HISTORIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN MÉXICO
(Siglos XVIII, XIX y XX)
ANTOLOGÍA BIBLIOGRÁFICA COMENTADA
Jorge Isauro Rionda Ramírez
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59. WARMAN, Arturo (1976) El
reparto. En
y venimos a contradecir . Los campesinos de Morelos y el
estado nacional. Centro de investigaciones superiores del INAH. Cap. IV.
México. Pp. 148 212.
La revolución mexicana deja muchas dudas una vez realizada la
constitución de 1917 y ante los primeros repartos de tierras. El
ejército constitucionalista es tan brutal como lo era el ejército
federal de la época del porfirismo. Las leyes agrarias sirvieron más
para aislar y contener los movimientos agraristas que para resolver el
problema agrario, de hecho mucho del reparto de tierras se les dio a sus
antiguos dueños, se sostiene que Carranza más que repartir la tierra se
dedica a devolverla (Warman, 1976; Pp. 148 212).
La revolución mexicana causó que la población del país experimentara una
fuerte disminución: en 1910 la población nacional era de 15.2 millones,
y para 1921 baja a 14.3 millones.
Los caudillos militares sacaron mucho provecho de la revolución mexicana
pues de origen clase mediero y de provincia, mantuvieron estrecha
relación con los hacendados y el reparto muchas veces les dotó de
tierras como canonjía de sus méritos por su desempeño militar durante la
revolución. Conformaron a su vez la nueva clase política del país.
Surgieron movimientos reaccionarios al carecer el ejército
constitucionalista de identidad ideológica, los hacendados volvieron a
adquirir el poder, y el gobierno post revolucionario retomaba ideales
liberales que emprendieron iniciativas de Gobierno a favor de la
consolidación de un capitalismo liberal. No es hasta el periodo de
Lázaro Cárdenas, durante la década de los 30 que el gobierno se sesga a
una ideología social demócrata y rescata los ideales de la auténtica
revolución mexicana, dejando atrás la pasión por el liberalismo
reaccionario de las clases medias y urbanas del país.
Morelos fue una de las entidades donde se atendió de inmediato el
reparto aunque de forma provisional (1923), puesto que el reparto
realizado con Emiliano Zapata no deja un registro de su acción agraria.
Uno de los principales problemas que se tuvieron a la hora de repartir
las tierras era la provisión del agua, de tal forma que la dimensión de
los ejidos debía contemplar y compensar las carencias de este vital
líquido, lo cual no era cuestión de fácil manejo.
El gobierno de Álvaro Obregón trata de conciliar las fuerzas
revolucionarias agrarias con el nuevo proyecto de nación, por lo que el
Estado adquiere un carácter de abierto populismo, con un papel mediador
y conciliador de las contiendas políticas y post revolucionarias.
Los problemas agrarios en su momento son vitales tanto para la
pacificación del país como para echar a andar el capitalismo moderno.
Existen por otro lado la necesidad de vitalizar la economía mexicana
mediante la promoción de exportaciones que doten de solvencia a la
moneda nacional, así como la fuerte presión que imprime la deuda
externa.
Existieron algunos leves levantamientos armados post revolucionarios por
la existencia, todavía, de caciques, como en 1924 con el levantamiento
de Adolfo de la Huerta por su inconformidad contra Obregón al concederle
el poder a Plutarco Elías Calles como su sucesor. La paz social no era
un juego sencillo, en 1926 se tuvo también el levantamiento en el
occidente y centro del país de los cristeros. Movimiento promovido por
la Iglesia católica a favor de rescatar sus canonjías perdidas desde
tiempos de Benito Juárez, como promover sus intereses dentro de la nueva
conformación de un Estado post revolucionario que era más jacobino que
los bolcheviques.
En 1929 se funda el Partido Nacional Revolucionario, necesario para
poder encausar las fuerzas políticas que desata el asesinato de Álvaro
Obregón y en la búsqueda de una sucesión presidencial ordenada.
El reparto agrario pretendía, más que regresar la tierra a los indígenas
y campesinos, fundar las bases de la pequeña propiedad, tan necesaria
como fundamento del capitalismo, por lo que la Ley reglamentaria sobre
repartición de tierras ejidales y constitución del patrimonio familiar
de 1925, orienta las iniciativas a solventar las bases de la propiedad
privada de corte capitalista y liberal.
El liberalismo post revolucionario lo enarbolan los caudillos de la
revolución mexicana, quienes desean acabar con toda forma de orden
feudal, heredado desde tiempos coloniales, a cambio de un nuevo orden
económico capitalista. Se deseaba una hacienda con una producción ya no
de autoconsumo, sino excedentaria, con una producción ampliada, moderna
y con fines de exportación. Se procura la liberación de la fuerza de
trabajo de la servidumbre, a cambio de un trabajo libre, propietario de
un modesto pero lucrativo patrimonio.
Estos liberales post revolucionarios ven a la Iglesia Católica como una
fórmula de oscurantismo y causa del atraso y la ignorancia del pueblo.
Institución que promueve las sociedades estamentarias, la Iglesia
católica es la principal instancia a derrumbar en favo de la democracia.
Instauradora de un mundo de mansedumbre, servidumbre, de la superchería
y la sinrazón, educadora de la resignación. Por ello, las iniciativas de
conformar un nuevo Estado post revolucionario moderno iban de nueva
cuenta contra la existencia de la Iglesia católica.
El agrarismo desordenado, corrupto y obediente a intereses de los
políticos y burócratas, en los años 20 no logra resolver las demandas
surgidas con la revolución mexicana, y en los años 30 el agrarismo
adquiere su sesgo de radicalización socialista y de izquierda (desde el
discurso desde luego, nuevo fórmulas de demagogia de Estado). Destaca la
Liga Nacional Agrarista que funda Úrsulo Galván, líder veracruzano, de
1926, que promueve un programa de socialización de la tierra.
La crisis mundial de 1929 deja su huella en la economía mexicana que
desde 1926 compensaba la caída en la producción del petróleo con la
promoción de otras exportaciones mexicanas, mismas que no lograron
sostener la situación financiera de una moneda nacional sólida y
solvente. Las exportaciones mexicanas se ven paulatinamente disminuidas
hasta llegar a ser un tercio de las de 1925 en 1932. Con esto la década
de los años 30 es un periodo de estancamiento. En 1940 se re incentiva
la economía nacional gracias a la demanda externa creciente de
exportaciones mexicanas sustentadas en el marco de la Segunda Contienda
Mundial. En dicho año México recupera su volumen de exportaciones
similar al que presentaba en 1925. Y de 1940 en adelante el crecimiento
es estable y sostenido hasta el primer lustro de los años 70.