EL TURISMO EXPLICADO CON CLARIDAD
Autopsia del Turismo, 2ª parte
Francisco Muñoz de Escalona
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP
(209 páginas, 833 kb) pulsando aquí
Los modelos gravitacional y sistémico coinciden con el convencional en la aceptación implícita del enfoque de demanda, lo que lleva, una vez más, a estudiar el turismo desde fuera, como fenómenos, es decir, desde sus relaciones con otras esferas. El enfoque de demanda conduce a concebir el turismo como un fenómeno, olvidando su concepción como noúmeno. El turismo es para los tres modelos una especie de caja negra porque no se plantean lo que ocurre dentro.
La solución consiste en replantear el turismo desde las premisas propias del análisis económico para evitar caer en la búsqueda obsesiva e inútil de notas diferenciales para distinguir a unos viajeros de otros, un camino que lleva, inexorablemente, al análisis psicológico de pautas personales de conducta y al análisis sociológico de colectivos con pautas comunes que son las raíces de la noción canónica de turista que propone el modelo convencional, como ya he dicho, cualquiera que sea la versión que se tenga en cuenta, la muy estricta o pre Ottawa’91 (motivos placenteros), y la algo más amplia o post Ottawa’91 (aparentemente, cualquier motivo) puesto que ambas consideran solo consumidores finales, nunca consumidores intermedios, cuyos gastos en el país visitado no están relacionados con la obtención en dicho país de lucro o remuneración.
Si se aceptan estos fundamentos, aunque el analista intente aplicar el análisis económico, acaba saliéndose de él para caer en las peculiaridades, singularidades, dificultades o complejidades que se creen consustanciales al turismo, cuando lo cierto es que no son más que las consecuencias derivadas de estudiar con los métodos de la economía una realidad concebida y planteada desde las premisas de la sociología y la psicología.
¿Tendría sentido una noción de turista que, partiendo de las acciones encaminadas a satisfacer necesidades, lo considerara, sin embargo, un productor antes que un consumidor?
Caso de tener sentido esta noción, ¿nos llevaría a una economía del turismo concebida con enfoque de oferta, el que la economía aplica al análisis de las actividades productivas?
Antes de responder, debo formular otras preguntas. ¿Es el turismo una actividad económica? Y si lo es, ¿de qué tipo? Los economistas llaman actividad económica a la que tiene por finalidad satisfacer las necesidades humanas asignando recursos escasos susceptibles de usos alternativos.
Puedo distinguir dos grandes tipos de actividades económicas:
• Actividades productivas, intermedias o indirectas de carácter extractivo, recolector, transformador o distribuidor, generadoras de utilidades
• Actividades consuntivas, finalistas, destructivas de utilidades en unos casos y usuarias, en otros
Las primeras procesan recursos no aptos para satisfacer necesidades y los transforman en bienes o servicios, que sí lo son, añadiendo valor, es decir, trabajo. Las segundas asignan los bienes o servicios obtenidos por las primeras a la directa satisfacción de necesidades. Las primeras las realizan los agentes que llamamos productores o consumidores intermedios. Las segundas, los agentes que llamamos consumidores finales, es decir, los individuos y las familias. En economía se habla de consumo final para distinguirlo del consumo de recursos, bienes y servicios que realizan los productores en el proceso de agregación de utilidades. A este consumo le llama intermedio porque se realiza para transformar unos productos en otros diferentes, no para satisfacer necesidades.
En las economías atrasadas, el consumidor es también un productor (autoproductor). Durante miles de años, el hombre ha satisfecho sus necesidades añadiendo (transformando) su trabajo a los recursos facilitados por la naturaleza si estos no eran directamente consumibles (utilizables). El largo proceso de especialización y división del trabajo ha terminado separando las dos funciones. En economías avanzadas, los bienes y servicios son obtenidos para su venta a quienes no los obtienen pero tienen necesidad de ellos. El alteroproductor produce para que los consumidores (finales o intermedios) satisfagan sus necesidades. La alteroproducción se hace en general con espíritu de lucro, aunque hay algunos alteroproductores, los menos, que actúan por filantropía.
¿A cual de los dos tipos de actividades económicas pertenece el turismo? Según el modelo convencional, el turismo es una actividad consumidora que da lugar a una multitud de actividades productivas a cuyo conjunto también se le llama turismo. No hay que ser experto en turismo para percatarse de que los gastos de los visitantes en bienes y servicios en los lugares visitados generan beneficios si los empresarios residentes consiguen venderles los bienes y servicios que necesitan.
El experto italiano Michele Troisi lo vio con toda claridad: En la medida en que origina una compleja demanda de bienes y servicios (el turismo) es un acto de consumo realizado por los forasteros; constituye, por otro lado, una forma de producción para el país que es la meta del viaje por cuanto da vida a una oferta, igualmente compleja, de bienes y servicios. (La Rendita Turistica, 1940)
La teoría de Troisi fue plenamente incorporada, sin modificación alguna, a la obra cumbre de la llamada Doctrina General del Turismo, elaborada por Hunziker y Krapf con el título de Grundrisse der Allgemeine Fremderverkherslehre (Zurich, 1942).
Aquí radica la esencia de la concepción convencional del turismo. Pero no fue Troisi el primero que se percató de esta realidad. Es tan evidente que ya fue formulada un siglo antes y no por un experto sino por un escritor, el francés Stendhal, como ya he dicho. A menudo se olvida que el turismo concebido desde el consumidor no es una única actividad productiva, como reconoce Troisi, sino un heterogéneo y complejo grupo de actividades productivas. Esta peculiar consideración económica del turismo es la consecuencia ineluctable de su concepción básica como fenómeno social, la cual llevó a verlo ante todo como un conjunto masivo de actos de consumo realizados por unos consumidores considerados como especiales porque se encuentran pasajeramente fuera de su lugar de residencia. Esta realidad queda, si no olvidada, sí desactivada a efectos analíticos a pesar de que es imposible obviarla por ser inseparable del enfoque desde el que se ordena la realidad estudiada y con el que se delimita el campo de la investigación a través de la secuencia de actividades económicas (consuntivas o de gasto y productivas) que recoge la frase de Troisi.
Mientras se mantenga activo este enfoque, el turismo se investigará sistemática y permanentemente como una actividad consuntiva y final realizada en el lugar visitado por el visitante y por quienes le abastecen de todo lo necesario. El enfoque lo aplicaron sistemáticamente los primeros expertos, los de la tendencia teoricista, y lo siguen aplicando, implícitamente unas veces, otras ignorándolo, los expertos que siguen la tendencia practicista, hoy hegemónica.
El economista que se acerca a la literatura del turismo antes de conocerla en profundidad, se percata inmediatamente de que su contenido es el resultado de la aplicación de un doble enfoque conjunto e inextricable
• de demanda
• localizado
El uso de la segunda dimensión del enfoque es el responsable de que, a pesar de la presencia de la primera, quede fuera de la investigación (al menos en la versión pre Ottawa’91) el consumo que realizan los turistas de aquellos bienes y servicios que son
• producidos en su lugar de residencia permanente y, eventualmente, en otros lugares visitados
• importados en el lugar de referencia
Si se practicara solo un enfoque de demanda, el análisis caería en incoherencia. De hecho, la investigación se aplica al conjunto de aquellas
• actividades consuntivas realizadas por determinados forasteros en un lugar seleccionado
• actividades productivas realizadas por las administraciones públicas y por los empresarios privados en dicho lugar como correlato del conjunto anterior
El conjunto de actividades productivas se identifica en función del conjunto de actividades consuntivas. Lo consuntivo determina lo productivo. Desde los consumidores se llega a los productores. El análisis parte de la demanda para proceder al análisis de la oferta. El enfoque de demanda es vinculante, incluso aunque el investigador no lo sepa o aspire a desprenderse de él.
He llegado al convencimiento de que si el turismo puede ser, todavía hoy, una inquietante cuestión o una noción tan compleja como la del color del viento, como dijeron Krapf y Ossipow, respectivamente, a mediados del siglo pasado, es porque, aunque existe un comprensible interés por estudiarlo como actividad económica, no se hace abstracción de su consideración original como fenómeno social. Su estudio como fenómeno social lleva de un modo comprensible a investigar prioritaria y preferentemente las pautas de comportamiento del colectivo de turistas y sus relaciones de todo tipo (afectivas, culturales, lúdicas, etc.) con el colectivo de residentes en el lugar seleccionado, aunque, sorprendentemente, no se haga. Junto a estas cuestiones se estudian las actividades consuntivas que generan gasto y las industriales y comerciales que de ellas se derivan. Este es el objeto de la llamada economía del turismo.
Algunos observadores acusan por ello a las investigaciones que se hacen del turismo de economicistas. Pueden parecer económicas porque estudian el gasto de los forasteros y las producciones que genera este gasto, pero lo que en realidad se hace es una investigación sociológica sobre las motivaciones de ciertos consumidores en tiempo de vacaciones.
La sombra de la anomalía planea sobre los investigadores del turismo desde sus orígenes. La inmensa mayoría de expertos, guarecidos bajo el paraguas protector del pragmatismo convencional que hoy dicta la ortodoxia en esta materia, como antaño lo hizo el teoricismo, la ignora sin sobresaltos y se escuda en la supuesta complejidad y diferencia del hecho turístico.
Hay expertos que traslucen, a veces, una cierta incomodidad científica en sus trabajos, aunque pronto la sofocan en aras de la tranquilidad y el sosiego tan querido del consenso. Son muy pocos los que intentan ir más allá de la simple incomodidad porque supondría remar contra la corriente.
De lo que se trata no es, como pudiera parecer a algunos, de hacer un análisis económico del turismo formalmente correcto, que también, por supuesto, sino, sobre todo, de disponer de una herramienta capaz de facilitar un diagnóstico certero que sirva para adoptar la estrategia inversora óptima entre las alternativas técnicamente viables. Y esa herramienta no es otra que la economía, disciplina que no es, como pudiera creerse un conjunto de recetas sino un método que garantiza a quien lo aplica resultados exitosos en materia de inversiones.
Todas las actividades productivas responden a la satisfacción de las necesidades de los consumidores, pero, una vez reconocido esto, según Marshall, el economista se sitúa siempre en la perspectiva del productor para realizar su investigación. Marshall refrenda lo que es evidente desde la lógica e incluso desde el sentido común: antes de que un bien o servicio sea consumido ha de ser producido. La necesidad del agente consumidor precede a la respuesta del agente productor, pero tanto el analista como el inversor, se centran en la segunda actividad para estudiar o ejecutar, respectivamente, la respuesta más viable que además sea la más rentable.
Por no tener claro este razonamiento, son pléyade los estudiosos del turismo, economistas o no, que sostienen sin pestañear que el turismo se consume a la vez que se produce. Y añaden, por si no estuviera suficientemente clara esta sincronía imposible, que sin la participación del consumidor en el proceso productor no puede haber turismo.
Alfred Marshall lo dejó muy claro a fines del siglo XIX en Principios de economía (1898) cuestionando los planteamientos de carácter sociológico que defendieron Hunziker y Krapf para el turismo: No es cierto que la teoría del consumo sea la base científica de la economía, pues mucho de lo que es de interés primordial en la teoría de las necesidades pertenece a la de los esfuerzos y actividades. Ambas teorías se complementan mutuamente; la una es incompleta sin la otra; pero si una de ellas puede pretender ser intérprete de la historia del hombre, ya sea desde el punto de vista económico o desde cualquier otro, esta teoría es, indudablemente, la de las actividades y no la de las necesidades.
De acuerdo con la investigación que vengo desarrollando desde hace tres quinquenios, si no se aplica el enfoque convencional en las investigaciones del turismo es, precísamente, porque
1. la concepción sociológica implícita lleva a estudiar básicamente las características de los consumidores forasteros, unos viajeros llamados turistas, pretendidamente diferentes a efectos económicos de los viajeros noturistas
2. el conjunto de actividades productivas seleccionado por consenso implícito se trata como si fuera una single cohesive industry comparable con cualquier actividad productiva objetivamente identificada
3. las actividades productivas del sector turístico son algunas actividades de servicio: al principio, básicamente las de alojamiento y refección, y, más tarde y ya con menos énfasis, las de transporte y las agencias de viajes. Desde hace algunos años, los investigadores dedican cada vez más atención a los llamados recursos naturales, culturales, recreativos, deportivos y religiosos, en línea con la adopción de una noción más amplia que la de antaño y del interés cada vez mayor por esta materia de geógrafos, antropólogos y biólogos
En definitiva, nada tiene de extraño que con tales mimbres se haya consolidado una rara disciplina, pretendidamente científica, híbrido socioeconómico de difícil homologación, enmascarada por una imposible interdisciplinariedad.
Cualquier parcela de la realidad es un constructo teórico cuyas formulaciones deben presentar coherencia interna entre premisas y postulados por un lado y metodología y conclusiones por otro.
El turismo no es una excepción.
Si la realidad construida cae en el seno de la sociología, el investigador no debe analizarla con los métodos propios de la economía. Si lo hace, se encontrará con dificultades provocadas por la incompatibilidad entre premisas y métodos.
Es lo que acontece en la investigación económica del turismo, que siendo una realidad construida desde la sociología se insiste en estudiarla con el análisis económico sin cambiar su concepción sociológica. Puede que la economía sea una rama de la sociología, pero no cabe duda de que su objeto de estudio es un conjunto de actividades productivas que dan respuesta a un conjunto de actividades consuntivas. Cualquier parcela de la realidad sea física o social es compleja, diferente de las demás (por principio) y más o menos resistente al conocimiento científico. Hay expertos para los que el turismo se puede considerar como fenómeno social, como actividad económica o como causa de impactos sobre el medio físico y social. Lo reconocen y lo aceptan como una especie de camisa de fuerza, pero ni lo subsanan ni parecen percatarse de que es subsanable. Antes al contrario. Para ellos, el sector turístico es de una gran complejidad. Punto. No hay obra dedicada al turismo que no lo repita como premisa, un lugar común más entre los muchos con los que está empedrada la bibliografía del turismo. Para otros, la industria turística es un sistema complejo cuya principal característica es que, a diferencia de la industria productiva u otras industrias de servicios, no gestiona la mayoría de los productos y experiencias que vende. (Nótese que las experiencias que tiene el turista son también productos de la industria turística según los expertos)
Los expertos españoles Ezequiel Uriel y Vicente M. Monfort han identificado algunas de las causas que, según ellos, explican la supuesta complejidad del turismo. Las enumero textualmente porque reflejan bien los planteamientos de los expertos convencionales:
1. la ambigüedad en la delimitación del área de análisis
2. las múltiples y complejas interrelaciones existentes entre los elementos constitutivos del hecho turístico
3. la heterogeneidad de los subsectores o actividades
4. no es fácil definir una cadena o sistema de elaboración del producto turístico
5. se trata de actividades de naturaleza dispar que requieren estrategias y diseños organizativos heterogéneos
6. se identifican actividades que precisan grandes inversiones, y por lo tanto requieren una visión a largo plazo
7. incluye actividades de carácter puntual diseñadas para aprovechar oportunidades coyunturales (¡!)
8. existencia de multitud de nuevos negocios (asociados a la oferta complementaria, a la asesoría o a la implantación de nuevas tecnologías) que potencialmente pueden incorporarse al sector
9. no es frecuente encontrar mercados donde el producto se encuentre alejado del consumidor
10. en el sector turístico es el cliente quien habitualmente se desplaza hasta el punto de consumo del producto (por lo que) la función del transporte no es la de acercar el producto sino al cliente
11. elevada dependencia de los recursos naturales en los que se apoya la oferta turística de cada espacio (contexto geográfico o localizado
12. fuerte presencia de las instituciones públicas, por ejemplo, con la legislación medioambiental
13. fuerte dependencia al contexto social y político donde se desarrolla
(Ver Uriel, E; Monfort, V. M.; Ferri, J.: F. Guevara, J. El sector turístico en España. Caja de Ahorros del Mediterráneo. Alicante, 2001)
Nada menos que trece causas, ninguna de las cuales desencadena el problema ya que es originado por el uso de un enfoque sociológico y la aplicación forzada o aparente del análisis económico. Según los expertos citados, la complejidad del sector turístico sugiere un mayor esfuerzo de concreción y definición del hecho económico y cultural (sic) del turismo. Pero, sorprendentemente, no lo hacen, a pesar de que realizar ese esfuerzo es el objetivo último de cualquier investigación que aspire a ser científica. En ningún momento realizan el esfuerzo necesario para paliar el grave problema que supone la ambigua delimitación del área de análisis. No disponen los expertos de mucha bibliografía, es cierto, pero sí de la que podía haberles puesto en la pista para encontrar la solución o al menos para discutirla y seguir buscándola. Lo extraño es que se percaten del problema y no hagan nada por resolverlo. Se comportan como si no hubiera problema sino la supuesta consustancialidad a la realidad estudiada, o, que, de haberlo, el problema fuera irresoluble. El turismo, para ellos, se distingue (sobrentiendo que de otros sectores económicos), al parecer, por la dificultad de delimitar las ramas que le dan cuerpo, como consecuencia del carácter mixto de la oferta turística y de la práctica imposibilidad de cuantificar algunos elementos que también forman parte de la misma (sobrentiendo que aluden a la oferta turística); bien sea el paisaje, la cultura o el medio ambiente, que impiden (sic) que las actividades económicas de índole turística (sic) constituyan una industria propiamente dicha. En estas condiciones, no es extraño que vaya habiendo expertos que sospechan que el turismo no existe.
La aventura de averiguar si el turismo es una única actividad productiva me parece científicamente atractiva aunque solo fuera como un mero ejercicio de investigación básica, ya que, si diera algún resultado, subsanaría en primer lugar la grave anomalía que constituye la sorprendente ausencia (¿ignorancia?) en el modelo convencional de una función de producción de turismo, de lo que el profesor José María Fernández Pirla llamó con acierto en los años sesenta el turismo considerado como una “manifestación de producción”, o, utilizando una expresión más diáfana, el turismo como actividad productiva objetivamente identificada y, obviamente, diferenciada de las demás. Y cuando digo identificada objetivamente, quiero decir, como es habitual en economía, diferente de cualquier otra por el output obtenido, las técnicas utilizadas, las empresas que lo elaboran, la productividad y especialización del trabajo, el vector de costes y los abastecedores básicos, los canales de comercialización, la tasa de beneficios, el grado de abastecimiento del mercado y tantas otras magnitudes por las que se interesa la microeconomía, el estudio una empresa concreta, y la mesoeconomía, el estudio de un de un sector productivo formado por el conjunto de empresas similares.
Para lectores no economistas debo hacer un excurso que facilite la comprensión de términos como producir, producción, producto, consumir, consumición y consumo. El lector que no lo necesite o no le interese el significado preciso de estos términos, a pesar del papel estelar que juegan en este libro y en economía, puede abstenerse de leer las siguientes páginas. En los últimos eventos científicos a los que he asistido, una doctora cubana en física, profesora en una escuela de turismo por muy extraño que pueda parecer a quienes no conocen el amplio (completo) abanico de titulados que se dedican a la enseñanza del turismo, se interesó por saber que es un producto tal vez porque lo ignoraba, un ingeniero agrónomo que ocupa el puesto de director de un master en turismo rural en una universidad argentina, manifestó públicamente que no procede aplicar en este campo los tecnicismos económicos de la producción, que lo que verdaderamente importa es la amabilidad y el encanto personal de los anfitriones por ser lo que más valoran los visitantes y lo que hace verdaderamente único, irrepetible y encantador el turismo rural (obviamente, para él, turismo rural no es otra cosa que un pequeño establecimiento dedicado al alojamiento “en el medio rural”, una doctora en letras, ex directora de una oficina regional de UNESCO rechazó irritada que los economistas hablen del turismo cultural “como si se tratara de un producto” cuando, a su entender, eso supone degradarlo, una doctora en bioquímica, encargada de la Secretaría de Turismo del gobierno de su país, no soporta oír hablar de turismo a los economistas, porque olvidan con sus tecnicismos la dimensión humana de los destinos. En fin…
Es sabido que, en ciertos ámbitos, la economía es objeto de un fuerte rechazo. Hay quien la considera culpable de las desgracias de aquellas sociedades que padecen los efectos del círculo vicioso de la pobreza. No culpan a la sociedad, ni a sus clases dirigentes, ni al sistema capitalista o al de planificación central, sino a los economistas. Ellos son los culpables, por dedicarse al estudio de la llamada ciencia lúgubre y desalmada.
Para aclarar los conceptos básicos citados, citaré las ideas de un filósofo de la antigüedad, dos grandes lingüistas y un filósofo moderno, las de un eximio economista británico y los significados que, de los mismos da el diccionario de la Real Academia Española. Finalmente, expondré mi opinión personal.
Aristóteles entiende por materia no el ser extenso, visible, tangible, divisible sino la simple posibilidad de llegar a ser algo, el ser indeterminado que se hace real mediante la forma. Según este pensamiento, producción sería dar forma a lo materia que no la tiene o cambiarla por otra si ya la tiene.
María Moliner, en su Diccionario de Uso del Español, dice que producir, del latín producere, hacer salir, derivado de ducere, conducir, es, desde el punto de vista lógico, el verbo transitivo de significado más amplio en español después de hacer. Su significado lógico es hacer existir y, en el uso, unas veces sustituye a hacer, fabricar o realizar, otras a dar, otras a crear o criar y otras a causar; pero a ninguno de esos verbos lo sustituye en todos los casos en que puede ser empleado. Como no es posible definir el significado específico de producir en el uso, de modo que sea posible saber cuando es aplicable y cuando no, no hay más remedio que, en cada caso, buscar en el diccionario correspondiente la palabra respecto de la cual hay duda sobre el verbo o verbos con que se construye.
El filósofo catalán José Ferrater Mora abre su obra de ficción Hecho en Corona con esta curiosa cita apócrifa: “Hecho en.....” (nombre de un país): Locución usada en la República Democrática de Corona para indicar el origen de un producto. Así “Hecho en Dinamarca”, “Hecho en Venezuela”, “Hecho en Corona”. Esta locución fue propuesta en 1916 por la C.C.C. (Cámara de Comercio de Corona) y fue pronto incorporada al vocabulario comercial de la isla a despecho de haber sido denunciada como un anglicismo (o un americanismo; v. gr. “Made in USA”). ‘Hecho en…’ ha venido a sustituir todas las expresiones empleadas con igual propósito: “Fabricado en...”, “Producido en...”, “Producto de...”. El acierto de la propuesta de la C.C.C. se ha revelado en el hecho de que, a partir de mediados del siglo XX, ha aumentado el número de productos originados en países industrialmente avanzados que no son, estrictamente hablando, resultados de fabricación o manufactura. Tal sucede con los sistemas de información y comunicación, los programas para ordenadores, etc.
El economista británico Alfred Marshall escribe en el capítulo III, titulado “Producción, Consumo, Trabajo. Artículos de primera necesidad”, de la obra citada, estas esclarecedoras frases: El hombre no puede crear cosas materiales. En el mundo intelectual y moral puede producir, ciertamente, nuevas ideas; pero cuando se dice que produce cosas materiales, en realidad, solo produce cosas útiles, o, en otros términos, sus esfuerzos y sacrificios dan por resultado cambios en la forma o combinación de la materia para adaptarla mejor a la satisfacción de sus necesidades. Todo lo que puede hacerse en el mundo físico es reajustar la materia para hacerla más útil, como cuando convierte un trozo de madera en una mesa, o ponerla en condiciones de que la Naturaleza la haga más útil, como cuando coloca semillas en donde las fuerzas de la Naturaleza las hagan brotar a la vida. Se dice a veces, sigue Marshall, que los comerciantes no producen; que mientras el ebanista produce muebles, el mueblista solo vende lo que ya ha sido producido. Sin embargo, no existe fundamento científico alguno para esta distinción. Ambos producen cosas útiles y ninguno de ellos puede hacer más: el mueblista mueve y da nuevo destino a la materia para hacerla más apta para prestar más servicios que antes, y el carpintero no hace más. El marino o el maquinista de ferrocarril que transporta carbón a su destino lo produce, del mismo modo que el minero que lo arranca del fondo de la tierra; el tratante en pescado ayuda a trasladar éste desde un lugar en el cual sea relativamente poco útil a otro en el que tendrá una gran utilidad, y el pescador no hace nada más. Es cierto que a menudo existen más comerciantes de los necesarios, y que, cuando esto ocurre, se origina una pérdida; pero también ocurre esto si dos hombres manejan un arado que podría ser conducido por uno solo. Algunos autores han reanudado los ataques que se dirigieron al comercio en el Medioevo, fundándose en que no es productivo, pero no han dado en el objetivo; deberían haber atacado la imperfecta organización del comercio, especialmente la del comercio al por menor La producción, en un sentido limitado, modifica la forma y la naturaleza de los productos. El comercio y los transportes cambian sus relaciones externas.
Marshall, siguiendo a Aristóteles, habla de producción cuando se cambia la forma y la naturaleza de los productos y de comercio y de transporte cuando cambian las relaciones externas. Pero es evidente que su razonamiento va en el sentido de demostrar que tanto la primera actividad como las segundas son igualmente actividades productivas, algo que ni siquiera muchos economistas han logrado tener claro.
Productor es quien elabora algo personalmente o el empresario en cuyo establecimiento se obtiene un bien o un servicio. Sorprende que el DRAE, en la voz productor, haya estado ofreciendo como ejemplo de productor a la persona con responsabilidad financiera y comercial que organiza la realización de una obra cinematográfica. Al actualizar el ejemplo en las últimas ediciones, nuestro diccionario amplia el campo de significados añadiendo a las obras cinematográficas las discográficas y televisivas, y sigue desdeñando actividades productivas mucho más antiguas. Acabo de leer la entrevista que Sol Alameda hace al productor de películas Elías Querejeta (El País SP, 2 de febrero 2003) en la que la periodista le pregunta: Usted nunca ha cambiado el modo de hacer películas. ¿Podría resumir como trabaja? Querejeta le respondió: Es la misma forma de trabajo que conozco desde muy joven, y que es, según pienso, el modo de trabajar de un productor (se refiere al productor del ejemplo del DRAE, al de películas). Este ha de estar en todo el proceso, desde el inicio, desde la primera idea. Y tiene que establecer los métodos o cauces para que la película termine siendo lo que debe ser. Hay que estar ahí, muy atentos, muy de cerca de ella. Es un sentimiento y también un intento de racionalizar el trabajo.
Lo curioso es que la explicación de Querejeta refleja la actividad de cualquier productor, sea de películas, de frigoríficos o de camisas. Se sigue creyendo que la producción de una película difiere de la producción de cualquier producto porque la película se concibe no como un producto cualquiera sino como una obra de arte en la que el creador es el director, a quien por firmar la obra como autor se le da más realce que al productor.
La actitud despectiva hacia la producción es una supervivencia de los tiempos en los que quienes se dedicaban a ella eran los miembros de las clases inferiores, las clases que podemos llamar negociosas por contraposición a las superiores, las ociosas. Los miembros de las clases inferiores que hacían obras no utilitarias o de arte pudieron dignificarse y ocupar una especie de clase intermedia. Hoy seguimos despreciando la producción de cosas útiles porque en el pasado fue una actividad humillante frente a las actividades prestigiantes de la clase ociosa. Hoy sigue habiendo quien huye de lo que llaman la manía de convertirlo todo en objeto de producción, de economía y de empresa.
En cuanto al consumo o consumición, Marshall lo considera como producción negativa. Así como el hombre solo puede producir cosas útiles, dice, del mismo modo sólo eso puede consumir. Puede producir servicios y otros productos inmateriales, y puede consumirlos; pero, así como su producción de objetos materiales no es más, en realidad, que un reajuste de la materia, que da a ésta nuevas utilidades, su consumo no es sino un desarreglo de la misma, que disminuye o destruye su utilidad. A menudo, cuando se dice que el hombre consume cosas, éste no hace, en realidad más que tenerlas en su poder para su uso futuro, mientras que, como dice Senior, esas cosas son destruidas por aquellos numerosos agentes graduales que colectivamente llamamos tiempo. Así como el productor de trigo es aquel que coloca la semilla en el lugar donde la Naturaleza la hará germinar, del mismo modo el consumidor de cuadros, de cortinas y hasta de una casa o yate hace poco para (des)gastarlos, pero los utiliza mientras el tiempo los (des)gasta.
Otra distinción a la cual se ha dado alguna importancia, pero que es de carácter vago, y, quizá, de poca utilidad práctica, es la que se establece entre bienes de consumo (también llamados artículos de consumo o bienes de primer orden), tales como los alimentos, los vestidos etc., que satisfacen directamente las necesidades, y bienes de producción (denominados también instrumentales o intermedios) tales como los arados, los telares y el algodón en rama que satisfacen indirectamente las necesidades, al intervenir en la producción de la primera clase de bienes. (Carl Menger, en su obra Volkswirtschaftslehre, cap. I, párrafo 2 – dice que el pan es un bien de consumo o de primer orden, apto para el consumo, mientras que la harina que sirve para producirlo es un bien de segundo orden, utilizado para producir pan, y el molino harinero es un bien de tercer orden que sirve para producir harina, y así sucesivamente. Según esto, si un tren de ferrocarril transporta pasajeros en un viaje de placer, latas de bizcocho, harina, un molino harinero y máquinas para producir molinos harineros, dicho tren sería a un tiempo un bien de primero, de segundo, de tercero, de cuarto y de quinto orden)
Lo que no dicen ni Menger ni Marshall es que el tren que transporta pasajeros en viajes de placer puede haber sido contratado por una agencia de viajes y entonces no sería un bien de primer orden sino de segundo orden, como cuando transporta las mercancías citadas.
Consumir, y sus derivados, según Corominas y Pacual (Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Gredos, Madrid, 1980) del latín consumere, son cultismos de sumir, del latín sumere, ‘tomar’, que a veces se aplicaba a los alimentos y de aquí pudo pasar al sentido de ‘tragar’ y luego de hundir bajo tierra o bajo agua; o quizá de su derivado absumere, que ya significaba propiamente tragar, devorar, aniquilar. De sumir, según los lingüistas citados, una voz típica y exclusiva del castellano y del portugués, viene consumir; en lo esencial creen que no cabe duda de su etimología: se trata indudablemente de sumere o de un derivado suyo. En latín clásico eran corrientes expresiones como sumere venenum (tomar veneno). Sumere es el verbo que reúne todas las acepciones y por lo tanto aquí no se trata más que de un empleo ocasional, lo mismo que tomar comida en castellano; es muy posible que el latín hispánico restringiera pronto el empleo del vocablo a este uso y así le confiriera el valor de ‘comer’, ‘tragar’, ‘deglutir’, de donde luego el uso figurado en que aparece desde los más antiguos textos romances. Son cultismos de sumir, entre otros: sunción, suntuoso (‘gasto’, lo que hay que tomar para lograr algo), suntuosidad, suntuario, asumir, asunción, consumir, consunción, consumición, consunto, consuntivo, consumero, consumidor. Y también: insume, ‘costoso’, derivado de insumere, ‘gastar’, presumir, tomar de antemano, resumir, sumisión, sumiso, sunción.
Los significados que da a consumo y derivados la 22ª edición del DRAE son: Consumición: acción y efecto de consumir. Gasto de cosas que con el uso se extinguen. Aquello que se consume en un café, bar o establecimiento público. Consumo: acción y efecto de consumir (comestibles y otros géneros de vida efímera) Gastar energía. Sociedad de consumo: que está basada en un sistema tendente a estimular la producción y uso de bienes no estrictamente necesarios. Consumir: del latín consumere. Destruir, extinguir. Utilizar comestibles u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos. Consumible: que puede consumirse (esto es, destruirse o extinguirse) Consumidor, que consume. Persona que compra productos de consumo
Producir es para la economía añadir valor (trabajo) a algo a fin de hacerlo útil o más útil para alguien a efectos de satisfacer una necesidad. Ese algo a lo que se añade valor o utilidad puede ser una materia de la naturaleza (materia prima) o algo a lo que ya se había agregado valor o utilidad (una materia semielaborada o intermedia). La materia prima, la materia intermedia y la materia resultante o final pueden ser tangibles (bienes), y las dos últimas, intangibles (servicios). Son bienes o servicios económicos si son escasos. En una economía monetarizada, los bienes y servicios suelen tener un precio de venta a través del cual puede el productor recuperar los gastos realizados para su obtención, más un beneficio que será normal si el mercado del producto está en equilibrio, o extraordinario, si el mercado está insuficientemente abastecido. Si el mercado está sobreabastecido algún productor puede no cubrir los gastos de producción.
En economía nunca se llama producto a un aglomerado de bienes, de servicios o de bienes y servicios cuyos productores sean anónimos o estén mal identificados. Y cuando se usa se le pone detrás el calificativo de “nacional” o el de “agregado”. Estas libertades terminológicas son propias de lo que podría llamarse pseudoeconomía o economía vulgar. También el marketing gusta de esta terminología, impropia de una disciplina formalizada. Las metáforas solo están permitidas a los poetas y a los escritores ingeniosos. Nunca son aconsejables en un texto científico. El marketing y los publicistas pueden, si quieren, hablar del producto Francia o del producto Benidorm, pero, en economía, estas expresiones no tienen ningún significado analítico o conceptual.
Con respecto a la noción de consumo, debo agregar a las citas anteriores que también puede entenderse como contemplación, observación o audición de realidades tangibles o intangibles que no se gastan, desgastan, agotan o destruyen al consumirlas de la forma indicada. Y algo más. La noción de consumo se utiliza a veces en economía de un modo sencillo, simple o, si se quiere, superficial. Se limita al hecho de la adquisición y pago del precio establecido. Si dos familias adquieren una mercancía y una la consume y la otra la tira a la basura, las estadísticas económicas anotan que han sido consumidas en los dos casos. La economía puede ser a veces muy burda y tiene estas limitaciones.
Términos como producto, compra, venta, mercancía, ganancia, lucro, cliente y explotación, entre otros, no gustan a ciertas personas. Prefieren otras, ciertamente más bellas, como donante, usuario, colaborador, desinteresado, acogedor y voluntario. A mi me pasa igual, también tengo mi veta romántica. No ignoro que unas palabras sugieren cosas agradables y hermosas y otras todo lo contrario. Pediría al lector sensible que vea los términos de la economía como los de la física, la química o la astronomía, como portadores de nociones moralmente neutras cargadas de significados científicos. Por poco que nos gusten las palabras producto y producción, al usarlas en la exposición escrita o en el discurso oral reflejan hechos o realidades desprovistas de intencionalidad o de valoración.
Después de estas aclaraciones, tal vez innecesarias, me propongo probar si es posible entender el turismo como producto identificado como los demás productos, objetivamente, por sí mismo, no por el consumidor que lo consume. No creo necesario probar si el turismo puede entenderse como consumo porque de esta consideración está llena la literatura especializada. Sin embargo, caso de que llegáramos a la conclusión de que el turismo puede verse como una actividad productiva en sí misma, al margen de quien consuma su output, veremos que también habrá que reflexionar sobre las características del consumo de tal producto.
Vengo repitiendo, tanto en mis escritos como en los cursos que dicto y en los congresos a los que asisto, que el uso exitoso de la voz tur y sus derivados ha tenido un doble y contradictorio efecto. Por un lado, ha ayudado a agrupar aportaciones desiguales pero interesantes que, de otro modo, habrían quedado dispersas. Por otro, ha introducido un descomunal confusionismo porque tur y sus derivados se tiñeron de trascendencia para hablar del fenómeno social del turismo, un fenómeno considerado como el más característico de nuestro tiempo y como algo especialmente complejo y polifacético, al que se concedió un alto interés por sus grandes aportaciones económicas y por otros muchos efectos, algunos de enorme trascendencia, como la de ser un eficaz instrumento para conseguir la paz mundial. El fenómeno social del turismo se ve como algo tan desmesurado que, sin duda, desborda los angostos límites de la economía. Se ha dicho que el turismo es la industria de la paz y la concordia universal, una industria que, además de no tener chimeneas, estaría poniendo las bases para que todos los hombres de la tierra se conozcan mejor y mejore así el mundo. Se comprende que en este mar de altas ventajas, las de tipo económico son aprovechables pero sin duda harto modestas.
No hay que aconsejar al lector que recuerde la avalancha de obras y autores empeñados en aportar la definición universalmente aceptada de turista, algunas de la cuales he incluido en el capítulo III. Creo que tantos esfuerzos demuestran que su estudio se siente como algo especialmente necesario y hasta urgente, porque de ello depende algo tan valioso como la fijación de los límites y del contenido de la Doctrina General del Turismo, la disciplina que se propuso conocer el fenómeno y aportar criterios y normas para su gestión.
Hubiera podido darse una situación radicalmente distinta, no percibir y conceptuar el turismo como un fenómeno social, complejo y trascendente, sino como noúmeno, es decir, como una realidad a la que un proceso específico confiere la forma de producto comparable a cualquier otro producto obtenido por medio de un proceso de transformación industrial. En lugar de haber destacado sus apariencias (salida, desplazamiento, llegada, estancia, recreo, observación, gasto, regreso) y sus efectos inmediatos (nuevas oportunidades de negocio, empleo, ocupación del espacio, cambios urbanísticos, difusión cultural), los estudiosos habrían puesto su punto de mira en las actividades que tienen lugar en la sala de estar de quien decide desplazarse temporalmente o entre los muros de alguna empresa especializada.
El enfoque de demanda lleva a un consumidor, a sus características personales, familiares, sociales y económicas, a sus preferencias y a sus gastos y a una cadena multiforme en la que sus eslabones son una serie de oferentes de todo tipo y condición que solo les une el hecho de tener el mismo tipo de demandante.
Es ahora cuando procede formular la pregunta clave: ¿Es posible concebir el turismo como un producto? Si así fuera, la nueva noción sería la consecuencia de aplicar un enfoque de oferta, lo que tendría la interesante ventaja de estudiar el turismo aplicando el análisis microeconómico sin caer en las anomalías que genera el enfoque de demanda.
Un ejercicio de introspección puede ayudar para evidenciar los mecanismos que una persona pone en marcha cuando toma decisiones y realiza las actividades que conducen a su ejecución en el marco que le es propio a la economía, el delimitado por la satisfacción de las necesidades. Si, en su entorno inmediato, dispone la persona del bien o servicio apto para satisfacer su necesidad, procede a consumirlo o utilizarlo. Si el bien no es adecuado para satisfacer la necesidad, lo transforma a fin de darle la utilidad de la que carece, y luego lo consume. A la transformación de un bien en otro diferente se le llama en economía, como ya he explicado, producción o actividad productiva. Evidentemente, la fase de producción es previa a la de consumición, tanto en el caso de los bienes como de los servicios. Con respecto a los bienes, nadie lo discute. Pero, con respecto a los servicios, los especialistas sostienen que la producción y el consumo son sincrónicos, es decir, que el consumidor participa de la producción porque si el primero no está físicamente presente, el productor no puede producir. Dado que los expertos en turismo predeterminan la oferta como un conjunto de bienes y servicios, pero sobre todo de servicios, a partir de la aplicación del llamado marketing de servicios al turismo a partir de la década de los setenta, sostienen que los servicios turísticos se producen al mismo tiempo que se consumen. Ya he tratado esta doctrina, en el capítulo VI, como una de las anomalías del modelo convencional. Es evidente que quienes la sostienen confunden la fase de producción con la fase de venta o salida de la producción.
La investigación económica del turismo debe plantearse como es habitual hacerlo cuando se trata del estudio económico de cualquier producto. El lector puede consultar la argumentación expuesta en el capítulo I de la Primera Parte (El vencimiento de la distancia) sobre el Esquema Técnico del Desplazamiento Circular (ETDC). Con arreglo a este instrumento es posible formularé ahora la hipótesis, conjetura o postulado básico que buscamos. Doy al postulado el significado que se desprende de la siguiente frase: “Aristóteles consideraba los postulados como proposiciones no universalmente admitidas, esto es, no evidentes por sí mismas. (...) Con Euclides, la noción de postulado recibió una formulación que ha sido vigente durante muchos siglos: el postulado es considerado (...) como una proposición de carácter fundamental para un sistema deductivo que no es (como el axioma) evidente por sí mismo y no puede (como el teorema) ser demostrada” (José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Alianza, Madrid, 1982)
Postulado: Turismo o producto turístico es un plan de desplazamiento circular, redondo o de ida y vuelta.
Si se acepta el postulado, es evidente que cuando hablamos de turismo nos referiremos a un producto, un servicio en este caso, elaborado con técnicas de producción específicas aplicadas a factores de producción o insumos igualmente específicos, a los que llamaremos servicios auxiliares del turismo, concretamente, servicios incentivadores y servicios facilitadores.
El turismo queda clasificado en el sector servicios como tantas veces se repite en la literatura convencional a pesar de no tener bases para afirmarlo. Aceptando el postulado, la inserción del turismo en el sector de servicios se hace con bases objetivas. Parafraseando al economista italiano Piero Sraffa, autor de la obra titulada Producción de mercancías por medio de mercancías, el turismo es un servicio que se produce con otros servicios.
Lo dicho puede tomarse con el sentido de una definición del turismo, pero es más acertado considerarlo como descripción o, si se quiere, como simple equivalencia, siempre con carácter provisional, como corresponde a su carácter de postulado.
En virtud del postulado, si se acepta, para identificar con precisión un producto turístico, deja de ser necesario recurrir al sujeto que se desplaza y sus motivaciones específicas, la distancia recorrida y el tiempo empleado. El turismo queda así identificado objetivamente, como cualquier otro producto o servicio.
¿Podemos considerar resuelto el enojoso y ya secular problema de encontrar una identificación precisa de la noción de turismo, alejada al mismo tiempo tanto de la noción vulgar como de las casi infinitas definiciones propuestas por los expertos durante los ciento veinte años que tiene la literatura especializada?
Parafraseando a Johan Huizinga (Homo ludens, 1937, Alianza, Madrid, 1968) diré que quien dé una respuesta afirmativa a la pregunta hará bien abandonando este libro. En ciencia nunca basta con la intuición, por importante que ésta sea y aunque constituya el punto de partida. Hay que comprobar si el postulado se comporta correctamente para alcanzar los fines que nos hemos propuesto, identificar objetivamente el turismo como una única actividad productiva. Si lo consigo podré estudiar el turismo de acuerdo con el postulado, es decir, considerando el turismo como un producto objetivamente identificable en función de sus componentes o insumos y de una tecnología específica (la ingeniería turística) y aplicar el herramental de la microeconomía.
Propongo estudiar y tratar el turismo como un producto como los demás, es decir, identificado en función de sus características objetivas, al margen de las pautas de comportamiento del consumidor (sujeto). La propuesta pone las bases para aplicar el análisis económico al estudio del producto definido como un plan de desplazamiento circular, un programa de visita o estancia temporal y llamarlo abreviadamente turismo o producto turístico. De acuerdo con la teoría económica, se puede formular la siguiente expresión matemática representativa de la función de producción de turismo: T = F (i, f, w, k, t), en la que llamo: T, al volumen de producción de turismo; w, al trabajo; k, al capital; (i) y (f), a los dos inputs que explico a continuación.
Como ya he dicho, un programa de estancia temporal es un conjunto de actividades personales (individuales o colectivas) relacionadas con los recursos naturales o culturales (en su sentido más amplio posible): Observación, estudio, recreo, culto, reposo, deporte, juego, compras, aventura, salud, negocio, curiosidad, formación, gestión, visitas, amor, amistades, etc. Los servicios que permiten estas actividades son llamados por mí servicios incentivadores (i)
Un programa de estancia temporal se relaciona con seres vivos (personas) que necesitan comer, beber, dormir, informarse, trasladarse, cambiar monedas, tener compañía, guías personales, escolta de seguridad, mapas y otros muchos bienes y servicios. Los servicios que hacen posible satisfacer estas necesidades son llamados por mí servicios facilitadores (f).
Ambas denominaciones aluden con precisión a las funciones que ambos grupos de inputs cumplen en el proceso de producción de turismo. En la producción de turismo hay otro inputs de relieve. Me refiero a la tecnología (t), a la que también podemos llamar ingeniería turística.
Después de lo dicho podemos responder a una cuestión que la literatura disponible aun no ha resuelto o ha resuelto mal: los turoperadores, ¿son meros intermediarios entre la oferta y la demanda o, por el contrario, son productores de turismo? Como ya hemos visto, la teoría convencional, al no considerar a estas empresas productoras de alguno de los muchos productos a los que se llama turísticos, no tiene otra opción que considerarlas como intermediarias o meras comercializadoras. La decisión carecería de consecuencias si los expertos renunciaran al uso del análisis económico. Al no renunciar a él, caen irremediablemente en las graves anomalías científicas que ya hemos visto.
Una gran parte de los contenidos científicos son materia de consensos entre expertos. Los planteamientos que acabamos de hacer en este apartado creemos que tienen la propiedad de ajustarse relativamente bien a los esquemas del análisis económico. Por tanto, si aceptamos que la realidad estudiada es un determinado tipo de empresa, mercantil o no, su estudio cae de lleno en el campo de interés de la economía. El enfoque de oferta del que parte la propuesta realizada nos lleva al convencimiento de que, definido como propongo, el turismo tiene más similitudes que desemejanzas con los demás productos (bienes o servicios) obtenidos en un sistema económico y puede ser estudiado razonablemente bien con el herramental que convencionalmente se utiliza en el estudio de cualquier actividad productiva. Además de autoproducción, muy importante todavía en este sector, también existe en el turismo la alteroproducción, con o sin afán de lucro, forma de producción que está llamada a tener una considerable expansión en el futuro. Propongo llamar turoperadores (operadores o productores de tur) solo y exclusivamente a las empresas que producen programas de estancia temporal (o planes de desplazamiento de ida y vuelta). Mi última propuesta no es más que la consecuencia lógica de las anteriores y es coherente con la etimología implícita en el anglicismo (operador - productor - de turismo, es decir, en el significado que le doy al término, de planes de desplazamiento de ida y vuelta)
El gráfico 4 muestra la función productora (transformadora) del turoperador y las relaciones de intercambio que el proceso genera, en las que están implicados los abastecedores, los diferentes tipos de intermediarios, y los clientes.
(Gráfico 4)
Como muestra el gráfico, los consumidores tienen dos opciones:
• abastecerse directamente de servicios incentivadores y facilitadores elaborados por las empresas auxiliares (línea A)
• abastecerse a través de intermediarios (línea G) después de que éstos los adquieren a las empresas auxiliares (línea B)
El turoperador puede abastecerse de inputs de dos formas:
• adquirirlos directamente de las empresas auxiliares (línea C)
• adquirirlos a través de intermediarios (línea E) después de que éstos los adquieren a las empresas auxiliares (línea D)
Para distribuir sus productos, el turoperador se sirve de las agencias minoristas (línea F), las cuales (emisoras y receptoras) se encargan de hacerlos llegar hasta el consumidor (línea G. Esta línea refleja un canal por el que circulan tanto productos turísticos elaborados por turoperadores como servicios de empresas auxiliares)
Los abastecedores de inputs incentivadores y facilitadores figuran en la parte izquierda. Sus productos son objeto de demanda intermedia por parte del turoperador, el cual puede abastecerse de un modo directo (sin intermediarios) o a través de mayoristas (brokers). Sometidos los inputs al proceso transformador (tecnología, equipo capital y trabajadores) el turoperador elabora su catálogo de productos. Estos productos se ofrecen en el mercado bien de un modo directo (del productor al consumidor) o a través de una cadena más o menos larga de intermediarios (mayoristas, minoristas), sin olvidar su política de promoción de ventas (folletos, publicidad, web en Internet, etc)
Ahora puedo decir que, mientras el modelo convencional destaca un conjunto indeterminado, o si se quiere predeterminado exógenamente, de empresas que producen para el turismo, el modelo alternativo se centra en una única industria bien identificada que produce turismo.
El modelo convencional ha desarrollado bien la tipología de las empresas de la que llama oferta básica, las que producen para la industria del turismo y para los consumidores que optan por ser autoproductores de turismo. Por esta razón, no es preciso proponer una tipología de empresas facilitadoras. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las empresas de la que llama oferta complementaria, las cuales también producen para el turismo y para los autoproductores. Por ello es necesario elaborar una tipología de empresas que llamo incentivadoras puesto que aun se encuentra por hacer.
Antes he formulado la función de producción de turismo, una actividad industrial encuadrada en el sector servicios cuyos fabricantes procesan servicios de dos tipos: incentivadores y facilitadores. Los servicios facilitadores, como digo, están suficientemente estudiados por los turisperitos, pero no acontece lo mismo con los servicios incentivadores. Aun así, algunos han hecho propuestas que son precedentes dignos de tener en cuenta. Se trata de la tipología de lo que quienes aplican el enfoque de demanda llaman recursos turísticos.
En Proyectos turísticos (Editorial Trillas, México, 1983), el mexicano Edgar Alonso Hernández Díaz propone los siguientes tipos de recursos turísticos:
1. sitios naturales
2. museos y manifestaciones culturales
3. folklore
4. realizaciones técnicas, científicas o artísticas contemporáneas
5. acontecimientos programados
Cada elemento de interés turístico es susceptible de presentar cuatro niveles de atracción:
• Nivel 4: Atractivo excepcional (mundial, sin ayudas)
• Nivel 3: Atractivo con rasgos excepcionales (nacional)
• Nivel 2: Atractivo con algún rasgo interesante (necesita otros atractivos)
• Nivel 1: Atractivo que necesita fuertes ayudas de otros atractivos
El autor completa su tipología con lo que llama criterios técnicos auxiliares para formular la proposición de un proyecto turístico. Distingue cuatro criterios técnicos:
• Naturales (atractivos, condiciones ambientales, hidrología, morfología y potencialidades de espacio)
• Culturales (atractivos, paisaje cultural)
• Económico – financieros (efectos sobre la economía y los medios financieros)
• De mercado (demanda potencial, competencia)
El geógrafo francés Pier P. Defert propuso en 1975 una tipología que ha sido profusamente reproducida en los manuales tal vez por su extremado culteranismo. Es la siguiente
• Hydrome, recursos relacionados con el agua
• Phytome, recursos relacionados con la flora
• Lithome, recursos relacionados con el relieve del suelo
• Antropome, recursos relacionados con la cultura
El profesor de la Escuela Superior de Comercio de París, Ives Tinard, propuso en 1990 cuatro tipos de incentivación (Ver Turismo: Economía y Gestión, Bosch, Barcelona, 1996)
• Esparcimiento
• Plena forma
• Gastronomía
• Profesión
Los expertos españoles que trabajaron en los años sesenta del siglo pasado para el que se llamó ministerio de información y turismo utilizaron la expresión recurso de interés turístico para referirse a los monumentos o eventos con alguna capacidad de atraer visitantes y los clasificaron de acuerdo con la procedencia de estos en nacionales e internacionales.
El valor de estas aportaciones radica exclusivamente en su rareza. Muy pocos expertos han sentido la necesidad de proponer una tipología razonada y bien sistematizada de lo que llaman atractivos, elementos de interés o recursos turísticos, denominaciones en las que es fácil apreciar que responden al punto de vista convencional o de demanda. Incluso los que han hecho propuestas en este sentido solo dan a la cuestión un relieve muy secundario en comparación con el que dan a la tipología de los servicios facilitadores. Solo el griego Dimitris Stavrakis, en su tesis doctoral (Le phenomene touristique international, Editions D’Aujourd’hui. Plan de la Tour, 1979) resaltó la función primordial de lo que llamo servicios incentivadores en la producción de turismo aunque no llegara a proponer una tipología, como habría sido de esperar.
Consciente de la función que cumplen los servicios incentivadores en la producción de turismo vengo tratando de interesar en esta línea de investigación a quienes se dedican a la economía del turismo para que entre todos busquemos una tipología adecuada. De momento no he conseguido lo que me proponía, fracaso que atribuyo a la fuerte implantación del paradigma convencional, tan caro a los sociólogos y a los geógrafos, hegemónicos entre quienes se dedican al turismo.
Es evidente que solo desde la eventual aceptación del enfoque de oferta es posible percatarse de la necesidad de disponer de una tipología de servicios incentivadores. En espera de que algún día se reconozca hago las siguientes propuestas encaminadas a su elaboración.
Una completa y realista tipología de la incentivación es urgente en economía de la producción de turismo. Conseguirla es una tarea investigadora prioritaria.
Provisionalmente, propongo los siguientes criterios de cara a disponer de la buscada tipificación de servicios incentivadores. Por medio de su combinación podemos aproximarnos a ella de un modo racionalista y deductivo:
I Según su origen o procedencia, la incentivación puede ser
• Legada (existente)
- por la Naturaleza (patrimonio natural)
- por las generaciones pasadas (patrimonio histórico o cultural)
• No legada (producida en el ejercicio actual)
II Según permanencia en el tiempo, la incentivación es
• Temporal, efímera o pasajera (eventos)
• Permanente (establecimientos
III Según la necesidad de equipamiento inmobiliario, hay servicios incentivadores
• Con equipamiento (bajo cubierta, al aire libre)
• Sin equipamiento
IV Según el carácter de las actividades a las que se orienta, la incentivación es
• Lúdica, de tiempo libre, autónoma o no impuesta (descanso, deportes recreo, juegos, espectáculos, curiosidad, aventura, exploración, descubrimiento, desarrollo personal, visitas, compras)
• Negociosa, heterónoma o impuesta (salud, devoción, compromisos familiares y sociales, estudio, formación, aprendizaje, investigación, observación, trabajo, gestiones profesionales)
V Según ámbito de procedencia de los usuarios, la incentivación es
• Local (radio inferior a 50 Km. o isocrona de 60 minutos
• Comarcal (intervalo de 50 a 100 Km. o isocrona de 2 horas)
• Regional (intervalo de 100 a 300 Km. o isocrona de 4 h.)
• Nacional (intervalo de 300 a 1000 Km. o isocrona de 8 h.)
• Internacional (intervalo de 1000 a 2000 Km. o isocrona de 12 h.)
• Continental (intervalo de 2000 a 8000 Km. o isocrona de 18 h.)
• Mundial (radio a partir de 8000 Km. o isocrona superior a 18 h.)
VI Según el tipo de hábitat en el que se localice, la incentivación es de
• Megaciudad
• Ciudad
• Núcleo poblado
• Campo
• Montaña
• Alta montaña
VII Según latitud donde se localiza, la incentivación es de
• Ecuador
• Trópico
• Subtrópico
• Zona templada
• Zona fría
• Zona polar
La combinación de los siete grupos propuestos permitiría disponer de una tipología provisional para clasificar cualquier servicio incentivador existente pero no cabe duda de que una verdadera tipología científica no es meramente racional o deductiva como la anterior. Disponer de ella exige llevar a cabo una investigación empírica sobre una muestra estratificada y representativa de elementos incentivadores.
Para que se comprenda el extraordinario relieve que doy a disponer de una verdadera tipología de inputs incentivadores recomiendo al lector recapacitar sobre la conocida clasificación de los seres vivos que Linneo hizo en el siglo XVIII. ¿Habría podido la ciencia de la vida, la biología, progresar al ritmo que ha progresado desde entonces si no hubiera contado con ella? Lo mismo recomiendo hacer con la tipología de enfermedades. ¿Habría progresado la ciencia que las estudia, la medicina, si no existiera? Hágase lo mismo con la tipología que la ley hace de los delitos. ¿Sería posible la función de los jueces si no la tuvieran? La economía del turismo no es que no sea posible sin una tipología científica de la incentivación, pero con ella progresará a un ritmo mucho mayor que hasta ahora.
Una cosa es evidente: No es posible, por principio o exigencia del postulado, producir turismo sin utilizar inputs incentivadores, pero sí se puede producir turismo sin utilizar inputs facilitadores. Durante miles de años ha sido así, aunque, desde que se cuenta con una abundante oferta de inputs facilitadores, la producción de turismo se lleva a cabo consumiendo ambos inputs auxiliares, aunque hoy hay consumidores que prefieren un turismo producido sin facilitación. Hay productores que ofrecen turismo con el mínimo consumo de estos inputs, el llamado turismo de aventura, por ejemplo, en la medida en que su demanda aumenta a buen ritmo.
Aunque los servicios incentivadores tienen la propiedad de estar siempre presentes en la producción de turismo, no cumplen más función que la propia, la que les da nombre. Por el contrario, aunque los servicios facilitadores pueden no estar presentes en la producción de turismo, tienen la facultad de cumplir las dos funciones a la vez, las facilitadoras que les son propias y las incentivadoras. Pensemos en lo que suele llamarse turismo gastronómico, producto en el que los servicios de refacción cumplen funciones facilitadoras además de las incentivadoras.
Raras veces hay producción de turismo consumiendo un solo input incentivador. Por regla general, la producción consume una combinación de inputs incentivadores habida cuenta de que, en general, existen muy pocos que por sí solos tengan capacidad de ser suficientes para generar producción de turismo.
El modelo alternativo de economía del turismo adopta una forma similar a los modelos con los que se estudia cualquier sector vertical del sistema productivo. Función de demanda: D = f (i, pt), en la que llamo: D, a la demanda de turismo; i, al ingreso; pt, al precio del turismo. Función de oferta: T = f (i, f, w, k), en la que llamo: T, al volumen de producción; i, al coste de la incentivación; f, al coste de la facilitación; w, al coste del trabajo; k, al consumo de capital fijo. Ecuación de equilibrio o balance: D = T, o lo que es lo mismo: f (i, pt) = f (i, f, w, k)
El precio del turismo (pt) se determina dando valores a las magnitudes conocidas.
El decálogo de la economía del turismo con enfoque de oferta es el siguiente:
1. Turista es quien adquiere en el mercado un plan de desplazamiento circular o de ida y vuelta. Consumir turismo es realizar el plan de desplazamiento circular adquirido
2. La elaboración de planes de desplazamiento circular es la actividad productiva de turismo. Propongo llamar producto turístico exclusivamente a un plan de desplazamiento circular (o, lo que es lo mismo, a un programa de estancia temporal o pasajera). El turismo es un producto acabado apto para consumidores finales
3. Empresas turísticas son exclusivamente las que elaboran planes de desplazamiento circulares. Se contemplan dos formas de producir turismo: la autoproducción (el productor coincide con el consumidor) y la alteroproducción (el productor es diferente del consumidor). Existen dos tipos de empresas turísticas, mercantiles (touroperadores) y no mercantiles (sin fines de lucro)
4. La producción de turismo se rige por criterios y principios tecnológicos propios Al este conjunto de técnicas podemos denominarlo ingeniería turística
5. La producción de turismo es una actividad económica productiva que pertenece al sector servicios o sector terciario. La producción de turismo es previa al consumo final de turismo
6. El turismo es un servicio que se produce con productos elaborados por empresas auxiliares que pertenecen al sector servicio. Los servicios auxiliares son de dos tipos: incentivadores y facilitadores. Ninguno de ellos son productos turísticos
7. Los servicios auxiliares incentivadores son básicos en la producción de turismo. Sin incentivadores no es posible producir turismo. Existen diferentes mercados de productos incentivadores orientados tanto a los autoproductores como a los alteroproductores. Los primeros son objeto de demanda final y los segundos de demanda intermedia
8. Los servicios auxiliares facilitadores son complementarios pero no básicos de la producción de turismo. Es posible producir turismo sin emplear productos facilitadores. El producto resultante es más apto para ser consumido, y por tanto más vendible, si en su producción se incluyen los servicios facilitadores. Existen diferentes mercados de productos facilitadores orientados tanto a los autoproductores como a los alteroproductores. Los primeros son objetos de demanda final y los segundos de demanda intermedia
9. El turismo se distribuye y comercializa a través de empresas intermediarias mayoristas y minoristas (las llamadas agencias de viajes). Hay mercados mayoristas y minoristas de turismo
10. Las empresas turísticas se localizan, en general, en los lugares donde residen los consumidores. Nada se opone, sin embargo, a que las empresas turísticas se localicen también en los lugares en donde radican los servicios incentivadores. Si se emplea esta estrategia empresarial, la que se basa en la producción de turismo en el mismo lugar de la incentivación, se obtienen más beneficios económicos, culturales, sociales y medioambientales que si se eligen estrategias limitadas a producir solo servicios facilitadores y, o, abandonando la oferta incentivadora a la espontaneidad de la Naturaleza o la generosidad de las generaciones pasadas.
Frente al corpus teórico de la economía popular del turismo, para el que todo es real o potencialmente un producto turístico, el corpus de la economía científica del turismo identifica uno, y solo un producto turístico. Las diferencias no se limitan a este aspecto teórico con ser de una importancia verdaderamente trascendente. Gracias a una teoría que evidencia lo que no es evidente a simple vista, la economía científica del turismo permite elaborar un diagnóstico correcto de la realidad y, en base al mismo, planificar la estrategia empresarial e inversora más adecuada a la problemática existente.