Comunicación móvil y sociedad, una perspectiva global
Manuel Castells
Mireia Fernández-Ardèvol
Jack Linchuan Qiu
Araba Sey
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Sabemos que el valor de una red se incrementa exponencialmente con su tamaño y la intensidad de la interacción entre los nodos. A partir de la observación del comportamiento social de las redes de comunicación inalámbrica, también extraemos la siguiente regla general de la lógica en red: los usuarios se vuelven dependientes de la comunicación muy rápidamente. Tienden a estar permanentemente conectados, y buscan y encuentran el modo de reducir el coste de la comunicación.
Cuando la regulación gubernamental, los estándares tecnológicos y los sistemas de tarifas favorecen la difusión de la comunicación inalámbrica, el resultado es explosivo. La mayor parte de la gente, pero en especial los jóvenes, encuentra en la comunicación inalámbrica una fuente principal para la valorización personal. Y realizan grandes esfuerzos para tener acceso a la red. Así, las tarjetas prepago y el alquiler de tiempo de conversación han colaborado a la difusión del uso en los países en desarrollo y entre los segmentos de población con rentas bajas en los países desarrollados. En China, el sistema telefónico Little Smart se ha extendido ampliamente entre la población trabajadora, alejada de los sofisticados profesionales de Shangai, tal y como demuestra el trabajo de campo realizado entre inmigrantes del delta del río Pearl. En Japón, el i-mode se convirtió en un éxito fulgurante no sólo por haberse adaptado a los hábitos y necesidades de los jóvenes, sino también por los sistemas tarifarios pensados para ellos. Y en Europa, la relativa accesibilidad y flexibilidad de los sistemas de pago son los responsables en gran medida de la rápida difusión de la comunicación móvil. En contraste, en EE.UU., una equivocada estrategia competitiva, que supuso la falta de estándares de comunicación, y un desconocimiento de las necesidades en relación con las tarifas tanto de los usuarios más jóvenes como de los sectores con rentas bajas, han condicionado la difusión de la tecnología y han provocado importantes consecuencias —tanto en términos de aprendizaje como de disponibilidad de los servicios— que han afectado tanto a las empresas como a los usuarios.
En suma, la tecnología de comunicación inalámbrica parece ser la tecnología que se adopta con más rapidez, y la que más usuarios han considerado indispensable para sus vidas, especialmente entre la gente joven. En cuanto disminuyen los obstáculos legales, tecnológicos y económicos, se produce un crecimiento en el uso. Este hecho otorga a los políticos una gran responsabilidad, ya que en ausencia de políticas positivas que favorezcan la difusión, los países, zonas y personas que se quedan atrás acaban sufriendo carencias en la conexión a una red fundamental. También es una evidencia que cuando la comunicación inalámbrica se une a internet, como en el caso de i-mode en Japón, así como en nuevos desarrollos de esta tecnología en Corea del Sur, se amplifica el efecto de la comunicación. Incluso podemos afirmar que el bloqueo de la difusión de internet que han estado experimentando Japón y otros países asiáticos se ha resuelto mediante las conexiones de internet inalámbrico. De todos modos, dadas las dificultades técnicas y empresariales sufridas por el acceso WAP y de internet móvil en Europa y EE.UU., cada vez es más evidente, tras observar los modelos de uso social, que la verdadera convergencia entre la comunicación inalámbrica e internet deviene el elemento fundamental de la siguiente fase de la era de la información.
Hace unos años, las expectativas infundadas frustraron las iniciativas técnicas y empresariales de dicha convergencia. Es evidente que las políticas públicas deberían conocer, informar y guiar las futuras iniciativas en este sentido, dado que condicionan el proceso de adquisición de la capacidad comunicativa tanto de la gente como de la sociedad en su conjunto. Bajo estas condiciones, es necesario que se asegure la igualdad de acceso a la red como condición de la plena participación del ciudadano en la sociedad en red. Lo que hace un siglo representaba la escolarización y el acceso a las bibliotecas públicas, hoy en día lo supone el derecho al acceso fiable y económicamente asequible a la red de comunicación móvil, en la cual se ya basa nuestra experiencia compartida.