Maximiliano Korstanje
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Mary Douglas se encuentra muy interesada en desarrollar el modelo de Olson en referencia al bien público. Siguiendo a este autor, Douglas asume que la acción colectiva pública está (en cierta forma) condicionada por la cantidad de individuos que forman parte del grupo. Así, el autor sostiene que el cálculo racional individual instará a disuadir al individuo de participar en la acción en la medida en que éste perciba que otros pueden aportar igual resultado. El ejemplo más claro al respecto, lo encierra la conocida frase “que trabaje rita” (Olson, 1965) (Douglas, 1986:43).
Si bien la teoría olsoniana del grupo latente, fue muy criticada por no tener en cuenta precisamente que los costos y beneficios pueden explicar los sentidos de pertenencia (Douglas, 1986:64), el punto central de su idea nos resulta interesante: lo que el individuo intuye que percibe la mayoría condiciona sus propias prácticas sociales (laborales).
La posibilidad de fugarse o mantenerse en un lugar está (inconcientemente) más vinculada a la comodidad propia que a los beneficios esperados. Tal como demostrara Halbwachs, el individuo tiene una tendencia a la auto preservación y al mantenimiento de las normas dadas más que a la ganancia en sí misma (Halbwachs, 1952). Su propio maestro Emile Durkheim, también había probado que los asensos repentinos (en la posición social) son generadores de angustia o frustración y que consecuentemente conducen el suicidio anómico al igual que los descensos (Durkheim, 2004).
A mediados del 50, el psicólogo Salomón Ash llevó a cabo un experimento muy particular. A los voluntarios se les mostraban tres líneas y cada uno debía señalar cual de ellas le parecía más larga; la tarea resultaba sencilla y los sujetos no demostraban grandes limitaciones para acertar en la línea correcta. No obstante, en una segunda fase, el investigador y algunos voluntarios (en complicidad con Asch) empezaban a señalar como más larga la línea incorrecta. Este hecho no permanecía ignorado por aquellos voluntarios que no estaban al tanto del objetivo real que seguía el experimento, y por lo tanto señalaban a la primera línea como la más larga; opción que obviamente era incorrecta e inducida por una mayoría. (Asch, 1951)
Después de muchos años en investigación con encuestas electorales, Elisabeth Noelle- Neumann nos explica que los individuos poseen una habilidad para detectar cual es el pensamiento de la mayoría (colectivo) y sacrificar o decidir no expresar sus propias ideas con el fin de no ser excluido por medio de la sanción social. (Noelle-Neumann, 1995).
“Identificar una clase de objetos significa polarizar y excluir. Implica trazar límites...” (Douglas, 1986: 92). En efecto, la percepción se estructura por medio de imágenes cognitivas previas formando un todo coherente e inteligible. De esta forma, los elementos que pueden irrumpir en esa creación mental son ignorados. Este hecho fue muy estudiado por los psicólogos de mediados de siglo XX; su premisa principal es que nuestra psique tiende a eliminar e ignorar todos aquellos hechos que contradicen su estructura. Cuando esto no sucede se cambia la dirección en la atención. Los apegos y solidaridades a diferentes grupos dirigen la atención hacia aspectos de la vida cultural de tales grupos exclusivamente (Bartlett, 1932) (Lorge, 1936) (Lazarfeld y otros, 1944) (Cooper y Jahoda, 1947) (Freidson, 1953) (Klapper, 1963) (Papageorgis, 1963).
El punto en común que surge de los hallazgos en estos investigadores es que como individuos producimos un todo ordenado del entorno que nos rodea. El mundo lejos de ser un conjunto articulado de imágenes visuales coherentes, se torna un puñado de piezas desordenadas y fragmentadas; es nuestra estructura cognitiva aquella que le asigna entendimiento a ese caos.
Existe cierto consenso en la comunidad científica en cuanto a las causas de la temporalidad en los destinos turísticos; sobre todo aquellos destinados a sol y playa. Particularmente, este tipo de destinos posee una demanda irregular cuya variación y temporalidad resultan notables. Existen diversos factores (micro y macro) que explican los motivos que subyacen tras esta temporalidad como a) climatología, b) decisiones individuales, c) aspectos culturales, d) tradición o apego a las costumbres y e) disponibilidad laboral entre otras (Butler, 1994) (Baum y Hagen, 1999) (Bonilla y Bonilla, 2007).
¿Empero que puede decirse sobre las decisiones individuales?, ¿cuáles son los motivos que llevan a que se use masivamente este tipo de destinos?; y por último ¿por qué también se abandonan masivamente?.
En otras palabras, los flujos de sol y playa muestran una gran estacionalidad; en temporadas de verano se desplazan masivamente hacia estos destinos para luego regresar en invierno y otoño. Aquí surgen dos cuestiones que son interesantes de poder analizar separadamente. Nada indica que necesariamente la temporalidad marque el destino, ya que un segmento de sol y playa puede complementarse en temporada de invierno con otra alternativa como ser (por ejemplo) “museos” o “gastronomía” y por ende mantenerse con ocupación homogénea todo el año.
La decisión de no viajar en invierno a una playa está compartida con un mundo social que valida esa decisión, y en tal caso la legitima. En segundo lugar, la temporalidad indica una diferencia o brecha de ocupación entre temporadas, de lo cual se desprende la influencia que el mundo cultura o social tiene sobre las decisiones individuales.
En otras palabras, la decisión de permanecer en el destino visitado está sujeta a muchas variables como ser ingreso, costos, tiempo y obligaciones sociales entre otros, pero también existe un factor que pocos investigadores se han preocupado por estudiar por su complejidad: el efecto y la experiencia visual.
La prosaica narrativa de Carlos Castrogiovanni no está errada al señalar el espacio turístico como la conjunción o un sus propias palabras “reintroducción” de la comunicación aplicada al espacio y al conocimiento. En otras palabras, el autor sostiene que el espacio turístico es más que espacio geográfico; “para la comprensión del espacio turístico –en cuanto fenómeno complejo- se aplica el principio dialógico pues es la consecuencia de la propia organización social. Esto significa que ese principio está repleto de acciones contradictorias (orden/desorden), algunas legitimadas por el poder de la comunicación que informa o desinforma conforme se manifiesta la relación objetiva-subjetiva entre comunicación y dominación” (Castrogiovanni, 2007:16).
El autor, no se equivoca cuando afirma que la comunicación permite la construcción social del espacio simbólico (lugar) y en este punto ofrece una interesante teoría sobre la comunicación como institución reguladora del orden y el caos. No obstante, su teoría posee una limitación que consideramos importante mencionar. Específicamente, considerar a la comunicación como el aspecto creador de los lugares llevaría (innecesariamente) a suponer un sentido auto-poético o dicho en otros términos de auto-referencia, que implica un carácter cerrado del sistema social. Si esto fuera así de fácil, no surgirían nuevos centros turísticos ya que la auto-referencia colocaría ciertas barreras de entrada a los nuevos actores.
No es extraño observar que en ocasiones, ciertos grupos selectos comienzan a desplazarse hacia otros destinos cuando perciben el ingreso de nuevos actores en su entorno. Particularmente, existe cierta inflexión y falta de permeabilidad en la teoría de Castrogiovanni, ya que ésta parece explicar sólo parte del problema. De todos modos, mediante nuevos aportes creemos que puede ser mejorada.
Aquí surge, lo que consideramos correcto mencionar como la paradoja de la mayoría, la cual se explica por medio del efecto visual de saturación. Particularmente, los individuos se sienten atraídos a ciertos destinos turísticos los cuales en primer lugar poseen infraestructuras similares a las que se encuentran en sus sociedades de origen; en segundo lugar, se buscan destinos en donde exista una cohorte de turistas previamente establecidos. Sin embargo, llega un momento en que el grupo de turistas comienza a ampliarse hasta un punto de inflexión en donde el sujeto se encuentra visualmente saturado. Ante esta nueva situación invasiva, el turista opta por abandonar el destino donde se establecía originalmente.
La paradoja, precisamente, radica en que necesitamos de las mayorías para sentirnos seguros (belleza) pero bajo distintas circunstancias y en ciertos momentos elegimos prescindir de ellas. Por el contrario, sin esas mayorías estaríamos presentes ante un espectáculo de gran belleza pero que nos despertaría gran temor e inseguridad (sublimidad). Si bien existen casos de personas que buscan la soledad absoluta para poder disfrutar, obviamente, que estamos hablando de casos contados.
En esta misma línea de pensamiento podemos afirmar que la belleza de una playa o un paisaje y por ende la decisión de seguir contemplándolos obedece (precisamente) a que ciertas cuestiones que pueden alterar nuestro equilibrio psíquico no se observan. En un destino turístico con escaso público, es muy posible que los defectos (visuales) que hacen a su funcionamiento (perceptivo) sean más evidentes.
En este sentido, abandonamos una playa semidesértica (por más bella que está resulte) cuando nos damos cuenta que el sol nos lastima la piel; mientras que aún con temperaturas extremadamente elevadas nos quedamos cuando observamos que mucha gente permanece en el lugar (aunque esto derive en quemaduras que requieran atención médica al día siguiente). La dimensión que adquieren esto hechos en el sujeto depende en gran medida de su contexto ambiental.
Ahora bien, en realidad la paradoja de la mayoría (como se ha expuesto) no implica que los turistas se aglomeren buscando seguridad en un sentido estricto (aunque esto también suceda) sino que esa solidaridad permite ocultar aquellos elementos visuales que atentan contra el mundo creado y consecuentemente afectan nuestro sentimiento de seguridad.
En resumidas cuentas, los defectos de un centro turístico (espacio) y las contradicciones (fragmentaciones) visuales son más evidentes en nuestra percepción en forma inversamente proporcional a la cantidad de personas en él. Ora, a cuantas menos personas se encuentren en el destino visitado, mayor será la probabilidad de emprender la fuga. Esta idea, lisa y llanamente, desafía a toda una corriente de pensamiento que sostiene que los visitantes abandonan el destino turístico debido (inexorablemente) a la contaminación visual.