Eduardo Jorge Arnoletto
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a) Representación y participación.
Como bien dice Mario J. López (1), en el campo intelectual de la Ciencia Política contemporánea predomina el interés por los temas "realistas", como actitudes y fuerzas políticas, procesos reales de toma de decisiones, influencia, presión y centros de poder, etc.
También se trabaja, por cierto, en temas más "formales" o jurídico-institucionales, pero entre ellos también se nota un marcado interés por aquellos de mayor impacto fáctico, tal como el que ahora nos ocupa: la representación y participación política.
En forma generalizada hoy se reconoce en todo el mundo (al menos formalmente) que el pueblo es el titular de la soberanía y la única fuente legítima de la autoridad política, pero salvo algunas pintorescas excepciones, en ninguna parte se practica la democracia directa. El ejercicio real del poder pasa, pues, por diversos mecanismos de representación y participación política (2).
En nuestro tiempo es perceptible en todo el mundo, y particularmente en nuestros países, "en transición democrática", una crisis de representatividad de las élites políticas y, más allá de ella, una crisis del principio mismo de la representación. Esta nueva sensibilidad se manifiesta, por ejemplo, en el cuestionamiento del principio del mandato no vinculante; en la exigencia de institucionalizar formas de democracia semidirecta (plesbicito, referendum, etc.); en la predisposición a manifestar públicamente, en forma masiva y ordenada o no, reclamos populares que presionan a los gobernantes; en los planteos de extensión de los principios democráticos a otros ámbitos, como es el caso de la co-gestión empresaria e institucional; y hasta en el generalizado desprestigio y desjerarquización simbólica de la clase política como tal.
Los pueblos perciben que, pese al auge de las redemocratizaciones formales, se ahonda su diferencia y confrontación con sus dirigentes. Advierten que, si bien eligen a sus gobernantes, las políticas fundamentales que ellos instrumentan son determinadas por otras fuerzas, que no expresan la voluntad popular sino la de poderosos intereses económicos y de política internacional. Por eso quieren vigilar más de cerca a sus mandatarios, limitar el margen de su albedrío.
Todo ello acrecienta, indudablemente, el interés actual del tema de la representación y la participación políticas.
Desde un punto de vista puramente jurídico-formal (1) representación política es la relación de los miembros de un grupo humano jurídicamente organizado ("representado") con un órgano ("representante") en virtud de la cual la voluntad de este último se considera como expresión de la voluntad de aquellos".
Desde un punto de vista sociológico, la representación es un fenómeno de "procuración social" basado en "la semejanza entre las opiniones políticas de la nación y la de los representantes que ella ha elegido" (1). Toda sociedad nacional expresa su concepción del mundo y de la política en un conjunto pluralista de imágenes, símbolos, comportamientos, objetivos e ideales. La representatividad consiste principalmente en "la integración de la voluntad representada en la voluntad representativa" (1).
El concepto de representación política es un elemento clave para la comprensión de la política contemporánea. En los países occidentales es frecuente considerar (pese a algunos cuestionamientos) que la elección periódica regular de asambleas parlamentarias es su expresión concreta. Ella evidencia, por otra parte, la continuidad de un itinerario histórico ya largamente secular en algunos países del mundo.
En ese sentido político concreto, todos "sabemos" qué es representación. No ocurre lo mismo con el concepto, afectado por una polivalencia semántica notable: volver a hacer presente ("re-praesentare"), sustituir, actuar en lugar de, actuar en nombre de, cuidar interes ajenos, reflejar las características de alguien, evocar simbólicamente, personificar, etc.
Estos significados pueden agruparse en dos tendencias: hacia la acción y hacia la reproducción de imágenes o contenidos. La representación política participa de ambas tendencias, con predominio de la primera.
Desde un punto de vista politológico, la representación política es el sistema de gobierno según el cual la acción política de la sociedad se produce por mediación de instituciones integradas por personas elegidas para ello mediante sufragio popular.
La autenticidad política de la representación depende de dos factores: la legalidad de la elección y la legitimidad de desempeño, basada en la concordancia de la actuación de los representantes con el sentir, la voluntad y los intereses de los representados.
La doctrina clásica de la representación política considera que:
- el "representado" es la sociedad en su conjunto.
- el "representante" es un grupo humano institucionalizado.
- la técnica es la elección del segundo por el primero.
- la relación es de libertad del segundo respecto del primero luego de la elección, con algunas limitaciones legales.
- la finalidad es crear una voluntad operativa que anteponga el interés general de la sociedad a los intereses particulares y sectoriales.
Esa doctrina originaria experimentó varias transformaciones en el curso del tiempo, debidas a factores tales como:
- el desarrollo de los medios de comunicación social, que incrementó el riesgo de fuerte condicionamiento propagandístico de la elección de representantes.
-la aparición y desarrollo de los partidos políticos, que introdujo una intermediación en la relación entre el pueblo y los parlamentos, con lo que la elección popular pasó a ser una ratificación de la previa selección de candidatos, hecha por los partidos.
- la aparición y desarrollo de los grupos de interés-presión, que asumieron lo que podría denominarse "la representación política de los intereses particulares" (3).
- la necesidad de que el estado encare funciones sociales que lo hicieron crecer y aumentaron la gravitación política de la tecnoburocracia.
- la aparición de insoslayables factores de poder, tales como las FF.AA., las iglesias y los medios de comunicación social.
Es lógico, pues, que hoy se planteen reparos ante la representación política entendida como una virtual curatela social, o ante el caracter no vinculante del mandato político. La experiencia muestra que el mandato no vinculante, no es garantía de consagración al interés general. Al menos, las promesas electorales de los candidatos son sentidas políticamente como un compromiso vinculante, si bien no resulta fácil discernir la forma efectiva de institucionalizarlo.
En su sensibilidad política actual, los ciudadanos no quieren sentirse tan entregados al poder de sus propios representantes ni privados de cierto poder de contralor sobre sus mandatarios.
La tendencia actual es entender la representación política como mecanismo que permite establecer una relación de control por parte de los gobernados sobre los gobernantes sin afectar, en lo posible, la eficacia de la gestión pública.
Más detalladamente, la representación puede significar tres modos diferentes de relación:
- relación de delegación, en la que el representante es un ejecutor con mandato imperativo. Es la forma típica de representación de intereses privados, particulares o sectoriales, que puede hacerse extensiva a ciertos modos o aspectos de la representación política.
- relación fiduciaria, en la que el representante tiene un comportamiento autónomo, para servir al interés general según sus imperativos de conciencia.
- relación especular, o reflejo sociológico, en la que la entidad representante es algo así como un microcosmos del cuerpo político-social.
La representación política, strictu sensu, es una relación fiduciaria, pero también contiene aspectos de los otros dos modos. Por ello puede decirse que un representante político es un fiduciario controlado, que refleja parcialmente a sus electores.
Algunos aspectos a resolver dentro de este planteo son:- qué características del conjunto social debe reflejar el microcosmos representante?- cuál es el límite entre la delegación y la representación fiduciaria?- los compromisos electorales de los candidatos, pueden ser considerados como una forma política de mandato vinculante?Un regimen político representativo puede entenderse como opuesto por igual a los regímenes absolutistas autocráticos y a los regímenes de democracia directa.
La representación política requiere una estructura funcional basada en la realización de elecciones realmente competitivas; y el cumplimiento de algunas condiciones básicas:
- publicidad de los asuntos públicos y posibilidad de comprensión de los mismos por los ciudadanos.
- conocimiento y comprensión por parte de la clase política, de las actitudes del público.
-existencia de un complejo integrado y vigente de derechos políticos.
- existencia de una cultura política participante en el público; y una no autoritaria en la clase política.
- existencia de élites alternativas.
Los regímenes políticos representativos son, pues (más allá de aspectos formales) aquellos en los que realmente existen mecanismos estabilizados de elección competitiva de los gobernantes y formas de control sobre el accionar de los mismos.
La representación política aparece así como un concepto multidimensional, que
abarca diversos aspectos, tales como:
- selección del liderazgo institucionalizado.
- delegación de la soberanía popular.
- legitimación del poder político.
- control político de los gobernantes.
- participación directa e indirecta de los ciudadanos.
- trasmisión de apoyos y demandas a los poderes públicos (4) (5).
La participación política, en principio, evoca una idea opuesta a la de representación política. "Tomar parte" o "ser parte" dde algo, es lo opuesto a "actuar en nombre de" o "en lugar de". En este sentido estricto, participación política pareciera ser algo propio de los regímenes de democracia directa, y no de los representativos. Como la democracia directa es sólo una idea, que prácticamente no existe en la realidad política, podríamos deducir que la participación política propiamente dicha tampoco existe.
En un sentido más amplio, dentro de los regímenes representativos, la expresión
"participación política" se usa para designar aquellas actividades en las que la
gente común toma o puede tomar parte, tales como:
- votar en las elecciones.
- militar en un partido político.
- asistir a actos políticos.
- hacer contribuciones monetarias a partidos o campañas.
- discutir sobre asuntos políticos.
- participar en reuniones políticas.
- apoyar a candidatos.
- presionar sobre los dirigentes.
- difundir información política.
Esta lista, y otras similares que podemos encontrar en la literatura sobre el tema (6) se refieren en general a actividades típicas de las democracias occidentales, principalmente anglosajonas, evidenciando, por cierto, un etnocentrismo que omite frecuentemente la consideración, por ejemplo, de formas de participación en movilizaciones políticas de masas, típicas de otras culturas, regímenes o momentos políticos; por ejemplo, del tercer mundo, socialistas o de transición política.
Respecto de la participación política, todos los regímenes, pluralistas competitivos o monopólicos, tienen en común el rol protagónico de los activistas de partido (7).
Hay diversos niveles de participación, según la intensidad del compromiso personal implícito y la actividad desplegada:
- Presencia: comportamientos receptivos o pasivos, sin aportación personal. Por ejemplo, asistir a reuniones, receptar mensajes, etc.
- Activación: asumir actividades políticas; ser delegado para ellas, promoverlas. Por ejemplo, hacer proselitismo, propaganda, difusión.
- Participación propiamente dicha: contribuir directa o indirectamente a la estructuración y dinamización de situaciones políticas. Por ejemplo, elección de dirigentes, ejercicio del mando.
Cabe destacar aquí la importancia del último tema mencionado, ya que, evidentemente, si hay alguien que ejerce la participación política en su cabal sentido de "tomar o ser parte de" la vida política activa, ellos son, justamente, los que mandan, los gobernantes, nuestros representantes. En ellos se sintetizan completamente la representación pasiva y la participación activa.
El ideal democrático participativo está conformado por una actitud pública generalizada de:
- atención al desarrollo de los asuntos públicos.
- información veraz sobre los acontecimientos.
- capacidad de elección entre diversas posibilidades.
- compromiso participativo.
Frente a este ideal se alzan las reiteradas constataciones hechas en los países democráticos occidentales más avanzados;
- muy escaso interés por los asuntos públicos.
- nivel muy bajo de información política.
- participación mayoritariamente limitada sólo a los actos electorales; y aun
ésta, afectada por un alto porcentaje de abstención.
Por otra parte, se difunden nuevas formas de participación política, ya sean normadas (como las consultas populares sobre suntos de interés local, en las que hay menos abstención que en las elecciones generales) o no normadas (como las manifestaciones de protesta, las "sentadas" y la ocupación contestataria de lugares).
Estos fenómenos permiten plantear algunos interrogantes fundamentales:
- hay una propensión a abandonar por inconducentes los canales institucionales de petición política y a reemplazarlos por formas multitudinarias de acción directa?
- hay un replegamiento localista de los ciudadanos, ante la constatación de su impotencia para influir en las políticas nacionales e internacionales? Y más en general:
- hay una creciente divergencia de objetivos entre los pueblos y sus gobiernos, pese al origen formalmente democrático de estos últimos? Los principales factores condicionantes de la participación política son:
- el ambiente político en que se mueven los individuos, en especial, la existencia o no de procedimientos institucionales de renovación de autoridades, con mecanismos de competencia entre fuerzas políticas pluralistas.
- la existencia o no de procesos de movilización social; o sea la presencia y activación de las masas, programada y promovida "desde arriba", y encuadrada por organizaciones de masa, con funciones de estimulación y control.
Se han hecho estudios sobre las características psico-sociológicas que
acompañan a los diversos niveles o intensidades de participación política. En
general, en los países occidentales, se ha determinado la implicación, en
niveles altos de participación, de las siguientes características:
- varones.
- integrantes de las clases altas.
- personas con niveles altos de instrucción.
- habitantes de centros urbanos.
- integrantes de familias politizadas.
- miembros de organizaciones sociales.
- personas vinculadas a personas o ambientes políticos.
La génesis de la participación parece también estar vinculada con el "sentimiento de nosotros", que identifica al individuo con los objetivos y necesidades de su grupo, de acuerdo a las conclusiones obtenidas por los estudios sobre dinámica de grupos. Esa génesis se produce a través de tres momentos operativos: identificación, consenso y colaboración.
El "sentimiento de nosotros" implica, simultáneamente, la aparición del "sentimiento de los otros" (los que no son del propio grupo; por lo tanto, una amenaza potencial). Quizás ésto explique el caracter frecuentemente sectario de la participación política; muchas veces más marcado cuanto más comprometida y entusiasta sea.
Ejemplos típicos de participación política son los siguientes:
- la representación no política y no vinculante (pero de indudable gravitación política real) de sectores socioeconómicos relevantes, cerca de los entes políticos decisorios. Es el caso de los consejos asesores, etc.
- las actividades ciudadanas de utilidad comunitaria, hechas al margen del estado (reparar el edificio de una escuela, por ejemplo).
- la intervención activa en campañas electorales o en la formulación de apoyos o demandas a los gobernantes.
En estos ejemplos, la participación aparece como lo opuesto al abstencionismo político, a la apatía cívica, a la indiferencia y egoísmo social.
La elección popular de los gobernantes es condición necesaria pero no suficiente, de la representación. Ella confiere legalidad al ejercicio del poder, pero éste no sólo debe ser legal: también debe ser legítimo, y ello requiere un consenso mayoritario: la sensación social de que el accionar de un líder o de un grupo dirigente es concordante con los valores y aspiraciones dominantes en la sociedad.
La participación política, dentro del sistema, tiene dos efectos principales: por una parte, facilita el pleno cumplimiento de la normativa electoral, con lo que el gobierno es legal; por otra, permite la emergencia del consenso (si corresponde) con lo que el gobierno alcanza legitimidad. Como consecuencia de la legalidad-legitimidad, el gobierno es representativo.
Tal es en nuestra opinión, el origen de una verdadera representación política.
(2) Alfredo Mooney y Eduardo Arnoletto "CUESTIONES FUNDAMENTALES DE CIENCIA POLITICA", Ed. Alberoni, Córdoba, 1993.
(3) Norberto Bobbio "IL FUTURO DELLA DEMOCRAZIA", Einaudi Editore, Torino, 1984.
(4) H. Pitkin "THE CONCEPT OF REPRESENTATION", Berkeley, 1967.
(5) G. Sartori "SISTEMI RAPPRESENTATIVI" en "DEMOCRAZIA E DEFINIZIONI", Bolonia, 1969.
(6) Por ej. en L.W. Milbrath "POLITICAL PARTICIPATION", Chicago, 1965.
(7) F. Alberione et al. "L'ATTIVISTA DI PARTITO", Bolonia, 1967.