Maximiliano Korstanje
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La primera cuestión que debe resolverse cuando se habla de la teoría de la base segura, es la definición misma de apego. Según Pla Vemengo se entiende por comportamiento de apego a “toda conducta por la cual un individuo mantiene o busca proximidad con otra persona considerada como más fuerte. Se caracteriza también por la tendencia a utilizar al cuidador principal como una base segura, desde la cual explorar los entornos desconocidos, y hacia la cual retornar como refugio en momentos de alarma”.
He aquí dos elementos a los que el autor hace referencia en forma asociada pero que pueden ser analizados también por separado: la base segura y el apego. Tal y como han especificado los autores que estudian este tema, la figura de los padres en el niño parecería ser un elemento fundamental para definir el tipo de apego en la vida adulta.
Aunque se habían realizado intentos de estudiar el apego en patos y gansos ya por los inicios del 50; una de las primeras investigaciones que hacen referencia al tema son las que condujo Mary Ainsworth en laboratorios externos en Estados Unidos y África. Según el autor, cada vez que el niño se despegaba de la madre por un lapso de tiempo y luego se volvía a reunir con ella experimentaba una serie de comportamientos y sentimientos que fueron clasificados como seguro, ansioso evitativo y ansioso resistente. (Ainsworth, 1974;Vemengo, 2005;Bowlby, a1989; Casullo, 2004)
Estos hallazgos, van a ser tomados por Bowbly para la construcción de su teoría sobre la base segura. Según este autor, cuando el niño se separaba de su madre existían reacciones que se podían diferenciar por procesos mutuamente excluyentes pero integrados. A) Etapa de protesta, b) etapa de desesperación, c) etapa de desapego total y resignación. Para el autor, estas vivencias poseen una incidencia directa sobre la formación de la personalidad temprana y acompaña las conductas durante toda la vida adulta.
Mary Main, en 1985, se ocupó de realizar ciertos estudios tomando como base las entrevistas con algunos padres y madres sobre sus experiencias propias y la relación con sus hijos. El autor encuentra tres formas de apegos combinadas a) seguro-autónomo, b) inseguro-desatendido, c) inseguro-preocupado. (Main, 2001)
En trabajos posteriores, a través de una entrevista semi-estructurada, Main y Golwyn (1991) se propusieron recoger las supuestas “experiencias tempranas” de un grupo de individuos y el “significado” que le daba cada entrevistado al vínculo de apego en su etapa adulta (en Waters y Hamilton, 2000). Según sus hallazgos, los autores encontraron que:
a) Los individuos clasificados como de base segura eran capaces de narrar sus historias en forma integrada y coherente.
b) Los clasificados como inseguros no eran capaces de articular su historia en forma coherente.
c) Los clasificados como indiferentes minimizaron el papel que ha tenido el apego y tienen dificultad para expresar sus sentimientos. Aunque (a su vez) idealizan ciertas experiencias.
d) Para aquellos que fueron asignados al grupo de los no resueltos, los relatos mostraban signos de abuso por parte del cuidador o de pérdida temprana.
Los trabajos de Main, dieron lugar para que otros investigadores siguieran desarrollando el tema.
En 1987, Hazan y Shaver encontraron que los sistemas de relaciones románticos en adultos encuentran ciertas pautas comunes en la relación con los padres en la primera socialización. El modelo de pareja, dicho de otra manea, está influido y condicionado por el modelo parental. (Hazan y Shaver 1987) (Casullo, 2004)
Se estimaba que a nivel mundial en 1985, el 65% de la población presentaba un tipo de apego seguro, mientras que el 20% era evitativo y el restante 14% ambivalente. Para 1995, la distribución había variado en 55% seguro, 23% evitativo, 8% ambivalente y 15% desorganizada (Lyons-Ruth, 1996) (Tapia Méndez y González Bravo, 2002).
Rosenstein y Horovitz (1996, en Jones, 1996) señalaron que los adolescentes con una tipología “indiferente” eran más proclives a manifestar trastornos disóciales, como abuso de drogas, personalidad narcisista y paranoide, mientras que aquellos con un tipo de apego “preocupado” se orientaban hacia otras patologías tales como trastorno obsesivo compulsivo, histriónico, borderline o esquizotípico (Méndez Tapia y González Bravo, 2002).
Es posible que el estado de humor y ciertos factores ambientales influyan en la interacción de la madre con el niño. Sobre esto se han ocupado algunos estudios como los de Isabella (1993) y Stevenson-Hinde y Shouldice (1995).
En 1998, Peter Fonagy descubrió la función reflexiva que surge de la relación de apego o mejor dicho de la internalización de ese vínculo, es intra-psíquica. La experiencia afectiva de la propia madre en conjunción con las demandas del niño y la simbolización que la madre atribuye a esos requerimientos. (Fonagy, 2004) (Vemengo, 2005).
El temperamento propio del niño, si bien, influye en la expresión en el momento de separación parece no alterar las clasificaciones que recibe por parte de los investigadores (Belsky y Rovine, 1987; Delgado 2004). Esto habla a las claras, de que existe dentro de la comunidad científica ciertas diferencias y posturas. El problema se da desde el momento en que se cuestiona que el apego sea (exclusivamente) causante de la personalidad.
Dicho en otras palabras, los rasgos del niño en conjunción con ciertas variables ambientales y propias del adulto conforman el tipo de vínculo entre ambos. Es probable que un niño que requiere (por problemas de salud) un constante cuidado desarrolle un tipo de apego inseguro, como también es factible que se forme por un trastorno compulsivo de alguno de sus padres.
Por otro lado, no siempre existe una correlación fija y confiable entre el tipo de apego y la relación parental. Vaughan y otros (1985) no encontraron correlación entre el apego y el vínculo materno en niños que durante los dos años posteriores a su nacimiento experimentaron “day-care”. Sin embargo, cuando el cuidado estaba a cargo de sus padres la correlación parecía ser más directa. Niños cuidados durante su infancia por terceros no parecen ajustarse el modelo de apego tradicional. Thompson (1986) ha señalado la posibilidad de que la “situación del extraño” no sea una herramienta fiable para medir el tipo de apego como se pensaba (Delgado, 2004:75)
En Argentina también se han realizado trabajos relacionados con el apego. Siguiendo a Hazan y Shaver, María Martina Maria Casullo (2004) ha enfocado el tema a través de la teoría de la base segura y su aplicación en el modelo que los adultos reproducen en los vínculos románticos. Lo novedoso de este enfoque radica en un elemento nuevo en el estudio de esta teoría: la capacidad de enamorarse. Por ese motivo, primero el autor debe ocuparse de resaltar el papel que ha tenido la cultura a lo largo de los años para darle su significado.
Por otro lado, debe revisar lo que ha dicho la bibliografía hasta el momento sobre las consecuencias del amor en el comportamiento del sujeto; de esa forma queda el camino despejado para la cuestión que fundamenta su trabajo: pasar de la teoría del apego en niños a la teoría del enamoramiento en adolescentes y adultos.
El método que utiliza Casullo para trabajar empíricamente con ambos conceptos consiste en una aplicación de la escala Bartholomew (1990). Esta escala fue aplicada en 800 adultos, el 50% de sexo masculino y el restante 50% femenino de entre 30 y 60 años de edad. Luego se sometieron los datos a un análisis factorial exploratorio de componentes principales, con criterio Kaiser y rotación varimax, calculando la fiabilidad por escala mediante un coeficiente de Cronbach.
Si bien, los resultados obtenidos validan la construcción teórica sobre los sistemas de apego en Ainsworth (1974), Main (2001), Bowlby (a1989) y Hazan y Shaver (1990) el problema principal que Casullo no puede resolver es la relación de una teoría basada empíricamente en datos elaborados en base a observaciones en niños y su relación en personas adultas.
Aunque lo menciona en su construcción teórica, una de las dificultades mayores que tiene la teoría de apego cuando se la quiere aplicar en adultos es que no considera lo que Alfred Shutz ha denominado “la situación biográfica determinada”, es decir la propia historia del sujeto. Cae así, la teoría del apego también en un determinismo que años atrás le criticara tanto Ana Freud como Melanie Klein. (Vemengo, 2005)
El punto parece ser que los tipos de apego se manifiestan como funciones contextuales y no cabe ninguna duda que a medida que aumenta la interacción del individuo con su medio también se modifica su vínculo parental original. (Baker, 2002; Feeney y Cassidy, 2003)
Por otro lado, en la mayoría de los casos la metodología utilizada tanto por los precursores de la teoría del apego como por sus seguidores apunta a una entrevista o a la aplicación de cuestionarios semi estructurados que intentan revelar algún tipo de comportamiento presente para luego indagar “en lo que el entrevistado recuerda” de su relación de apego con sus padres, lo cual la hace – de alguna u otra manera- ciertamente polémica y poco fiable.
En cierta forma, “los daños y traumas psicológicos en una edad o faso específicas no tienen por qué dar por resultado tipos preditiblemente específicos de problemas clínicos ulteriores. Nada demuestra que así sea … la mayor parte de los teóricos del apego, tal vez por basarse en la psicología académica, se demoraron en escoger la idea de Bolwby de que, si bien el apego es una perspectiva sobre la evolución, sobre las especies y sobre la díada individual, también constituye un modo de ver la experiencia subjetiva del infante en la forma de un modelo que hipotéticamente éste tiene de la madre”. (Stern, 2000:41-43).
Es pertinente aclarar que si bien muchos investigadores de todas partes del mundo han aplicado estas escalas en sus sociedades, los resultados fueron totalmente contrarios a aquellos que habían alcanzado tanto Ainsworth como Bowlby. Por ejemplo en Israel la mayoría arrojó un apego inseguro ambivalente; en Japón los resultados fueron similares con una evidente ausencia del apego evitativo. En Alemania, es precisamente el apego evitativo aquel que se distingue por sobre las otras tipologías. (Delgado, 2004:77).
El factor cultural parece refutar el carácter universal que se le ha dado a la teoría del apego en la bibliografía anglosajona clásica. Por este motivo es necesario (para llevar la investigación a buen puerto) ocuparse de un análisis crítico de esta teoría según su padre y fundador, John Bowlby.