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EL IMPACTO DE LA TECNOLOGÍA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO

Eduardo Jorge Arnoletto

 

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Dinámica del espacio geográfico mundial

El objetivo principal de los geógrafos es comprender el entorno y el uso que el hombre hace del mismo. Con este fin, reunen información, la analizan y plasman los resultados de sus estudios en gráficos, libros de texto y mapas. Así identifican, analizan e interpretan la distribución y disposición de los elementos de la superficie terrestre. Estudian también la relación del hombre con su entorno, considerando factores físicos y culturales. Los rasgos físicos incluyen el clima, la tierra, las aguas, la flora y la fauna. Entre los rasgos culturales se incluyen las creencias, actitudes y prácticas de los pueblos, sus asentamientos, sus redes de comunicación y otras modificaciones realizadas por el hombre en su entorno físico.

Con respecto a los rasgos físicos de los ambientes geográficos, quizás los más destacados sean el relieve (llanuras, colinas, montañas, mesetas) y las regiones de vegetación natural, que los geógrafos han tipificado del siguiente modo:

• Selva tropical húmeda o pluvisilva.

• Selva seca tropical y sabana.

• Desiertos y semidesiertos subtropicales.

• Bosques mediterráneos.

• Bosques siempreverdes templados.

• Bosques caducifolios templados.

• Praderas de la zona templada.

• Desiertos y semidesiertos templados • Bosques boreales de coníferas.

• Tundra, desiertos polares y hielo.

• Humedales (pantanos, marismas y turberas).

Sobre ese paisaje natural, los grupos humanos han ido asentándose y ocupando territorio, mediante un constante proceso de aglutinamiento de comunidades menores en otras mayores (horda de caza, tribu, fratria, ciudad –estado, imperio, estado – nación, comunidad de naciones...) proceso que aún hoy continúa, y que ha significado la aparición de unidades políticas, es decir, de territorios ocupados por poblaciones que comparten aspectos de una cultura y que llevan una vida social ordenada de algún modo por alguna forma de poder político, las que se encuentran separadas y a la vez vinculadas con otras mediante fronteras, que incluyen a los propios y excluyen a otros. Esas fronteras, como zonas de transición o bandas de demarcación entre unidades políticas diferenciadas, tienen la mayor importancia, como puede verse en la historia de los conflictos de los grupos humanos.

Los bloques económicos son conjuntos de Estados – naciones que han celebrado tratados para llevar adelante una actividad económica que los beneficia a todos, ya sea por las economías de escala que aparecen en su intercambio interno o por la mejora de sus condiciones de negociación frente a terceros.

Son una etapa dentro de un proceso de integración que generalmente comienza con acuerdos económicos (eliminación de aranceles internos, aranceles externos comunes, facilidades para el comercio, etc.) pero que rápidamente tiene consecuencias políticas (una política exterior y de defensa militar común, cesiones de soberanía en aspectos parciales, por ejemplo) y socio – culturales (por la difusión y facilidad de los viajes, el conocimiento de los idiomas, la aparición de vínculos familiares y personales, etc.).

Las áreas culturales se refieren a conjuntos de población que comparten una misma o similar cultura: creencias religiosas, costumbres, tradiciones, memorias del pasado, formas de convivencia en el presente y proyectos de futuro; y también un conjunto de técnicas y modos de producción y distribución de bienes. La cultura presenta siempre esas dos dimensiones: subjetiva o espiritual, por una parte y material por otra.

Es importante tener en cuenta que no siempre las unidades políticas y las áreas culturales coinciden en sus límites o fronteras. Hay casos en que un Estado – nación tiene una cultura básica única, pero tambien hay casos en que varias culturas (en definitiva, varias naciones) conviven dentro de las fronteras de un solo Estado (como los catalanes y los vascos en España), o que los portadores de una cultura habitan los territorios de dos o más Estados (como los kurdos en Turquía e Iraq).

El rasgo más saliente de la población humana de la Tierra es su rápido crecimiento. En 1997, la cifra total de la población mundial alcanzó los 5,85 mil millones de personas. Cada día se producen 250.000 nacimientos, o sea 90 millones por año. En el año 2000 la población alcanzará los 6 mil millones, y al ritmo actual, para el año 2050 la población alcanzaría los 10 mil millones.

Las necesidades básicas de todas esas personas, en materia de alimentación, vivienda, vestido, bienes de consumo, disponibilidad de energía, plantean una enorme demanda de recursos naturales. Si no se producen cambios en el uso de la tierra, las tecnologías productivas y las fuentes de energía, la presión de esa demanda sobre el medio ambiente natural aumentará forzosamente.

El poblamiento humano de la Tierra no es parejo. La población tiende a concentrarse en los lugares donde las condiciones naturales son relativamente más favorables, como las cuencas de los grandes ríos, las regiones fértiles y de clima templado, y a rehuir los espacios desfavorables como las selvas tropicales lluviosas y los desiertos polares, pero la especie humana no depende solamente de las condiciones naturales. Su ingenio y dominio de tecnologías adecuadas le han permitido ocupar espacios en casi todo el planeta, bajo los más diversos climas y condiciones, y los recientes procesos de industrialización y comercio internacional han hecho posible que regiones muy pobres en recursos naturales soporten densidades de población altísimas, como es el caso de Japón, por ejemplo.

A lo largo de su historia, los seres humanos han estado casi permanentemente en movimiento. El hombre ha migrado, por razones naturales o por motivos socio-económicos y políticos. Causas naturales han sido las sequías prolongadas, los cambios climáticos, las inundaciones, las erupciones volcánicas.

Los motivos socio-económicos han sido más frecuentemente causas de migraciones que los desastres naturales. La escasez de alimentos y el agotamiento de los suelos por el exceso de población, las derrotas en las guerras, las políticas expansionistas de otros pueblos, la búsqueda de autonomía religiosa o política, se cuentan entre ellas.

Tambien hay que contar con el efecto expulsivo de regiones rurales empobrecidas, por la mala distribución de la tierra o por el impacto de la industrialización; y por el contrario, el efecto atractivo de la prosperidad de otras regiones, por el descubrimiento de algun nuevo recurso natural o el efecto de inversiones industriales o de servicios.

En la Historia, los movimientos de población se han visto condicionados por barreras naturales (ríos, mares, desiertos, cadenas montañosas). En muchos casos, ciertos corredores o pasos de montaña se convirtieron en rutas migratorias habituales.

Las migraciones tienen notables efectos y alcances:

• Redistribuyen la población entre zomas receptoras y dadoras.

• Hay un efecto selectivo: migran los jóvenes y fuertes, y en la zona de orígen la población envejece.

• Provoca uniones de poblaciones de distinto orígen, en general con consecuencias genéticas favorables, por eliminación de la consanguinidad.

• Plantean problemas de contacto cultural, con tensiones, oposiciones, conflictos, absorciones y hasta extinción de los pueblos originarios.

• Hay consecuencias económicas: una penalización para las zonas dadoras por la pérdida selectiva de individuos activos, pero también una ventaja por la eliminación de excedentes de población. Las regiones receptoras ahorran gastos de crianza y formación, pero también tienen problemas de radicación y empleo.

En la actualidad, un tema importante es el de las migraciones internas , que se acrecentaron con la Revolución Industrial, sobre todo desde las zonas rurales a las áreas urbanas, por el carácter expulsivo de las actividades agrícolas mecanizadas y la atracción de nuevos puestos industriales urbanos. También hubo, aunque en menor escala, migraciones entre zonas rurales pobres y desarrolladas, para la recogida de las cosechas, en forma temporaria o estacional. Y también se producen migraciones entre áreas urbanas, siguiendo los procesos de relocalización de las actividades económicas.

Los seres humanos utilizan la tierra en que viven como ninguna otra especie. Modifican el entorno natural en profundidad, para adaptarlo a sus fines. Ya casi no queda ningún rincón del planeta que no lleve alguna marca de la acción humana, y en muchas partes la transformación ha sido completa, en particular en los grandes centros urbanos e industriales, y en las principales redes viales de transporte.

La tierra que ocupan las granjas, los cultivos y las pasturas puede parecer más “natural” que las tramas urbanas, pero en realidad esas formas de desarrollo son tan producto de la actividad humana como las ciudades, la fábricas y los aeropuertos. El uso humano de la tierra llega hasta los océanos, donde define rutas marítimas, extrae los peces que lo habitan y excava su lecho en busca de petróleo y metales.

Las tierras emergidas representan aproximadamente el 29% de la superficie de la Tierra. Los usos a que están destinadas varían mucho de una región a otra. Las limitaciones impuestas por la geografía, la densidad de la población, el clima y otros factores hacen que la tierra aprovechable sea muy valiosa, y en ocasiones se justifican enormes esfuerzos humanos y económicos para aumentar la superficie de suelo disponible, como ocurre en los Países Bajos y en el Japón.

El incremento de la presión para destinar la tierra a usos económicos está produciendo conflictos en muchas regiones de la Tierra. En particular en los países subdesarrollados se produce un gran dilema, porque la necesidad de dinero empuja a arrasar los bosques y modificar los suelos para obtener madera, carne, te, caucho y otros productos exportables, pero al mismo tiempo se plantea la necesidad de conservar el medio natural para tener recursos en el futuro.

Las tierras cultivables representan el 11% de las tierras emergidas, pero su empleo efectivo varía mucho según las regiones. El tipo de agricultura que se practica varía según el siguiente patron: las explotaciones agrícolas proximas a las ciudades ocupan superficies reducidas, practican cultivos intensivos, rapidamente perecederos, de alto precio en el mercado. A mayor distancia de los grandes centros urbanos, las explotaciones son más grandes y los cultivos de cereales y la cría de ganado tienen carácter extensivo. Hoy día este patrón aparece algo corregido por los progresos en el transporte y la refrigeración.

La demanda de la creciente población mundial por alimentos induce cada vez más a destinar más tierra a la agricultura, aunque no sea idónea para ello, y aun cuando las consecuencias de tal práctica sean desastrosas.

El concepto de desarrollo sostenible nació de la necesidad de resolver ese conflicto entre la necesidad de desarrollar los recursos naturales y la necesidad de preservar el medio ambiente.

La definición de zona urbana, como opuesta a la zona rural, no es fácil de precisar. Una ciudad es una zona grande, densamente poblada y construida. No hay acuerdo sobre los criterios objetivos, pero en general se usa una combinación de factores: cifra de población, densidad de población y dimensiones del área construida. En los EE.UU. se consideran zonas urbanas las que tienen al menos 2500 habitantes. En otros países, como Inglaterra, se toma el valor 1000 habitantes.

Las ciudades ofrecen diversidad de actividades: manufactura, ventas, servicios. Esas funciones son la base económica de la ciudad. Las funciones se concentran en las ciudades porque la elevada cifra de residentes sustenta la demanda. La cercanía entre actividades afines ahorra tiempo y dinero. Las ciudades se comunican entre si mediante redes de transporte, que facilita y potencia los intercambios de personas y de bienes.

La composición social de las ciudades se caracteriza por una población numerosa, densa y heterogénea, lo que origina un modo de vida típicamente urbano, aunque hay que reconocer que por obra de los medios de comunicación ese estilo de vida se ha difundido a otras regiones.

El proceso de urbanización, o sea el crecimiento del número de ciudades, de su población, y el incremento del % de personas que viven en zonas urbanas, es un indicador del desarrollo y la prosperidad de un país. Generalmente, los países más ricos e industrializados suelen ser los más urbanizados. Sin embargo, tambien es cierto que el éxodo de las zonas rurales y el aumento vegetativo de las poblaciones urbanas, han hecho crecer rapidamente a la población de las ciudades en los países subdesarrollados.

Un rasgo destacado del desarrollo urbano en el siglo XX ha sido el incremento del número de ciudades muy grandes, las llamadas megalópolis, de más de 10 millones de habitantes. No menos de veinte de estas gigantescas áreas metropolitanas existen hoy en el mundo, principalmente en Asia: Tokio, Seúl, Osaka, Shangai, Bombay, Pekin, Calcuta, Yacarta, Tianjin, Karachi, Delhi y Manila. En otros continentes encontramos a Nueva York, San Pablo, México DF, Los Angeles, Moscú, Buenos Aires, Río de Janeiro. Se espera que para el 2020 varias de estas ciudades superarán los 20 millones de habitantes.

Otra característica actual es la unión de varias ciudades en un área de edificaciones continuas, como ocurre en los EE.UU. desde Boston hasta Washington.

La ubicación de las ciudades depende de las funciones para las que fueron concebidas, que pueden relacionarse con la defensa, el comercio, la administración o los cultos religiosos. La defensa, la necesidad de ocupar y sostener una posición estratégica influyó mucho en la localización de algunas ciudades. El comercio es un factor muy destacado: buenas comunicaciones, buenos transportes, son cruciales para que aparezcan ciudades comerciales.

También suele influir la existencia de recursos poco abundantes, como yacimientos minerales, por ejemplo. Las ciudades administrativas suelen estar frecuentemente en una posición central, que facilita el acceso desde cualquier otro punto. Finalmente, hay ciudades construidas en relación con sitios considerados sagrados, por su asociación con narraciones expresivas de un credo religioso.

El paisaje urbano, su patrón del uso del suelo, el diseño de la trama urbana, resulta de la interacción de su ubicación, su historia y su función. Muchas ciudades responden a un diseño geométrico, como decisión de imponer un orden humano a un entorno natural. La trama urbana refleja los valores de las personas y los grupos cuyo poder les permite tomar decisiones sobre el paisaje urbano.

La urbanización de la sociedad es una tendencia global que parece destinada a perdurar. A medida que la población urbana aumenta, las ciudades necesitarán una planificación más cuidadosa, para desarrollar nuevos modelos urbanos mejor adaptados a los requerimientos futuros.

Dijimos antes que los recursos naturales son el conjunto de los elementos componentes del ambiente geográfico que real o potencialmente pueden ser usados por el hombre para sustentar una vida social organizada. Ya vimos también que hay dos tipos básicos de recursos: los renovables, como son los que provienen de la agricultura, la ganadería, la pesca, y los no renovables, como son las explotaciones mineras, la extracción de petróleo, etc.

Aun en el caso de los recursos renovables, la conservación del recurso exige una programación y tecnologías adecuadas para no deteriorarlo y lograr el mayor rendimiento durante más tiempo para más personas. Hay formas de agricultura, por ejemplo, que agotan los suelos; la pesca intensiva no permite la reposición de los cardúmenes, la deforestación sin reforestación produce la erosión del suelo y la inevitable degradación del recurso, etc. En el caso de recursos no renovables, se trata de restringir su uso, para hacerlo durar más tiempo; o de desarrollar técnicas de reciclado, como se hace con los metales de uso industrial, o de reemplazarlo o combinarlo con recursos renovables, como se hace con la energía eléctrica de origen hidráulico, eólico o solar.

En general, el desarrollo económico, tanto en la experiencia del libre mercado como en la experiencia de la planificación centralizada, ha sido a lo largo de mucho tiempo muy indiferente a las consecuencias de la actividad extractiva e industrial sobre el medio ambiente natural. Ha sido necesario que la evidencia del deterioro se planteara con gran dureza para que se despertara a la realidad de los costos ocultos del crecimiento económico, y aún así, la presión de los intereses demora y retacea la adopción de decisiones que harían posible un desarrollo sustentable, que indudablemente tiene un costo que afecta la ambición de la máxima ganancia.

El medio ambiente es el conjunto de los elementos físicos, condiciones e influencias que nos rodean. Como una reacción contra los excesos de un desarrollo económico destructivo del medio ambiente, por estar regido por la lógica de la maximización de la ganancia a cualquier costo, surgió el medioambientalismo, que es un movimiento político con muchas filosofías diferentes pero que tienen en comun el concepto de proteger los recursos naturales de los efectos negativos ocasionados por la actividad humana. Se manifiesta de diversas formas, como la lucha contra la polución ambiental, la protección de especies de plantas o animales en peligro de extinción, la oposición al determinados usos o cambios en áreas de terreno, la lucha por la eliminación de las plantas de energía nuclear y de los residuos radioactivos, etc.

Entre ambas posiciones extremas: el desarrollo económico altamente lucrativo y predatorio del ambiente, y el medioambientalismo que se presenta muchas veces como traba a todo desarrollo necesario, se ha planteado en nuestros días, el concepto de gestión medioambiental, como punto de equilibrio, que estudia el medio ambiente y desarrolla sistemas para controlarlo, a fin de satisfacer las exigencias del desarrollo económico, de la conservación de los recursos y del ambiente y de los requisitos de los clientes o los ciudadanos.

Este enfoque intermedio es el que sustenta, por ejemplo, las normas internacionales ISO 14 000 sobre la gestión medioambiental en las empresas. El nuevo concepto, muy afin al de desarrollo sostenible, abre posibilidades nuevas de lograr formas de solución al dilema de atender necesidades crecientes de poblaciones en aumento y de preservar recursos para futuras generaciones, probablemente aun más numerosas.

La presión del aumento de la población sobre los recursos naturales del medio ambiente, para satisfacer las crecientes necesidades de esas poblaciones más numerosas, tiene relación con su distribución y con su número total. Actualmente, el 90% del crecimiento de la población se produce en los países subdesarrollados, en los que se concentrará, hacia el año 2025, el 84% de la población mundial.

Los países desarrollados son los responsables de la mayor parte de la contaminación ambiental, del llamado “efecto invernadero” , del agotamiento de la pesca y de la deforestación. Pero estos países son también los que tienen los recursos necesarios para controlar los daños medioambientales, con tecnologías que depuren las emisiones de gases y aguas contaminadas. Los países subdesarrollados consumen en proporción mucho menos recursos naturales por persona, pero la gran cantidad de población agota los suelos, los bosques y las aguas, y además estos países no tienen acceso a tecnologías no contaminantes.

La contaminación atmosférica se ha extendido con gran rapidez porque las corrientes atmosféricas pueden transportar los gases contaminantes a todos los rincones del planeta. La mayor parte de esa contaminación procede del empleo de combustibles fósiles en los automotores y en las centrales térmicas. Los países industrializados producen la mayor parte de esa contaminación, generadora del efecto invernadero, de las lluvias ácidas y de la disminución de la capa protectora de ozono que rodea a la Tierra.

La destrucción de la naturaleza y por lo tanto del habitat de muchas especies está produciendo la rápida extinción de muchas de ellas. Desde 1990, el 12% de los mamíferos y el 11% de las aves de todo el mundo han pasado a ser consideradas como especies en peligro de extinción. Aparte de la perdida de especies individuales, la perdida de la biodiversidad tiene numerosas repercusiones sobre los ecosistemas del planeta.

Un motivo importante de la extinción de especies es la introducción de otras especies no autóctonas en ecosistemas nuevos, las que pueden dañar severamente la flora y la fauna autóctonas y trastornar el equilibrio ecológico.

La desertificación es la ampliación de las formas y procesos característicos del desierto a zonas donde los mismos no se producían anteriormente. Es un problema medioambiental que afecta a la mayoría de los países de la Tierra. Cada año se pierden, por este motivo, entre 6 y 27 millones de hectáreas de tierra. Las zonas áridas ocupan un tercio de la superficie de las tierras emergidas, y el 70% de las mismas, en especial aquellas que rodean a los desiertos, están lo suficientemente deterioradas como para ser vulnerables a este proceso.

La degradación y pérdida del suelo, es un problema medioambiental que está afectando seriamente la producción de alimentos en muchas regiones de la Tierra. Se calcula que desde 1945 hasta la fecha, un 11% de la superficie de la Tierra, unos 12 millones de km2, se ha degradado. Cada año, los agricultores abandonan en promedio unos 70 000 km2 de tierras que antes eran cultivables. Este fenómeno tiene varias causas: la deforestación, el uso de pesticidas químicos, el sobrepastoreo, las prácticas agrícolas inadecuadas, etc.

La contaminación del agua potable es otro problema importante. Pese a ser la Tierra un planeta sobreabundante de agua, el agua dulce potable es un bien escaso. En todo el mundo, más de 1 000 millones de personas no tienen acceso al agua potable. Solo una pequeña cantidad del agua dulce del planeta ( un 0,008% aproximadamente) está disponible para el consumo humano. El 70% de la misma se destina a la agricultura de regadío, un 23% a la industria y solamente el 8% al consumo doméstico.

Por último mencionaremos la contaminación marina y la sobrepesca, que afecta al 70% de la población mundial total, que habita en zonas costeras. Es preciso tener en cuenta que las aguas costeras, aunque representan solo el 0,5% del volumen de las aguas de los océanos, constituyen el habitat de la mitad de los bancos de pesca mundiales. El habitat costero se deteriora por la deforestación, la erosión, el vertido de químicos industriales, fertilizantes, pesticidas, petróleo, aguas cloacales, y la sobreexplotación pesquera.


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