Gerardo D. Juárez Martínez
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A lo largo de su historia, la educación ha estado íntimamente ligada a las instituciones que se constituyen como fuente del poder, independientemente de la forma de gobierno que se viva en un momento determinado. La educación es política de Estado (Platón, citado por Fullat: 1984, 83), ya que se considera que la educación es un mecanismo de éste para mantener una identidad nacional, mediante la transmisión de valores, tradiciones y el cultivo de cierta ideología, acorde a la de quienes ostentan el poder dentro del Estado. Otra de las razones por las que se considera a la educación como asunto de Estado es la justicia social, ya que se piensa que la educación contribuye a la disminución de la desigualdad; en este sentido, se ha visto cómo la revolución mexicana de corte eminentemente social, vino a elevar a rango constitucional, el derecho a la educación en la constitución de 1917; en un evidente reconocimiento de que la educación es un medio para abatir la ignorancia, y por consecuencia de ello, disminuir la brecha provocada por la desigualdad social. En este sentido, creo que la política educativa en México ha fallado, ya que la educación no ha funcionado como elemento de justicia social, primordialmente, porque se presentan fallas serias en la operación del sistema educativo, las cuales fueron documentadas en un estudio (Guevara Niebla: 1995) en el que se detectan algunos rasgos del sistema educativo mexicano, como son: Baja calidad, desarticulación entre niveles y modalidades, irrelevancia de contenidos en el mundo real, evaluación deficiente y financiamiento educativo insuficiente, por señalar sólo algunos.