Eduardo Jorge Arnoletto
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP
(393 páginas, 2.11 Mb) pulsando aquí
b) Causas del subdesarrollo de los países latinoamericanos.
A principios de la década de los setenta, Helio Jaguaribe (1) resumió el estado de la teoría sobre esta problemática, en la forma que ahora veremos (porque muchas de sus consideraciones siguen siendo válidas) al propio tiempo que anotaremos lo que ocurrió desde entonces.
A esta altura del siglo ya hay que preguntarse, en realidad cuál es la causa de la persistencia del subdesarrollo latinoamericano. En primer lugar, establezcamos que el subdesarrollo latinoamericano no es un desarrollo incompleto o insuficiente, sino un desarrollo de conducción exógena, hecho en función de intereses exógenos.
No se puede separar subdesarrollo y dependencia. Somos subdesarrollados porque somos dependientes, y si en los próximos años vamos a volver a desarrollarnos algo es porque hay un cambio en la modalidad de la dependencia: de la dependencia "satelital" vamos a pasar a la dependencia "provincial"; y esa nueva modalidad exige un nivel de desarrollo mayor que la anterior. La dependencia satelital ya es inviable, como lo demostró la crisis de la deuda externa, y se impone un cambio en la forma de la relación de dependencia.
Históricamente, el subdesarrollo latinoamericano admite varias explicaciones: la deficiencia intrínseca en la formación del capital local y la insuficiencia en el abastecimiento externo de capital. Desde fines del siglo XIX hasta aproximadamente 1930 es válida la explicación por el deterioro de los términos de intercambio.
Pero a esta altura de los tiempos hay que buscar otras explicaciones. Es muy interesante la que plantea Jaguaribe, que atribuye la persistencia del subdesarrollo a una relación circular de mutuo reforzamiento entre el estancamiento, la marginalidad y la desnacionalización.
El estancamiento es el resultado del agotamiento del impulso de sustitución de importaciones sin haber logrado un proceso general de crecimiento autosostenido. Implica también la correspondiente carencia de procesos autosostenidos en otros planos de la estructura social: el desarrollo cultural, social y político. También significa que la brecha que separa a América Latina de los países desarrollados se hace cada vez mayor.
La marginalidad es un concepto que puede interpretarse en tres sentidos diferentes pero complementarios:
- la mayor parte del pueblo es marginal en su participación económica, política, social y cultural, como productora y consumidora de bienes y servicios, respecto de los sectores minoritarios centrales de cada sociedad.
- la mayor parte de las regiones latinoamericanas son marginales respecto de las pocas regiones periféricas que han alcanzado cierto grado avanzado de desarrollo.
- la marginalidad de la mayoría de los países respecto de los pocos más desarrollados, y de la región en su conjunto respecto del mundo desarrollado, crece continuamente.
La marginalidad se caracteriza por un nivel muy bajo de productividad/ingreso, y una alta tasa de desocupación y subocupación rural y urbana. La marginalidad urbana, como consecuencia de las migraciones internas que origina el caracter expulsivo de las áreas rurales, ha crecido rápidamente en todos estos años y continúa creciendo. El estancamiento y la marginalidad se refuerzan mutuamente, en un pro-ceso de causación circular. La desnacionalización es un proceso que consiste en una transferencia del control de los actores sociales, que dejan de estar manejados por manos leales a la nación y pasan a estar manejados por manos leales a otra nación o a alguna entidad no nacional (por ejemplo, a empresas multinacionales).
Es un proceso de graves consecuencias, porque un desarrollo político-económico-social exitoso exige condiciones de viabilidad nacional que son función directa de la capacidad política de la sociedad. Esa capacidad a su vez depende de la funcionalidad de la élite, que depende de la congruencia y complementación entre sus cuatro roles principales: conducción cultural, social, política y económica. Esa congruencia y complementación requiere fidelidad nacional y no es compatible con la desnacionalización. No se trata, pues, de un problema de chauvinismo o de nacionalismo; es un tema de fidelidad nacional, sin la cual la élite no es funcional y, por consiguiente, la sociedad no tiene capacidad política para conducir adecuadamente un proceso de desarrollo exitoso.
Jaguaribe considera que en América Latina hay tres variedades de desnacionalización: económica, cultural y político-militar.
La desnacionalización económica se manifestó en una serie de procesos sucesivos y parcialmente simultáneos:
- el creciente dominio por las corporaciones multinacionales de los sectores más estratégicos y dinámicos de las economías latinoamericanas.
- el creciente endeudamiento externo de la región, que financió la ineficiencia global de su economía y su administración, sin una contrapartida en capitalización interna.
- la privatización de empresas estatales a cambio principalmente de bonos de la deuda externa, adquiridos a una fracción de su valor nominal, y una pequeña parte en efectivo para financiar el remanente déficit fiscal durante el periodo de transición en la reforma del estado.
En los tres principales países de la región (Argentina, Brasil y México) más del 50% de la actividad empresarial está bajo control extranjero, y su dinamismo y respaldo externo le confiere una gravitación aun mayor. Por otra parte, durante todos estos años, la mayoría de las empresas nacionales públicas han funcionado como mecanismos de traspaso indirecto de ingresos al sector privado, con predominio de grupos extranjeros. Fue -y es- la llamada "patria contratista". Ahora está en marcha un proceso de privatizaciones por el que la titularidad de las empresas del estado va a pasar a empresas extranjeras en su mayor parte (en algunos casos, empresas de estados extranjeros), lo cual se explica no sólo por los déficits insostenibles que las pésimas administraciones nacionales han producido sino también por la necesidad de realizar inversiones efectivas en ellas para adecuarlas a la nueva etapa de dependencia en la que estamos entrando.
De todos modos, los mecanismos nacionales de creación de recursos circulantes libres han sido sofocados, y su función de promover inputs políticos y sociales ha sido traspasada a agentes no nacionales, con la consiguiente orientación no nacional de dicho proceso.
La desnacionalización cultural es, en realidad, una característica estructural originaria de la región, que, como ya vimos, siempre mostró una tendencia a la dependencia cultural. Las exigencias de la modernización y el desarrollo agravaron el problema, ya que las naciones latinoamericanas presentaban muy pocas condiciones propicias al desarrollo científico-tecnológico. Después de 1930, el proceso de sustitución de importaciones planteó un apremio científico-tecnológico. Como la oferta endógena de capacidad científica y técnica no se genera de un día para otro, dicha demanda urgente fue principalmente satisfecha mediante la importación de tecnología ya hecha (equipos, patentes, diseños, fórmulas y expertos extranjeros), con el paradojal resultado de acrecentar a la larga la dependencia que el proceso de sustitución de importaciones estaba destinado a conjurar. Por su parte, la juventud latinoamericana de clase alta y media buscó en las universidades extranjeras los conocimientos y el prestigio que las locales no podían proporcionarles.
La desnacionalización cultural produce una gradual pérdida de funcionalidad de la élite cultural como grupo nacional. Dicha élite pierde funcionalidad económica, ya que la ciencia y la tecnología vienen de afuera; pierde funcionalidad política, desde que la formulación y administración de los criterios de legitimidad se vuelven exógenos; y pierde funcionalidad social en la medida en que se adoptan socialmente criterios exógenos de respetabilidad.
En la desnacionalización político-militar hay que analizar varios procesos. Jaguaribe menciona dos:
- la toma del poder político por medio de la fuerza, por parte de la mayoría de las fuerzas armadas latinoamericanas.
- la progresiva dependencia de las fuerzas armadas latinoamericanas respecto de EE.UU.; y de seguimiento de las políticas dictadas por el grupo de intereses integrado alrededor del Departamento de Defensa de los EE.UU.
Ambos procesos se refuerzan mutuamente.
La toma de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos por los militares durante el periodo 1950-1980 se relaciona con el fracaso experimentado por estas sociedades en su intento de construir, durante su actual proceso de modernización, un sistema político viable. Ese fracaso, según Jaguaribe, se debe a un exceso de demandas societales en condiciones de falta de consenso. En esas condiciones, los militares eran el único grupo en condiciones de imponer su regimen, con el apoyo inicial de la clase media (que es la principal fuerza política del nuevo establishment) lo que hizo posible, en la mayoría de los casos, imponer y ejercer el regimen con poca violencia y muy pocos cambios en el satatu quo. La muy gráfica expresión "dictablanda" evoca bien varios de estos procesos, aunque fueron endureciéndose gradualmente hasta culminar en los regímenes de terrorismo de estado de la década de los setenta.
La orientación política contraria a la autonomía nacional y favorable a la dependencia respecto de los EE.UU. es explicada por Jaguaribe por la tendencia ideológica de la clase media latinoamericana, agravada en su versión militar, compuesta de moralismo, progresivismo autoritario adscriptivo y anticomunismo militante; y también por la gravitación de los intereses profesionales y de la óptica nacional del grupo militar. El cultivo de las doctrinas de la vieja "guerra fría" es una racionalización de la injerencia de los militares en la política de sus países.
A ello hay que agregar, en la época posterior a la transición a la democracia, el gradual reemplazo de los equipos gobernantes de viejo estilo (demasiado nacionalista) por otros más identificados con los objetivos del centro imperial, y próximamente más idóneos desde el punto de vista administrativo.