CORRESPONDENCIA ENTRE EL CRECIMIENTO ECONÓMICO Y LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA POBLACIÓN
Dr. Pedro Maldonado Cruz
M.C. José del Carmen Palma Sosa
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Factores Demográficos que Inciden en la Pobreza
Se suponía que el aumento de la población repercutía, prácticamente sin mediaciones, sobre los parámetros del proceso de desarrollo y se postulaba que la expansión de la cantidad de personas tenía efectos intrínsecos que eran independientes del contexto económico, social, geográfico, político o cultural en que ocurriese. El enfoque tradicional sobre población y desarrollo aporto contribuciones de importancia, en primer lugar, puso de relieve la existencia de interacciones entre el cambio demográfico y las transformaciones económicas y sociales que forman parte del “desarrollo”; esta identificación permitió trascender la instancia de la descripción y medición de las variables demográficas basadas solo en el análisis de la trayectoria de la fecundidad y la mortalidad. En segundo lugar, constituyo un quiebre del razonamiento maltusiano clásico, que situaba el denominado “problema de población” solo en relación con la disponibilidad de alimentos. Dentro de este aporte se destaca el llamado de atención sobre los desafíos y potencialidades involucrados en un crecimiento demográfico rápido y en una población numerosa. En tercer lugar, sistematizo las repercusiones del proceso de desarrollo sobre las tendencias demográficas, particularmente respecto de las profundas y aceleradas transformaciones en los patrones reproductivos, de mortalidad y de asentamiento de la población en el territorio. En cuarto termino, identifico valiosos procedimientos y mecanismos para lograr una incorporación del conocimiento y la información sobre población y desarrollo en la gestión de este ultimo, lo que se plasmo en la constitución de entidades encargadas de definir políticas de población y de estimar aquella incorporación. En quinto lugar, advirtió que los cambios en las tendencias demográficas seguían derroteros distintos, que dependían del estrato social, la zona residencial y otras segmentaciones socioeconómicas relevantes. Una generalización ampliamente aceptada que se derivo de estos hallazgos fue que los grupos menos beneficiados por el proceso de desarrollo experimentaban con menor intensidad y mayor rezago temporal los cambios reproductivos y de mortalidad englobados en la noción de transición demográfica (Bajraj, 2000: 7-8).
Hasta hace poco, el proceso de urbanización era considerado un factor impulsor del desarrollo y se le imputaba la calidad de tanto de mecanismos para el crecimiento como de agentes que propiciatorio del progreso social. Una visión mas equilibrada exige reconocer que, si bien el modo de vida urbano representa un estilo de asentamiento de población mas compatible con una sociedad moderna, su expresión territorial entraña problemas y disfunciones. No es extraño, entonces, que muchas preocupaciones de orden político relacionadas con la distribución de la población en los espacios regionales propendan a mejorar las modalidades de la urbanización. Entre las iniciativas que se han propuesto destacan las que procuran reducir la concentración de efectivos en ciudades que han alcanzado proporciones gigantescas y también aquellas que buscan contrarrestar los efectos adversos de la desigualdad socioeconómicas intraurbanas.
Gran parte de la discusión sobre la urbanización en América Latina y el Caribe ha versado sobre las ventajas y desventajas inherentes al tamaño de las ciudades, en especial de las mayores. Aunque esta discusión no esta zanjeada, hay una creciente consenso sobre la conveniencia de estructurar sistemas urbanos mas diversificados y de fortalecer las ciudades de rango intermedio, lo que implica que se adopten acciones dirigidas a aminorar la preponderancia de las ciudades mayores. Desde un punto de vista demográfico, este desafío involucra dos opciones: restringir la inmigración o disminuir el incremento vegetativo. Como el grueso del crecimiento de la población de las ciudades grandes obedece actualmente al incremento vegetativo, las acciones encaminadas a atenuar la inmigración producirían efectos menores en la dirección buscada. A su vez, la transición demográfica experimentada por la mayoría de las ciudades grandes de la región ha organizado una sostenida disminución de su ritmo de incremento vegetativo; en estas condiciones un intento de acentuar esa baja pudiera resultar lesivo para los derechos de las personas. En suma, ninguna de las dos opciones de intervención conducirán a una reducción importante del aumento de la población de las ciudades grandes. Además, y como los indicadores sobre migración y fecundidad ponen en claro que ese aumento se ha desacelerado notablemente, el problema de preocupación parece no estribar tanto en el incremento demográfico propiamente tal sino en los contextos urbanos dentro de los cuales tiene lugar. Cabe inferir que una alternativa de política consistiría en arbitrar los medios para mantener el tamaño ya alcanzado por las ciudades grandes, objetivo que se conseguiría estimulando la emigración a centros de magnitudes menores. La teoría y la experiencia indican que varios factores que inciden sobre esa emigración podrían incentivarse mediante medidas deliberadas. Estas medidas verían acrecentadas sus probabilidades de éxito si se orientasen a revertir aquellas ventajas comparativas que han resultado de estímulos o incentivo otorgados por el sector publico a las ciudades grandes y que han ido perdiendo su funcionalidad, convirtiéndose en sesgos desfavorables para los restantes centros urbanos nacionales (Bajraj, 2000: 30).