Eduardo Jorge Arnoletto
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Las teorías actuales.
El cuarto momento (desde 1928 hasta la actualidad) presenta muy variadas líneas de pensamiento, y es difícil conferirles un rasgo característico. Quizás puedan señalarse dos ejes dominantes en la preocupación de muchas de estas teorías normativas:
- la libertad individual y grupal frente al poder estatal;
- la democracia frente al totalitarismo.
La producción es vastísima, y son bastante borrosos los límites entre teorías normativas y teorías que reconocen fundamentos metodológicos empírico-analíticos o crítico-dialécticos. Toda nómina de obras sería incompleta o cuestionable. De todos modos, creemos que no pueden dejar de mencionarse las siguientes:
- Theodor W. Adorno: MINIMA MORALIA (1944-1947);
- Hanna Arendt: LOS ORÍGENES DEL TOTALITARISMO (1951);
- Raymond Aron: DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO (1958) y PAZ Y GUERRA
ENTRE LAS NACIONES (1962);
- Walter Benjamin: TESIS SOBRE EL CONCEPTO DE HISTORIA (1940);
- Alain de Benoist: DEMOCRACIA: EL PROBLEMA (1985);
- Leon Blum: A ESCALA HUMANA (1945);
- Albert Camus: EL HOMBRE REBELDE (1951);
- Pierre Clastres: LA SOCIEDAD CONTRA EL ESTADO (1974);
- Frantz Fanon: LOS CONDENADOS DE LA TIERRA (1961);
- Michel Foucault: VIGILAR Y CASTIGAR (1975);
- Bertrand de Jouvenel: EL PODER (1945);
- Herbert Marcuse: EROS Y CIVILIZACIÓN (1953) y LA NOCIÓN DE PROGRESO A LA LUZ DEL
PSICOANÁLISIS (1968);
- Jacques Maritain: EL HOMBRE Y EL ESTADO (1953);
- Maurice Merleau-Ponty: HUMANISMO Y TERROR (1947);
- José Ortega y Gasset: LA REBELIÓN DE LAS MASAS (1930);
- Alfred Rosenberg: EL MITO DEL SIGLO XX;
- Jean-Paul Sartre: CRITICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA (1960);
- Karl Schmitt: TEORÍA DE LA CONSTITUCIÓN (1928);
- Erik Weil: FILOSOFÍA POLÍTICA (1956).
Esta larga lista no impresiona tanto como la cantidad de autores importantes que han quedado afuera, desde Voegelin, Eucken y Hattich hasta Spiro y Dante Germino, etc. Realmente, estas últimas seis décadas, que han sido las más fecundas en obras empíricas y crítico-dialécticas, también lo han sido en obras normativas.
Cómo hacer para pintar un panorama sin mutilaciones? Imposible. De todos modos, varios de estos autores han sido mencionados en otras partes de esta obra: así, T. Adorno (pág. 181), Hanna Arendt (pág. 341), W. Benjamin (pág. 181), H. Marcuse (pág. 182). De los restantes elegimos aquí dos para desarrollar algo sus contenidos, por entender que son representativos de las líneas dominantes en el pensamiento político normativo actual: Alain de Benoist y Bertrand de Jouvenel.
Alain de Benoist es un joven pensador de la Nueva Derecha francesa. Su libro "Democracia: el problema" parte de un análisis histórico de la democracia desde los griegos y los escandinavos. Hace una defensa crítica de la democracia y un análisis de la contradicción existente entre soberanía popular y pluralismo, para desembocar en una visión de la crisis actual de la democracia y en una propuesta de "democracia orgánica", construída no sobre el valor LIBERTAD (como las democracias liberales) ni sobre el valor IGUALDAD (como las democracias populares) sino sobre el valor FRATERNIDAD, se entiende que sin excluir a los otros valores (5).
La esencia del pensamiento de Alain de Benoist sobre la democracia parece estar expresada, a nuestro juicio, en las "Diez Tesis" que, a modo de postfacio cierran la obra: -"La mejor aproximación al concepto de democracia es la histórica: saber en primer lugar qué significaba la democracia para los que la inventaron. La libertad de las democracias antiguas es una libertad-participación, en la que el interés común y el conformismo priman sobre los intereses particulares. La principal diferencia entre las democracias antiguas y las modernas está en que las primeras ignoran el individualismo igualitario que fundamenta a las segundas".
- "Liberalismo y democracia no son sinónimos. La democracia es una "cracia", un gobierno, un poder; el liberalismo es una ideología de la limitación de todo poder político".
- "La democracia no es antagonista de la idea de un poder fuerte, o de las nociones de autoridad, selección o élite. La regla de la mayoría no está destinada a decir la verdad; es sólo un medio para elegir entre posibles".
- "La idoneidad política para gobernar no está en relación con el saber técnico o científico sino con la capacidad de decisión. El 'gobierno de los expertos' generalmente produce resultados catastróficos".
- "Los derechos políticos no derivan de 'derechos inalienables de la persona humana' sino de la condición de ciudadano. El principio democrático fundamental es: un ciudadano, un voto".
- "La noción clave del régimen democrático es la de participación. Es la participación del pueblo en las instituciones la que hace la democracia. El máximo de democracia es el máximo de participación".
- "Se recurre al principio de mayoría porque el principio de unanimidad (supuesto teórico de la 'voluntad general') es irrealizable. La mayoría es una técnica que permite reconocer el valor de la minoría (que puede ser mayoría mañana). El pluralismo tiene su límite en el bien común".
- "Las actuales democracias, que son poliarquías electivas, son una decadencia del ideal democrático, corrompido por la prepotencia del dinero y el efecto de la masa. La información está condicionada y estandarizada, la opinión está formada por factores heterónomos, los programas y los discursos políticos tienden a hacerse homogéneos, lo que hace indistintas las opciones. El resultado es la apatía política, que se opone a la participación y, por lo tanto, a la democracia".
- "La calidad de ciudadano no se agota en el acto de votar. Hay que explorar posibilidades que vinculen más directamente al pueblo con sus gobernantes y extiendan la participación. Una democracia orgánica puede desarrollarse en torno a la idea de fraternidad".
- "La democracia es el poder del pueblo; donde no hay pueblo no puede haber democracia. Todo sistema que debilite la conciencia de pertenencia a esa entidad orgánica que es el pueblo, debe ser considerado como un sistema no democrático".
Bertrand de Jouvenel (n. 1903 ) es un economista y ensayista francés, cuyos análisis se refieren principalmente a los orígenes y consecuencias del progreso tecnológico, investigando si nuestras sociedades hacen o no el mejor uso posible del aumento de volumen de consumo resultante de ese progreso. También ha incursionado con mucha penetración y ágil manejo de una gran erudición histórica, en el campo de la reflexión política normativa. Sus principales obras son: "La Economía Dirigida" (1929), "La crisis del capitalismo americano" (1933), "El Poder" (1945), "Etica de la Redistribución" (1955), "Arcadia, Ensayo sobre el Vivir Mejor" (1968), "Teoría Pura de la Política" (1963).
De esta amplia producción, vamos a ver con algún detalle los contenidos principales de "El Poder" (6). Esta obra tiene como contenido principal la lucha entre el poder y la libertad individual, que se disputan el predominio del espacio político. La conclusión es pesimista para la libertad individual. Según Bertrand de Jouvenel hay dos tipos de libertad: la libertad-participación, que es la posibilidad que tiene el ciudadano de participar en los órganos del poder y de contribuir a tomar decisiones, y la libertad-resistencia, que es la posibilidad de reservarse una zona de actuación al margen de la intervención estatal. Este último tipo de libertad es el que de Jouvenel valora más porque lo considera una auténtica manifestación de la libertad política.
Los hombres se clasifican -según de Jouvenel- en securitarios, que son la mayoría que busca seguridad antes que nada y está dispuesta a pagarla con libertad, y libertarios, que son una minoría, los pocos que conquistan y defienden su autonomía y asumen los riesgos de su libertad.
Esa libertad es frágil. Requiere muchas condiciones que rara vez se dan juntas: una minoría respaldada por una masa; una élite dotada de alto sentido moral: autodisciplina, función social asumida y reconocida; un cierto equilibrio de fortunas, que haga tolerable la situación de los inferiores. Los hombres libres son aristócratas. Los hombres comunes no son libres.
La democracia -sostiene de Jouvenel- no es respetuosa de las libertades individuales. Tiende a invadir el terreno de las libertades con el respaldo del apoyo popular. En la sociedad contemporánea no hay verdadera libertad: no hay élites libertarias; sólo hay una aristocracia sin honor que rehuye el riesgo y la responsabilidad. El poder ha crecido de un modo indiscriminado en todas las sociedades modernas, cualquiera sea su régimen político.
Bertrand de Jouvenel pretende ser objetivo, y sin duda es sincero, pero sus análisis están impregnados de juicios de valor muy subjetivos. Tiene una abierta simpatía por los regímenes aristocráticos, en los que una minoría, apoyada por la masa, limita el crecimiento del poder. Simpatiza con la libertad individual, entendida como señorío inmediato sobre sus actos (los comportamientos del "viejo aristócrata") y desprecia en forma mal disimulada al burgués que lo reemplazó.
Bertrand de Jouvenel casi no le da importancia a la libertad-participación, obsesionado como está por el señorío inmediato del hombre sobre sí mismo; y pasa por alto que las libertades-participación son la condición básica para el mantenimiento de las libertades-resistencia, salvo para una ínfima minoría de personas. Su planteo es anti-comunitario. A nivel general de la sociedad, las libertades-resistencia han de realizarse (si vamos a considerar viable esa posibilidad) sin mengua para la sobrevivencia y bienestar de los grupos. El individuo común, encuadrado en el mejor de los casos en organizaciones productivas, puede ser algo más libre si se atenúan los controles que pesan sobre él y se incrementa su participación, responsabilidad e iniciativa. Pero de Jouvenel considera que la máxima posibilidad de incrementar la libertad está en la automación de los procesos productivos y el aumento del tiempo libre. Esa libertad sería individual y no comunitaria, y en la actual organización conduciría, no al ocio fecundo sino al envilecimiento del desempleo. Creemos que la principal crítica que puede hacerse a Bertrand de Jouvenel es que su condición de liberal elitista lo lleva a considerar como ideal sólo al modelo de la sociedad aristocrática, sin preguntarse si existirán o no otras posibilidades de realizar la libertad-resistencia de un modo más igualitario.
Luis García San Miguel, al prologar la edición castellana de "El Poder" plantea en este sentido la posibilidad de adoptar un modelo de "sociedad autogestionada" , que mantiene al Estado constreñido a un rol mínimo indispensable porque las empresas y las organizaciones intermedias de la sociedad disponen de amplia autonomía frente al Estado y son controladas por los que trabajan en ellas en un régimen de democracia directa.
En un modelo así, las competencias estatales quedarían reducidas al mínimo necesario para mantener la cohesión del conjunto social, mientras la mayoría de las funciones sociales serían desempeñadas por la sociedad misma. Una sociedad así -sostiene García San Miguel- podría realizar una buena combinación dialéctica del ideal socialista de la IGUALDAD, el ideal democrático de la PARTICIPACIÓN, el ideal liberal de la LIBERTAD INDIVIDUAL y del ideal anarquista de la REDUCCIÓN DEL PODER ESTATAL al mínimo indispensable.
Curiosamente, Bertrand de Jouvenel escribía estas cosas cuando la marcha del mundo parecía orientarse, según la visión predominante en aquellos años, hacia formas socializantes, de incremento de la intervención estatal, no sólo en los países del "socialismo real" sino en los países democráticos occidentales, los países del "welfare state", de la "svolta a sinistra" etc.
Nada parecía anunciar concretamente, en aquellos años, la emergencia del neo-conservadorismo o neo-liberalismo, que hemos vivido recientemente, con sus demandas de "Estado mínimo", libertad a la iniciativa individual de la opresiva protección estatal, privatización de los servicios públicos, etc.; corrientes que cambiaron el mapa político de Occidente y derrumbaron los regímenes del socialismo real. Esas corrientes son formas políticas, prácticas e ideológicas, evidentemente afines en muchos aspectos al pensamiento de Bertrand de Jouvenel, aunque cabe mencionar que su aristocrático individualismo tiene un sesgo de nobleza que no se confunde con el crudo pragmatismo crematístico que hoy cunde por doquier.
(6) Bertrand de Jouvenel: EL PODER, Madrid, Ed. Nacional, 1974, segunda edición.