canad� pueden proporcionar antecedentes muy interesantes para su desarrollo a nivel mundial. En este caso tambi�n el desarrollo de esta t�cnica democr�tica debe ser tanto te�rico como pr�ctico.
2) Desarrollo del �mbito de aplicaci�n
Si admitimos que la democracia es el mejor m�todo de convivencia de cualquier grupo de personas, es inevitable llegar a la conclusi�n de que debe ser aplicada en TODOS los grupos posibles. En este sentido cabe distinguir entre dos tipos de grupos humanos: aquellos que tienen que ver con la obligaci�n de convivencia (es decir donde el individuo pertenece inevitablemente a un grupo no por voluntad propia sino que por necesidad o por imposici�n �externa�, como por ejemplo un pa�s, una regi�n, un municipio, una empresa, una comunidad de vecinos) y aquellos que tienen que ver con la (m�s o menos) libre elecci�n del individuo de pertenecer a ellos (un club privado, un grupo religioso, una sociedad mercantil, etc.). En el primer caso, dado que el individuo est� obligado a pertenecer al grupo, es imprescindible que �ste se rija democr�ticamente y en estricto cumplimiento de los derechos humanos, en el segundo caso si el individuo no est� de acuerdo con las normas de funcionamiento (y el Estado deber�a aqu� advertir de qu� derechos humanos se incumplen) siempre puede no pertenecer a �l . En definitiva, se deben garantizar los derechos humanos pero no se puede obligar a asumirlos en caso de libre elecci�n, siempre que esto no afecte a los de otras personas que no deseen renunciar a ellos. En principio, quedan descartadas aquellas organizaciones donde no tiene sentido aplicar la democracia por cuesti�n de eficacia operativa (ej�rcitos, tripulaciones de aviones o barcos, etc.).
Aunque tampoco habr�a que descartar ir implantando progresivamente la democracia en aquellas partes de dichas organizaciones donde sea posible hacerlo. Por ejemplo, no hay raz�n para pensar que un ej�rcito no se pueda dirigir mediante un sistema democr�tico de elecci�n de oficiales y mandos por los mismos soldados. En este caso, tendr�amos un sistema �mixto� donde los mandos se elegir�an de forma democr�tica pero donde �stos, una vez elegidos, ejercer�an su autoridad mediante la disciplina castrense �tradicional� (es decir, no democr�tica). La democracia debe extenderse del �mbito pol�tico, al econ�mico, al social, al cultural, etc. De hecho, ya existen empresas autogestionadas democr�ticamente (cooperativas, comunas) y han resultado ser en muchos casos m�s eficaces que las empresas capitalistas tradicionales equivalentes. Es justo, es posible y probablemente producir�a un desarrollo econ�mico m�s equilibrado y sostenible que el actual modelo capitalista (basado en la �tiran�a� empresarial, en la inexistencia de democracia dentro de la empresa). El �atasco� en el desarrollo democr�tico (que contrasta enormemente con el desarrollo tecnol�gico y cient�fico por ejemplo) probablemente sea una de las causas de un desarrollo econ�mico con altibajos tan pronunciados como el que tenemos actualmente (desarrollo un tanto artificial, basado sobre todo en la sobreexplotaci�n, en una pol�tica agresiva de �quemar� todos los recursos, materiales y humanos, en un mercado que lejos de ser libre est� dominado por los poderosos (que se han hecho poderosos muchas veces por subvenciones estatales, es decir, al margen de la libre competencia), ahogando las posibilidades de verdadera competencia al imposibilitar la igualdad de oportunidades, en la especulaci�n, etc.) e incluso sea una de las causas de cierta ralentizaci�n del desarrollo cient�fico y tecnol�gico (seguramente no es casualidad que los importantes avances que se produjeron en el siglo XIX coincidieran con una �poca de importantes cambios pol�ticos y sociales, con una aut�ntica eclosi�n ideol�gica como la que se produjo en dicho siglo, como consecuencia de la Ilustraci�n y la Revoluci�n francesa del siglo anterior). La reactivaci�n del proceso democratizador puede suponer el �catalizador� de un verdadero desarrollo humano m�s s�lido y estable (y por supuesto m�s justo y equitativo).
Es m�s, como bien expresa Armando Fern�ndez Steinko, para conseguir plena democracia, para conseguir democracia total, es imprescindible que se aplique en TODOS los �mbitos de la sociedad (en el pol�tico, en el econ�mico, en el acceso al saber y a la informaci�n, en el medio ambiente). La democracia en un �mbito no puede existir si no existe en todos los dem�s (en todo caso s�lo puede existir parcialmente o escasamente). La democracia es un todo indivisible.
Por tanto, cuando hablamos de desarrollo del �mbito de aplicaci�n, nos referimos a llevar la democracia a los distintos TIPOS de grupos humanos (pol�ticos, econ�micos, sociales) por un lado y a grupos humanos de distintos TAMA�OS (comunidades de vecinos, asociaciones de barrio, municipios, regiones, pa�ses, organismos internacionales) por otro. La democracia debe existir desde el �mbito m�s local al m�s internacional. La democracia, como �herramienta� de convivencia, tiene que existir all� donde haya convivencia. Es necesaria una �globalizaci�n democr�tica�, la democracia debe ser universal (como universales son los derechos humanos). La democracia debe llegar tambi�n al �mbito internacional. Es necesario desarrollar la Declaraci�n Universal de los Derechos Humanos para corregir los flancos abiertos (faltas de concreci�n, posibles contradicciones, etc.) y para actualizarla. Es necesario que dicha declaraci�n tenga car�cter de ley de obligado cumplimiento para que deje de ser una mera declaraci�n de principios que finalmente se queda en �papel mojado�. Y a su vez es imprescindible que los organismos internacionales de todo tipo funcionen de forma escrupulosamente democr�tica. En particular, la ONU debe democratizarse (impidiendo la existencia de pa�ses con m�s voz y voto que el resto, es decir eliminando de su Consejo de Seguridad el car�cter permanente y el derecho a veto de ciertos pa�ses poderosos, etc.), debe potenciarse dicho organismo para que sea el �rbitro efectivo en todos los conflictos y problemas internacionales, para garantizar la paz y el bienestar mundial (potenciando el poder del Tribunal Internacional de Justicia, potenciando sus fuerzas de paz, etc.).
Es fundamental democratizar el acceso al saber y al conocimiento. La experiencia ha demostrado que la supuesta �vanguardia intelectual� de la sociedad, lejos de servir a �sta, ha servido en demasiadas ocasiones al poder. No se debe delegar el conocimiento del pueblo en una �lite que lo controle (o ayude a controlarlo). El propio pueblo debe poseer dicho conocimiento. El pueblo debe pensar por s� mismo, es la mejor garant�a de evitar su control, su alienaci�n. En esto est� la clave de la verdadera emancipaci�n de la humanidad, emancipaci�n que es en el fondo el fin �ltimo de la verdadera democracia, de la democracia hasta sus �ltimas consecuencias. Se puede necesitar cierto liderazgo, pero �ste debe ser limitado y transitorio. Por consiguiente, el desarrollo democr�tico debe hacerse sin excesivos protagonismos personales, sin excesivos liderazgos, debe ser sobre todo un movimiento popular coordinado y organizado a nivel mundial (aunque enraizado en movimientos locales).
Evidentemente ser�a pecar de ingenuos pensar que esto se va a conseguir de la noche a la ma�ana, se necesitar� una progresiva democratizaci�n del propio proceso de democratizaci�n, inicialmente deber� ser un movimiento inevitablemente liderado por una minor�a �vanguardista�, pero �sta deber� tener claro que su papel debe ser transitorio, que no deber� suplantar al pueblo, que deber� intentar contar con �l siempre que sea posible. Esto que puede parecer ut�pico, de hecho ya est� empezando a ocurrir, ya hay organismos internacionales que propugnan el desarrollo de la democracia mundial.
Dicha democratizaci�n del saber debe hacerse mediante la potenciaci�n de unos medios de comunicaci�n de calidad (permitiendo el acceso de todo tipo de ideas, es decir la democratizaci�n de los medios, fomentando la cultura, los debates, la difusi�n del saber), mediante un sistema educativo accesible a toda la poblaci�n (con una ense�anza gratuita y de calidad, no s�lo en las primeras etapas de la educaci�n de las personas, sino que hasta el final, hasta la universidad, ense�anza que d� prioridad a la calidad frente a la cantidad, que permita aprender a razonar y pensar bien m�s que a memorizar datos, que permita aprender una actitud de duda met�dica, de m�todo cient�fico, que fomente la curiosidad en vez de reprimirla), mediante la potenciaci�n de la pol�tica cultural (buscando una actitud activa del individuo, buscando m�s su �producci�n� cultural que su simple �consumo� pasivo), mediante la potenciaci�n de las bibliotecas p�blicas (fomentando su uso, aumentando sus recursos, permitiendo acceder a todo tipo de ideas), mediante la potenciaci�n del acceso a Internet (facilitando la alfabetizaci�n digital, promocionando p�ginas web especialmente interesantes para el saber, promocionando los foros de debate, promocionando prensa alternativa), etc. En definitiva, potenciando la libertad, la participaci�n activa, la curiosidad, la actitud cr�tica, la filosof�a democr�tica en todos los �mbitos de la sociedad, especialmente en aquellos relacionados con la educaci�n y la cultura.
La democratizaci�n del saber y del conocimiento no s�lo debe proporcionar la �semilla� con la que la democracia debe arraigar, sino que adem�s puede suponer la aceleraci�n del desarrollo humano global (en todo los frentes, en la ciencia, en la tecnolog�a, en la econom�a, etc.). �Cu�ntos �Einsteins� habr�n sido desaprovechados a lo largo de la historia por la falta de las necesarias condiciones econ�mico-sociales para que surjan, por la falta de igualdad de oportunidades? �Cu�ntos genios no habr�n podido �fructificar� por la imposibilidad de salir de una existencia centrada exclusivamente en la supervivencia, en la satisfacci�n de las necesidades b�sicas? La democratizaci�n del saber puede suponer para la humanidad el paso de la adolescencia a la edad adulta (en todos los aspectos) puesto que implica la �democratizaci�n de la inteligencia� (nacemos con m�s o menos inteligencia, pero �sta se desarrolla m�s o menos mediante la educaci�n y el aprendizaje continuo, siempre que nuestras necesidades b�sicas est�n satisfechas y podamos dedicarnos a ello). El desarrollo democr�tico puede suponer el desarrollo de la �inteligencia potencial� de la humanidad (al aumentar el n�mero de �cerebros� que pueden trabajar conjuntamente, como ocurre en una red de ordenadores con muchas m�quinas que trabajan coordinadamente y aumentan la capacidad neuronal global de la misma), y a su vez, el desarrollo de la �inteligencia aplicada� al fomentar la creatividad (al fomentar la expresi�n de las ideas, su �exteriorizaci�n�, su intercambio) por el aumento de libertad que supone.
Conclusiones
La democracia debe ser din�mica (como la sociedad misma), debe aumentar tanto en intensidad (desarrollando la �t�cnica� democr�tica, es decir el c�mo aplicarla y el cu�nto aplicarla) como en universalidad (desarrollando el �mbito de aplicaci�n, es decir donde aplicarla). Hay que salir de la situaci�n de estancamiento (o retroceso) actual, del �subdesarrollo democr�tico�. Hay que recuperar el �rumbo�. En funci�n del �mbito de aplicaci�n (sobre todo del tama�o del grupo de personas) se puede emplear o desarrollar la t�cnica m�s adecuada. Por ejemplo, es posible en peque�os grupos humanos implantar modelos de democracia m�s avanzados como la democracia participativa, deliberativa e incluso directa (de hecho �sta ya exist�a, con ciertas limitaciones, en muchas sociedades primitivas). La tecnolog�a incrementa cada vez m�s las posibilidades de ir implantando estos modelos avanzados a grupos de mayor envergadura. Probablemente en el futuro se llegar� a soluciones mixtas donde a nivel local se tenga democracia directa, a niveles intermedios democracia participativa y a niveles m�s globales (nacionales o internacionales) democracia representativa. Por esto es muy importante que todos estos modelos no se vean como mutuamente excluyentes y se desarrollen en paralelo (tanto en su vertiente te�rica como en su vertiente pr�ctica). As� como es fundamental fomentar los valores democr�ticos en la educaci�n y en los medios de comunicaci�n, tambi�n es fundamental democratizar el acceso al saber y a la informaci�n, estos aspectos son la �semilla� de la democracia del futuro.
Una posible �hoja de ruta� hacia la plena democracia ser�a, por un lado empezar a practicar en organizaciones de tama�o reducido los modelos avanzados de democracia (como ya se est� haciendo, aunque t�midamente), y por otro lado �forzar� a la clase pol�tica internacional a desarrollar el modelo de democracia representativa (denunciando claramente sus carencias, concienciando sobre la posibilidad y necesidad de mejorarla, y dejando de colaborar �ciegamente� con ella hasta que no se produzcan mejoras sustanciales). El camino ser� largo y dif�cil pero por lo menos sabemos que �t�cnicamente� es posible ir, sabemos a donde queremos ir y sabemos c�mo ir. Como tantos problemas, la principal dificultad es la VOLUNTAD, la resistencia de los grupos poderosos que controlan las democracias actuales a perder dicho control y la PASIVIDAD de la mayor�a de la gente. Pero no hay que olvidar que dicho control es imposible sin la complicidad (consciente o inconsciente) del pueblo. El desarrollo democr�tico debe ser un proceso din�mico, flexible, abierto y progresivo (paso a paso). Habr� que ir refinando dicho desarrollo, modificando las teor�as a aplicar en funci�n de los �xitos o fracasos de su implementaci�n (como se hace con otras disciplinas cient�ficas, econ�micas o sociales). Hay que huir de dogmatismos y hay que ser pragm�ticos (aunque sin renunciar nunca a los principios b�sicos de la democracia).
As� como la humanidad se ha esforzado tanto por desarrollarse cient�fica y tecnol�gicamente, es imprescindible que tambi�n lo haga social y pol�ticamente. No nos sirve de nada un desarrollo econ�mico que genera m�s riqueza si �sta no se distribuye, si s�lo la disfrutan unos pocos, si no la disfruta el conjunto de la sociedad, si la riqueza de unos pocos es a costa de la pobreza (o del �estancamiento�) de la mayor�a. No nos sirve de nada tener m�s tecnolog�a, m�s medios, si no nos hace m�s felices, si no nos hace m�s libres (si al contrario nos aliena m�s), si no somos capaces de convivir en paz. No debemos confundir los medios con el fin. La verdadera libertad (no se puede ser absolutamente libre pero se puede tener m�s o menos libertad), es condici�n necesaria (aunque no suficiente) para conseguir la aut�ntica felicidad, y dicha libertad (dentro de la vida en sociedad) no puede existir sin justicia, sin igualdad de oportunidades. No puede haber felicidad sin paz, en todos los �mbitos, sin paz individual (sin paz interior), sin paz social (no confundir con paz aparente o con �guerra social� pospuesta, la lucha de clases es un tr�nsito hacia una situaci�n de paz social), sin paz entre los pueblos, sin paz entre los estados, etc. Y no puede haber paz sin justicia. Como dijo Eugenio Pacelli, la paz es obra de la justicia. En definitiva, hay que �democratizar la felicidad�, todos tenemos derecho a intentar ser felices (adem�s de a poder sobrevivir en condiciones dignas), pero para eso necesitamos que se den las condiciones pr�cticas para que sea posible (el desarrollo democr�tico).
Todo esto que ahora nos suena a utop�a quiz�s alg�n d�a no lo sea, es m�s, es necesario que no lo sea, porque sino los seres humanos (y probablemente el resto de los seres vivos) tenemos los d�as contados en este planeta. El ocaso de las ideas, de las ideolog�as (ocaso realmente deseado por los que no desean perder sus privilegios, por los que quieren evitar perder el control, por los que quieren evitar el desarrollo de la democracia, por los que fomentan su degeneraci�n, su �desnaturalizaci�n�), s�lo puede llevar al ocaso de la civilizaci�n. Nos enfrentamos al peligro de nuestra autoextinci�n y la �nica salida con futuro que nos queda es el desarrollo democr�tico. Es muy peligroso el contraste actual entre el desarrollo tecnol�gico y cient�fico por un lado, y el (�subdesarrollo�) social y pol�tico por otro. En un momento en que nuestra tecnolog�a es capaz de destruir nuestro planeta varias veces, se hace urgente aprender a convivir en paz, en un momento en que nuestra especie tiene una poblaci�n tan numerosa y un desarrollo econ�mico tan �agresivo�, se hace urgente un desarrollo equilibrado, estable, justo y sostenible. Hay que evitar nuestra autodestrucci�n (ya sea repentina y definitiva mediante un holocausto nuclear, peligro que sigue latente, ya sea �lenta� o progresiva, como ya lo est� siendo casi sin darnos cuenta), y esto s�lo es posible mediante el desarrollo de la democracia. Redirijamos nuestra inteligencia y voluntad hacia este objetivo prioritario para nuestra subsistencia y para la del resto de los seres vivos de la Tierra, es nuestra responsabilidad, de todos nosotros depende. Como dice aquel famoso lema de mayo del 68 (frase que tambi�n se atribuye al Che) Seamos realistas, exijamos lo imposible.