EL TURISMO EXPLICADO CON CLARIDAD
Autopsia del Turismo, 2ª parte
Francisco Muñoz de Escalona
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La versión pre Ottawa’91 del modelo convencional de economía del turismo es un precipitado secular en el que se acusan, entre otras, aportaciones de empresarios hoteleros con capacidad de observación que optaron por dejar constancia de sus observaciones, profesores universitarios de numerosas disciplinas interesados en explicar y comprender científicamente el turismo y en transmitir los resultados de sus investigaciones en centros docentes de diversa naturaleza, funcionarios públicos que pretenden dinamizar la economía captando el mayor flujo posible de turistas y estadísticos dispuestos a ofrecer estimaciones fiables sobre llegadas de turistas, gastos realizados por ellos y el efecto de tales gastos en la economía del lugar de acogida o receptor turístico. He destaco en su formulación exclusivamente las dimensiones económicas de la DGT sin que ello suponga negar las demás, muy abundantes (sociológicas, geográficas políticas, antropológicas, psicológicas, históricas, etc.) La versión post Ottawa’91 puede parecer comparativamente más diáfana que la precedente, sin llegar, no obstante a la transparencia propia de un modelo económico por arrastrar sedimentos de la versión secular. Los especialistas que elaboraron esta versión del modelo son expertos en estadística y estadística es la finalidad pretendida.
Las raíces más lejanas de esta versión arrancan en 1937, año en el que el Consejo de la Sociedad de Naciones se mostró interesado en el turismo hasta el extremo de encargar a un comité de expertos internacionales en estadística una definición de turista internacional que fuera operativa a efectos estadísticos. Quince años más tarde, la comisión de expertos de la ONU, consciente del fuerte reduccionismo inherente a la noción de turista, decidió formular el concepto de visitante internacional, noción que pretende ser más amplia que la de turista como esta es más amplia que la de excursionista.
El temprano interés por la cuantificación de los aspectos cuantificables del turismo (turistas, gasto y efectos del gasto) por parte de los gobiernos, los organismos internacionales y los empresarios trajo la lógica intervención de expertos en estadística. Ellos aportaron, como ya he dicho en el capítulo III, nuevas notas diferenciales, encaminadas a hacer operativa estadísticamente la noción canónica y a resolver dudas y vacilaciones a la hora de catalogar en la práctica a un viajero como turista. Ya dije también en el capítulo III que los expertos en estadística reprodujeron después de Ottawa las aportaciones de Von Schullern enriqueciéndolas con conceptos como el de entorno habitual, una combinación de los de lugar de residencia, lugar de trabajo, lugar de estudios, distancia recorrida y frecuencia de desplazamientos. Los estadísticos que formularon las aportaciones post Ottawa’91 introdujeron en la noción de turista todos los motivos posibles, pero limitaron, tal vez generosamente, a un año continuado como máximo la estancia en el lugar visitado siempre que fuera por motivos ajenos a cualquier tipo de remuneración. Estos expertos siguen aceptando la consideración del visitante como consumidor final y aplicando el método de notas diferenciales para distinguir a un turista de otros viajeros. En puridad, la aplicación de este método ha tenido siempre fines estadísticos, obtención de datos para cuantificar los gastos de los consumidores turistas. Tanto la limitación a un año de la visita como el carácter de consumidor final del turista expresan de un modo indudable que también ellos, como sus predecesores, excluyen de la noción de turista a los viajeros con fines lucrativos aunque admitan a los que tienen ese carácter de un modo transitorio siempre que no se trate de actividades remuneradas en el lugar visitado. Es evidente que, si la estancia en el lugar visitado se limita a un año y además se admiten en cierta medida fines negociosos no hace falta añadir que la finalidad lucrativa de la visita ha de ser en todo caso esporádica y pasajera. Cae por su peso.
El modelo convencional de economía del turismo en la versión post Ottawa’91 sigue, pues, respondiendo al secular enfoque de demanda, un invariante de las dos versiones del modelo por ser tributaria (derivada) de la noción vulgar. Antes de 1991, se ignoraba, o se negaba expresamente, que el estudio del turismo se hace con enfoque de demanda mientras que, a partir de 1991, no solo no se niega sino que se reconoce explícitamente. Lo cual no es poco y tiene un enorme interés, sobre todo para quien como yo ya lo dije hace quince años. Citaré algunas significativas frases tomadas de una publicación oficial de la OMT:
• la unidad básica de observación del turismo es el visitante turista
• el turismo se define como la actividad de “las personas”
• la actividad económica del turista es el consumo en sentido amplio
• el consumo de los turistas es el núcleo básico del análisis económico del turismo
• el gasto generado por el turista proporciona la base de la actividad económica generada por el turismo
• de la misma manera que el visitante es el núcleo de la actividad turística, el consumo realizado por el visitante es el núcleo de la evaluación económica del turismo
• la particular naturaleza del turismo no se define por los productos que son objeto de este consumo sino por la finalidad particular perseguida por el consumidor
• toda adquisición de bienes y servicios efectuada por un visitante o a cuenta de un visitante se incluye dentro de la frontera del consumo del visitante sin excluir ningún bien o servicio de consumo por su naturaleza
• el turismo es un fenómeno que se ha definido, desde sus orígenes, desde el punto de vista de la demanda, mientras que la mayoría de las clasificaciones económicas generales se establecen desde el punto de vista de la oferta de los productores y de la caracterización de los procesos de producción
Las frases transcritas tienen la virtud de la claridad y su reiteración no deja dudas. La publicación de la OMT apareció en 2001 y está dedicada a hacer recomendaciones sobre el marco conceptual de las cuentas satélites del turismo, el singular expediente arbitrado por el Servicio Nacional de Estadística de Francia a fines de los años setenta del siglo pasado para cuantificar las aportaciones a la riqueza nacional de las actividades productivas excluidas del Sistema de Contabilidad Nacional por alguna razón. Una de estas razones es la que se refiere a los sectores horizontales, entre los que el turismo es uno de los más conocidos. Las frases citadas, pero sobre todo la última, recogen claramente el diagnóstico que realicé en el trabajo que publiqué en el número de noviembre de 1988 de la revista Información Comercial Española, titulado Economía de la producción turística: Hacia un enfoque alternativo, y que más tarde desarrollé en la tesis presentada en la Universidad Complutense de Madrid en 1991, titulada Crítica de la economía turística. Enfoque de oferta versus enfoque de demanda. De esta tesis envié en 1994 un resumen a la prestigiosa revista norteamericana Annals of Tourism Research que no fue publicado por diversas razones, una de ellas porque los evaluadores anónimos, designados por el experto francés René Baretje, adujeron que el trabajo, Towards a constructive criticism on economic analisis of tourism, no prueba que el turismo sea concebido por los expertos canónicos desde el lado de la demanda.
¿Habrá que exigir a la OMT que pruebe la veracidad de lo que reiteradamente sostiene en las frases citadas? ¿Qué dirán los evaluadores anónimos del artículo rechazado cuando lean frases tan contundentes? Ellos, amparados en el anonimato, son unos desconocidos ¿Pero que dirán René Baretje, que seleccionó a los evaluadores, y Jafar Jafari, el editor jefe de la revista, de estas declaraciones de la OMT? Y, por último, ¿qué dirá el experto de la OMT Eugenio Yunis cuando compruebe que la OMT reconoce desde 1991 lo que yo vengo sosteniendo desde 1988, año en el que ofició como inquisidor dictando auto implícito de excomunión canónica contra mí? Por mucho interés que pueda tener yo en las respuestas a estas preguntas como autor del artículo rechazado, más interés aun espero que tenga la sociología de la ciencia algún día. No creo que la comunidad de expertos autollamados científicos en turismo quede bien parada del veredicto por su renuencia a aceptar la invitación al debate que he reiterado en numerosas ocasiones desde hace casi quince años, una de ellas en 1994, precísamente en un congreso convocado por la sucursal española de la AIEST.
En la publicación de la OMT citada hay un párrafo, altamente revelador, insólito en cualquier publicación del siglo pasado que comienza así: “A pesar de que el turismo es por naturaleza un fenómeno de demanda…” La expresión es tan novedosa y hasta incluso revolucionaria en el marco de la literatura ortodoxa de la economía del turismo que bien merece un comentario. Aplaudo ante todo que la OMT admita, por fin, lo que negó subrepticiamente rechazando considerar, incluso como tema de debate, el diagnóstico que hice hace cerca de tres décadas. Que el turismo es una actividad definida por el lado de la demanda es tan evidente como que dos y dos suman cuatro. Pero debo añadir que la expresión “fenómeno de demanda” no tiene sentido en ninguna ciencia social y menos en economía. ¿Cómo se explica que la OMT haya pasado de repetir que el turismo es un “fenómeno sociológico” a considerarlo, expresamente, como un “fenómeno de demanda”? La expresión trasluce la actitud aparentemente conciliadora de quienes se han negado a ver lo evidente y, ahora que por fin ven lo que no quisieron ver, lo enmascaran con una frase ambigua que parece destinada a no tener que admitir abiertamente que quien lo afirmó estaba y está en lo cierto. Pero la frase parece querer dejar en el lector la sensación de que la OMT lo viene diciendo desde el principio de los tiempos. Lo cual es falso.
La OMT, como se ve, sigue insistiendo, como antaño, en que el turismo es un fenómeno, pero ahora no solo dice que es “social” sino también “económico”, reconociendo, como de pasada, que su concepción responde al enfoque de demanda. Pero se advierte sin dificultad que la frase elude (¿deliberadamente?) una parte, sin la cual carece de sentido. Incluida la parte eludida, la frase queda así: “A pesar de que el turismo es por naturaleza un fenómeno (económico y social, concebido con enfoque) de demanda…” Entre paréntesis queda la parte eludida. Cabe preguntarse por qué no se escribió la frase completa y si con ella reconoce expresamente la OMT lo que negó implícitamente durante tanto tiempo.
Pero aun hay más. En la misma publicación se admite que el turismo es un sector horizontal de la economía. Reconocerlo es otra forma de admitir que el turismo se concibe y se estudia con enfoque de demanda. No de otra manera se puede entender que el turismo sea un abigarrado conjunto de bienes y servicios sino por ser la respuesta dada a la demanda de un abigarrado conjunto de bienes y servicios realizada por ese consumidor final y singular cuyo consumo se realiza fuera de su entorno habitual. Por esta razón, los autores del estudio de la OMT que comento afirman con cierto candor que el análisis económico del turismo desde el punto de vista de la oferta se centra en unidades de producción del mismo tipo que las utilizadas en las tablas de origen y destino del Sistema de Cuentas Nacionales propuesto por la ONU en 1993, a saber, los establecimientos, definiendo la rama productiva como un reagrupamiento de establecimientos dedicados a una misma clase de actividad productiva, por lo que, de acuerdo con esta definición, el conjunto de actividades características del turismo no conforma una única rama de actividad, sino un número (indeterminado o predeterminado, que parece que es diferente pero es lo mismo) de clases de ramas de actividad en el sentido tradicional.
La frase es acertada, pero la idea pudo haberse expresado de un modo claro diciendo simplemente que el turismo, concebido con enfoque de demanda, remite a un conjunto de actividades productivas formado por todas las actividades productivas del lugar visitado, razón por la cual han podido decir que es una economía en pequeño algunos expertos que también sostienen sin ambages que es la primera industria mundial, lo que implica comparar un sector horizontal con alguno de los sectores verticales ya incluidos en el turismo.
A pesar del camino recorrido desde Otawa’91, aun se resisten los expertos a incluir todas las actividades productivas en la oferta turística, tal vez para evitar lo inevitable, que sea evidente que el conjunto de actividades productivas del turismo, que se dice configurado “desde la perspectiva de la oferta”, ha sido en realidad constituido implícitamente desde la perspectiva de la demanda pero seleccionando sus componentes un modo arbitrario e implícitamente consensuado. Se huye de dar la impresión de que la oferta turística resulta así, por mor del enfoque utilizado, un agregado macroeconómico de la misma naturaleza que el Producto Nacional. El trabajo de la OMT citado sobre la cuenta satélite del turismo reconoce abiertamente que el conjunto de bienes y servicios que se toma como oferta turística es un conjunto predeterminado de bienes y servicios. Al reconocerlo, la OMT, no explica el método utilizado pero es evidente que responde a un consenso implícito entre expertos apoyado en vagas evidencias obtenidas por medio de una observación superficial de la realidad. Dicho lo que antecede, trataré de formular la versión post Ottawa’91 del modelo convencional de economía del turismo.
Lugar de referencia. El lugar visitado, como en la versión anterior, pero ahora se fija en función del entorno habitual del turista, noción que ya estaba en la literatura del turismo antes de Ottawa’91.
Entorno habitual. Algo más que el mero lugar de residencia del sujeto. Además de fijar el espacio geoeconómico en el que una persona es un consumidor residente, la noción de entorno habitual funciona como nota diferencial para “distinguir a un visitante (turista) del resto de los viajeros de una localidad”, en frase tomada de la OMT, organismo que admite que el entorno habitual “es difícil de definir en términos precisos”. De acuerdo con la OMT, el entorno habitual se define siempre con respecto a una persona en concreto y está delimitada por los alrededores de su hogar, de su lugar de trabajo o centro de estudios y de otros lugares frecuentemente visitados por ella. La identificación del entorno habitual se lleva a cabo combinando dos criterios:
• la frecuencia con la que una persona visita un lugar
• la distancia a la que se encuentra el lugar visitado del hogar, del lugar de trabajo, del centro de estudios o de otros lugares frecuentemente visitados por la persona de referencia
El conjunto formado por los lugares que cumplen ambos criterios define el entorno habitual de cada persona. A pesar de estos criterios, su identificación suele presentar serios problemas en la práctica, lo que obviamente limita la utilidad del concepto para los fines estadísticos a los que aspira.
La OMT da al concepto de entorno habitual un carácter económico pero es evidente que más que económico parece más bien geoeconómico ya que hace referencia a la territorialidad de las actividades económicas del sujeto.
Una vez identificado el entorno habitual, el lugar de referencia del modelo tiene que estar fuera de él, por lo que las dificultades de identificación del entorno habitual se trasladan a la identificación del lugar de referencia, el cual acaba siendo identificado por el analista de un modo pragmático.
Sujeto. El visitante turista, un consumidor final cuya singularidad radica en que se encuentra de viaje hacia o en un lugar fuera de su entorno habitual
Motivo. Formalmente, cualquiera (ocio, trabajo, negocio, hospitalización, estudios) con tal de que la visita no esté relacionada con la obtención de remuneración en el lugar de referencia, aunque, en la práctica, se limita al disfrute de unas vacaciones.
Objeto. El elemento material del modelo sigue siendo en la nueva versión un abigarrado conjunto de bienes y servicios. Para identificar los componentes, aplica un pseudo enfoque de oferta a fin de elaborar una lista de productos advirtiendo que lo hace con carácter “experimental” y “provisional” en la que no todos tienen la misma importancia “porque el nivel y estructura del consumo de un individuo se modifica cuando está lejos de su entorno habitual” (nótese que la OMT sigue anclada en el enfoque de demanda, incluso cuando pretende aplicar el de oferta). La composición de la lista de bienes y servicios que constituyen el objeto del modelo no solo varía en función del individuo visitante y consumidor sino también en función de “los países y lugares visitados”. El lugar visitado o “destino” sigue teniendo la consideración de un producto turístico, el llamado por Sessa “macroproducto turístico” (los hoteles son para este experto el “microproducto turístico”). Las dificultades que obstaculizan la elaboración de la lista de bienes y servicios de la oferta turística son, pues, casi insalvables. Como no se abandona el enfoque de demanda, la única solución posible de la indeterminación de sus componentes es la predeterminación por consenso entre expertos. Es así como se propone una lista de productos característicos del turismo, que son “aquellos productos que, en la mayoría de los países, en caso de ausencia de visitantes, dejarían de existir en cantidad significativa, o para los cuales el nivel de consumo se vería sensiblemente disminuido”. Junto a esta lista se propone otra complementaria con los llamados productos conexos al turismo, una categoría residual (¿?) formada con los identificados como productos específicos del turismo en un país pero no reconocidos todavía como tales a nivel mundial.
La OMT propone así una lista provisional constituida por 188 productos específicos del turismo agregando las dos listas, la de productos característicos y la de productos conexos y aplicando los tres criterios siguientes:
• productos cuya oferta dejaría de existir en cantidades significativas en ausencia de visitantes
• productos que representan un cuota importante del consumo turístico
• productos en cuya ausencia el consumo turístico se podría ver seriamente afectado
A pesar de la forzada identificación de productos específicos del turismo (que se dice hecha desde el lado de la oferta pero que es evidente que se hace desde el lado de la demanda), no basta para identificar a los productores de tales productos por la aplicación del criterio de la finalidad con la que el visitante realiza el consumo turístico (“viajar lejos del hogar”) pues la oferta a los visitantes puede ser realizada por dos tipos de productores:
• productores que pertenecen a la categoría de actividades características del turismo
• productores que no pertenecen a la categoría de actividades características del turismo
Por esta razón se admite la posibilidad de que existan diferencias importantes entre la producción de actividades características del turismo y el consumo turístico interior del país de referencia.
La OMT intenta obviar la dificultad que el enfoque de demanda tiene para identificar la oferta del modelo pero, como no lo consigue, termina admitiendo (implícita pero indudablemente) lo evidente, que con dicho enfoque todos los productos del país de referencia son turísticos o potencialmente turísticos. Para quien lo dude citaré la frase con la que la OMT lo reconoce taxativamente: “no se excluye (del consumo turístico) ningún bien o servicio de consumo por su naturaleza”. Por esta razón, la oferta (de productos característicos) de un país de referencia puede no coincidir con la demanda turística interior del mismo. Hasta aquí hay plena coincidencia con la versión pre Ottawa’91 del modelo.
La versión post Ottawa’91 introduce explícitamente la novedad de los bienes de consumo duradero, de los que contempla dos categorías:
• los de finalidad únicamente turística, es decir, los utilizados “casi exclusivamente” fuera del entorno habitual, como “maletas, tiendas de acampada, sacos de dormir, caravanas y equipos deportivos”.
• los de finalidad múltiple, utilizados tanto fuera como dentro del entorno habitual, como “vehículos y cámaras fotográficas”
Los ejemplos aportados aclaran poco si es que aclaran algo ya que no existe ningún bien de consumo duradero que no sea de finalidad múltiple. Dicho de otro modo, que todos los productos de consumo duradero tienen o pueden tener finalidad turística y finalidad noturística, por lo que, una vez más, debemos admitir que el criterio de demanda no basta para distinguir un producto de otro, lo que equivale a decir que la sombra de la indeterminación de la oferta sigue planeando en esta versión del modelo.
Lo más novedoso de esta versión es que se reconoce que la oferta turística se puede localizar tanto fuera como dentro del entorno habitual del visitante pues los visitantes pueden realizar sus compras no solo en el país de referencia o visitado sino también antes y después del viaje, en su entorno habitual e incluso fuera del contexto de un viaje específico. Una singular peculiaridad del modelo en la línea de la característica que ya destaqué, la de ser un modelo globalizado, lo que supone una anómala distorsión doble, temporal y espacial, en la oferta de bienes y servicios adquiridos por los que son (o serán en el futuro) visitantes del país de referencia.
La nueva versión reconoce explícitamente que el turismo no está constituido por una única industria sino por varias industrias. La OMT define (sin complejos tautológicos) una “industria característica del turismo como un grupo de establecimientos cuya finalidad productiva principal es una actividad característica del turismo”.La distorsión espaciotemporal de la oferta y la demanda permite que ahora se hable del consumo intermedio, lo que es una abultada novedad con respecto al modelo tradicional, y de la formación bruta de capital fijo en las llamadas industrias turísticas, considerando al primero como dato para estimar el valor añadido y a la segunda como “un componente importante para la descripción y análisis del turismo”. El consumo turístico tiene lugar por medio de un contacto directo entre el turista y los llamados oferentes turísticos. Se dice que el contacto directo solo es posible cuando se trata de servicios, pero se admite explícitamente que la oferta turística no solo está formada por servicios sino también por bienes, lo que introduce una nueva y significativa rectificación con respeto a la versión anterior, en la que solo se admiten servicios como componentes de la oferta turística básica o complementaria.
La nueva versión contempla la posibilidad de que los llamados “paquetes” vendidos por los turoperadores sean considerados como productos turísticos aunque sintéticos (sic) y completamente nuevos (sic), independientemente de sus componentes. De aceptarse esta posibilidad, los componentes de un paquete serían considerados como consumo intermedio del turoperador y este pasaría a ser considerado como un fabricante. Pero esta posibilidad se rechaza porque, primero, de ser así, los compradores no estarían adquiriendo servicios turísticos sino un producto sintético y nuevo, y, segundo, los servicios turísticos “comercializados de esta forma” (nótese que subliminalmente, haciendo referencia a los intermediarios comerciales, se está negando la misma posibilidad que plantea aceptar) no se considerarían como adquiridos directamente por los visitantes. Aunque resulta incomprensible científicamente hablando, la nueva versión rechaza esta posibilidad no por alguna razón de carácter científico sino debido a la función de defensa de los intereses de la industria turística que cumple la OMT ya que la consideración del “paquete” como producto llevaría a una infravaloración (económica) del turismo. ¿Tanta relevancia da la OMT a una palabra? ¿Cambiaría la realidad la consideración del “paquete” como producto turístico? La realidad no cambia, es cierto, pero sí su concepción y, a través de ella, la cuantificación del turismo, que así sería mucho menor de lo que se dice.
Aplaudo que, aunque solo como mera posibilidad, y rechazada, la OMT plantee que un paquete pudiera ser catalogado como un producto turístico. En los trabajos antes citados sostengo no que el paquete es “un” producto turístico sino que el “paquete” se aproxima al producto turístico y abogo por el abandono de la palabra paquete, como expondré más detalladamente en el capítulo VIII. Que sepa, nadie ha sostenido esta postura radical más que yo.
Tiempo. La estancia mínima del visitante sigue fijada en 24 horas o en una pernoctación caso de que no se cumpla el periodo mínimo. Caso de no haber pernoctación o de estar menos de 24 horas en un lugar fuera de su entorno habitual, el visitante no será turista sino excursionista, y no será considerado como sujeto del modelo. El límite máximo es fijado, ahora endógenamente, en un año sin interrupción. Si se supera este límite, la persona deja de ser visitante para convertirse en residente. También se admite que será residente y no visitante la persona que haya trasladado su hogar fuera de su actual entorno habitual aunque aun no se haya cumplido un año. Nada se establece con respecto al cambio de lugar de trabajo o centro de estudio. Pero se sobreentiende que, como ambos lugares forman parte de la definición de entorno habitual, al cambiar los lugares de trabajo o de estudio también cambia el entorno habitual. Por consiguiente, la persona que viaja a unos lugares que han pasado a formar parte de su entorno habitual no se considera en ellos visitante sino residente.
Distancia. La aplicación del concepto de entorno habitual resuelve el problema de tener que fijar un criterio de distancia, criterio que tampoco se establece en la versión anterior del modelo. Dejar la fijación de una distancia mínima al criterio del analista impedía usar eficazmente la versión pre Ottawa’91 del modelo para fines estadísticos ya que no garantiza la total comparabilidad entre países de los datos obtenidos. En la nueva versión basta con que la persona salga de su entorno habitual para que sea considerada visitante.
Otros elementos. No hay cambios significativos con respecto a la versión anterior. Sorprende, sin embargo, que no se haga referencia al mercado ni a los precios. Personalmente pienso que la ausencia de elementos tan fundamentales en un modelo económico no equivale a profesar su inexistencia. La publicidad y la función de las agencias de viajes y de los turoperadores sigue siendo la misma, la intermediación entre la oferta y la demanda, una vez rechaza la posibilidad de que el llamado “paquete” sea un producto turístico. Ambas figuras son asimiladas a las empresas mayoristas (turoperadores) y minoristas (agencias) que actúan en el mercado de otros productos.