Comunicación móvil y sociedad, una perspectiva global
Manuel Castells
Mireia Fernández-Ardèvol
Jack Linchuan Qiu
Araba Sey
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A lo largo de la historia, el control de la información y de la comunicación se ha convertido en un arma poderosa. La aparición tanto de internet como de la comunicación inalámbrica permite el desarrollo de canales de comunicación horizontal, entre dos o más personas, que superan el control de la comunicación ejercido por el poder político o empresarial. Por tanto, se abren nuevas posibilidades para procesos autónomos de móvilización social y política que no gravitan sobre la política convencional y que no dependen de su inclusión en los medios de comunicación de masas. De todos modos, la relativa autonomía de contenidos y procesos de comunicación no conlleva necesariamente un cambio social. Los casos analizados en este capítulo demuestran las diversas formas que puede adoptar el uso de las tecnologías de la comunicación. En tres de estos casos (Filipinas, Corea del Sur y España), el resultado fue un cambio político sustancial, dado que afectó la elección de los respectivos gobiernos.
En el cuarto caso (EE.UU.), el resultado fue bastante modesto ya que no tuvo influencia sobre las posteriores elecciones de noviembre de 2004. En China, el Gobierno consiguió deslegitimar los esfuerzos de ciertas personas por informar sobre la epidemia de SARS. En Japón, no parece que la masiva difusión de la comunicación inalámbrica se extienda a los usos políticos debido a la despolitización de la juventud japonesa. En Filipinas, se utilizó la comunicación inalámbrica para provocar la dimisión de un presidente electo antes de que finalizara su mandato; en Corea del Sur, se hizo uso de las mismas tecnologías para cambiar la suerte de un candidato presidencial que se hundía en las encuestas. En España, no únicamente se utilizaron los mensajes de texto para móvilizar el voto y expulsar a un partido del Gobierno, sino que también sirvió para suplantar, complementar y desacreditar la propaganda emitida por el Gobierno y los medios de comunicación. En EE.UU. se utilizaron los mensajes de texto y otras tecnologías inalámbricas como eficientes instrumentos para coordinar y, a la vez, vigilar las actividades de los manifestantes (tanto por estos últimos como por la policía) durante una convención política.
Finalmente, en Japón y China, el uso sociopolítico de los teléfonos móviles es mínimo a pesar de la rápida difusión de la tecnología en estos dos países.
Aunque no hemos podido analizar con detenimiento otros casos de móvilización política en los que la comunicación inalámbrica ha tenido un papel central, la «Revolución Naranja» de Ucrania en 2004 y las revueltas de 2005 que expulsaron del poder al presidente Gutiérrez en Ecuador, en un movimiento social que el presidente bautizó como «Los Forajidos», ponen de manifiesto la importancia creciente de los jóvenes armados de teléfonos celulares en éstos y otros movimientos similares. Por tanto, se trata de un fenómeno que está transformando la móvilización política, pero cuyas causas y consecuencias deben analizarse teniendo en cuenta su contexto específico. Por ejemplo, una diferencia crucial entre el caso de EE.UU. y el del resto de los estudiados en este capítulo reside en que mientras en Filipinas, Corea y España se produjo una convergencia de múltiples factores que estimuló móvilizaciones espontáneas, en EE.UU., la gestión del proceso fue más centralizada, eliminando, hasta cierto punto, el elemento de comunicación interpersonal basado en las redes de amistades.
Resulta significativo que no se produjeran sorpresas en el caso de EE.UU.; todo el mundo había previsto el modo más probable en que se emplearía la comunicación inalámbrica. Por el contrario, en Filipinas, Corea y España, los acontecimientos estuvieron menos programados, fueron menos predecibles y no se tomaron medidas efectivas para contrarrestarlos. Por otro lado, el Gobierno chino tenía los recursos para aplastar la aparición de un flujo de información en forma de SMS en una situación en que existía una alta demanda de información fiable.
Un episodio de la política italiana es ilustrativo de la interacción entre la tecnología y el uso específico de la misma a la hora de determinar su aplicación. El 12-13 de junio de 2004, pocas semanas después de las elecciones españolas de marzo de 2004, Italia celebró unas elecciones regionales. El primer ministro Silvio Berlusconi, tras aprender la lección de lo que le había ocurrido a su amigo Aznar, decidió tomar la iniciativa haciendo uso de la nueva forma de comunicación.
Berlusconi ya era propietario de las tres emisoras de televisión privada más importantes del país y, a través de su gobierno, controlaba también las emisoras públicas. Para asegurarse de que no se produjese una insurgencia a través de las comunicaciones móviles, decidió enviar, pocas horas antes de las elecciones, 13 millones de mensajes «personales» a teléfonos móviles. La estrategia fracasó.1142 La población se indignó al considerar que el primer ministro invadía su privacidad personal y política con fines electorales. La gente ya se veía forzada a consumir la televisión progubernamental, y ahora, además, tenía que soportar mensajes políticos no deseados en su propio teléfono móvil. Berlusconi perdió las elecciones regionales por un margen más amplio del previsto. Aunque no puede demostrarse que dicho incidente agravara la derrota, como afirman muchos observadores, lo que sí podemos indicar es que en este caso la comunicación inalámbrica no colaboró en la recepción adecuada del mensaje. Berlusconi no comprendió que la clave del éxito de los mensajes españoles a la hora de provocar la móvilización residía en el hecho de que la gente los recibía de alguien conocido, de alguien que tenía su contacto en la agenda del móvil, y no de un registro central obtenido a través de alguna empresa. La rápida difusión de mensajes en el caso español, como también ocurrió en Filipinas, Corea del Sur, Ucrania, Ecuador y en otros países, está en relación con el efecto de red basado en diversas redes que contienen una serie de nodos determinados y después expanden las relaciones en red de cada uno de estos nodos de forma exponencial. Más que una nueva tecnología para la comunicación de masas desde arriba que implica una diferencia en el impacto de móvilización de un mensaje dado, se trata de una comunicación horizontal de masas persona-a-persona. Por tanto, el contexto en el que se difunde el mensaje, es decir, la resonancia sobre cada persona que lo recibe, y el origen del mensaje (que proporciona credibilidad) son ingredientes cruciales del poder político que ofrece la tecnología de la comunicación inalámbrica.
Pero, ¿cuál es el valor añadido de la comunicación inalámbrica en comparación con internet tradicional en el proceso de móvilización política? Existen tres diferencias principales. La primera es, naturalmente, la móvilidad, lo que añade un componente de espontaneidad a las posibles móvilizaciones. Aumenta la capacidad de reaccionar de forma instantánea y emocional a un acontecimiento súbito que afecta la forma de pensar de los individuos. En segundo lugar, la comunicación móvil permite un contacto interpersonal mucho más directo; se trata del dispositivo de comunicación que siempre está conectado a la red social de cada persona. Por tanto, es la plataforma adecuada para enlazar la vida personal con las preocupaciones sociales. En tercer lugar, gracias a su multifuncionalidad, los teléfonos celulares pueden transmitir llamadas de voz, texto, imágenes, sonidos, por lo que se convierten en los ojos y los oídos, junto con la mente, para observar los acontecimientos en tiempo real y compartirlos con el resto de nodos de la red. De ahí que numerosos usuarios de telefonía móvil se conviertan en reporteros instantáneos de su propia experiencia, que acaban compartiendo en tiempo real con sus amigos y, a través de ellos, con el resto del mundo. Por consiguiente, dado que la internet fija y la comunicación móvil son dos instrumentos complementarios más que dos formas alternativas de comunicación, los sistemas inalámbricos añaden un componente importante a la capacidad de las nuevas formas de comunicación para saltarse la intermediación de los medios de comunicación de masas.
De todas formas, debemos introducir un elemento de precaución en los argumentos tecnológicamente deterministas. Tal y como hemos indicado en los diversos casos objeto de nuestro análisis, también resultan importantes otros procesos y medios de comunicación, tanto fijos como móviles. Y, por supuesto, también se han producido móvilizaciones políticas revolucionarias en países donde no se dispone de comunicación inalámbrica. Cuando la comunicación inalámbrica goza del ímpetu necesario, en las móvilizaciones están presentes algunos o todos los elementos mencionados. Incluso la precipitación de acontecimientos lo suficientemente intensos puede provocar la aparición del odio o de otros sentimientos, la presencia de instigadores, el apoyo de instituciones respetadas como la Iglesia, o la disponibilidad de información adicional para los medios de comunicación de masas y/o para los recursos de internet. Además, la gente involucrada en los mismos siente que pueden colaborar en el cambio y suelen disponer de un objetivo determinado, que, en ocasiones, puede aplicarse directamente a través del proceso electoral. También hemos señalado que la comunicación es un arma de doble filo y que la inalámbrica tiene la capacidad de acelerar el proceso tanto de forma negativa como positiva.
La velocidad del flujo de información a través de las redes interpersonales, que tiene la virtud de móvilizar a la gente para que actúe, puede utilizarse con la misma facilidad para extender rumores o información errónea; aunque también información correcta, así como para denunciar abusos o confundir las conciencias. Asimismo, teniendo en cuenta la existencia de diferencias en la difusión y modelos de uso de la comunicación inalámbrica entre países, así como diferencias según la edad, el sexo, o el estatus socioeconómico (como ya hemos demostrado en capítulos anteriores de este libro), el proceso de móvilización política mediante el uso de estos instrumentos puede quedar limitado a ciertos grupos.
Aun así, no puede negarse que, según observaciones realizadas en recientes procesos de cambio sociopolítico, el acceso y uso de la tecnología de las comunicaciones inalámbricas añade un instrumento fundamental al arsenal de recursos de aquellos que pretenden influir en la política y en los procesos políticos sin la limitación impuesta por quien ostenta el poder. Podría argumentarse que otros medios como el teléfono fijo, la radio o la televisión podrían cumplir la misma función organizativa llevada a cabo por la comunicación inalámbrica, pero no podrían hacerlo de una forma tan instantánea, ni con la capacidad de llegar a la gente independientemente del lugar en el que se encuentre, ni sin las limitaciones de producción y comunicación asociadas a los medios de comunicación tradicionales.
La comunicación inalámbrica no reemplaza, sino que añade elementos e incluso transforma la ecología de los medios extendiendo las redes de información disponibles a individuos y grupos sociales, lo que refuerza el nivel interpersonal, y aumenta la eficacia de la comunicación autónoma orientada hacia el cambio político. Cuando las instituciones dominantes de la sociedad ya no tienen el monopolio de las redes de comunicación de masas, la dialéctica entre el poder y el contrapoder se ve alterada para siempre, ya sea para mejor o para peor.