Antonio Luis Hidalgo Capitán
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4. La génesis del sistema económico mundial
Si observamos la historia reciente de las relaciones económicas capitalistas entre los seres humanos, podemos apreciar como, poco a poco, dichas relaciones han ido transcendiendo las fronteras de los sistemas económicos capitalistas nacionales, con diferentes estructuras pero con idéntica organización, hasta alcanzar unos niveles que hacen difícil distinguir a unos sistemas de otros; las fronteras de dichos sistemas se han diluido y ha aparecido una nueva frontera, que permite distinguir un sistema económico capitalista casi-mundial (sistema económico mundial) de su entorno.
Las relaciones económicas más allá de las fronteras de los sistemas económicos nacionales no son nuevas y han existido desde el origen de dichos sistemas, pero lo que sí ha variado en los últimos años, en particular desde mediados de los años setenta, ha sido la intensidad de dichas relaciones. Al proceso de conformación del sistema económico mundial a partir de la extensión masiva de las relaciones económicas capitalistas entre los seres humanos más allá de las fronteras de los sistemas económicos capitalistas nacionales producida desde mediados de los años setenta, es a lo que llamamos globalización económica o globalización de la economía (1).
Para aquellos observadores capaces de distinguir en la actualidad un sistema económico mundial, como es nuestro caso, la globalización de la economía como génesis de dicho sistema, ya ha concluido; pero para aquellos observadores que no sean aún capaces de distinguir dicho sistema, aunque perciban ciertos alteraciones en las fronteras de los sistemas económicos capitalistas nacionales, la globalización se estaría produciendo aún. Por tanto, desde nuestra perspectiva, la actual intensificación, aún mayor, de las relaciones económicas capitalistas entre seres humanos dentro del sistema económico mundial no es más que el desarrollo de dicho sistema.
No obstante, las fronteras del sistema económico mundial no parecen ser fijas, sino todo lo contrario. La pérdida de identidad de los sistemas económicos socialistas nacionales del este de Europa, y su posterior desintegración, permitió la expansión territorial del sistema económico mundial al tiempo que se iba conformando; y, en la medida que a los sistemas económicos socialistas nacionales que aún perviven les suceda lo mismo, el sistema económico mundial continuará su expansión territorial. Lo mismo rezaría respecto de los sistemas económicos comunitarios locales.
Lo más relevante de la globalización es que se trata de un proceso espontáneo, es decir, que una vez que se dieron las condiciones suficientes ( ) ocurrió de manera inevitable (Maturana y Varela, 1991: 43). Dicha espontaneidad supone que no es necesario que el sistema económico mundial posea ninguna finalidad o plan que subyace en todo sistema y que éste desvela con su funcionamiento en el tiempo. Consideramos que el sistema económico mundial no surge para algo, sino que simplemente surge, espontáneamente, y que no hay un determinismo teleológico; por ello, la atribución de finalidad a dicho proceso pertenece "sólo al ámbito reflexivo del observador como comentarios que él o ella hace al comparar y explicar sus distinciones y experiencias en distintos momentos de su observar" (Maturana, 1994: 29).
Sin embargo, el aparente determinismo de la espontaneidad es sólo un determinismo a posteriori; sólo conociendo la secuencia completa de acontecimientos que desembocaron en la emergencia del fenómeno, en nuestro caso la globalización, podemos concluir que dicho fenómeno fue espontáneo. A priori, la determinación de un fenómeno sólo podría afirmarse si se diesen exactamente las mismas condiciones que las que permitieron la emergencia anterior de dicho fenómeno, lo cual es completamente imposible debido a la irreversibilidad del tiempo. De aquí se deriva que el único concepto válido de tiempo es el de tiempo histórico (o irreversible), que es aquel intervalo de tiempo en el cual el contenido de un instante depende del contenido de cada uno de los instantes que lo precedieron (Granger, 1955: 157).
Al igual que la finalidad, el azar tampoco existe en los dominios fenomenológicos. En la medida en que todo fenómeno tiene sus causas, sin las cuales el mismo no tendría lugar, el azar pertenece sólo al dominio reflexivo del observador. El observador considera aleatorio todo aquel fenómeno cuya secuencia de acontecimientos previos no es capaz de conocer, por lo que el azar se va convirtiendo en determinismo a medida que aumenta el conocimiento del observador sobre dicha secuencia.
Teniendo en cuenta todo esto, podemos afirmar que la globalización de la economía se produjo cuando se dieron las condiciones para ello. Dichas condiciones, vistas a posteriori, estarían vinculadas con el triunfo del neoliberalismo como ideología dominante, que permitiría la apertura comercial y financiera de los sistemas económicos capitalistas nacionales, y con la revolución tecnológica basada en las tecnologías de la informática y las telecomunicaciones, que permitiría prescindir de la simultaneidad espacio-temporal para muchas relaciones económicas trasladando las mismas a una dimensión virtual.
La desintegración de los sistemas económicos socialistas nacionales, si bien fue simultánea al proceso de globalización y permitió la expansión territorial del emergente sistema económico mundial, no puede considerarse como una causa de dicha emergencia.
Pero no bastaba con el triunfo del neoliberalismo ni con la revolución tecnológica para que la globalización emergiera, era imprescindible que los seres humanos, de forma individual, pero sobre todo de forma colectiva, decidieran aumentar sus relaciones económicas transfronterizas. En última instancia, la voluntad colectiva de los seres humanos que conformaban los sistemas económicos capitalistas nacionales fue la causa última tanto del triunfo del neoliberalismo, como de la revolución tecnológica, como del aumento mismo de las relaciones económicas transfronterizas.
Por tanto, en la voluntad (2) tenemos una causa no causada (Hodgson, 1993 [1995]: 309), una causa última de todos los fenómenos sociales, vinculada con el hecho de que los seres humanos poseen sistema nervioso, conducta, capacidad para conocer, capacidad para modificar la conducta y capacidad para aprender.
El agente intencionado humano ( ) puede cambiar sus objetivos, y lo que es más, esto puede ocurrir sin que se produzca ningún estímulo externo ( ). La capacidad de cambiar tanto el comportamiento como los objetivos sin estímulo externo significa que los humanos tienen voluntad, y que algunas elecciones son elecciones reales (Hodgson, 1993 [1995]: 309).
Recapitulando, desde nuestra perspectiva de observadores, podemos decir que la globalización como proceso de aparición espontánea de un sistema económico mundial, en última instancia, es el resultado de la combinación de innumerables decisiones, individuales y colectivas, de incontables seres humanos pertenecientes a distintos sistemas económicos capitalitas nacionales, de las que se ha derivado la extensión masiva de las relaciones económicas capitalistas transfronterizas.
1. Aunque en realidad lo que se globalizan son las relaciones económicas capitalistas entre seres humanos.
2. Desde una perspectiva fenomenológica, la voluntad individual es el resultado de una serie de complejos procesos neuronales, desconocidos por el observador, pero biológicamente determinados; no obstante, en el dominio de los fenómenos económicos, ante el observador, la voluntad individual aparece como una conducta indeterminada del ser humano. La voluntad colectiva, sin embargo, sería el resultado de un proceso de comunicación entre seres humanos con voluntades independientes y biológicamente determinadas.