EL CONOCIMIENTO SILENCIOSO

EL CONOCIMIENTO SILENCIOSO

Ramón Ruiz Limón

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EL TERCER CENTRO ABSTRACTO

El tercer centro abstracto se llama los Trucos del Espíritu, o los trucos de lo abstracto, o el acecharse a sí mismo, o el desempolvar el vínculo con el intento.

Y otra vez, como en el caso del primer y segundo centro abstracto, hay una historia básica.

La historia dice que, después de tocar la puerta del hombre de quien ya hablamos sin tener ningún éxito, el espíritu siguió el único camino posible: el ardid. Después de todo, el espíritu había resuelto sus dificultades anteriores como el hombre por medio del ardid. Era obvio que si quería que ese hombre le prestara atención debía engatusarlo de nuevo. De esa manera, el espíritu empezó a instruirlo en los misterios de la brujería. Y así es como el aprendizaje de la brujería se transformo en lo que es una ruta de artificio y subterfugio.

La historia dice que el espíritu engatuso al hombre haciéndolo cambiar una y otra vez de niveles de conciencia, con el fin de explicarle en ambos reinos cómo ahorrar energía y reforzar su vinculo de conexión.

Si aplicamos esta historia a un ambiente moderno, nos encontraríamos con el caso del nagual, conducto viviente del espíritu, que repite la estructura de este centro abstracto y recurre al artificio y subterfugio para enseñar.

Cada historia es una tragicomedia abstracta con un actor abstracto, el intento y dos actores humanos, el nagual y su aprendiz. El guión era el centro abstracto.

¿Cuál es el proceso que emplea el nagual para llevar a su aprendiz al reino del espíritu?

Un procedimiento que los brujos llaman quitar el polvo del vínculo de conexión con el intento.

“Lo primero que hace un nagual con su aprendiz es jugarle una treta; en otras palabras, le da un empellón en su vinculo con el espíritu. Hay dos formas de hacerlo.

Una es por medios seminormales, con alguna planta de poder, y la otra es directamente por medio de la brujería.

El arte del acecho es un arte aplicable a todo, y que consiste en cuatro facetas o principios.

1. El no tener compasión.
2. El ser astuto.
3. El tener Paciencia, y
4. El ser Simpático.

La experiencia de los brujos es tan descabellada, que ellos se acostumbran a acecharse a sí mismos con ella, haciendo hincapié en el hecho de que somos perceptores y de que la percepción tiene muchas más posibilidades de las que puede concebir la mente.

A fin de protegerse de esa inmensidad de la percepción, los brujos aprenden a mantener una mezcla perfecta de no tener compasión, de tener astucia, de tener paciencia y de ser simpáticos. Estas cuatros bases están entrelazadas de modo inextricable. Los brujos las cultivan intentándolas. Estas bases son, naturalmente posiciones del punto de encaje. Todo acto realizado por un brujo es deliberado en pensamiento y realizado y está, por definición, gobernado por esos cuatro principios fundamentales del acecho.

Se debe de comprender que, para algunos hombres, usar ropas de mujer es la puerta de estrada a la conciencia acrecentada. De hecho, vestir a un brujo macho de mujer es más eficaz, para entrar a la conciencia acrecentada, que empujar su punto de encaje, pero más difícil de ejecutar.

Se puede decir, piensa Don Juan que algunas mujeres son acechadoras innatas. Y convencido de ello, sostenía que sólo en ropa de mujer podía el hombre común aprender el arte del acecho.

Un guerrero no debe tener compasión de nadie, pero debe ser encantador, debe ser astuto, pero muy decente, debe tener paciencia, pero deber ser muy activo, debe ser muy simpático y al mismo tiempo aniquilador.

El primerísimo principio del acecho es que un guerrero se acecha a sí mismo. Se acecha a sí mismo sin tener compasión, con astucia, paciencia y simpáticamente.

Don Juan define al acecho como el arte de usar la conducta de un modo original, con propósitos específicos. Dice que la conducta normal, en el mundo cotidiano, es rutinaria. Cualquier conducta que rompe con la rutina causa un efecto desacostumbrado en nuestro ser total.

Los brujos videntes de la antigüedad (México precolombino) vieron que la conducta desacostumbrada producía un temblor en el punto de encaje. Encontraron luego que, si se practica la conducta desacostumbrada de manera sistemática e inteligente, a la larga, esta practica fuerza al punto de encaje a moverse.

El verdadero desafío para esos brujos videntes fue encontrar un sistema de conducta que no fuera trivial o caprichoso, y que fuera capaz de combinar la moralidad y el sentido de la belleza que distinguen a los brujos videntes de los simples hechiceros. Y ese sistema se llama el arte del acecho.

Cualquiera que logre mover su punto de encaje a una nueva posición es un brujo. Partiendo de esta nueva posición, un brujo puede hacer toda clase de cosas buenas o malas a sus semejantes. Por lo tanto ser brujo, es como ser zapatero o panadero. La meta de los brujos videntes es sobrepasar esa condición. Ser más que brujo. Y para eso necesitan belleza y moralidad.

Para los brujos, el acecho es la base sobre la cual construye todo lo de más. Pero para algunos de ellos no les gusta el término acecho. Se les hace muy pesado; pero ese nombre se le aplicó porque consiste en comportarse de manera clandestina y furtiva. También se lo llama el arte del sigilo o el arte del desatino controlado, pero ambos términos es igualmente pesado.

Los brujos dicen que la conciencia acrecentada es la puerta de entrada al intento, y la utilizan como tal. Los brujos están dentro del mundo, pero ya no pertenecen al mundo cotidiano. La meta del nagual es la libertad.

Ese conocimiento está ahí a disposición de todos. Está ahí para ser sentido, para ser usado, pero no para ser explicado. El conocimiento natural del intento está a disposición de cualquiera, pero el dominarlo le corresponde sólo a quienes lo sondean. Porque el intento es una fuerza que no puede describirse y mucho menos representarse.

El descenso del espíritu es un acto de revelación. El espíritu nos espera emboscado y luego desciende sobre nosotros su presa, ese descenso siempre viene velado. Sucede, pero parece no haber sucedido en absoluto.

Este cuarto centro abstracto (el descenso del espíritu) nos acontece cuando el espíritu corta las cadenas que nos atan a nuestro reflejo. Cortar nuestras cadenas es algo maravilloso, pero también algo fastidioso porque nadie, ningún ser humano, desea ser libre, siempre tiene algún apego, o algún deseo de algo; eso es lo que le impide al hombre cotidiano aceptar al espíritu. Una vez que nuestras cadenas están rotas, ya no estamos atados a las preocupaciones del mundo cotidiano. Aún estamos en el mundo cotidiano, pero ya no pertenecemos a él.

Los brujos creen que, hasta el momento mismo en que desciende el espíritu, cualquier brujo puede dejar la brujería, puede alejarse del espíritu, pero ya no después.