CORRESPONDENCIA ENTRE EL CRECIMIENTO ECONÓMICO Y LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA POBLACIÓN
Dr. Pedro Maldonado Cruz
M.C. José del Carmen Palma Sosa
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Factores Demográficos que Inciden en la Pobreza
Progreso Técnico y Educación
En la nueva concepción de crecimiento y desarrollo a largo plazo, la creatividad económica y técnica de la población adquiere una importancia estratégica. La calificación adecuada de los recursos humanos conduce a una mayor incorporación y difusión del progreso técnico en el proceso económico, a la elevación de la productividad total de los factores y una creciente acumulación de capital; ello sustentaría, en igualdad de otros elementos, la expansión del producto. Pero este proceso, que debe ser sostenido, necesita una suerte de reposición continua del “inventario” de mano de obra adecuadamente calificada; si lo anterior es valido, es indudable que la persistencia de desiguales oportunidades de acceso social a los beneficios del progreso económico limita dicho proceso (Rivadeneira, 2000: 27).
Existe consenso en que la productividad basada en la creciente incorporación del progreso técnico es la principal fuerza base de la competitividad a largo plazo, corresponde mencionar que, además, el progreso técnico es sistemático, pues es resultado de una búsqueda deliberada y en la que intervienen diversos agentes que deben articularse para evitar la presencia de eslabones débiles que generen una solución de continuidad en la cadena de investigación, invención , producción, comercialización y seguimiento. La competitividad también es global, puesto que las economías exitosas no se ven restringidas a operar solo con los progresos producidos nacionalmente y procura incorporarlas mejoras desarrolladas en otros países (Bajraj, 2000: 11).
La inversión en capital educativo es un instrumento central para la reducción de la pobreza y la disminución de la desigualdad, particularmente por su capacidad para promover la movilidad social y romper con la transmisión intergeneracional de la privación. La educación incide de una manera fundamental en el nivel de vida de las personas, no solo por su vinculación con la posterior inserción laboral, sino por sus consecuencias en ámbitos tan variados como el cuidado de la salud, el desarrollo de capital social, o el fortalecimiento de los sistemas democráticos. Si bien en América Latina se han conseguido progresos notables en los niveles educativos de la población en términos generales, subsisten diferencias importantes entre grupos socioeconómicos. Sin desconocer que las características y habilidades propias de cada individuo son relevantes en la determinación de sus logros educativos, es evidente que la desigualdad en el acceso a las oportunidades formativas juega un papel preponderante (CEPAL, 2004: 26).
Podría afirmarse entonces, y sin que esto signifique que estamos postulando una regla general, que las características socioeconómicas del hogar de origen truncan las oportunidades de bienestar futuro de las personas y determinan que las desigualdades en el acceso a los bienes y servicios disponibles en la sociedad se manifiesten incluso antes de que los individuos los demanden (Rivadeneira, 2000: 28).
Uno de los factores que influyen en mayor medida en al determinación del nivel de ingresos laborales y la calidad del empleo es la dotación de la capital humano de las participantes en el mercado laboral. En numerosos países de la región, muchos de los adultos que viven en hogares pobres no han terminado la educación primaria y, en algunos casos, ni siquiera han cursado tres años de estudio. En consecuencia, es muy probable que los empleos que consigan se encuentren en sectores de baja productividad, por lo general muy inestables y sin acceso a prestaciones sociales de salud y jubilación. De hecho, en la mayoría de los países, el ingreso individual de los ocupados en hogares pobres alcanza para cubrir sus propias necesidades básicas, pero deja un margen muy reducido para atender las necesidades de cualquier otro miembro del hogar (CEPAL, 2004).
De esta manera, si bien se comprueba que los hijos han logrado superar con creces el capital educativo de sus padres, ello les ha significado superar el umbral de los doce años, nivel necesario para que se reduzcan de manera importante las posibilidades de caer en la pobreza. A su vez, cuando el análisis involucra a los hogares en los que el jefe acumula 6 o mas años de educación, las diferencias se acotan de manera apreciable, e incluso llegan a ser negativas en algunos países. Ello estaría indicando que el crecimiento del capital educativo entre los pobres ha obedecido principalmente a una elevación de los grados de escolaridad mínimos, y no necesariamente a un aumento de los años de estudio en los niveles educativos medio y superior (CEPAL, 2004: 28-30).
Queda claro que la educación es un atributo de gran importancia para disminuir las probabilidades de reproducción de la pobreza a nivel microsocial; a nivel macro social, el proceso educativo es el eje prioritario y fundamental del conjunto de transformaciones requeridas para el crecimiento sostenido. Pero todo esfuerzo destinado a un mayor logro en esa materia debe completarse con medidas tendientes a contrarrestar el impacto negativo de las condiciones económicas del hogar. Es muy probable que en igualdad de otros factores, si se logra elevar la capacidad económica de los hogares, los jóvenes permanezcan en el sistema escolar hasta adquirir una formación apropiada que les permita acceder a empleos con niveles saláriales adecuados y contribuir a los requerimientos del sistema productivo y el crecimiento económico. Ello hace necesario, como contra parte natural, la definición y aplicación de políticas que impulsen la capacidad progresiva de absorción de mano de obra en las actividades económicas modernas y productivas (Rivadeneira, 2000: 29).