EL TURISMO EXPLICADO CON CLARIDAD
Autopsia del Turismo, 2� parte
Francisco Mu�oz de Escalona
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En este cap�tulo expondr� la noci�n de turismo de los expertos, de los que se ocupan de estudiar lo que es, de su funcionamiento y de su gesti�n y manejo. Los expertos de turismo constituyen una comunidad generalmente bien avenida aunque muy heterog�nea en su composici�n. Entre los expertos en turismo pueden encontrarse los titulados m�s variopintos, desde ge�logos hasta letrados de alg�n parlamento auton�mico, desde arquitectos, proyectistas o urbanistas, hasta bi�logos, desde ecologistas hasta fil�sofos, desde ling�istas hasta ge�grafos, muchos ge�grafos, y tambi�n soci�logos, ingenieros de todas las especialidades y economistas o asimilados. Tambi�n hay autodidactas entre los expertos de turismo. Como alguien ha dicho, experto es quien no tiene que pensar porque ya pens� para serlo.
La dificultad que se presenta en esta ocasi�n es que hay tantas nociones de turismo como expertos, aunque tambi�n podr�a decir que solo hay una �nica noci�n con infinitas variantes.
Mientras que para la gente, turismo es lo que hacen los turistas y para los empresarios, turismo es lo que ellos elaboran y venden a los turistas, es decir, todo aquello que los turistas utilizan para desplazarse, alojarse y alimentarse y divertirse en el lugar de referencia, para los expertos turismo es tanto lo que dice la gente como lo que dicen los empresarios. Tanto lo que hacen los turistas como lo que venden los empresarios. En definitiva, turismo para los expertos es cualquier cosa que hagan los turistas, incluyendo lo que ven, compran, consumen y usan. Pero tambi�n es turismo la investigaci�n del fen�meno, la ense�anza, la publicidad, la promoci�n, la distribuci�n y la comercializaci�n de lo que compran los turistas y venden los empresarios. Los expertos no se limitan a estudiar lo que hacen los turistas y las relaciones de intercambio comercial en las que intervienen. Los expertos van m�s all� e involucran en el turismo, en la realidad y en la investigaci�n, todas las relaciones imaginables, entre las que, curiosamente, ocupan un lugar secundario las de naturaleza comercial. Aunque heredaron e hicieron suyas las nociones de turismo de la gente y de los empresarios, los expertos las exponen de un modo m�s formalizado o, si se quiere, m�s alambicado.
Siguiendo el m�todo que espont�neamente aplica la gente, quienes estudian el turismo tambi�n parten del turista, al que diferencian del viajero. Para ellos como para la gente, turistas son los que se desplazan de un lugar a otro por ocio, para divertirse y recrearse cuando las obligaciones negociosas se lo permiten. Turistas son quienes viajan por motivos aut�nomos, los viajeros en tiempo libre o vacacional. Para los expertos, como para la gente, un turista se diferencia netamente del que viaja en tiempo de trabajo o cumpliendo obligaciones impuestas por un negocio o una profesi�n. Un profesor universitario que viaja para entrevistar a un colega no es turista. Un viajante del comercio o comisionista, no es turista. Un alba�il que se traslada a otra ciudad para trabajar en la construcci�n de un edificio, no es turista. Sin embargo, el viaje que Alfonso XIII hizo a Par�s el a�o 1905 se transform� en turismo despu�s de la ceremonia oficial de recepci�n porque el rey hizo despu�s lo que hacen los turistas, asistir a teatros, museos, casinos o salas de fiesta, visitar pinacotecas y monumentos emblem�ticos. Casos como este fueron objeto, en el pasado, de fuertes discusiones entre los expertos. Hoy ya no se polemiza por tales cuestiones. Las pasadas pol�micas dan testimonio de una forma superada de aproximarse al estudio del turismo, aunque, como veremos, solo en parte. El tiempo que se dedic� a polemizar por cuestiones claramente bizantinas pod�a haberse dedicado a cuestionar las nociones de la gente y de los empresarios antes de fundirlas y asumirlas acr�ticamente para fundar sobre ellas un corpus te�rico de solidez m�s que discutible pero que nadie discute.
Y, sin embargo, a pesar de todo, alg�n sentido tiene la insistencia de los tres colectivos en tratar de distinguir un turista de un no turista. En el caso de la gente del lugar, no cabe la menor duda de que quien viaja por trabajo y quien viaja por divertirse son viajeros diferentes que hay que identificar con nombres diferentes. Lo mismo cabe decir de los empresarios. Ellos necesitan identificar lo mejor posible a unos y otros porque cada uno crea oportunidades de negocio que sin duda son comunes pero tambi�n diferentes. Los expertos se esfuerzan en distinguir a los diferentes tipos de viajeros de la forma m�s correcta y segura posible. No solo para uso de la gente y de los empresarios sino, sobre todo, para uso de los gobernantes, siempre interesados en conocer los motivos por los cuales un extranjero atraviesa las fronteras del pa�s o lugar de referencia. Pero los expertos asumieron las ideas de la gente y de los empresarios sin someterlas a cr�tica antes de fundar sobre ellas unas teor�as que adolecen de falta de precisi�n y que son tan descriptivas como las originarias.
Cuando estuvo claro que la utilizaci�n de ciertos servicios p�blicos por parte de unos viajeros es diferente de la que hacen los residentes y otros viajeros se agudiz� en los gobiernos la necesidad de distinguirlos para contarlos y, en definitiva, para hacer previsiones de cara al futuro a fin de dimensionar correctamente las inversiones p�blicas correspondientes. Y los expertos se ocuparon de formular las leyes que explican las llegadas de los viajeros turistas y de cuantificar los efectos de sus gastos sobre la econom�a del lugar visitado. Es decir, se limitaron a estudiar los efectos del turismo, no el turismo.
Porque una cosa estaba clara para los primeros expertos. As� como las visitas de los viajeros noturistas se realizan en funci�n de las necesidades de compras y ventas de las empresas y del conjunto de las actividades productivas del lugar, las visitas de viajeros turistas se realizan en funci�n de necesidades diferentes y en principio poco tipificables. En aquellos primeros a�os era evidente que los pa�ses dotados con recursos naturales o culturales de gran relevancia pod�an conseguir beneficios invirtiendo en empresas de servicios de accesibilidad, transporte y hospitalidad. Con esto bastaba para conseguir un n�mero creciente de esos voraces consumidores que son los turistas. Se lleg� a decir que el turismo (ese conjunto de servicios) tiene la virtud de hacer rentable cosas que no lo son.
Hab�a otra raz�n, tal vez la m�s relevante, si no la �nica en algunos casos: la econom�a de un lugar pod�a estar estancada por razones de demanda: saturaci�n de las necesidades de los residentes, de las exportaciones y de las visitas de noturistas. La reanimaci�n de los negocios se consigue entonces provocando la demanda de quienes, gracias a las t�cnicas que vencen la distancia y a los precios en descenso de sus servicios, pueden viajar por motivos diferentes a los de la producci�n y los negocios, es decir, por distracci�n y ocio, para lo cual hab�a que invertir en m�s mejoras de la accesibilidad y en mejores servicios de transporte, comunicaciones y hospitalidad, siempre que el pa�s contara con recursos tur�sticos, es decir, un destacado patrimonio cultural o natural y con servicios de animaci�n y diversi�n. Por su parte, los turistas se ocuparon de provocar la oferta de estos servicios en los lugares que quer�an visitar y no los ten�an o eran de mala calidad.
El inter�s por el crecimiento de los viajes tur�sticos responde a una mezcla de las razones apuntadas. La necesidad de su estudio es evidente, tanto si el pa�s recibe turistas como si no los recibe pero aspira a recibirlos en cantidad significativa.
Como digo, los expertos basan sus investigaciones en la distinci�n entre el viajero turista y el viajero noturista y aceptaron acr�ticamente las dos nociones que heredaron, la de la gente y la de los empresarios, en primer lugar la de estos �ltimos. M�s tarde dieron prioridad a la noci�n de la gente y postergaron la empresarial. A mediados del siglo XX, los expertos conjugaron las dos nociones, las caras de una misma moneda. La noci�n de los empresarios se considerada econ�mica y la de la gente, sociol�gica.
Lo que acabo de exponer resume el ya secular proceso seguido por la formaci�n de las nociones de turista y de turismo que profesaron los expertos hasta 1991, a�o que marca una verdadera divisoria gracias a la celebraci�n de la Conferencia Mundial de Ottawa, convocada por la Organizaci�n Mundial de Turismo. Como dir�a un periodista, Otawa�91 marca el antes y el despu�s en lo que se refiere a las nociones de turista y de turismo que profesan los expertos. Pero, aunque, en efecto, puede parecer que Otawa�91 establece una l�nea divisoria, ambas nociones siguen siendo b�sicamente las mismas. Ambas coinciden con las de la gente y los empresarios, ligeramente retocadas, eso s�, ahora como antes, con el embellecedor barniz acad�mico. El hecho de que los expertos formulen su noci�n de un modo variado y a veces hasta ingenioso no oculta la presencia de la noci�n de la gente y los empresarios en las nociones que profesan. Cuando se aplica el mismo m�todo es inevitable que se obtenga el mismo resultado.
Demostrarlo obliga a una accidentada excursi�n a lo largo de m�s de un siglo de pensamiento tur�stico. Quisiera que fuera breve y amena la excursi�n que propongo pero ser� m�s larga y tediosa de lo deseable. Si me decido a hacerla es porque creo de gran inter�s que quede constancia de que los expertos lidiaron durante muchos a�os con serias dificultades de orden conceptual, que fracasaron en su intento y que, a la postre, se escudaron en la complejidad de la materia para desistir del intento. La historia de las ideas tur�sticas es la historia de un descomunal fracaso que los expertos prefieren olvidar y, de paso, escamotear a los legos en la materia. El lector tiene el ant�doto en sus manos contra la excursi�n, no leer el resto de este cap�tulo ni el siguiente y continuar por el cap�tulo V.
El m�todo que utilizan los expertos es el mismo que emplea la gente. El primero que lo sigui� fue, como ya he dicho, Maurice Alhoy, en 1848. Se basa en distinguir a un turista de un noturista por notas diferenciales, generalmente de tipo conductual, aunque tambi�n las hay de otro tipo. No es f�cil ofrecer la relaci�n completa de las notas diferenciales que han aportado los expertos durante el siglo y medio que tiene la literatura especializada en turismo. Como el com�n de la gente, los primeros expertos fueron testigos de que, a partir de una determinada �poca de la historia, cuyo inicio se puede fijar a mediados del siglo XIX, la capacidad de transporte de alojamiento de viajeros hab�a aumentado tanto que desbord� las necesidades derivadas de los viajes de negocio. Una soluci�n al exceso de oferta se encontr� en el fomento de la demanda derivada de los viajes de ocio, algo siempre atractivo por ser parte del modo de vida de las clases m�s pudientes. El momento era propicio gracias a la insurgencia de sucesivas clases urbanas enriquecidas por el desarrollo econ�mico que trajo la revoluci�n industrial, clases ansiosas por imitar los viajes de la vieja clase ociosa, ya entonces en v�as de extinci�n.
As� como los viajes de negocio dependen del crecimiento de las necesidades generadas por las actividades productivas, el crecimiento de los viajes de ocio, aunque tambi�n depende del aumento de la riqueza, es funci�n de numerosos factores en gran parte imprevisibles y de mecanismos aparentemente no sujetos a reglas o sujeto a reglas no conocidas y de dif�cil conocimiento. Lo primero que hubo que vencer fue la resistencia a viajar por capricho de la gente que teniendo medios para hacerlo no lo hac�an por estar anclada en la alta propensi�n al ahorro caracter�stica de la moral burguesa y victoriana entonces imperante. Los viajes de negocio se distinguen de los viajes de ocio en numerosos aspectos, pero hab�a uno que los primeros expertos destacaron especialmente. Mientras los primeros son dependientes del r�gido cumplimento de las obligaciones laborales, empresariales y sociales, los segundos son independientes de ellas. Los viajes de ocio no dependen m�s que de la voluntad del viajero potencial. Y la voluntad, por caprichosa, no puede someterse a reglas.
De la convicci�n de que turista es quien viaja durante su tiempo libre o de ocio para recrearse, divertirse y descansar, los expertos deducen que los turistas, cuando hacen turismo, son solo consumidores, esto es, que han dejado, temporalmente, de ser productores. La continua aparici�n de nuevas clases enriquecidas activa el proceso de socializaci�n del ocio. El ocio se considera el privilegio que tuvo en el Antiguo R�gimen la minor�a dirigente. Sus miembros eran los �nicos que viajaron en el pasado y por esta raz�n hablamos de motivos de placer ignorando que el ocio es la actividad que estatutariamente ten�an encomendada. El ocaso de la clase ociosa impuso a todos la obligaci�n de ser productores o negociosos, y, en contrapartida, confiri� tambi�n a todos el derecho al tiempo libre. La condici�n subyacente consiste en la adecuada regulaci�n legal de los tiempos dedicados al negocio (trabajo y producci�n) y al ocio (descanso y consumo)
Ambos tiempos generan flujos de viajeros, pero mientras el flujo de viajeros de negocio tiene su propia din�mica, la de la producci�n, como ya he dicho, el flujo de viajes de ocio ha de ser impulsado deliberada y eficientemente si se quiere que alcance un volumen que enjugue el exceso de capacidad existente en los servicios de transporte y de hospitalidad, aumente la demanda interior y dinamice la econom�a del lugar visitado.
Hoy todos somos productores y, a veces, hacemos viajes de producci�n o negocio. Todos somos hoy, tambi�n, consumidores. Pero, desde mediados del siglo XIX, todos, o casi todos, hacemos tambi�n viajes de consumo u ocio, dejando pasajeramente de ser productores. Son los dos tiempos alternantes que definen la vida de los pueblos ricos.
Algunos expertos, muy pocos, defienden una noci�n de turistas en la que se incluya tanto a los viajeros de ocio como a los viajeros de negocio. La noci�n de turismo que profesan es la llamada noci�n amplia.
La mayor parte de los expertos sostuvieron con firmeza hasta 1991 la noci�n estricta o tradicional del turismo. Para ellos, solo quienes viajan por ocio son turistas y solo lo que ellos compran y utilizan constituye el contenido del turismo como fen�meno, como sector, como actividad econ�mica y como disciplina de estudio. Esta es la postura defendida por la Asociaci�n Internacional de Expertos Cient�ficos en Turismo (AIEST), fundada en St. Gallen, Suiza, en los a�os cuarenta del siglo pasado, por Walter Hunziker con el apoyo de su estrecho y asiduo colaborador Kurt Krapf.
Los expertos que se opusieron a ellos fueron minoritarios y, sobre todo, no contaron con una organizaci�n tan fuerte y combativa como la AIEST.
A mediados del siglo XX se plante� una aguda pol�mica entre ambos grupos de la que salieron victoriosos los agrupados en la AIEST. A fines de los a�os sesenta se plante� una revisi�n de los argumentos esgrimidos por ambos contendientes que termin� con la convicci�n de que la noci�n estricta ten�a que abrirse hasta la noci�n amplia. La idea matriz en la que se basa la noci�n estricta es la de que, en las motivaciones de los desplazamientos de los turistas, no puede haber el menor indicio de aspiraci�n al lucro, hasta el extremo de que solo han de tenerse en cuenta los llamados gastos improductivos, una denominaci�n conflictiva donde las haya, con la que se hace referencia exclusivamente al consumo final, no al consumo intermedio, industrial, el que se hace con fines productivos. Los gastos improductivos se hacen para vivir y disfrutar, para satisfacer las necesidades, y no se recuperan nunca, mientras que los gastos productivos se hacen para producir y as� obtener beneficios materiales cuando son recuperados con creces a trav�s de las ventas lucrativas de los productos obtenidos.
El primer golpe de gracia a la noci�n estricta de turismo sostenida primero por la AIEST y m�s tarde por la OMT se dio con la constataci�n de que el turismo dej� hace tiempo de ser una forma de consumo de lujo y ostentoso para convertirse en la necesidad que tiene todo trabajador de refaccionar las fuerzas perdidas durante el trabajo y seguir produciendo con eficacia. Para quienes utilizan este razonamiento, ninguna diferencia hay entre turismo de ocio y turismo de negocio pues tanto los que viajan en tiempo de vacaciones como los que viajan en tiempo de trabajo lo hacen para ganar algo, los primeros, para reponer las fuerzas f�sicas y ps�quicas gastadas en el proceso productivo, y, los segundos, para obtener beneficios empresariales.
Sin embargo, a pesar de que la pol�mica se cerr�, con el definitivo triunfo en 1991 de los que defienden la noci�n amplia de turista, raz�n por la que desde hace un cuarto de siglo es posible hablar de turismo de negocio sin caer en la contradicci�n de anta�o, lo cierto es que aun sigue latente la noci�n estricta entre los miembros de la AIEST y en la Organizaci�n Mundial de Turismo.
La OMT mantuvo la vigencia de la noci�n estricta con el apoyo de la AIEST y la Comisi�n de Estad�stica de la ONU. Solo en 1991, en la Conferencia de Ottawa, cedieron todos a las presiones que se ven�an haciendo desde fines de los a�os sesenta en el sentido de abrir la cerrada noci�n de turista que propuso la AIEST a mediados del siglo pasado.
Para establecer la noci�n de turismo que profesan los expertos hay que conocer la historia de las ideas tur�sticas o del pensamiento en turismo. En el trabajo que en 1991, el a�o de Ottawa, present� en la Facultad de Ciencias Econ�micas de la Universidad Complutense de Madrid para optar al grado de doctor, hice una introducci�n a la historia del pensamiento tur�stico que abarca el periodo 1884 - 1990. De momento nadie que yo sepa ha continuado esta investigaci�n. Algunos han utilizado algunas partes de mi investigaci�n sin citar su procedencia, pero la continuaci�n de esta l�nea es muy necesaria para el conocimiento del turismo.
No es este el lugar apropiado para hurgar en los casi infinitos recovecos por el que deambularon los expertos de turismo que en el mundo han sido. Pero debo repetir una vez m�s que, a pesar de las numerosas diferencias que los expertos creen encontrar entre las abundantes nociones existentes, el m�todo que utilizan para formular sus nociones coincide esencialmente con el que impl�cita y espont�neamente utiliza la gente desde que, en la primera mitad del siglo XIX, se populariz� la voz turista con el significado expuesto en el cap�tulo I. Es m�s: prestigiosos expertos en turismo se amparan en la identidad entre su noci�n y la de la gente para demostrar que la noci�n que sostienen es la �nica posible y cient�fica.
A pesar de la coincidencia b�sica que existe entre las nociones de los expertos y la noci�n de la gente, las de los expertos se caracterizan por basarse en un abigarrado abanico de notas diferenciales expuestas de un modo formalizado. Tantas nociones de turismo han propuesto los expertos que, ya a mediados del siglo XX, pudo decir el austriaco Paul Bernecker que hab�a tantas definiciones de turismo como autores. El ritmo de elaboraci�n de nociones de turista y de turismo disminuy� a partir de los a�os setenta. Tuvo mucho que ver en ello el rechazo que sintieron los especialistas en marketing que se interesaron por el turismo al ser llamados en su ayuda por los gobiernos y por muchos empresarios de servicios de transporte y de hospitalidad alarmados por las elevadas cotas de saturaci�n del mercado que ya entonces hab�a.
Como digo, el punto de partida de la b�squeda de las diferencias que distinguen a un turista de un noturista lo marc� el escritor franc�s Maurice Alhoy en 1848. Seg�n el escritor franc�s, el viajero descubre y el turista visita lo que antes descubri� el viajero. En esta noci�n late la idea de turista de la gente y de su punta de lanza, los escritores. El turista prefiere la seguridad y la comodidad y huye de la aventura y de sus peligros, justo lo contrario que el viajero.
Siglo y medio despu�s, el escritor canadiense Paul Teroux propuso una nueva distinci�n entre turista y viajero: el turista no sabe de donde viene, el viajero no sabe a donde va. Una vez m�s, la distinci�n repite con otras palabras la que propuso Alhoy hace siglo y medio, que el turista se desplaza a lugares explorados y trillados mientras que el viajero se siente atra�do por lugares ignotos. El viejo m�todo sigue siendo aplicado por escritores y soci�logos recreativos, como ya expuse en el cap�tulo I. Hacen gala de ese ingenio que Jos� Antonio Marinas sit�a a medio camino entre el elogio y la refutaci�n. La cuesti�n, sin embargo, no est� en el gusto de los escritores por las nociones m�s o menos ingeniosas sino en que los expertos los emulen con nociones parecidas que generalmente tienen escaso o nulo valor anal�tico, explicativo y operativo.
El litigio y la pol�mica han acompa�ado a los intentos de formaci�n de una noci�n cient�fica del turismo que lograra delimitar con cierta precisi�n el objeto de estudio y del negocio. Las confrontaciones llegaron a ser tan frecuentes entre los miembros de la comunidad de expertos que se consolaron pensando que no encontrar una definici�n definitiva y universalmente aceptada del turismo es la consecuencia inevitable de la extrema complejidad del fen�meno y de que no contar con una definici�n convincente de lo que es el turismo no obstaculiza investigar las causas que lo explican y los efectos que produce. Admitieron de buen grado que, si se sigue trabajando sin desmayo para aportar estudios emp�ricos y, sobre todo, respetando la tradici�n cl�sica, alg�n d�a se alcanzar� la definici�n definitiva, que tendr� la virtud de responder con muy pocas palabras a la vieja y correosa cuesti�n de qu� es el turismo.
Los expertos han acu�ado expresiones ambivalentes y no conflictivas como travel and tourism industry. En espa�ol es frecuente la expresi�n industria de los viajes y el turismo. Hoy se cree que no hay motivos de pol�mica y, a quienes tratan de desenterrarla, se les tilda de equivocados, marginales, heterodoxos y arcaicos, y son excluidos de la llamada comunidad de expertos cient�ficos en turismo, maniobra tras de la que puede haber alg�n funcionario autoerigido en custodio de la ortodoxia al amparado de alg�n organismo internacional. Olvidan los tard�os ep�gonos de Torquemada que pueden topar con un tozudo investigador para el que la censura es acicate para trabajar con rigor e independencia.
�Qu� es entonces el turismo?, se preguntaba en 1911 el economista austriaco Herman von Schullern zu Skratenhofen, un brillante disc�pulo del fundador de la Escuela de Econom�a de Viena, Karl Menger, para responder que, aunque todo el mundo piensa en esencia lo mismo, no resulta f�cil encontrar una definici�n correcta del concepto. Basta, seg�n �l, con decir que turismo es el conjunto de todos aquellos procesos, sobre todo econ�micos, que ponen en marcha las llegadas, las estancias y las salidas de turistas a y desde una determinada comunidad, regi�n o estado y que se relacionan directamente con las citadas llegadas, estancias y salidas. La teor�a del turismo que desarroll� Von Schullern se diferencia de la noci�n de la gente en que especifica en qu� consiste el turismo como realidad y como materia de estudio, pero es tributaria de ella ya que turista, para este experto austriaco, es aquel que, no residiendo habitualmente en la localidad de referencia, pasa estancias temporales en ella por motivos ajenos a la obtenci�n de lucro. S�lo en la temprana superaci�n de la condici�n de extranjero que la gente suele exigir a un no residente para tenerlo por turista, radica la diferencia entre la noci�n de la gente y la de Von Schullern.
A la aportaci�n del economista austriaco al concepto cient�fico de turismo a�adir� otra igualmente digna de ser tenida en cuenta porque destaca la existencia de lo que se llam� el doble sentido del turismo, el positivo y el negativo. El sentido negativo lo materializan las salidas y el positivo, las llegadas. La salida es negativa para el pa�s abandonado y la llegada, positiva para el pa�s de acogida. Hago solo una pregunta inocente: �por qu� no dicen los expertos que el turismo es positivo para quien lo hace? M�s adelante dar� una respuesta.
Von Schullern fue uno de los primeros expertos de turismo que consigui� imprimir a sus trabajos un nivel cient�fico. Adem�s de destacar la existencia del turismo que llam� interior junto al internacional, puso de manifiesto la trascendencia de las salidas y las llegadas, resaltando el hecho de que el concepto solo se ven�a usando en sentido "activo" o "positivo" ("receptor" se dice hoy), olvidando el �pasivo� o �negativo� (�emisor� decimos ahora). El an�lisis del turismo debe tener en cuenta, seg�n �l, ambos sentidos a la vez, a fin de elaborar la balanza de flujos tur�sticos, como se hace con las exportaciones y las importaciones para construir la balanza comercial de pagos y cobros que reflejan las operaciones comerciales de un pa�s con otros.
En tiempos de Von Schullern no era posible realizar un an�lisis que tuviera en cuenta el doble sentido del turismo por la sencilla raz�n de que no hab�a datos estad�sticos. Su aportaci�n te�rica a�n sigue sin ser practicable por la misma raz�n. Los pa�ses que elaboran estad�sticas sobre personas que salen hacia otros pa�ses por motivos tur�sticos o por otros motivos son muy escasos, y los que las elaboran no facilitan datos desglosados como los que se publican sobre llegadas al pa�s. Los flujos tur�sticos se estudian y cuantifican de un modo unilateral, destacando solo el lado llamado positivo, el de las llegadas.
Hay un aspecto de las aportaciones de Von Schullern que me interesa destacar, el enfoque desde el que las elabora. Seg�n sus propias declaraciones, Von Schullern estudi� el turismo desde el punto de vista de la econom�a pol�tica, no desde el punto de vista de la econom�a privada. Quer�a decir que su an�lisis era macroecon�mico, no microecon�mico, sectorial o empresarial. Su noci�n de turista buscaba ser �til para cuantificar las llegadas de estos viajeros. Respond�a a las necesidades del recuento estad�stico, una finalidad que aun hoy sigue marcando el norte de la investigaci�n del turismo por parte de organismos internacionales como el Comit� de Expertos en Estad�stica de la ONU, de Eurostat (UE) y de la OMT, a cuyas nociones me referir� m�s adelante. Se trata de contar con estad�sticas comparables internacionalmente y de ah� la necesidad de aplicar criterios homog�neos. Sin embargo, a pesar de los grandes esfuerzos que en este sentido realiz� la Uni�n Internacional de Organismos Oficiales de Turismo y se siguen realizando por su heredera, la OMT, a�n no se dispone de series verdaderamente homog�neas sobre llegadas de turistas a cada pa�s por pa�ses de procedencia. Las cifras que se manejan sobre flujos tur�sticos mundiales, basadas en criterios casu�sticos, son aproximaciones orientadas a lo publicitario con muy escaso valor cient�fico.
Las citas y referencias que Von Schullern hace a la econom�a son muy abundantes. No obstante, al definir el turismo como conjunto de procesos desbord� los l�mites de la econom�a aunque resaltara los de naturaleza econ�mica. Al generalizar el turismo a todos los procesos o relaciones, Von Schullern inici� una tradici�n que a�n sigue en vigor, la que se justifica por la creencia de que el fen�meno tur�stico es extraordinariamente complejo y que por ello no se agota en lo econ�mico.
Von Schullern propuso un concepto de turismo que va m�s all� de lo econ�mico, pero en la pr�ctica su estudio responde al modelo convencional que se sigue aplicando hoy al estudio econ�mico del turismo. Concibi� la llegada de turistas a un pa�s como aportaci�n de riqueza y bienestar, (el turista aporta dinero al pa�s al que se dirige y lo detrae del pa�s en el que reside) y crey� necesario estimar en que grado tiene lugar esa aportaci�n. Pero para ello no basta con conocer el n�mero de turistas que llegan al pa�s y la duraci�n de la estancia. No s�lo hay que tener en cuenta las necesidades y el poder adquisitivo de los turistas que llegan (dos aspectos econ�micos). Es preciso conocer, adem�s, sus pautas de comportamiento y su modo de vida (dos aspectos culturales y morales, es decir, sociol�gicos)
Estudi�, pues, el turismo rebasando los l�mites de la econom�a y penetrando en el campo m�s amplio de lo que hoy conocemos como sociolog�a y psicolog�a social. Puso el an�lisis de la demanda tur�stica sobre bases m�s sociol�gicas que econ�micas. Aport� un tratamiento te�rico del turismo de indudable importancia, pero sigui� utilizando, en gran parte, el m�todo descriptivo que lleva a la noci�n que tiene la gente de turista, y ello a pesar del gran esfuerzo que realiz� para matizarla, lo que le llev� a superar tanto la extranjeridad como la ausencia de motivaciones de lucro.
Hay expertos que sostienen que el an�lisis cient�fico del turismo encuentra su punto de partida en la llamada Escuela de Berl�n. Aunque no lo comparto, admito que los expertos que formaron parte de ella hicieron aportaciones significativas a la concepci�n del turismo. Josep Stradner, muy pr�ximo a esta escuela, hizo hincapi� en los efectos positivos del turismo para la balanza de pagos, prestando especial atenci�n a los motivos que impulsan a las personas a efectuar un viaje, diferenciando entre los que surgen de una decisi�n individual - como, por ejemplo, el deseo de conocer el mundo, la moda - y los que tienen su origen en el desarrollo de la vida econ�mica, social, pol�tica y cultural.
Morgenroth fue uno de los pocos expertos que distingui� dos conceptos de turismo, el turismo en sentido amplio y el turismo en sentido estricto. Dentro del primero incluy� cualquier tipo de viaje y, en el segundo, solo los desplazamientos de personas que se alejan pasajeramente de su residencia para consumir bienes econ�micos y culturales.
El principal representante de la escuela de Berl�n fue Robert Glucksmann, fundador y director del Instituto de Turismo en la Escuela Superior de Comercio de Berl�n. En su corta vida (1929-1934), el instituto, dotado de una excelente biblioteca y de un archivo excepcional sobre temas tur�sticos, se convirti� en el centro m�s prestigioso del mundo en materia de investigaci�n tur�stica. Su publicaci�n mensual Monatlichen Mitteilung y, sobre todo, la trimestral Archiv f�r den Fremdenverkehr, editada durante el periodo 1930/31-1934/35, constituyen una valiosa cantera para quien se interese por la econom�a del turismo. La labor de Glucksmann influy� de un modo decisivo tanto en la recopilaci�n de datos estad�sticos como en la consolidaci�n de la doctrina tur�stica por medio de la realizaci�n de conferencias regulares, estudios y trabajos de investigaci�n aplicada. La primera definici�n del turismo de Glucksmann es muy singular: Turismo es el vencimiento del espacio por parte de quienes llegan a una localidad en la que no tienen su residencia. El espacio, o lo que es lo mismo, la distancia, se ha percibido desde siempre por el hombre como un serio obst�culo que dificulta la satisfacci�n de ciertas necesidades. La necesidad de vencer o dominar este obst�culo deriva de la aspiraci�n a satisfacer las necesidades. A�os m�s tarde, Gl�cksmann facilit� una nueva definici�n: El turismo es el conjunto de relaciones que tienen lugar en una localidad entre los residentes y quienes no siendo residentes se encuentran pasajeramente en ella. Incluy�, pues, como Von Schullern, todas las relaciones que se establecen entre forasteros y residentes. Abandon� su primer interesante enfoque y adopt� el enfoque sociol�gico de Von Schullern llev�ndolo hasta sus �ltimas consecuencias puesto que no puso en primer lugar las relaciones econ�micas y no resalt�, como Morgenroth, la satisfacci�n de necesidades econ�micas y culturales. El enfoque sociol�gico qued� as� consagrado en los estudios del turismo, lo que no quiere decir que se menospreciaran los aspectos econ�micos y empresariales, sino que estos fueron relegados a un lugar secundario, al menos acad�micamente hablando.
A partir de 1935 se reconoc�a ya impl�citamente lo que se admitir�a expl�citamente en 1942, que la investigaci�n del turismo est� m�s cerca de la sociolog�a que de la econom�a. El enfoque econ�mico y empresarial qued� subsumido en el sociol�gico, m�s comprehensivo y apto para estudiar una realidad percibida como un fen�meno complejo y multifac�tico, que no se agota en los aspectos econ�micos y empresariales.
Del mismo modo, el acento qued� puesto, definitivamente, en las localidades de acogida o receptoras, quedando relegado y olvidado el planteamiento de Von Schullern, que aspiraba a tener en cuenta tambi�n la perspectiva de las localidades de residencia de los turistas, las llamadas emisoras. Se abandon�, en consecuencia, el llamado sentido negativo del turismo, en frase poco lograda, aunque no descarto que fuera intencionado o, en todo caso, subconsciente. La frase trasluce un sentido que se admite sin discusi�n: que los beneficiados por el turismo son los pa�ses receptores de turistas y que los emisores son perjudicados. As� se entiende desde los comienzos del turismo masivo y de su estudio. Se da por sentado que el pa�s que vende (el visitado) es el pa�s que se beneficia a costa del pa�s donde residen los que compran, olvidando la s�lida premisa en la que se sustenta toda relaci�n comercial y la misma econom�a de mercado como modelo de organizaci�n social, la del intercambio igual, en el que las dos partes se benefician porque ambas mejoran su situaci�n de partida. El comprador aumenta su utilidad, lo que le reporta mayor bienestar. El vendedor aumenta sus beneficios, lo que le reporta m�s riqueza y con ella aumenta su bienestar.
Las bases de la concepci�n cient�fica del turismo estaban puestas ya en la d�cada de los a�os treinta gracias a las aportaciones que se hicieron entre 1911 y 1935, un cuarto de siglo lleno de acontecimientos que cambiaron el mundo occidental, como la Primera Guerra Mundial, la Revoluci�n de Octubre y la Gran Crisis de la econom�a, los cuales, con sus efectos sobre la producci�n y el empleo, as� como sobre el comercio internacional, contribuyeron a que los gobiernos de muchos pa�ses prestaran mayor atenci�n a la llegada de turistas al territorio que administraban como f�rmula de emergencia para aumentar las ventas de productos propios al margen de las exportaciones convencionales en crisis. La aportaci�n de dinero al pa�s de acogida que Von Schullern atribuy� al turismo qued� reconocida universalmente y el inter�s empresarial por el fen�meno dej� de estar limitado a determinadas ciudades y comarcas de Suiza, Francia, Italia y Austria para convertirse en un instrumento de pol�tica econ�mica de los gobiernos nacionales. El primer pa�s que lo vio en toda su dimensi�n y lo aplic� como pol�tica econ�mica fue el gobierno italiano de Mussolini con la creaci�n del ENIT, Ente Nazionale Italiano de Turismo, que ha servido de modelo a organismos similares en numerosos pa�ses.
Con este cambio de inter�s por el turismo, la proliferaci�n de estudios se hizo abrumadora, s�, pero no se llev� a cabo el esfuerzo necesario para mejorar las bases conceptuales de lo que se entiende por turista y por turismo, que siguieron siendo pr�cticamente las mismas y coincidentes con las que sostienen la gente y los empresarios. Mientras que la concepci�n de turismo siga dependiendo de la noci�n vulgar de turista no se puede afirmar que disponemos de bases cient�ficamente s�lidas para aplicar el instrumental anal�tico de las ciencias econ�micas y ponerlo al servicio de la maximizaci�n de los beneficios empresariales, locales y nacionales de los pa�ses visitados por los turistas.
Desde 1925 hubo en la Universidad de Roma una c�tedra dedicada a la ense�anza de la econom�a del turismo. El economista italiano Angelo Mariotti fue uno de los primeros expertos en turismo que se encarg� de impartir un curso acad�mico sobre los fundamentos de lo que llam� econom�a del turismo, denominaci�n que emple� en 1933 para dar t�tulo a su primera obra sobre la materia. El uso de la expresi�n econom�a del turismo levant� en Italia fuertes cr�ticas entre los puristas del idioma y de la econom�a por considerar, los primeros, que el vocablo turismo no es italiano, y los segundos, que la econom�a del turismo no es m�s que un cap�tulo de la econom�a general. Seg�n Mariotti, el primero que utiliz� esta pol�mica expresi�n fue el italiano Achille Loria en 1927, aunque �l mismo parece que la utiliz� ya en 1923. Hasta entonces se utilizaba el binomio econom�a y turismo, como hizo Von Schullern en 1911. Mariotti justific� la expresi�n bas�ndose en que el turismo sirve para fomentar la producci�n y en que todo lo que aumenta la producci�n es objeto de la econom�a. Entre las actividades que tienen esta propiedad, situ� el movimiento de forasteros, la industria de los viajeros, denominaci�n empleada por Josef Stradner en 1884. Situado Mariotti en una perspectiva eminentemente acad�mica, su definici�n del turismo la formul� con referencia a la disciplina que cultivaba: Se llama econom�a del turismo a la materia que se ocupa del movimiento de viajeros por deporte, salud, estudio u ocio, incluyendo todo lo que directa o indirectamente se relaciona con �l. Sigue presente en ella la noci�n de turista de la gente junto con la l�nea omnicomprensiva que hab�a abierto dos d�cadas antes Von Schullern, m�s tarde consolidada por Gl�cksmann y que, como ya he dicho, desbord� lo econ�mico para asentarse de lleno en el campo de la sociolog�a.
Definido lo que entiende por econom�a del turismo, Mariotti pas� a estudiar el turismo desde varios puntos de vista. Desde el punto de vista del lugar, distingui� el turismo activo y el turismo receptivo. Turismo activo es el que comprende las actividades que directa o indirectamente facilitan el desarrollo del movimiento de viajeros en forma de est�mulo, impulso o iniciativa. El turismo activo es el que se practica en los lugares de residencia de los turistas. Turismo receptivo, por su parte, es el que tiene en cuenta las actividades orientadas a la acogida de viajeros. Entre ellas destacan las que ordenan los elementos del ambiente receptor y las condiciones de hospitalidad en el lugar de estancia pasajera. El turismo receptivo es el que se practica en los lugares de acogida de los turistas. Mariotti clasific� el turismo de acuerdo con el m�todo de estudio utilizado. De acuerdo con este criterio, contempla dos modalidades, turismo est�tico y turismo din�mico. El primero es el que estudia la industria del forastero y la actividad que �ste lleva a cabo en un momento determinado. Como ejemplos de turismo est�tico cita la investigaci�n de la planta hotelera de un pa�s en un momento concreto, la regulaci�n de los centros de estudios para profesionales de agencias de viajes y la publicaci�n de folletos de propaganda.
Turismo din�mico es el estudio comparativo del movimiento de viajeros y la pol�tica del turismo. Como objeto de estudio de turismo din�mico cita el desarrollo de la corriente de forasteros durante una serie de a�os, la comparaci�n de la situaci�n hotelera antes y despu�s de la guerra, la elaboraci�n de una serie de servicios para el viajero y la propaganda en el extranjero. Al referirse al extranjero demuestra hasta qu� punto es el turista no nacional el que le interesaba. Mariotti estudi� el turismo desde el punto de vista de la naci�n, no desde el punto de vista de una regi�n o ciudad, y desarroll� el punto de vista que llam� de la categor�a fundamental del fen�meno. Desde este nuevo punto de vista, distingui� la econom�a del viaje y la econom�a de la estancia, distinci�n que reproduce los conceptos antes expuestos de turismo activo y turismo pasivo aunque con diferente enfoque.
Mariotti recomend� usar los �ltimos t�rminos porque "receptivo", en su opini�n, tiene un matiz de pasividad que no refleja bien la esencia del turismo, el movimiento. Econom�a del viaje y econom�a de la estancia son t�rminos que no presentan el inconveniente de las expresiones turismo activo y turismo pasivo, la contradicci�n entre el adjetivo "est�tico" y el sustantivo "turismo", pues turismo, al aludir a movimiento lleva impl�cito el significado de �din�mico". El riesgo de confusi�n entre turismo y viaje fue advertida a�os m�s tarde por Pierre P. Defert. Mariotti cay� en �l. La expresi�n "movimiento tur�stico" es redundante, seg�n Mariotti, pero tambi�n son redundantes �viaje tur�stico� porque tur es viaje, y �circuito tur�stico�, porque tur, m�s prec�samente, es viaje redondo, circular o de ida y vuelta y, sin embargo, tambi�n se usan una y otra vez sin que, al parecer, lo adviertan los expertos.
Entre los expertos del turismo de la d�cada de los a�os treinta citar� a F.W. Ogilvie y a A.J. Norval, el �ltimo, profesor de la Universidad de Pretoria y autor de un estudio del turismo en Sud�frica por encargo del gobierno y de la South African Railways and Harbours. Para Ogilvie, turistas son quienes satisfacen dos condiciones: que se alejan de su domicilio por un periodo inferior a un a�o y gastan en el lugar visitado medios de pago que no ganaron en �l. Como Ogilvie destaca el gasto, su definici�n se clasifica entre las nociones econ�micas del turismo. Pero, si prestamos atenci�n a la primera parte de la definici�n, parece m�s l�gico clasificarla entre las nociones estad�sticas, pues estad�stica es la finalidad que hay que atribuir a la condici�n de que la estancia sea inferior a un a�o en el pa�s de acogida para que el viajero sea considerado turista. Por otra parte, es una condici�n insuficiente pues para que cumpla esta funci�n no basta fijar la estancia m�xima, hace falta fijar tambi�n la estancia m�nima. A�os m�s tarde fue establecida, a efectos estad�sticos, en 24 horas, o en una pernoctaci�n, como m�nimo, por la Uni�n Internacional de Organismos Oficiales de Turismo, criterio mantenido por la OMT. La definici�n de Ogilvie responde, como tantas otras, a la b�squeda de las notas que distinguen a un turista de otros viajeros, algo que siempre est� presente, de un modo o de otro, en las nociones de los expertos porque todas tienen finalidades estad�sticas m�s o menos declaradas. El objeto de la investigaci�n de Norval era determinar la significaci�n econ�mica de la industria tur�stica para Sud�frica, su valor relativo en la econom�a nacional, sus potencialidades, las posibilidades de su futuro desarrollo y los instrumentos y los canales con los que, y a trav�s de los cuales, ello puede conseguirse de forma que produzca los m�ximos beneficios para el pa�s. Norval se adelant� medio siglo a los modernos estudios del turismo.
Como he se�alado, los grandes acontecimientos que tuvieron lugar a�os antes y que tantas influencias ejercieron en la producci�n y el comercio mundiales, condujeron a que los gobiernos se interesaran por el turismo. Fue as� como el turismo pas� de tener un inter�s meramente local a tenerlo, sobre todo, nacional. La dimensi�n local con la que ven�a consider�ndose no se perdi�, pero s� qued� relegada a la pr�ctica, desapareciendo casi completamente de los planteamientos te�ricos hasta pasada la d�cada de los setenta del siglo pasado. Al convertirse el turismo en un instrumento de la pol�tica de desarrollo econ�mico, aumentaron espectacularmente los medios puestos a su alcance para su estudio y fomento. En la d�cada de los treinta del siglo XX exist�a ya una situaci�n que no se diferencia cualitativamente de la actual en el terreno pol�tico, industrial y cient�fico en lo que concierne al turismo. La obra de Norval, profesor de comercio y econom�a industrial de la universidad de Pretoria, constituye, como la de Angelo Mariotti, un estudio de econom�a aplicada del turismo que es plenamente actual.
Norval realiz� un an�lisis hist�rico del movimiento tur�stico desde los tiempos m�s remotos, utiliz� una serie de varios a�os del movimiento tur�stico de diferentes pa�ses para cuantificar la importancia econ�mica del turismo, realiz� entrevistas personales para medir el gasto medio por turista y la duraci�n de las estancias medias, estudi� la industria hotelera, considerada como un factor determinante del tr�fico tur�stico, realiz� numerosos viajes (very extensive tour es la expresi�n que curiosamente utiliz� el autor, dando impl�citamente con ello la calificaci�n impl�cita de turismo a sus viajes de trabajo) por la mayor parte del pa�s estudiado, Sud�frica. Con el fin de conocer los centros de inter�s para los turistas, entrevist� a numerosas personas p�blicas y privadas relacionadas con la llamada industria tur�stica y, finalmente, realiz� una encuesta postal dirigida a empresas, asociaciones, turistas y agencias de viajes, organismo p�blicos y otras organizaciones de Sud�frica y otros pa�ses. La similitud del estudio de Norval con los estudios que habitualmente se realizan hoy en cualquier pa�s, no es solo metodol�gica. La semejanza se advierte incluso en el tono de las conclusiones, perfectamente acordes con la tendencia que ya era predominante en tiempos de Von Schullern, la que mantienen aquellos que afirman que el turismo es una fuente de riqueza y de creciente bienestar para los pa�ses a los que se dirige, por lo que no caben dudas de que es el lado positivo del turismo, mientras que la salida de un pa�s es el lado negativo porque equivale, aunque no se diga, a una p�rdida de riqueza. Como puede comprobarse, se resalta el beneficio de los empresarios que atienden a los turistas en el pa�s de acogida y se olvida el beneficio que obtienen los turistas adquiriendo lo que no pueden adquirir en el pa�s de residencia. Es como si en las relaciones comerciales ganaran los que venden y perdieran los que compran cuando si hay compraventa es porque ambas partes se benefician.
La investigaci�n de Norval puso de manifiesto un espectacular desarrollo del tr�fico tur�stico en numerosos pa�ses a partir de la Gran Guerra. La importancia econ�mica nacional e internacional que se le daba ya; el papel que juega en la vida de las naciones, econ�mica, sociol�gica, cultural y pol�ticamente; su significaci�n como factor de desarrollo de los mercados exteriores, la inversi�n de capital que exige y de intensificaci�n de mano de obra cualificada; la creciente conveniencia para los gobiernos nacionales, por estas y otras razones, de que asuman el control y la direcci�n del tr�fico tur�stico del pa�s y la inmensa cantidad de medidas adoptadas por los gobiernos y otras instancias para intensificar el tr�fico tur�stico al m�ximo de todas las formas posibles. El estudio de Norval presenta el mismo contenido, en forma de mosaico de temas inconexos, que se aprecia en la obra de Mariotti. Su noci�n de turista es la siguiente: Turista es la persona que llega en un pa�s extranjero para cualquier fin que sea distinto a la fijaci�n de su residencia permanente o trabajar regularmente y que gasta en dicho pa�s de estancia temporal el dinero ganado en otro lugar. Esta nota diferencial estaba llamada a jugar un papel sustancial en la noci�n de turista a partir de este momento entre los expertos en turismo por ser considerado el gasto la esencia de lo econ�mico. La noci�n de Norval es muy parecida a la de Ogilvie. Sessa la considera igualmente entre las nociones de naturaleza econ�mica. Pero Norval sigue manteniendo el car�cter de extranjero en la noci�n de turista, siguiendo as�, m�s claramente que Ogilvie, la noci�n de la gente, aunque acepta que el turista cumpla, sin perder su car�cter, una misi�n de trabajo, siempre que no sea regular. Se aproxima m�s, en este aspecto, a la noci�n de Von Schullern.
Tambi�n Norval trasluce una concepci�n de matiz psicol�gico del turismo al poner dos ejemplos de viajes tur�sticos en la antig�edad. En primer lugar, el que la reina de Saba hizo a Salom�n, en su corte de Jerusal�n, movida, dice, por la curiosidad de contemplar el lujo y el boato con el que viv�a el israelita. El segundo ejemplo que puso fue el abandono de la casa paterna y posterior retorno del hijo pr�digo de la par�bola cristiana. Con ambos ejemplos muestra Norval una concepci�n del turismo basada en las notas que distinguen el viaje del turista de los dem�s viajes. Tiene tambi�n su noci�n la finalidad estad�stica que pretenden todos los expertos del turismo.
Norval y Ogilvie resaltan lo que los expertos consideran uno de los elementos esenciales de la noci�n de turismo: el desplazamiento o viaje. Pero, como expondr� m�s adelante, el viaje o desplazamiento de un lugar a otro no es m�s que un elemento del turismo entre otros. Se comprende que el ge�grafo franc�s Pierre P. Defert advirtiera que el viaje (desplazamiento) y el turismo son dos nociones que muchos confunden a menudo.
Los trabajos del Seminario de Turismo de la Escuela Superior de Comercio de St. Gallen, Suiza, fueron decisivos para la consolidaci�n del enfoque sociol�gico aplicado desde principios de siglo XX a esta materia. El director del seminario, Walter Hunziker, era tambi�n director de la Asociaci�n Suiza de Turismo, entidad en la que trabajaba como jefe del Departamento de Econom�a y Estad�stica uno de sus colaboradores m�s prestigiosos, Kurt Krapf. Ambos publicaron en 1942 la obra cuyo t�tulo en alem�n se traduce por Fundamentos de la doctrina general del turismo, obra considerada muy pronto como un cl�sico entre los expertos y sus autores como los padres del turismo. La Doctrina General del Turismo (DGT) fue concebida por ellos como una disciplina que se encuentra m�s cerca de la sociolog�a que de la econom�a, y la industria del turismo como la industria que est� del lado del hombre (en el sentido de consumidor final). Apurando las cosas, la consideraron una rama espec�fica de la Sociolog�a de la Cultura, ya que, hasta la primera mitad del siglo XX, el comportamiento de los turistas consist�a b�sicamente en visitar ciudades y lugares ricos en grandes obras del arte universal. Paul Bernecker, veinte a�os despu�s, estaba convencido de que la obra de Hunziker y Krapf supuso un paso decisivo en el tratamiento cient�fico del turismo, una ordenaci�n valiosa del concepto y una sistematizaci�n de sus principios y de sus funciones.
La noci�n de turismo de Hunziker y Krapf fue durante d�cadas la definici�n oficial de la Asociaci�n Internacional de Expertos Cient�ficos en Turismo, fundada y presidida por el primero. Como definici�n oficial de la AIEST, adquiri� el rango de noci�n can�nica: Turismo es el conjunto de relaciones y fen�menos que se derivan de la estancia de forasteros en tanto que no d� lugar a radicaci�n para el ejercicio de una actividad lucrativa principal permanente o pasajera. Con ligeras variantes, la noci�n can�nica sigue plenamente vigente a pesar de que han pasado sesenta a�os, un periodo de tiempo en el que han tenido lugar cambios muy dr�sticos en todos los sentidos.
La noci�n can�nica no es, como se ve, de car�cter econ�mico, algo que por supuesto no pretendieron sus autores. Incluso lleg� a desaparecer de ella la referencia que hicieron otros expertos a las relaciones econ�micas. Hunziker y Krapf no destacaron las relaciones econ�micas sino que las subsumieron entre las dem�s hasta ocupar un lugar secundario. Las relaciones econ�micas en el turismo son evidentes y por ello pensaban que se pod�a proponer una noci�n del turismo de car�cter econ�mico, pero advirtieron que tal noci�n ser�a incorrecta por reduccionista. La noci�n oficial y can�nica de turismo es, pues, la de un fen�meno social complejo y multifac�tico que no es posible estudiar, en ning�n caso, como una pura categor�a econ�mica. En su af�n por delimitar el contenido de la nueva disciplina cient�fica, cuyas bases sin duda consolidaron, Hunziker y Krapf afirmaron que turismo no es lo mismo que transporte, ni siquiera lo mismo que transporte de personas. Tampoco se puede considerar el turismo, seg�n ellos, como un simple conjunto de relaciones ya que incluye tambi�n los fen�menos que est�n en conexi�n y que se derivan de la estancia de forasteros, considerada esta como el centro de gravedad de los procesos de tr�fico que se forman, pero de un tr�fico, movimiento o desplazamiento entendido en sentido muy amplio.
Para mayor claridad, Hunziker y Krapf ofrecieron el gr�fico que reproduzco a continuaci�n. Con �l aspiraban a ilustrar el universo conceptual del turismo en sentido amplio seg�n los autores, es decir, en el de mero desplazamiento de un lugar a otro (Verkehrsvorgang).
(Gr�fico 1)
Con este gr�fico los autores dan la impresi�n de que pretenden que los lectores comparen subliminalmente el turismo con un diamante, el cristal multifac�tico en el que cada cara ilumina y es iluminada por las dem�s. Simula, en efecto, la estructura cristalina de la codiciada joya. Estos chovinismos son tan frecuentes entre los expertos que son parte consustancial de la literatura tur�stica al uso. Los cantos dedicados a realzar y ensalzar los aspectos positivos del turismo son hagiogr�ficos. Los que muestran los aspectos negativos son p�dicamente silenciados.
Michele Troisi, profesor de la Facultad de Econom�a y Comercio de la Universidad de Bari, se dedic� intensamente a estudiar el fen�meno tur�stico desde el punto de vista de las ciencias econ�micas a partir de los a�os treinta del siglo pasado. En 1940 public� su famosa teor�a de la renta tur�stica y pas� a formar parte de la Doctrina General del Turismo.
Troisi desarroll� una noci�n del turismo acorde con la vertiente del gasto que los turistas realizan en el pa�s visitado, pero entroncada con los planteamientos de Guyer-Freuler, experto suizo en gesti�n hotelera que escribi� en 1905 una frase tan semejante a la de Troisi que reproduzco a continuaci�n que parece un plagio: El ritmo febril de la vida moderna ha hecho surgir nuevas necesidades entre las cuales se encuentra el descanso m�s o menos breve de la actividad diaria. Durante la interrupci�n del trabajo, los individuos, en n�mero creciente, se alejan de su residencia habitual para desplazarse a aquellos lugares en los que las bellezas naturales, la salubridad del clima y el descanso vigorizan el organismo y tonifican la mente. Esta necesidad fisiol�gica se manifiesta ya de una forma intensa y generalizada entre las diferentes clases sociales por reacci�n a la angustia e insatisfacci�n de la que tratan de huir. Con mayor intensidad que en el pasado, sentimos el impulso que nos lleva a abandonar el medio laboral para poder vivir libremente y gozar de las m�ltiples y atractivas ofertas tanto de la Naturaleza como de la industria que est� del lado del hombre, la denominaci�n que se dio en el pasado al turismo como industria. Es as� como surge ese flujo o movimiento de personas desde la ciudad al campo, a los lagos, a los montes y al mar. El transporte, al ser m�s barato, c�modo y seguro que en el pasado, facilita los desplazamientos de las multitudes de un lugar a otro. Los fines de semana, los d�as de fiesta y, sobre todo, en determinadas estaciones del a�o, el tr�fico tur�stico llega a alcanzar proporciones desorbitadas.
El an�lisis precedente describe una Europa que aun estando en plena guerra parece actual. Troisi desgrana las razones que, a su juicio, explican la aparici�n y el desarrollo del turismo moderno. Entre ellas incluye la salud, la devoci�n religiosa, la diversi�n y las necesidades intelectuales y culturales. Pero no consideraba suficiente la mera presencia de necesidades para que alguien haga turismo. Exig�a que, adem�s, el sujeto que las siente conozca los bienes que las satisfacen. Por esta raz�n pone en primer lugar la informaci�n sobre la existencia y localizaci�n de tales bienes, es decir, la publicidad, en sus diversas formas, a la que sit�a delante de la exigencia de que el sujeto que siente la necesidad tenga renta para cubrir el coste del desplazamiento hacia la localidad en la que se encuentran los bienes deseados.
El turismo es concebido as� como movimiento de personas en el territorio para satisfacer ciertas necesidades, teor�a que no hace m�s que poner de relieve el significado que los hablantes ingleses dieron a la voz francesa tur pero aplicada a personas, no a cosas: girar, dar una vuelta (to tour, en ingl�s). Aunque Troisi rechazaba el uso de esta voz y sus derivados tanto por su significado primigenio como por exigencias de la pureza ling��stica, al universalizarse su uso, la prefer�a a cualquier otra, incluso en trabajos de investigaci�n cient�fica, no aceptando las razones que aportaban algunos autores para utilizar el t�rmino tr�fico o la expresi�n movimiento de forasteros por reflejar mejor, a juicio de ellos, la dimensi�n cuantitativa del fen�meno.
Troisi rechaz� igualmente expresiones como industria de los forasteros y hospitalidad porque, a su juicio, tienen una significaci�n restringida y dejan fuera las m�ltiples actividades a las que da vida el viaje y la estancia de los forasteros. Percibi� con claridad la importancia que en la ciencia tiene una terminolog�a rigurosa. Para �l, una terminolog�a adecuada es una cuesti�n capital en la investigaci�n cient�fica ya que su ausencia origina interminables e in�tiles discusiones. Sin embargo, Troisi no logr� redimir el vocablo turismo de su ambig�edad a pesar de su esfuerzo por conseguirlo y ello porque se mantuvo, a pesar de todo, fiel a la noci�n sociol�gica del turismo, hija, como tantas veces he dicho, de la noci�n de la gente, con la que coincide en sus pretensiones de fijar las notas que distinguen a un turista de quien no lo es, como la frase siguiente pone de relieve: El movimiento de personas por fines tur�sticos, o m�s simplemente, el turismo es una actividad de consumo, por cuanto se trata de satisfacer determinadas necesidades fisiol�gicas, religiosas o culturales. Sin embargo, los movimientos migratorios son una actividad claramente productiva. El turista es un consumidor de bienes y servicios, mientras que los dem�s viajeros son principalmente oferentes de trabajo. El primero gasta su dinero en satisfacer la necesidad que le ha llevado a moverse. El viajero se propone, por el contrario, obtener una ganancia que, en su mayor parte, se llevar� al pa�s de procedencia. Ante frases tan claras como esta, de nuevo debo llamar la atenci�n sobre la creencia de que el turista beneficia al pa�s que visita sin que �l se beneficie al visitarlo. Una nota diferencial m�s, esta ciertamente subrepticia, entre turista y viajero. El viajero se beneficia de la visita por estar motivado por el af�n de lucro pero el turista no por la raz�n contraria. Dicho de otra forma: el turista beneficia al pa�s que visita y el viajero se beneficia de �l. La noci�n de Troisi se encuentra, pues, en l�nea con la que estaba llamada a convertirse en oficial y can�nica.
Troisi consideraba imprescindible, para fijar la dimensi�n econ�mica del turismo, tener en cuenta el fin del viaje y de la estancia y rechaz� planteamientos como los de W. Morgenroth, quien admiti�, como ya he dicho, la existencia de un sentido amplio del turismo en el que inclu�a los viajes con cualquier finalidad, o los de Arthur Bormann, quien, de modo m�s dr�stico, hizo abstracci�n de los motivos del viaje al exponer su definici�n de turismo. A Troisi no le pas� inadvertida la extrema dificultad que supone conocer en la pr�ctica los motivos concretos que originan el movimiento de los forasteros ya que, como reconoci� Robert Gl�ksdmann, su conocimiento exige hacer costosos trabajos emp�ricos. Hay que tener presente tambi�n la actividad que realizan las personas procedentes de otros pa�ses ya que as�, indirectamente, se puede tener un indicador del motivo del viaje. Los expertos creen que si el motivo del viaje es realizar negocios o conseguir lucro no se puede hablar de turismo so pena de generar confusi�n.
La expresi�n turismo de negocios debe ser eliminada, a su juicio, por ambigua, incluso aunque se refiera a los forasteros que viajan por motivos profesionales, como, por ejemplo, los viajantes del comercio, los profesionales del teatro y de la m�sica, etc., los cuales son tambi�n consumidores, como los turistas, pero su actividad es predominantemente productiva y procuran extraer del lugar visitado una ganancia mayor de la que dejan. Cuando los expertos hablan de ganancias se est�n refiriendo a ganancias fiduciarias no a la que se deriva de la satisfacci�n de una necesidad. La concepci�n responde, lo dir� una vez m�s, a que los expertos consideran que el viajero es un productor y tienen al turista como un consumidor.
Turistas son, pues, para Troisi y para los estudiosos m�s ortodoxos, los forasteros que aportan a la localidad visitada m�s riqueza que la que se llevan. Quienes as� pensaban creyeron que este criterio permite distinguir a un turista de un viajero mejor que la que hace referencia a las motivaciones con la que ya hemos visto que, en �ltimo extremo, se combina. Para Von Schullern, el criterio motivacional exige suponer que el motivo que dio lugar al viaje no ser� modificado con posterioridad. Con el criterio del saldo neto entre ganancias obtenidas y gastos realizados favorable a la localidad o pa�s de acogida acontece algo similar, pues no es posible saber si un viajero es turista hasta que no ha dado por finalizada su estancia, momento en el que se podr� confirmar la conjetura de que su estancia iba a ser temporal, el motivo, cualquiera no lucrativo y el saldo de gastos menos ganancias, favorable al lugar visitado.
Es comprensible, por tanto, que la informaci�n estad�stica disponible no consiga reflejar nunca, ni remotamente, los finos y delicados matices que exige la noci�n hegem�nica o estricta que los expertos utilizaron para formalizar las nociones del turismo que propusieron. El grueso de la informaci�n estad�stica del turismo se nutre, entre otras cosas, de conteos realizados en las fronteras de los pa�ses de acogida y de declaraciones de establecimientos alojadores. Ni en una ni en otra fuente es f�cil separar de la categor�a de turistas a las personas en viaje de negocios. Tampoco es posible desglosar de la facturaci�n total del establecimiento la facturaci�n hecha a los clientes que son residentes en el lugar. Troisi reconoci� palmariamente estos insuperables obst�culos con la siguiente frase: La dificultad de la distinci�n deriva tambi�n del hecho de que entre los gastos de muchos forasteros se encuentran gastos que mezclan la finalidad de reposo y distracci�n con el negocio, uniendo placer y ganancia En los centros tur�sticos es frecuente que entablen relaciones de negocio entre quienes se encuentran en ellos pasando unos d�as de placer. De aqu� el alto inter�s que tiene para cualquier pa�s organizar ferias de muestras, mercados, exposiciones, congresos, conferencias y encuentros de todo tipo. Como reconoci� el mismo Troisi, existe un tr�fico interno alimentado casi exclusivamente por los negocios que se realizan los d�as de mercado en las peque�as ferias. Tambi�n las necesidades de car�cter administrativo determinan un flujo de habitantes en la provincia hacia la capital, debido a la pr�ctica derivada de los diferentes oficios, o hacia la sede judicial, para solventar cuestiones relacionadas con los pleitos.
Percatarse de estas ventajas no solo no llev� a Troisi a criticar la noci�n can�nica sino que tampoco le impidi� ser uno de sus m�s radicales defensores como demuestra esta frase: El turismo abarca cualquier desplazamiento pasajero de los individuos de un lugar a otro con la �nica finalidad de satisfacer necesidades de reposo y distracci�n, de salud, religiosas o relacionadas con el estudio. En la medida en que origina una compleja demanda de bienes y servicios, (el turismo) es un acto de consumo para el forastero y constituye, por otro lado, una forma de producci�n para el pa�s que es la meta del viaje por cuanto provoca una oferta, igualmente compleja, de bienes y servicios. La frase no es solo meridiana sino que resume magistralmente la esencia econ�mica que late bajo la noci�n hegem�nica del turismo heredada de la gente. Troisi no hizo m�s que expresar en los t�rminos propios de la ciencia econ�mica lo que ya hac�a un siglo que hab�a sido dicho por el escritor franc�s Henry Beyle (Stendhal). Citar� dos frases que reflejan bien lo que ya era conocido en la primera mitad del siglo XIX, cuando aun no hab�a expertos en turismo: Rentar es la raz�n suprema que lo decide todo en esta peque�a ciudad (Verrier) que os parece tan bonita. El forastero que llega, seducido por la belleza de los frescos y profundos valles que la rodean, se figura en un principio que sus habitantes son sensibles a lo bello; no hacen m�s que hablar de la belleza de su pa�s: no puede negarse que hacen un gran caso a ella; pero porque atrae a los forasteros cuyo dinero enriquece a los fondistas, cosa que, gracias al mecanismo del impuesto, produce renta a la ciudad. (El rojo y el negro, 1831). Beaucaire es una ciudad peque�a y muy fea; dicen que no hay nada tan triste fuera del tiempo de la feria. Se alquilan las casas, los patios, las barracas de un a�o a otro, y el alto precio de los alquileres basta a los de Beaucaire para vivir todo el a�o. (Memorias de un turista, 1838) (Beaucaire, capital del cant�n de su nombre, en la orilla derecha del R�dano, frente a Tarasc�n, a 21 km. de Nimes. En 1217, Raimundo VI, conde de Tolosa, instituy� la feria que se celebra entre el 22 y el 28 de julio. En el siglo XVI lleg� a ser una de las m�s importantes de Europa. A�os hubo que recibi� hasta 300.000 visitantes, algunos procedentes de Asia y �frica. Con la mejora de las comunicaciones, la feria de Beaucaire dej� de ser una atracci�n y hoy es un p�lido reflejo de lo que fue)
Los efectos beneficiosos de los gastos de los turistas en la econom�a del pa�s de acogida deb�an ser ya conocidos durante la primera mitad del siglo XIX. El cronista de Madrid, Ram�n de Mesonero Romanos, que hizo un viaje a Francia y B�lgica en 1840, escribe esta entusiasta frase: Qu� manantial tan inagotable de riquezas no abrir�an (en Espa�a) nuestros ricos hu�spedes.
El inter�s por adquirir alguna de las numerosas gu�as de turismo publicadas en Europa durante el siglo XIX no se limitaba a quienes hac�an turismo. Tambi�n los gobernantes de los lugares estaban interesados en que los editores publicaran la gu�a tur�stica que informara de sus atractivos. La primera gu�a tur�stica de Espa�a la escribi� Saint � Vincent en 1823, seguida de la de Thomas Roscoe, publicada en 1846. La de Baedecker no apareci� hasta 1898. Stendhal, Mesonero y, en general, los viajeros que escribieron gu�as de viaje se adelantaron en m�s de un siglo a la muy celebrada teor�a de la rendita turistica de Michele Troisi.
Esta es, en esencia, la concepci�n econ�mica del turismo que formularon los expertos de turismo. El primero que la explicit� fue Michele Troisi bas�ndose en el precedente establecido por Angelo Mariotti. La noci�n sociol�gica contiene a la econ�mica que propuso Mariotti y asumi� Troisi y la desborda para dar cabida a todos los fen�menos y a todas las relaciones que se producen entre turistas y residentes en un lugar determinado con motivo del desplazamiento y de la estancia. Tanto quienes mantienen esta concepci�n sociol�gica, como quienes prefieren quedarse en la m�s limitada o econ�mica, parten de id�ntica definici�n de turista, la que, con algunas precisiones y ciertos aditamentos, se deriva de la noci�n de la gente. Si en ella hubiera que se�alar una nota sobre las dem�s, habr�a que elegir la ausencia versus presencia de la finalidad de lucro del desplazamiento de ida y vuelta que realiza quien se dispone a descansar y gozar, en definitiva, a consumir, raz�n por la cual, se alude a quien est�, moment�nea o pasajeramente, fuera del proceso productivo.
En la misma l�nea se encuentra el ya citado Angelo Mariotti, quien imparti� en 1942 y 1943 un curso dirigido a los funcionarios de la Direcci�n General de Turismo del gobierno italiano y a los del ENIT, del cual fue director durante muchos a�os. En la lecci�n titulada La renta tur�stica afirm� Mariotti que, ciertamente, el turista como tal no es un productor sino un consumidor. Es �ste, por tanto, el elemento distintivo entre turismo y migraciones temporales. Para Mariotti, el viajante comisionista, el comerciante ambulante, el trabajador destinado o transferido estacionalmente fuera de su patria podr� cumplir actos de turismo en su tiempo libre o en los d�as festivos, figurar� en las estad�sticas tur�sticas porque es imposible distinguirlo de la masa de referencias, pero no es un verdadero y estricto turista porque la finalidad principal de su viaje no es la salud, el deporte o la devoci�n sino la ganancia pecuniaria. El turista se propone un gasto y el viajero, un ingreso.
Estas notas diferenciales las matiz� Mariotti con los siguientes comentarios: La distinci�n no tiene valor absoluto o distintivo al cien por cien. Debe tomarse m�s bien como un criterio de preponderancia, pues no se excluyen aportaciones tur�sticas en el caso de los viajeros de negocios ni, a la inversa, es posible negar rotundamente la cualidad de viajeros a los turistas que aprovechan sus vacaciones o sus excursiones para hacer un buen negocio. Su ejercicio de tolerancia conceptual pas� inadvertido. No conozco reacciones de los integristas ortodoxos a sus planteamientos, a pesar de que las lecciones fueron publicadas en 1943.
La noci�n sociol�gica que ya estaba casi totalmente desarrollada gracias a los trabajos de la Escuela de Berl�n se enriqueci� con los desarrollos de Mariotti y Troisi sobre los aspectos del gasto y la venta de bienes y servicios, el consumo y la producci�n, la demanda y la oferta. Hunziker y Krapf se limitaron a hacer una s�ntesis con los trabajos de unos y otros a la que llamaron Doctrina General del Turismo, aunque ellos prefirieron hablar del elemento subjetivo (los turistas) y del elemento material (los bienes y servicios que consumen los turistas). Situada entre la econom�a y la sociolog�a, escorada a esta m�s que a aquella, ellos percib�an que el n�cleo central de la DGT es el hombre que viaja por placer. In mittel der Man (en el centro, el hombre), gustaban de repetir, lo que no es m�s que el reconocimiento de que turismo es lo que hacen los turistas como dice la gente.
La pol�mica sobre la necesaria ausencia de motivaciones lucrativas en el comportamiento de un viajero para que pueda ser tenido como turista y, por tanto, dentro de la definici�n de turismo, estall� con motivo de la publicaci�n de un trabajo de P. Ossipow en 1951 por la Revue de Tourisme, �rgano oficial de la AIEST. Ossipow plante� las siguientes cuestiones, harto pertinentes, a tenor del estado de la cuesti�n en aquellos a�os: el viajante comisionista de una casa de perfumes, �no utiliza el tren o el autom�vil?, �no come en restaurantes?, �no duerme en albergues? Y, si el peluquero a qui�n �l intenta vender su mercanc�a tiene muchos clientes esperando, �no aprovechar� la oportunidad para visitar alguna ruina c�lebre y enviar una postal del lugar? Sus actos son exactamente los mismos que los del turista �Por qu�, entonces, excluirlo de esta categor�a de viajeros cuando ser�a mucho m�s l�gico incluirlo?
La pol�mica era ya inevitable, m�xime teniendo en cuenta que tres a�os antes Krapf hab�a puesto todo el peso de su autoridad a favor de que, en la noci�n del turismo, estuviera presente, de un modo expl�cito, la nota diferencial de que el motivo del desplazamiento de los turistas fuera no lucrativo. As� lo expuso, contundentemente, en 1948. En 1954, por medio de la Revue de Tourisme, refut� los argumentos de Ossipow, partiendo de la enumeraci�n de los puntos que marcan el campo de coincidencia o entendimiento entre los miembros de la comunidad de expertos, es decir, los aspectos sobre los que no existen divergencias de opini�n o son poco significativas. Estos puntos o aspectos son los siguientes:
1�. Se admite que el turismo constituye un desplazamiento de duraci�n limitada que no implica cambio de domicilio. Dicho de otro modo, estamos en presencia de una migraci�n temporal. El hombre que se desplaza, el turista, se opone de un lado al hombre sedentario, hogare�o, y de otro lado, al emigrante que viaja para establecerse en otro lugar.
2�. Quien se desplaza es un viajero. El turismo se asemeja, pues, a los transportes, constituye una parte del transporte de viajeros, pero no se confunde con �l.
3�. Junto al viaje, la estancia fuera del domicilio se considera como el otro elemento constitutivo del turismo. La duraci�n de la estancia no juega ning�n papel, lo esencial no es el tiempo de permanencia en un lugar dado sino la utilizaci�n de su equipamiento tur�stico. Por tanto, es f�cil, como quiere Ossipow, incluir a los excursionistas en el seno del turismo, con la condici�n, en todo caso, de que estas excursiones alejen a quienes las hacen de su entorno inmediato.
4�. Existe igualmente acuerdo en que el turismo incluye tanto a los extranjeros como a los nacionales y en que comporta un elemento subjetivo y un elemento objetivo: la persona (el turista) y la cosa (el equipamiento tur�stico).
5�. El mismo marco de nuestros estudios obliga a situar la definici�n de turismo sobre bases cient�ficas. Se quiera o no, en la medida en que hace tiempo que es un servicio pagado y absorbe una parte de la renta, el turismo es esencialmente un hecho econ�mico y social. Es, pues, necesariamente, a las ciencias econ�micas y sociales a las que hay que recurrir para definir y estudiar el turismo
Los puntos conflictivos residen en el modo de delimitar al turista y al viajero, es decir, los sujetos del desplazamiento. Exist�an, en su opini�n, dos concepciones opuestas:
a) la que no considera turista m�s que a los viajeros que se desplazan por razones distintas a las de ejercer una actividad lucrativa. Dicho de otra forma: el turismo es el hecho del consumo de bienes y servicios. Las empresas tur�sticas (hoteles, ferrocarril, espect�culos, etc.) son por ello industrias orientadas al consumo (final), siendo el turista el prototipo del consumidor.
b) la que no excluye del turismo los viajes y estancias originados por una actividad lucrativa porque tambi�n entra en juego la industria tur�stica. Del hecho de que el viajante comisionista tome el tren o el coche, coma en restaurantes, duerma en hoteles, visite ruinas y env�e postales, es decir, de la utilizaci�n del equipamiento tur�stico, se deduce que el viajero de negocios tiene el mismo car�cter que aqu�l.
Para Krapf, la segunda concepci�n se basa en la analog�a formal que existe entre los viajes tur�sticos y los viajes profesionales y de negocios. S�lo en esto. Seg�n Krapf, la primera concepci�n se apoya en una cuesti�n de principios, que no es otra que la distinci�n que, en el proceso econ�mico, hay entre producci�n y consumo de bienes y servicios. Krapf a�n aport� otros argumentos en apoyo de la primera concepci�n, que es la que �l defendi�. Son los siguientes:
1�. La historia del turismo revela las haza�as de quienes han recorrido la tierra en busca de aventura, de salud, en peregrinaci�n o por placer, en oposici�n a la historia econ�mica, la que muestra el desarrollo del comercio. Todav�a hoy, la gente une por instinto el turismo a la idea de placer, vacaciones y ocio, es decir, a lo que es trabajo lucrativo (Krapf invoca, abiertamente, con esta frase la noci�n de turismo de la gente como prueba a favor de la noci�n can�nica propuesta por la AIEST)
2�. Los bienes y los servicios a los que aspira el turista tienen para �l solo valor de uso, nunca valor de cambio. Al procurarse una variedad infinita de productos y servicios: habitaciones de hotel, excursiones, recuerdos de viaje, el turista no intenta aumentar su capital (inicial); sus gastos son una p�rdida neta.
3�. Por responder a necesidades de confort o de lujo, los bienes y servicios tur�sticos est�n sujetos a la ley de sustituci�n. O, dicho en t�rminos m�s generales, los bienes y servicios tur�sticos tienen una demanda muy el�stica. Estos mismos bienes y servicios utilizados por los hombres de negocio o por los t�cnicos que trabajan fuera de su lugar de residencia tienen una demanda m�s r�gida. Es as� como se explica que los hoteles de ciudad tengan una ocupaci�n m�s regular y elevada, y, por tanto, un rendimiento mayor, que los hoteles de temporada (los llamados hoteles tur�sticos)
4�. La financiaci�n del viaje y la estancia es diferente seg�n se trate de un turista o de un hombre de negocios. El primero financia �l mismo los gastos que se le presentan, mientras que los del segundo los paga la empresa. Adem�s, los gastos por viajes de turismo disminuyen la renta individual, en tanto que los gastos hechos en viajes lucrativos se llevan a la cuenta de p�rdidas y ganancias de la empresa en cuesti�n.
5�. Las dos categor�as de viajeros se distinguen igualmente en cuanto a la incidencia sobre la econom�a del lugar de estancia (pasajera). El turista no solo tiene una tendencia m�s marcada al gasto, la propensi�n al consumo formulada por Keynes, sino que sus gastos constituyen, adem�s, para la econom�a local, prestaciones unilaterales, es decir, una ventaja neta. Tambi�n el viajante de comercio deja dinero en el lugar, pero su primera intenci�n es la de conseguir pedidos, es decir, drenar poder de compra hacia el exterior. Provoca prestaciones bilaterales; comparado con �l, el turista tiene un efecto acumulativo (positivo) sobre la econom�a local.
6�. En todos los pa�ses, los poderes p�blicos se esfuerzan en desarrollar y facilitar el turismo contribuyendo a los gastos de publicidad. Sin embargo, no parece concebible utilizar el dinero de los contribuyentes para multiplicar y para hacer m�s atractivos los viajes de personas que se desplazan por negocios y a las cuales se les procura incluso ventajas materiales �que no han demandado! La aportaci�n financiera del Estado a la propaganda tur�stica se justifica, por tanto, en la medida en que los beneficiarios de ella aportan un saldo positivo de poder de compra, o, lo que viene a ser lo mismo, cumplen el papel de consumidores.
Los argumentos expuestos muestran, seg�n Krapf, que el turismo responde a sus propias leyes, que es un fen�meno sui generis y que no puede mezclarse con otras categor�as de viajes, a pesar de que �stas presenten analog�as formales con �l.
Expuestos puntualmente sus argumentos a favor de la noci�n can�nica del turismo, Krapf se dispuso a fulminar sin compasi�n la propuesta de Ossipow. Para Krapf, el caso del viajante de comercio / turista es un caso l�mite porque, en �l, resulta imposible separar los dos elementos, es decir, la ausencia / presencia de la motivaci�n de lucro, o, si se quiere, al turista del no turista. Krapf lo denomin� con cierta sorna turista anfibio, el que viaja de dos formas diferentes: como turista, si en sus ratos libres olvida sus obligaciones, y como noturista si suspende transitoriamente su descanso para ejercer actividades lucrativas.
Finalmente, Krapf crey� conveniente utilizar un argumento a contrario como reducci�n al absurdo para rebatir la teor�a de Ossipov: Si eliminamos el criterio de la presencia de una actividad lucrativa en el turismo no es posible distinguir el turismo del transporte de viajeros porque se identificar�a con el transporte de personas, perder�a su originalidad y su propia existencia. Cualquier tratamiento especial, el estudio aislado del turismo, ser�a improcedente, y los problemas que aparecieran tendr�an que ser tratados en el marco general del transporte de viajeros. M�s tarde volver� a los argumentos de su defensa de la concepci�n can�nica del turismo.
Aunque incomprensible, Krapf termin� afirmando que no pretend�a imponer ninguna de las numerosas definiciones del turismo existentes puesto que la f�rmula ideal, la que no es criticable o rechazable por alg�n motivo, a�n est� por encontrar y por eso tenemos que conformarnos con las imperfecciones inherentes a los intentos realizados hasta ahora para definir una noci�n de turismo perfecta.
Esta postura, solo aparentemente tolerante, envuelve desde entonces el convencimiento generalizado de que no es f�cil saber qu� cosa sea el turismo debido a su extrema complejidad, pero que la dificultad no debe impedir que nos sirvamos de �l para aumentar la solidaridad entre los pueblos y, de paso, conseguir el despegue econ�mico de los m�s desfavorecidos. La definici�n can�nica, para la AIEST, refleja el estado actual de nuestras investigaciones y puede servir de base para la discusi�n ulterior, ya que, sin ser perfecta es la menos mala de las existentes.
La pol�mica Ossipow-Krapf qued� cerrada con la victoria de los argumentos defensivos del segundo. Pero a nadie se le puede ocultar que Ossipow no pod�a haber elegido peor ejemplo, puesto que, si en lugar de un viajante que va a una ciudad en la que no reside para vender sus productos, hubiera puesto el ejemplo de un viajante que va a comprar los productos que se fabrican en la ciudad visitada, a Krapf la habr�a resultado m�s laborioso fulminar sus argumentos. Ossipow, derrotado, dej� de interesarse por la teor�a del turismo y prefiri� seguir dedic�ndose a su trabajo en la Alianza Internacional del Turismo (AIT) con sede en Ginebra, en la que lleg� a ocupar altos cargos. El golpe de intuici�n de Ossipow fructific� a�os m�s tarde, en 1968. El encargado de reivindicar sus argumentos fue el italiano Alberto Sessa, quien, el a�o citado, plante� la necesidad de proceder a una revisi�n de la noci�n can�nica del turismo a fin de que se adaptara mejor a la nueva forma del turismo.
En el cap�tulo siguiente vuelvo a ocuparme de la pol�mica Ossipow-Krapf, que considero de gran inter�s por reflejar los insalvables escollos en los que caen los expertos por insistir en estudiar el turismo como fen�meno (en sus apariencias) olvidando el turismo como no�meno (lo que es).