Luis Alberto Jiménez Trejo
En los últimos años, la forma de concebir y medir el desarrollo ha cambiado, primero se consideró que el crecimiento económico era indicador del desarrollo de una sociedad y que un aumento sostenido en el Producto Interno Bruto (PIB) era suficiente para garantizar mejores condiciones de vida de la población, esto debido a que al crecer el producto habría más riqueza y que esta se distribuiría eficientemente por efecto del mercado entre toda la población.
Posteriormente se planteó una diferencia entre crecimiento y desarrollo económico, reconociendo que el crecimiento no perneaba a todos los sectores sociales y que en muchas ocasiones sólo concentraba el ingreso y los satisfactores en unos cuantos, haciendo la consideración de que el desarrollo incluía, a diferencia del crecimiento, mejoras en el nivel de vida de toda la población y que esto sólo se lograría con la acción eficiente de los mercados y con la eficaz regulación y redistribución por parte del Estado.
Con el transcurrir del siglo XX la teoría del desarrollo llegó al concepto de Desarrollo Humano1, que centra su atención en los factores que logran desarrollar las capacidades del individuo como persona, en términos de salud, educación e ingreso; esta perspectiva considera que el fin último del desarrollo es el ser humano y que la sociedad debe generar las condiciones básicas para que las personas se desarrollen adecuadamente y aspiren a una vida digna, este indicador se considera el más cercano en la actualidad para la medición de las condiciones de vida de la población.