Comunicación móvil y sociedad, una perspectiva global
Manuel Castells
Mireia Fernández-Ardèvol
Jack Linchuan Qiu
Araba Sey
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La comunicación inalámbrica no trasciende el espacio ni el tiempo, como a veces se ha afirmado en nombre de una observación aparentemente lógica. Más que trascender los contextos espaciales y los marcos temporales, lo que provoca es un desdibujamiento de los mismos, e introduce un tipo diferente de espacio, el espacio de los flujos, construido por los lugares interconectados en los que se produce la comunicación; también da lugar a un nuevo tipo de tiempo, el tiempo atemporal, formado a partir de la compresión del tiempo y de la desecuenciación de las prácticas mediante la multiplicidad de funciones.
Éstas son algunas de las conclusiones a que han llegado numerosos estudios sobre las dimensiones sociales de la comunicación inalámbrica.
Dichos estudios ponen de relieve la existencia de un nuevo contexto espacial y de una nueva dimensión temporal para la comunicación.
Se trata del espacio y del tiempo de los individuos que se comunican, es decir, que dispone de forma material, tan material como cualquier otro espacio y tiempo, pero en este caso son los sujetos comunicativos quienes eligen.
Además, dado que la comunicación es como mínimo bilateral y potencialmente múltiple (redes de comunicación inalámbrica), el contexto temporal/espacial viene condicionado por la elección del que inicia la comunicación, por el marco del receptor y por la red de relaciones objetivamente existentes entre los dos, o más, contextos temporales/espaciales. Asimismo, no únicamente se desdibuja el tiempo y el espacio (no se elimina sino que se desdibuja), sino que a menudo se entremezclan los contextos organizativos y las prácticas sociales.
Esto es lo que ocurre con la comunicación que se establece con la familia, el trabajo o con amigos en aeropuertos o estaciones; o con el uso múltiple de los dispositivos móviles desde el coche, el tren o desde salas de espera; o con las citas mientras se va de un lugar a otro; o con el uso multimedia de los dispositivos móviles (captación y envío de imágenes, descarga y reproducción de música, transmisión de datos, comunicación interpersonal, etc.) en combinación y en contextos temporales/espaciales determinados.
De modo que los sistemas de comunicación móvil permiten el desdibujamiento, combinación y recomposición de una variedad de prácticas sociales en una variedad de contextos temporales/espaciales.
Sin embargo, el proceso de desdibujamiento no es indeterminado, sino que está centrado en el individuo que se comunica. De modo que se trata de una producción del material y del proceso social de comunicación centrada en el individuo. De este modo, las redes de interacción individual tienden a independizarse de organizaciones, instituciones, normas y límites materiales en función de su conveniencia y adecuación a los proyectos individuales. En términos materiales, esto resulta en un extraordinario fortalecimiento de la cultura del individualismo (es decir, la primacía de los proyectos e intereses individuales sobre las normas de la sociedad o grupos de referencia).
Por tanto, más que la móvilidad, la característica social que mejor define a la sociedad móvil es el individualismo, ya que no únicamente permite comunicarse mientras se está en movimiento, sino que también desde la inmóvilidad, como ha quedado demostrado en diversos estudios sobre los beneficios de la comunicación móvil en la capacidad comunicativa de las personas discapacitadas.
En consecuencia, las normas tradicionales de cortesía deben redefinirse en este nuevo contexto. Al mismo tiempo que la gente construye su propio espacio privado ignorando a los que la rodean, ha aparecido una nueva m-etiqueta (y sus normas implícitas de dominación cultural) que indica el momento adecuado para aislarse del ambiente social; el momento aceptable de exponer la vida personal a una audiencia formada por extraños, o el momento en que los alumnos pueden hablar o enviar mensajes en las aulas.
Resumiendo, la transformación del tiempo, del espacio y de las actividades en un nuevo marco de tiempo, espacio y comunicación multifuncional, desmaterializa la estructura social y la reconstruye sobre redes de interacción centradas en el individuo. Esto no implica la desaparición del tiempo, sino la aparición de un tiempo elegido, y de un tiempo comprimido, que debe encajar en la multifuncionalidad de la comunicación. Esto no significa el final de las distancias, sino la definición de la interacción en un espacio de flujos comunicativos estructurados alrededor de nodos espaciales de oportunidad.
Y esto no señala la confusión de todas las prácticas sociales, sino la constitución de una serie de prácticas alrededor de los intereses, valores y prioridades de cada individuo. Es el desdibujamiento de la estructura de comunicación social preexistente, pero también es la definición paulatina de nuevos canales y formas de comunicación. Asistimos a algo más importante que la comunicación en movimiento; asistimos a la aparición de modelos de comunicación en movimiento.