Maximiliano Korstanje
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Antes de poder continuar con el desarrollo de este apartado conviene preguntarse �que se entiende por definir y bajo que contexto gramatical lo estamos aplicando?. Definir, �implica usar el lenguaje?, �uno podr�a esbozar una definici�n sin hacer uso del lenguaje?, �definir un no lugar aunque m�s no sea por negaci�n no implica una asimilaci�n cultural?, �cu�l es el motivo para llamarlo �no lugar�?.
Berger y Luckmann afirman �la vida cotidiana, por sobre todo, es vida con el lenguaje que comparto con mis semejantes y por medio de �l. Por lo tanto, la compresi�n del lenguaje es esencial para cualquier comprensi�n de la realidad de la vida cotidiana�. (Berger P y Luckmann T, 1972: 55). El punto, entonces radica en saber �por qu� motivo los hechos deben depender del lenguaje?.
Seg�n John Searle (1997:80) s�lo est�n ligados al lenguaje aquellos hechos que son �dependientes del lenguaje� tales como esto es un billete de 20 d�lares u hoy es martes 13 de Octubre, pero en otros casos, los hechos son independientes del lenguaje, como por ejemplo tener hambre si bien puede implicar una predisposici�n biol�gica no es un hecho que dependa del lenguaje. Cuando esa necesidad se institucionaliza, y se le asigna un funci�n el hecho pasa a formar parte del lenguaje y de la realidad socialmente construida.
�La organizaci�n del espacio y la constituci�n de lugares son, en el interior de un mismo grupo social, una de las apuestas y una de las modalidades de las pr�cticas colectivas e individuales� (Auge M, 1996:57). Una de las formas que tiene el etn�logo de interrogar a la realidad socialmente construida, es a trav�s de tratar el espacio simb�lico, ese espacio cargado de significado es �el lugar antropol�gico�.8 Continua sobre el tema �estos lugares tienen por lo menos tres rasgos comunes. Se consideran (o los consideran) identificatorios, relacionales e hist�ricos. El plano de la casa, las reglas de residencia, los barrios del pueblo, los altares, las plazas p�blicas, la delimitaci�n del terru�o corresponden para cada uno a un conjunto de posibilidades y de prohibiciones cuyo contenido es a la vez espacial y social� (ibid: 58).
En este sentido Aug� dir�a, entonces, que el lugar que nos vio nacer asigna a todos nosotros una identidad particular la cual a la vez se considera simb�lica, espacial e hist�rica. El monumento, es muchas veces, s�mbolo que se est� en presencia de un lugar antropol�gico. Se�ala el autor, �el monumento, como lo indica la etimolog�a latina de la palabra, se considera la expresi�n tangible de la permanencia o, por lo menos, de la duraci�n. Son necesarios altares para los dioses, palacios y tronos para los soberanos para que no sean avasallados por las contingencias temporales. As� admiten pensar la continuidad de las generaciones� (ibid: 65).
Los centros de las ciudades y las capitales, son monumentos que otorgan identidad y ejercen un poder institucional sobre quienes forman o residen en ella. Estos centros son unidos y ligados entre s� por un conjunto de conectores, carreteras y pasadores que organizan los itinerarios: �a la entrada de las ciudades, en el espacio triste de los grandes complejos, de las zonas industrializadas y de los supermercados, est�n plantados los anuncios que nos invitan a visitar los monumentos antiguos. A lo largo de autopistas se multiplican las referencias a las curiosidades locales que deber�an retenernos aun cuando estamos de paso, como si la alusi�n al tiempo y a los lugares antiguos no fuese hoy sino una manera de mentar el espacio presente� (ibid: 79).
El pensamiento de Aug� no puede escapar a la reflexi�n profunda, pero intentaremos focalizar en dos cuestiones �qu� hechos son necesarios para que se pase de un lugar a un no lugar? y �bajo que contextos se deja de pertenecer?.
Despu�s de definir un no lugar como un espacio de no identidad, dice el autor �la hip�tesis aqu� defendida es que la sobremodernidad es productora de no lugares, es decir, de espacios que no son en s� lugares antropol�gicos y que, contrariamente a la modernidad baudeleriana, no integran los lugares antiguos� (ibid: 83). �De que manera la modernidad o mejor dicho la sobremodernidad genera no lugares?.
Dir� el autor, �el hecho de pasar da un estatuto particular a los nombres de lugar, que la falla producida por la ley del otro y donde la mirada se pierde, es el horizonte de todo viaje (suma de lugares, negaci�n del lugar), y que el movimiento que desplaza las l�neas y atraviesa los lugares es, por definici�n, creador de itinerarios, es decir, de palabras y de no lugares� (ibid: 90). Influido notablemente por Michel de Certeau, Aug� encuentra en los viajeros, turistas, y en el viaje mismo el elemento central para defender su tesis. Despojado de toda pertenencia hist�rica, el turista no tiene un v�nculo cierto con el lugar que visita y mucho menos con la historia del lugar. Puede durante un tiempo estar contemplando un monumento a los ca�dos durante la segunda guerra mundial simplemente por curiosidad, sin que ese hecho le remueva nada; es solamente un consumidor. Si bien, la idea de Aug� no est� muy en desacuerdo con lo que piensan algunos te�ricos del turismo, se equivoca cuando le asigna al movimiento o al viaje en s� mismo la capacidad de generar un �no lugar�; sobre todo cuando afirma �el viaje � construye una relaci�n ficticia entre mirada y paisaje. Y si se llama espacio la pr�ctica de los lugares que define espec�ficamente el viaje, es necesario agregar tambi�n que hay espacios donde el individuo se siente como espectador sin que la naturaleza del espect�culo le importe verdaderamente� (ibid:91).
No es el desplazarse en s�, lo que rompe con la identidad, prueba de ello son las personas que deben dejar su lugar antropol�gico de residencia para radicarse en otras partes del mundo tales como los migrantes o los refugiados. Por otro lado, Aug� omite contemplar a aquellas personas que cautivadas por el lugar dejaron su pertenencia su status de turista para radicarse en forma definitiva en calidad de ciudadano de ese nuevo lugar.
La rigidez con la que el autor esboza su teor�a no permite llegar a buen puerto cuando se comparan sus ideas con los hechos emp�ricos. Parece empecinado en demostrar que la movilidad atenta contra la identidad y eso no necesariamente deba ser as�. Mucho menos, cuando el viaje se institucionaliza dando lugar �al mercado�. El turismo, tambi�n llamada la industria de los viajes, es una instituci�n social como lo es el mercado; y si se sostiene que el mercado es un lugar �porque insistir con que el viaje es su negaci�n?. Quiz�s conviene recalcar, que el turismo genera nuevos lugares de pertenencia acorde al status con el cual el viajero se identifica. Puede afirmarse, incluso, como se�ala Boullon, que el viajero sostiene una interacci�n fragmentada, es decir, �el viajero no se considera obligado a continuar una relaci�n con alguien que no coincida con sus gustos y forma de ser � la relaci�n del turista es una relaci�n fragmentaria, conocen s�lo partes de muchas personas en vez de la integridad de unas pocas� (Boullon R, 1986: 106).
A diferencia de Aug�, Boullon no concibe el viaje sin el tiempo y entonces afirma �todo viaje incluye los tres momentos en que hemos dividido la constancia del tiempo � pasado presente, y futuro. El presente es cada instante del tiempo transcurrido, cuando se materializa el viaje. El futuro, desde que se decidi� viajar hasta que el viaje se efect�a; abarca buena parte del inter�s y despierta las ilusiones del viajero � si alguna vez se regresa al mismo sitio, la experiencia adquiere interesantes singularidades, porque continuamente el viajero �sta confrontando las im�genes elaboradas con la realidad del nuevo presente.� (Boullon, 1986:113). Si la apreciaci�n de Boullon es correcta, el viajero no puede desligarse en ning�n caso del tiempo y �ste lo acompa�a hasta su regreso. Sin ese criterio por ejemplo los turistas no retornar�an nunca al mismo destino y eso en la realidad no sucede siempre as�.
Adem�s, ya Emmanuel de Kadt se ocup� de demostrar como las relaciones entre turista y residente local no puede escapar a los procesos hist�ricos que subyacen en el encuentro de ambos actores y se repiten tal como fueron en la historia. 9 Tampoco Aug�, hace referencia a que clase de tiempo que utiliza cuando habla de �tiempo�.10
�Porque motivo un viaje en el siglo XIX ser�a diferente en lo que respecta continuidad hist�rica comparado con uno en el siglo XX o XXI?. Aug� dir�, con certeza, la sobre-modernidad impone soledad a la multiplicaci�n de los no lugares. Y ya cuando la cosa se pone densa y demasiado r�gida, Aug� aclara que hay lugares que no existen sino en las palabras que los evocan, algo as� como un lugar imaginario. Pero un no lugar, es otra cosa. Ellos si est�n nombrados por el lenguaje, y en ocasiones se�alizados por carteles y leyendas de todo tipo que reglamentan el comportamiento dentro de ellos. El ejemplo m�s claro es �no transitar a m�s de 100 kil�metros por hora�. 11 Esas reglamentaciones son las encargadas de mostrarnos los paisajes. �El viajero ya no necesita detenerse e inclusive ni mirar. As�, se le ruega en la autopista del su que preste cierta atenci�n a tal pueblo fortificado del siglo XVIII o a tal vi�edo renombrado� (Aug� M, 1997:101).
Dig�moslo de otra manera, una especie de invasi�n del texto en jurisdicci�n de los paisajes espaciales reglamentados por el contrato. Sin embargo, su miedo, es que esa relaci�n vac�a de sentido por sobrecarga de informaci�n. Para comprenderlo mejor, hay que detenerse en el siguiente p�rrafo �el pasajero de los no lugares s�lo encuentra su identidad en el control aduanero, en el peaje o en la caja registradora. Mientras espera, obedece al mismo c�digo que los dem�s � el espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relaci�n, sino soledad y similitud. Tampoco le da lugar a la historia, eventualmente transformada en elemento de espect�culo, es decir, por lo general, en textos alusivos. All� reinan la actualidad y la urgencia del momento presente. (Ibid: 107)
Como buen etn�logo que es, creemos que Aug� se ha tomado el trabajo de observar el tr�nsito que cualquier d�a puede notarse en un aeropuerto o estaci�n de trenes. Es cierto, que existe una pauta reglamentada impersonal que todos los pasajeros siguen sin cuestionamiento, pero ello s�lo pasa en algunos casos. La g�nesis de esta tesis radica en comprender como la modernidad con sus excesos provoca una saturaci�n de sentido que lleva a la despersonalizaci�n. En cierta forma, una adaptaci�n de la teor�a weberiana de racionalizaci�n. 12 Pero con una particularidad, que la distingue de �sta �ltima: la sobrecarga informativa.
En uno de sus pasajes Aug� se�ala �es como si el espacio estuviese atrapado por el tiempo, como si no hubiera otra historia m�s que las noticias del d�a o de la v�spera, como si cada historia individual agotara sus motivos, sus palabras y sus im�genes en el stock inagotable de una inacabable historia presente�. (ibid: 108). Ese mundo de consumo, crea el narcisismo, la imagen falsa del yo al alcance del bolsillo. Luego, Aug� introduce una distinci�n que le da cierta flexibilidad a su tesis; �en la realidad concreta del mundo de hoy, los lugares y los espacios, los lugares y los no lugares se entrelazan, se interpretan. La posibilidad del no lugar no est� nunca ausente en cualquier lugar que sea� (Ibid: 110).
Esto trae consigo un problema serio cuando se trata de comprender y de darle alg�n tipo de ubicaci�n geogr�fico espacio-temporal a los no lugares. Es una especie de coartada incontrastable, el afirmar que en cualquier lado donde exista un lugar, puede existir un �no lugar�.
�A que se refiere el autor cuando dice el mundo de hoy?, �qu� diferencias introduce Aug� entre modernidad y sobre-modernidad?. En la modernidad el todo se unifica en una gran imagen respetando la diferencia entre lo antiguo y lo novedoso, por el contrario en la sobre-modernidad, lo antiguo se transforma en consumo del presente y se pierde, seg�n el autor �en un espect�culo espec�fico�.
Sin embargo, en ninguna parte queda claramente evidenciada cuales son las causas reales que producen la sobre-modernidad. Obviamente, si los �lugares y los no lugares� se entremezclan y se cruzan es dif�cil poder comparar a un viajero sin identidad, de un nost�lgico inmigrante que regresa a ver a su familia despu�s de a�os de ausencia. Si el anonimato y la relaci�n contractual son los elementos principales para comprender al no lugar y diferenciarlo de lo que es un lugar, entonces por definici�n las relaciones sociales no deben ser contractuales.
El autor, introduce, para explicar esto el ejemplo de una persona que est� c�modamente ubicado en su casa, en la cual no tiene que dar muchas indicaciones y es comprendido con facilidad. Pero una vez, que sale al exterior, el asunto cambia y debe utilizar la ret�rica de su lenguaje para relacionarse con sus pares. Una especie de divisi�n entre el lenguaje informal y el formal.
Sin embargo, atribuir al lenguaje informal estrictamente en el �mbito cercano o privado, y al formal en el �mbito p�blico es una arbitrariedad m�s de las que el autor no puede escapar. Un ejemplo pr�ctico nos lleva al siguiente caso, uno puede escribir una carta a la distancia o enviar un email a un amigo o familiar usando un lenguaje totalmente coloquial, o dar una conferencia en forma verbal en un tono ampliamente formal. Mas a�n, la bater�a de entrevistas que detallaremos a continuaci�n refutan la tesis de Aug� en dos sentidos: por un lado, se trata de argentinos que por diversas razones han tenido que emigrar y forma su hogar antropol�gico en el extranjero, sin embargo sus testimonios son de una gran emotividad, para ellos el aeropuerto Ministro Pistarini tiene una gran significaci�n emotiva cargada de sentido y sobre todo de historia. Por otro lado, y por una cuesti�n de distancia entre entrevistador y entrevistado, el soporte en el cual se plasmaron las entrevistas fue el texto escrito.