Eduardo Jorge Arnoletto
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d) El concepto teórico político. Comparaciones con los de otras ciencias.
Klaus von Beyme, en su obra TEORÍAS POLÍTICAS CONTEMPORÁNEAS-UNA INTRODUCCIÓN (1), recuerda que en el contexto de las ciencias sociales, el desarrollo autónomo de la Ciencia Política moderna ha sido relativamente tardío. Hoy se entiende a la Ciencia Política como una ciencia diferenciada, en el ámbito de las ciencias sociales, que ha logrado un grado apreciable de acuerdo sobre su objeto y sus métodos.
La clásica separación de la Ciencia Política-teoría de las instituciones y Ciencia Política-teoría de los procesos políticos es cada vez menos sostenible. Mientras tanto, en todo el ámbito de las ciencias sociales se incrementa la exigencia de una colaboración interdisciplinaria. Esto se debe a dos razones: el riesgo que supone para las ciencias sociales la excesiva atomización de sus objetos; y el hecho ampliamente comprobado de que cada ciencia se basta a sí misma para describir los fenómenos de que se ocupa pero necesita del apoyo de otras ciencias para explicarlos.
La Teoría Política es, sin duda, un caso bastante particular, porque durante dos milenios la Filosofía Política ha proporcionado la contribución más importante a la teoría de la política. Pese a ello, hoy la Ciencia Política está reconocida como disciplina científica autónoma, al menos en todas las democracias occidentales, pero hay que hacer notar que, a diferencia de otras ramas filosóficas, la Filosofía Política se caracterizó siempre, al margen de su preocupación normativa, por su fuerte contenido empírico.
En su proceso formativo como ciencia social, la Ciencia Política tuvo que afrontar dos reproches principales: arrancar a otras disciplinas "las plumas para adornarse con ellas" (compartir parcialmente su objeto de estudio con otras disciplinas); y ser la responsable de la decadencia de la teoría política en el siglo XX porque los valores morales ya no tienen cabida en ella y la dominan técnicos y especialistas.
Una inseguridad adicional para la Ciencia Política -continúa comentando von Beyme- surgió del hecho de que a los cultores de esta disciplina no les correspondía ningún papel fijo que desempeñar dentro del cuadro de los roles profesionales establecidos en la sociedad burguesa. Con el tiempo, dice von Beyme, los graduados en Ciencia Política en los países desarrollados han ido consiguiendo puestos de trabajo en los siguientes campos: * Tareas docentes (profesores de ciencia social, formación de adultos); * Medios de comunicación de masas; * Actividades organizativas en la economía, la política y sus asociaciones; y en la administración pública, debido al desarrollo de una ciencia administrativa orientada cada vez menos en sentido jurídico y cada vez más como ciencia social.
A nuestro entender, desde que von Beyme anotó estas reflexiones a principios de la década de los setenta hasta hoy, el panorama de los roles profesionales de los politólogos se ha ampliado y esclarecido pero siempre en esa misma dirección básica. Creemos que hoy el conjunto de funciones sociales accesibles al politólogo puede describirse como sigue:
* Investigación científica (pura y aplicada);
* Análisis político (asesoramiento específico o formación de opinión pública a
través de los medios de comunicación social);
* Docencia en ciencias sociales (secundaria, terciaria, universitaria, promoción
cultural de la tercera edad, capacitación empresarial);
* Gestión de políticas (diseño, planificación, coordinación de procesos de toma
de decisión, coordinación de la ejecución, evaluación de políticas,
análisis-aprendizaje);
* Coordinación de equipos interdisciplinarios para la resolución de problemas
públicos;
* Político profesional;
* Servicio exterior de la Nación u organismos internacionales;
* Función pública jerarquizada.
Volviendo a la historia de nuestra ciencia, encontramos que, dentro del conjunto de las ciencias sociales, la Ciencia Política fue reconocida como disciplina independiente primero en los EE.UU., bajo fuerte influencia europea. La primera cátedra norteamericana de la especialidad fue creada en la Universidad de Harvard hacia fines de la década de 1850, y confiada a Francis Lieber, un profesor emigrado de Alemania, de tendencia liberal. Los pioneros americanos en este campo fueron J.W. Burgess y A.P. Bentley, que realizaron estudios de especialización en Alemania.
En Francia, en la década de 1870, encontramos la "Ecole Libre des Sciences Politiques", fundada en 1872 por Emile Boutmi, la cual es aún hoy el principal centro francés de estudio de las ciencias políticas.
En Inglaterra, un rol similar fue cumplido por la "London School of Economics and Political Science", institución que incluso alcanzó mucha influencia política práctica debido, por ejemplo, a la labor de Harold Laski.
En Alemania, recién después de la Primera Guerra Mundial se creó en Berlin un organismo investigador y docente (la "Hochschule für Politik") que fue el origen del mayor instituto alemán actual de Ciencia Política, el "Otto Suhr - Institut".
En España, el "Instituto de Estudios Políticos" de Madrid nació como institución de propaganda de la Falange, pero con la tendencia, que luego se desarrollaría ampliamente, hacia estudios políticos autónomos.
En Italia, los gloriosos antecedentes históricos que remontan a Maquiavelo y reconocen en Mosca y Pareto a los fundadores de la escuela italiana de Ciencia Política, sobrevivían solamente en el "Instituto Cesaro Alhieri" de Florencia, que fue suprimido por el fascismo, que fundó luego otras escuelas (Pavía, Padua, Perugia y Roma) que fueron la base de esa magnífica floración de la Ciencia Política italiana actual, que reconoce en B. Leoni, N. Bobbio y G. Sartori a tres grandes formadores de las nuevas generaciones de politólogos italianos.
En general, en sus manifestaciones académico-institucionales, la Ciencia Política ha cumplido un doble rol, como "ciencia auxiliar de los gobernantes" (afirmación que muchas veces se formula como un reproche) y como ciencia crítica y sobre todo esclarecedora respecto de la política práctica.
No hay en Ciencia Política una teoría general o unitaria predominante, de generalizada aceptación, como la que podemos encontrar, por ejemplo, en Economía. La actitud científica dominante en el mundo académico anglosajón -el neopositivismo- se pronuncia abiertamente en favor del pluralismo teórico, y aunque ya quedó atrás la postura del behaviorismo extremo, que equiparaba la Teoría Política con la Historia de las Ideas, y se le reconoce un lugar propio y autónomo en el ámbito de las ciencias sociales, aún se afirma, como dice H. Albert (2) que "...nunca se puede estar seguro de que determinada teoría sea cierta, aún cuando parezca resolver los problemas que plantea".
Por nuestra parte, recordamos aquí que las teorías generales transitan por un nivel muy elevado de abstracción , muy alejado del nivel empírico donde podrían hallar verificación o falsación.
La producción teórica en Ciencia Política se inscribe en su mayor parte en las que Robert Merton denomina "teorías de alcance medio": teorías descriptivas-explicativas de modesto alcance, con algunos intentos de elevación hacia mayores niveles de abstracción.
En Ciencia Política, al igual que en otras ciencias sociales, se pueden encontrar los siguientes tipos de teorías: Teorías descriptivas: Son conjuntos de generalizaciones (relaciones entre clases de acontecimientos) basadas en conceptualizaciones y relaciones de origen empírico, ocasionalmente cuantitativas.
Teorías sistemáticas: Son sistematizaciones de base empírica, construidas en el marco de supuestos genéricos, de cierto nivel de abstracción.
Teorías deductivas: Formulan patrones de conducta hipotéticos, deducidos a partir de algunos axiomas básicos.
Teorías funcionales: Son interpretaciones de fenómenos que son parte de conjuntos mayores, construidas a partir del análisis de la función que tales fenómenos cumplen para el mantenimiento del conjunto en un determinado estado (o para cambiar de estado).
Teorías genéticas: Formulan hipótesis sobre el origen y el desarrollo inicial de fenómenos, estableciendo relaciones de causalidad o implicancia.
C.J. Friedrich (3) plantea una tipología de las teorías más simple:
* Teorías morfológicas (tipo Copérnico);
* Teorías genéticas(tipo Darwin);
* Teorías funcionales (tipo Newton).
El prestigio académico y social de la Teoría Política ha variado mucho a lo largo del tiempo. Klaus von Beyme hace notar que en la historia de las ciencias sociales se alternan períodos de rechazo a la teoría (como la década de los '50) y períodos de gran auge teórico (como la década de los '60). Parece lógico pensar, como dice K. Deutsch, que en toda investigación importante la creación teórica, la metodología y los resultados empíricos se equilibran; pero desde el punto de vista del sentido final de la labor científica pensamos que pueden suscribirse las palabras de Dahrendorf cuando dice: "La intención de la ciencia empírica es siempre teórica. La investigación experimental tiene justificación lógica únicamente como medio de control de las hipótesis derivadas de las teorías...".
Veamos, entonces, cuales son las características principales de las teorías políticas. En Ciencia Política -a semejanza de otras ciencias sociales- las teorías contienen tres elementos:
* Un sistema de proposiciones estructuradas, referentes a partes de la realidad
política;
* Una especificación de las condiciones bajo las cuales son válidas tales
proposiciones;
* La posibilidad de formular hipótesis predictivas sobre desarrollos futuros, en
forma de enunciados de tendencia o de probabilidad, o sea proposiciones
condicionales.
Cuando una teoría ha sido confirmada muchas veces, cuando ha demostrado ampliamente su operatividad, se la denomina ley. Cuando aún necesita verificaciones posteriores, se la llama hipótesis.
El cuerpo teórico de la Ciencia Política está compuesto por elementos de diverso grado de abstracción:
* Generalizaciones (relaciones entre clases de acontecimientos) que constituyen
la mayor parte de la Ciencia Política;
* Teorías sobre temas parciales (semejantes a las teorías de alcance medio, de R. Merton);
* Intentos de plantear una teoría general (no aceptados en forma generalizada)
como la teoría sistémica política de D. Easton.
En muchos casos, la política (lo mismo que la sociedad) es estudiada en sus posibilidades de ser manipulada, buscando, no una comprensión de sus procesos, sino soluciones prácticas, inmediatas, a problemas políticos concretos. Esto lleva frecuentemente a un exagerado auge de los procedimientos analíticos y de los conceptos que resulten operativos en la práctica, sin que preocupen mayormente su veracidad, su sentido histórico, etc. Priman en estos casos las exigencias de su aplicación en una tecnología social determinada.
La Ciencia Política encuentra numerosas dificultades en su elaboración teórica. Hemos de tener cuidado, en un repaso como el que vamos a hacer en los próximos capítulos, para no ser demasiado exigentes, porque muchas obras no satisfacen, o satisfacen a duras penas, las exigencias formales de una teoría científica.
Una dificultad principal en la elaboración teórica de la Ciencia Política se origina en la ubicación de las fuentes; no tanto de las fuentes de los procesos sociales como las fuentes individuales dispersas: los poderosos, los que realmente toman las decisiones o hacen que otros las tomen por ellos. Allí, frecuentemente el poder se protege a sí mismo, en el ocultamiento de los "arcana imperii", todavía vigentes, pese al torbellino de mensajes con que nos bombardean los medios, o gracias a ellos.
Hay muchos trabajos valiosos en Ciencia Política, que más que teorías acabadas son interpretaciones o esquemas analíticos. Tienen valor como acumulación de materiales; como manual divulgatorio o introductorio; como recensión del "estado actual de la cuestión" o ensayo provisional. Sirvan estas líneas como explicación de la presencia, en un Manual de Teoría Política, de muchos trabajos que un criterio más estricto hubiera desechado.
(2) H. Albert: TRAKTAT ÜBER KRITISCHE VERNUNFT, 1968, pg. 49; citado por K. von Beyme, op. cit.
(3) C. J. Friedrich: PROLEGOMENA DER POLITIK. ERFAHRUNG UND IHRE THEORIE, Berlín, 1967, pg. 9; citado por K. von Beyme, op. cit.