Maximiliano Korstanje
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El desarrollo desmedido de los diversos centros turísticos ha despertado preocupación en los claustros académicos. El optimismo casi mitológico (derivado de la escuela austriaca) que propugnaba por las bondades del turismo ha quedado atrás. (Escalona, 2004).
En la actualidad se habla de turismo sustentable como aquel que puede equilibrar las ventajas económicas que presupone la actividad con los requisitos de capacidad de carga acordes al paisaje o atractivo. Se asume, de esta forma, que si el turismo puede adaptarse a las necesidades locales entonces éste se transforma en una herramienta eficaz para el cuidado del medio ambiente y la inserción social. (Boullon, 1985) (Swarbrooke, 2000) (Capacci, 2003) (Zuluaga, 2006) (Sampaio y otros, 2007)
El ya celebre antropólogo francés Claude Lévi-Strauss sostuvo que el individuo tiene una tendencia a concebir el mundo que lo rodea como una estructura ordenada. Sin embargo, este “mundo” en nada parece ser tan ordenado como lo concibe la mente subjetiva. Esto supone que existe dentro de nosotros un conjunto de estructuras sensoriales construidas previamente. Una especie de programa tal como aquel que tienen los ordenadores personales en la actualidad. Esta figura que el autor denomina “bricoleur” o artesano, tiene la función de reciclar los desperdicios o los residuos visuales y cognitivos y articularlos en forma de un todo ordenado. La unidad de pensamiento humana es en este sentido artificial (Lévi-Strauss, 2003) (Leach, 1965).
En efecto, las estructuras cognitivas son producto de la historia y del devenir de la experiencia del sujeto. Así como existen experiencias individuales también las hay sociales. En ese sentido, las estructuras (combinadas o no) tienen una tendencia a la diferenciación pero también a asimilarse entre sí. El punto interesante que aporta Claude Lévi-Strauss, es que si partimos de la base de que la percepción es socialmente subjetiva, también podremos afirmar igual relación para lo que se considera la contaminación visual. Por lo tanto, el sentido o significación estructural que une esas partes del bricolage, se encuentran unidas al lenguaje.
La contaminación visual, es decir, aquello que molesta nuestra percepción –que puede ser una fábrica, un edificio demasiado alto, cualquier otra construcción arquitectónica o aglomeración excesiva de personas- nos obliga hacia un repliegue sobre sí mismos. Optamos, en estas circunstancias, a emprender el regreso o directamente a fugarnos hacia otros espacios. En la literatura que ha tratado el tema de la contaminación visual existe una clara tendencia negativa hacia ella. Obviamente, en este contexto uno debería preguntarse internamente, que ha llevado o -mejor dicho -cuales han sido los factores que coadyuvaron para que se produjese la concentración (humana-arquitectónica).
El mismo principio de atracción del propio espacio o destino, genera una especie de saturación sensorial; para tal caso parece que estamos en presencia de lo que se conoce como una paradoja; es decir una definición de supuestos verdaderos que encierra una contradicción lógica. Precisamente de este problema nos ocuparemos en el siguiente apartado y al cual nos hemos esmerado en llamar la paradoja de la mayoría.