Eduardo Jorge Arnoletto
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c) La lucha de clases.
(1)1. Teorías marxistas de las clases.
Muchos consideran a la teoría de la lucha de clases elaborada por Carlos Marx como la única genuina teoría del conflicto.
El concepto de clase es fundamental en los estudios sociológicos sobre estratificación social, ya sean marxistas o no marxistas. Con diversos matices, dicho concepto sirve para calificar a grupos sociales cuyos miembros están vinculados por análoga situación económica y social e intereses comunes. Es un concepto que llegó a las Ciencias Sociales proveniente de la biología, donde estaba en uso desde el siglo XVIII.
En el marxismo, este concepto se ha usado preferentemente para nombrar los dos estratos más importantes de la sociedad capitalista (la burguesía y el proletariado). Para nombrar a otros estratos o grupos diferenciados, como la nobleza, el artesanado o la "clase media", se ha usado el concepto de "estamento".
Por ese motivo, originalmente se asociaba el surgimiento de las clases con el proceso de industrialización. El mismo Marx en sus escritos de juventud, se refería a la "sociedad clasista" que había reemplazado a la "sociedad estamental". Más tarde planteo su original interpretación de la historia universal como "historia de los antagonismos de clases", ampliando así notablemente la latitud del concepto.
Hay muchos antecedentes, anteriores a Marx, sobre el empleo del concepto de clase en los estudios sociológicos. Lo realmente nuevo que plantea Marx es la definición de las clases sociales según su posición en el proceso de producción, a su vez determinado por el estado de las técnicas. El concepto de clase económica, sin embargo, ya se encuentra en los fisiócratas del siglo XVIII; y, por otra parte, la idea del antagonismo entre clases también reconoce antecedentes, por ejemplo en Lorenz von Stein. Pero el marxismo, a diferencia de esos antecedentes, no trata simplemente de describir una sociedad "tal como se da", sino, como dice Dahrendorf, de lograr "una explicación (y una herramienta) del cambio en todas las formas sociales".
No hay gran precisión en el uso que Marx hace del vocablo "clase". A veces lo usa en el sentido arriba especificado; a veces designa así a estratos o sectores sociales que sólo pueden ser subgrupos de las clases principales, como la "pequeña burguesía" o los "campesinos aparceros".
No es casual que el capítulo sobre clases sociales, en "El Capital" de Marx, quedara sin terminar. En él, a diferencia del esquema simplificado de dos clases que aparece en "El Manifiesto Comunista", Marx distingue tres clases: los propietarios del trabajo, los propietarios del capital y los propietarios de tierras, cuyas fuentes de ingreso son, respectivamente, el jornal, los intereses y las rentas. La posteridad ha preferido, generalmente por razones ideológicas vinculadas con la militancia y la movilización política práctica, el esquema de dos clases, que tiene la tajante fuerza política característica de todas las dicotomías.
Por otra parte, esa tercera clase que Marx plantea en "El Capital", hace surgir un problema nada fácil de resolver: definir a qué clase pertenecen los campesinos, porque los grandes terratenientes pueden ubicarse fácilmente entre los capitalistas, mientras que los pequeños labradores tienden a proletarizarse hasta asimilarse a los que venden su trabajo. Este es, probablemente, el origen de la división que luego Lenin hizo entre los "burgueses aldeanos" ("kulaks") y el "proletariado de aldea". Es interesante anotar aquí que el marxismo-leninismo, ya en función del gobierno, como "socialismo real", tuvo siempre sus principales problemas en la inclusión del sector agropecuario en su esquema económico global, al punto que prácticamente nunca logró, no digamos abundancia en la oferta alimentaria, pero ni siquiera el autoabastecimiento, pese a los ingentes esfuerzos y programas de desarrollo intentados.
Marx aclara bien que la simple diferencia de ingresos económicos no basta para crear una clase. Tampoco la explotación económica lo origina necesariamente, aunque ayuda bastante, sobre todo a la toma de conciencia de la situación. A estas condiciones objetivas, no exentas de contradicciones, Marx le añadía, precisamente, un elemento subjetivo: la conciencia de clase.
Según Marx, la clase oprimida aspira a modificar la realidad social y a eliminarse como clase. Ese objetivo sólo puede lograrse si esa clase aparece como una entidad actuante en la historia, y ésto no se produce sin una conciencia de la situación clasista de los individuos oprimidos y explotados. Sin conciencia de clase tendríamos un conjunto de individuos en análoga situación pero no una clase.
No hay acuerdo sobre la explicación de la génesis de la conciencia de clase. Ya Saint-Simon hacía notar que los estratos oprimidos no tenían una conciencia unitaria de su situación. Von Stein, por su parte, sostenía que esa conciencia aparece con el acceso al poder de la clase aspirante. Marx, por el contrario, creía que la conciencia de clase aparece en camino hacia la toma del poder, cuando una clase descubre sus verdaderos intereses y se úne para la lucha política. Por eso plantea su famosa distinción entre la "clase en sí" y la "clase para sí".
Marx no definió claramente la forma en que ha de expresarse organizadamente la conciencia de clase, lo que alimentó muchas polémicas posteriores entre sus seguidores. Lo que sí quedó claro es que la lucha de clases es una lucha política, cuyo planteamiento es visto por el marxismo como condición previa del cambio social.
En la teoría marxista de clases, la doctrina de la lucha de clases es la pieza central. Contra lo que generalmente se piensa, Marx nunca negó que otros antes que él hubieran descubierto la lucha de clases o hubieran visto a la historia como historia de los antagonismos de clase.
Consideró, eso sí, como aportación propia y original, haber demostrado que "la lucha de clases da lugar necesariamente a la dictadura del proletariado" y que "esta dictadura sólo constituye un paso para la supresión de todas las clases y para una sociedad sin clases".
La teoría marxista de las clases cambió profundamente después de Marx:Marxistas ortodoxos: K. Kautsky, por ejemplo, enfatizaba el caracter impersonal de esa lucha de clases, que no debía ser confundida con una lucha anárquica entre individuos, y que no podía tampoco ser evitada por medio de buenas relaciones personales entre patrones y obreros. En oposición a los revisionistas, Kautsky sostenía el caracter inevitable de la lucha de clases, en el que veía la clave de la ortodoxia marxista.
Pese a ello, Lenin lo criticó por su presunto "revisionismo", por no tener en cuenta o silenciar que, siendo el estado producto de la intransigencia en la lucha de clases, la liberación de la clase oprimida sólo es posible por la revolución violenta, y por la destrucción del aparato de poder creado por la clase dominante.
Lenin enfatiza la importancia de las consecuencias políticas de la doctrina de la lucha de clases: la participación en la revolución violenta y en la destrucción de la máquina estatal como signos de sinceridad en la adhesión a la lucha de clases.
Revisionistas: es larga y compleja la historia de los intentos de modificar la doctrina marxista original. En otra parte de esta obra ya nos hemos referido con cierta amplitud a esos procesos (ver capítulo 4 ), por lo cual aquí sólo vamos a describir brevemente algunos de los principales, y sólo en lo referente al tema de la lucha de clases. En algunos casos pueden advertirse en estos intentos notables anticipaciones de procesos que luego se verificarían en la realidad histórica y que entroncan con la actual, profunda crisis del "socialismo real".
Peter Lavrov, en polémica con Engels, interpretó la lucha de clases al estilo del darwinismo social, como una expresión de lucha por la existencia.
Sergej Bulgakov, de inspiración neokantiana, redujo la doctrina de la lucha de clases a un puro esquema mental, sin base objetiva en la realidad social, con lo que la despojó de su gravitación movilizadora hacia el cambio social efectivo. En otras palabras, la despojó de su potencial revolucionario.
A. Adler, otro kantiano, sin embargo deducía la lucha de clases de la concepción kantiana sobre "el antagonismo natural de los grupos sociales", para mostrar la afinidad del kantismo y el marxismo.
Otto Bauer acuñó el concepto de "equilibrio de fuerzas de las clases", indudablemente una interesante idea para explicar desde un punto de vista marxista las emergentes democracias occidentales. Tanto Adler como Bauer decían que hay épocas en las que ninguna de las dos clases tiene fuerzas para dominar a la otra. En esas épocas no se puede realizar la democracia social, que es propia de las sociedades sin clases, pero el empate de fuerzas permite realizar la democracia política.
Georgij Plejanov no admitió a la revolución de octubre como expresión de la lucha de clases. La consideraba una guerra civil que los bolcheviques habían promovido prematura e imprudentemente, en beneficio indirecto del imperialismo alemán.
Konstantin Tachtarev temía que la continuación de la lucha de clases llevará a un gobierno unipersonal y a una dictadura del partido, por lo que postulaba, luego de un período de lucha de clases como el ocurrido en Rusia en 1917, un periodo de "reconciliación entre las clases". Hay en Tachtarev una notable anticipación del fenómeno del stalinismo y de su más perdurable secuela: la burocracia autoritaria ("Nomenklatura"), que están en el origen de la actual crisis disruptiva del "socialismo real".
Lenin mismo participaba en alguna medida de esta idea de "reconciliación" entre las clases, al menos en lo referente a las masas campesinas, no así a las fuerzas burguesas, aunque en la práctica de gobierno hubo de apelar a los administradores y economistas zaristas para sacar adelante el "Nuevo Orden Económico".
Neomarxistas: en décadas más recientes, en este periodo que los neomarxistas llaman "de capitalismo tardío", la teoría marxista de la concentración de la riqueza tiene aun cierto andamiento, al menos en el nivel macroeconómico, más no así las de la pauperización progresiva y la del derrumbamiento del desarrollo social.
Jürgen Habermas, en base a estas constataciones, afirma que el antagonismo de clases ya no se puede atizar como conflicto político. El objeto de todo sistema político es estabilizar la economía y asegurar la lealtad política de las masas -dice Habermas- "de modo que el conflicto de clases que amenaza al sistema permanezca latente".
Herbert Marcuse y otros neomarxistas hacen notar que constituye una traba para el modelo dicotómico de clases la difusión en el mundo obrero (excepto entre los peones no cualificados y los obreros extranjeros inmigrantes ilegales) de pautas de vida similares a las que ya anotaba Lenin cuando hablaba de la "aristocracia obrera".
Actualmente, al menos en los países europeos desarrollados, únicamente los desocupados de larga data y los inmigrantes clandestinos responden a la definición técnica del proletariado. Esta situación viene dándose aproximadamente desde la década de los sesenta, razón por la cual desde entonces la izquierda radicalizada se apartó de la argumentación económica de la lucha de clases y adoptó una argumentación psicologista, en clave freudiana. El proletariado fue así sustituido, en cuanto sujeto revolucionario, por la "intelectualidad progresista", y la polémica ideológica, muy viva en las décadas de los sesenta, fue conceptualizada como expresión de la lucha de clases.
En años más recientes, al precipitarse la crisis disruptiva que afectó al socialismo real en los países de Europa oriental y de la U.R.S.S., colapsada hoy por una crisis económica profunda y una tendencia disolvente de la unión por la vehemente emergencia de los nacionalismos originarios, volvió a cambiar el rol de los comunismos europeos occidentales, tanto en el campo intelectual, donde la polémica se ha internalizado y gira en torno de su propia perduración doctrinaria, como en el campo propiamente político, donde se advierte una tendencia a rehuir la denominación "comunismo" y los pertinentes símbolos, y a buscar uns vinculación nueva con el conjunto de las fuerzas de izquierda, para estructurar, desde la oposición, una crítica humanizante, ética y hasta ecológica a los pragmatismos de inspiración neoliberal que hoy gobiernan, muchas veces bajo el nombre de "socialismo", como en España y Francia. Estos episodios muestran una vez más la sensibilidad de las teorías políticas y de las doctrinas ideológicas a los avatares de los procesos políticos reales.