APUNTES DE TEORÍA Y POLÍTICA MONETARIA
Mario Alberto Gaviria Ríos
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LA POLÍTICA ECONÓMICA
A partir de sus hallazgos y la búsqueda de una mejor comprensión de las leyes de movimiento que determinan las expansiones y contracciones, Keynes desarrollo un esquema conceptual para analizar la evolución del nivel de actividad y empleo. Con este desarrollo teórico fundó la macroeconomía como disciplina especializada dentro de la ciencia económica. Armado con su nueva teoría, Keynes se envolvió activamente en la polémica sobre las políticas públicas posibles e indicadas para sacar a las economías de la condición de desempleo.
La macroeconomía, como nueva disciplina, destacó tres instrumentos principales de políticas públicas: la política cambiaria, la política fiscal -de gasto y tributación y la política monetaria. Esta manera de concebir la gestión de los Estados se cristalizó en adelante en la forma habitual en que los gobiernos pensaban, organizaban y ejecutaban sus acciones, primero en las economías desarrolladas y después en el resto del mundo. El establecimiento de instituciones especializadas en la recolección de la información necesaria y en la ejecución de las políticas macroeconómicas se convirtió en un elemento constitutivo de esos estados modernos.
La preferencia de Keynes por la política fiscal, en desmedro de la política monetaria, derivaba de sus importantes descubrimientos acerca del funcionamiento de los mercados financieros. En lo que constituye una pieza esencial de su teoría, comprendió que esos mercados son intrínsecamente ineficientes para determinar tasas de interés que induzcan el volumen de inversión necesario para que la sociedad alcance el pleno empleo.
Los mercados financieros se equilibran con tasas de interés inadecuadas porque están regidos por las expectativas de los inversores financieros, sujetas a convenciones que pueden ser volátiles, a corrientes de opinión que pueden pasar rápidamente del optimismo al pesimismo y viceversa. Esta visión de Keynes se aplica en los mercados bancarios, de bonos y de acciones, pero también en otros mercados de activos, como los de tierras e inmuebles y, singularmente, en los mercados cambiarios.
En concreto Keynes consideró que existían dos posibilidades de fracaso de la política monetaria. La primera, relacionada con las ineficiencias observadas en los mercados financieros, tiene que ver con la presencia de lo que él llamó trampa de la liquidez o, equivalentemente, la preferencia absoluta por la liquidez (Keynes, Teoría General, 185).
Puede presentarse una situación en la que las tasas de interés actuales están anormalmente bajas. Ante ello las personas en general esperarán un incremento suficientemente rápido y significativo de las mismas, por lo que estarán poco dispuestas a poseer títulos valores prefiriendo el dinero. En este punto la demanda agregada de dinero se hace perfectamente elástica a la tasa de interés.
Dado ese estado de cosas, una decisión del Banco Central de incrementar la oferta monetaria no induce a las personas a adquirir títulos, como se observó en la situación inmediatamente anterior. Ello dado que el riesgo de pérdida de la posesión de títulos es muy grande, si se tiene en cuenta el bajo nivel de las actuales tasas de interés y el incremento esperado. Las personas prefieren conservar todo ese nuevo dinero, esperando una situación más conveniente. Entonces cualquier aumento en la oferta de dinero será absorbido sin ningún descenso en la tasa de interés y el Banco Central habrá perdido el control efectivo sobre esa variable.
La otra posibilidad de fracaso considerada por Keynes tiene que ver con ciertas situaciones en las que la inversión se muestre insensible a la tasa de interés. Normalmente se espera que la inversión aumente a medida que disminuye la tasa de interés, pero esto no ocurrirá si de manera paralela cae la eficiencia marginal del capital.
En períodos de alto desempleo tiende a deprimirse esa eficiencia marginal del capital, pues las condiciones de realización de la producción se debilitan y, por consiguiente, el flujo de ingresos esperado es menor. En este sentido, Keynes consideró que en tales circunstancias la sensibilidad de la inversión a la tasa de interés es menor y la capacidad de la política monetaria para estimular la inversión tiende a ser nula: si nos vemos tentados de asegurar que el dinero es el tónico que incita la actividad del sistema económico, debemos recordar que el vino se puede caer entre la copa y la boca (Keynes, Teoría General, 156).