Ser un guerrero implicaba, en este caso, estar siempre en guardia contra la natural brusquedad de la conducta humana. Un guerrero es, en esencia, un ser implacable, de recursos muy fluidos y de gustos y conducta muy refinados; un ser cuya tarea en este mundo es afilar sus aristas cortantes, una de las cuales es la conducta, para que asà nadie sospeche su inexorabilidad.
La muerte no es un enemigo, aunque asà lo parezca. La muerte no es nuestra destructora, aunque asà lo pensemos. La muerte es un pensamiento Superior.
¿Qué es el acecho?
Es un modo de conducta especial que se ajusta a ciertos principios; una conducta secreta, furtiva y engañosa, que está diseñada para darle a uno algo asà como una sacudida mental. Por ejemplo, acecharse a uno mismo significa darse un sacudòn usando nuestra propia conducta en una forma astuta y sin compasión.
Cuando la conciencia de ser de los brujos se atasca debido a la enormidad de lo que perciben, lo mejor o tal vez lo único que se podÃa hacer era usar la idea de la muerte para provocar ese sacudòn mental que era el acecho.
La noción de la muerte es de monumental importancia en la vida de los brujos, ya que es lo que nos da cordura y fortaleza es saber que nuestro fin es inevitable.
Por tanto, nuestro error más costoso (irracional) es permitirnos no pensar en la muerte. Es como si creyéramos que, al no pensar en ella, nos vamos a proteger de sus efectos. Y es asÃ, como los seres humanos comunes creen que dejar de pensar en la muerte ciertamente los protege de preocuparse acerca de morir.
Podemos decir que si sirve para ese propósito. Pero es un propósito indigno, para cualquiera. Para los brujos, es una farsa grotesca. Sin una visión clara de la muerte, no hay orden para ellos, no hay sobriedad, no hay belleza. Los brujos se esfuerzan sin medida por tener su muerte en cuenta, con el fin de saber, al nivel mas profundo, que no tienen ninguna otra certeza sino la de morir. Saber esto da a los brujos el valor de tener paciencia sin dejar de actuar, le da el valor de acceder, el valor de aceptar todo sin llegar a ser entupidos, les da valor para ser astutos sin ser presumidos y, sobre todo, les da valor para no tener compasión sin entregarse a la importancia personal.
Â…este morir incesante
Tenaz, esta muerte viva,
¡OH Dios! Que te está matando
En tus hechuras estrictas,
En las rosas y en las piedras,
En las estrellas ariscas
Y en la carne que se gasta
Como una hoguera encendida,
Por el canto, por el sueño,
Por el color de la vista.
…que acaso te han muerto allá
Siglos de edades arriba,
Sin advertirlo nosotros,
Migajas, borra, cenizas
De ti, que sigues presente
Como una estrella mentida
Por su sola luz, por una
Luz sin estrella, vacÃa,
Que llega al mundo escondiendo
Su catástrofe infinita.
Autor: José Gorostiza
A los brujos no les interesa de qué trata el poema. Solo les interesan los sentimientos que el anhelo del poeta les brinda. Ellos sienten su anhelo y lo toman prestado y toman prestada la belleza. Y se maravillan ante el hecho de que el poeta, como un verdadero guerrero, la derroche en los que la reciben, en los que la aprecian, ese impacto de la belleza, es el acecho.
El desatino controlado es un arte. Un arte sumamente molesto y difÃcil de aprender. Muchos brujos no tienen aguante para eso, no porque tenga nada de malo, sino porque hace falta mucha energÃa para ejercitarlo.
Los acechantes que practican el desatino controlado creen que, en cuestiones de personalidad, toda la especie humana cae dentro de tres categorÃas.
1. Las personas de la primera categorÃa:
Son los perfectos secretarios, ayudantes y acompañantes. Tienen una personalidad muy fluida, pero su fluidez no nutre. Sin embargo, son serviciales, cuidadosos, totalmente domésticos, e ingeniosos dentro de ciertos limites; chistosos, de muy buenos modales, simpáticos y delicados. En otras palabras, son la gente más agradable que existe, salvo por un enorme defecto: no pueden funcionar solos. Necesitan siempre que alguien los dirija. Con dirección, por dura o antagónica que pueda ser, son estupendos. Por si mismos, perecen.
2. Las personas de la segunda categorÃa:
No tiene nada de agradable. Los de ese grupo son mezquinos, vengativos, envidiosos, celosos y egocéntricos. Hablan exclusivamente de sà mismos y habitualmente exigen que la gente se ajuste a sus normas. Siempre toman la iniciativa, aunque esto lo haga sentir mal. Se sienten totalmente incómodos en cualquier situación y nunca están tranquilos. Son inseguros y jamás están contentos; cuanto más inseguros se sienten, más desagradable es su comportamiento.
3. En la tercera categorÃa:
Están los que no son ni agradables ni antipáticos. No sirven a nadie, pero tampoco se imponen a nadie. Más bien, son indiferentes. Tienen una idea exaltada de sà mismos basada solamente en sus fantasÃas. Si son extraordinarios en algo es en la facultad de esperar a que las cosas sucedan. Por regla general esperan ser descubiertos y conquistados; tienen una estupenda facilidad para crear la ilusión de que se traen grandes cosas entre manos; cosa que siempre prometen sacar a relucir, pero nunca lo hacen, porque, en realidad, no tienen nada.
Somos seres simples; cada uno de nosotros pertenece a una de las tres.