Eduardo Jorge Arnoletto
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Consecuencias del imperialismo
Las teorías neomarxistas del imperialismo contemporáneo plantean las siguientes consecuencias de esta interrelación asimétrica: Mantiene y refuerza la dependencia estructural. Está en la naturaleza del imperialismo -sostienen- promover condiciones de explotación. Los medios analizados perpetúan la dependencia de la periferia, que se manifiesta en diversos niveles: al principio, porque tienden a mantener la estructura económica de monoproducción heredada de la época colonial; luego, porque la industrialización no integrada que se realiza bajo el control del capital extranjero agrava la dependencia del tercer mundo.
Explota y saquea los recursos de la periferia. La explotación y el saqueo son consecuencia, según estas teorías, del intercambio desigual, del deterioro de los términos del intercambio, de la repatriación de gran parte de los beneficios y de la extracción de materias primas sin una contrapartida real en términos de desarrollo estructural de la periferia, hay muchos ejemplos ilustrativos de ésto. Qué le dejó el salitre a Chile, fuera de algunas ciudades fantasmas, y algunas casas lujosas en Valparaíso? Qué le dejó a Argentina la explotación del tanino en el norte santafesino? Más modernamente, tenemos la fabricación en países del tercer mundo, por empresas multinacionales, de productos peligrosos o altamente contaminantes o por medio de procesos industriales que requieren menos inversión pero que por sus riesgos no serían aceptados en los países centrales. El caso de Bophal, en la India, nos exime de mayores comentarios al respecto.
Mantiene y agrava el subdesarrollo: estos teóricos sostienen que no es posible lograr ningún desarrollo real mientras subsista la explotación imperialista, dado que, en esas condiciones, incluso la industrialización de la periferia acentúa la dependencia y la disparidad social. No puede recuperarse -dicen estos teóricos- el desarrollo perdido mientras subsista la dependencia, en especial la especialización internacional. André G. Frank es muy categórico: considera que el imperialismo agrava el subdesarrollo. Otros afirman que el capitalismo monopólico no es incompatible con cierto grado de "desarrollo dependiente", al menos en la medida en que las empresas multinacionales necesitan cierta prosperidad en sus mercados.
Genera formaciones sociales heterogéneas: el imperialismo provocó, en función de sus necesidades, una heterogeneidad estructural de las economías periféricas, y en consecuencia, una heterogeneidad de sus formaciones sociales. Por ejemplo, en América Latina hay una aguda polarización entre los sectores sociales modernos y los tradicionales o no desarrollados de la sociedad. El éxodo rural, la marginalidad urbana, la discriminación en todas sus formas, la proletarización de la clase media, etc., entran perfectamente en la lógica de ese proceso.
Produce alienación cultural o autocolonización: se trata de una pérdida de identidad, por la cual los pueblos que antes fueron colonizados interiorizan los valores, comportamientos y esquemas de pensamiento de sus antiguos patrones. Este proceso es favorecido posteriormente por la acción económica y cultural de las empresas multinacionales y por el compromiso y actuación de las clases dominantes del tercer mundo.
Produce conflictos internacionales: los teóricos neomarxistas han abandonado la tesis de Lenin sobre los conflictos entre potencias imperialistas. Ya no consideran que la guerra sea una consecuencia inevitable de la competencia entre estados capitalistas. Se aproximan en ésto a Kautsky y a su hipótesis del "ultraimperialismo". Los conflictos que ellos toman en consideración son el combate al socialismo a nivel mundial y la lucha contra los movimientos de liberación nacional.
Nuevamente encontramos aquí que, al margen de la intención ideológica de estos autores, sus teorías también contribuyen a la explicación de las intervenciones armadas de la U.R.S.S. en los países que estaban bajo su área de influencia (Checoslovaquia, Hungría, etc.).